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2007: SONIC YOUTH

23:15 pm: Eric´s Trip

La computadora relampaguea destellos blancos de seda enredados en un teclado que poco a poco empieza a descifrar mis palabras apenas sentidas o acaso pensadas al azar. Es extraño, solía escribir sobre la línea azul a la que todos llamamos renglón; ahora sólo me dejo deslizar sobre la blanca hoja de la pantalla. El cursor dispara segundos ante mis ojos, luego descubro que es simplemente un ritmo en común, un bajo, una batería, unas guitarras, un baile caótico que se enuncia a cada tecladazo, un baile rumbo a la media noche: sí, estoy escuchando a Sonic Youth.

23:21 pm Drunken Butterfly

Durante un día, miles de partículas se encuentran flotando en cada célula que me conforma como creando un microsmos de cánicas transparentes que juegan a no ser vistas y ser eléctricas; unas con carga positiva pero en días como éste son más negativas las que contraen el cuello contra la nuca y tensan la mandíbula.

Una vez tensa hay que destensar, en este caso la casualidad (el orden del caos si así lo quieres) anunció en mi ordenador a la juventud sónica fundada originalmente en 1981; aparece también hoy y Dirty es lo que llega hasta mi martillo, yunque y estribo con Thurston Moore como voz y guitarra, Lee Ronaldo en la voz y guitarra, Kim Gordon es la chica de ruda voz y además al cargo del bajo y Steve Shelley que es el encargado de la batería.

Lo extraordinario de estos sonidos es que debido al inconsciente movimiento agresivo de la cabeza, el equilibrio del oído hace malabares y luego el martillo da fuertes golpes contra el yunque haciendo un estribo lo que suele provocar una sensación de mareo ¿o vuelo?

23:38 pm Sugar Kane

Estamos muy cerca ya de la medianoche; estos chicos no sueltan mi mano, mi baile sigue intacto, mi oído es inaccesible para el teléfono o cualquier llamada fuera de este indicio que acabo de descubrir para hacer probable el hecho de que los jueves o viernes o martes, ese día tan espléndidamente igual pueda terminar más rápido porque con la cabeza lo jalo, con el cabello que se estira contra la gravedad de la Tierra puedo atrapar el día siguiente.

Mientras lo que resta de hoy pasa ya no se sueña con dulces, ni con leche y galletas, ahora nos conformamos con soñar, lo que sea: las mujeres aún caminamos bonito con tacones, es quizás el baile más exótico que nos queda por manifestar a nuestra condición de caderas grandes y tobillos delgados, en el caso de Kim Gordon, la chica sónica, además tiene el poder de penetrar con su voz hasta el intersticio y rascarlo. A veces yo quisiera soñar con ella.

23:45 On The Strip

Apenas si distingo algunos gritos, porque este “hoy” empieza a significar lo que “fue”, y esto es tan complejo que no alcanzaría a explicarlo antes de que sea “mañana”, la línea se funde con lo que ya no sé qué, está por terminar el disco, estoy cerca de dejar de escuchar, a unos segundos de acabar con esto.

No siento la conclusión de un día, ni de un disco, ni de una canción, ni siquiera tengo indicios de nada, lo único que me esta quedando entre la memoria de lo acontecido es una leve sensación, la que lentamente me deja caer sobre la cama rayada del edredón y quedar dormida como eterna sonámbula del monitor que aún párpadea, el monitor también tiene sueño, soñamos convertidos en sónicos.

Citlaly Aguilar Sánchez.


odeio você

Veio um golfinho do meio do mar roxo…, cantaba el bahíano mientras los tres únicos músicos que lo acompañaban sacaban la nota de la noche: virtuosos, jóvenes, descarados, ¿qué más se le puede pedir a una banda, si, con estos rasgos, acompañaron a Veloso (Caetano, claro) durante su concierto? Odeio você, odeio você, odeio você…, terminó la canción entre el paroxismo de los asistentes.

Antes de eso, en el camino, me topé con una mujer que hace tiempo no veía. Ella dejó caer tal sorpresa e indiferencia —pasaba de una a otra— que no las pude evadir ante la imposibilidad de la situación: esperábamos en la misma fila del banco. Ella siempre afirmó entre cierto círculo de amigos que años atrás yo le había hecho perder algo de su tiempo, inocencia y dinero, ya que fui el depositario de una parte de sus emociones y ahorros que, al distanciarnos, tardé en devolverle (sobre todo el dinero).

Tiempo después le pagué todo lo que le debía y se involucró con un primo. Al parecer se llevaron bien hasta que le propuse a él que me vendieran el coche de ella. El vehículo —el vocho, para ser sincero— marchaba sin problemas y tenía buen color pese a los treinta años de uso. Le pagué hasta el último centavo pero nunca hice el cambio de propietario; fue mi primer carro: en él me fui a mi primer trabajo serio y pasee a mi primer hijo y esposa. Más tarde le di el coche a mi papá y él se encargó de hacerle sentir que era un modelo ‘74: choques, banquetazos, tapicería rota y dos estéreos robados. Hace poco me llamó la mencionada mujer y me dijo que acababa de ser requerida porque debía siete mil pesos de multas de estacionamientos, y que si yo no pagaba y hacía los trámites correspondientes me levantaría una demanda.

Pedí una reducción al ayuntamiento y pagué sólo 60 por ciento del adeudo, hice el cambio de propietario y me olvidé de la mujer, al fin que mi primo vive fuera del país, hasta nuestro encuentro en el banco. Tras 20 minutos de hacer la fila juntos sin hablarnos, yo estaba apenas un turno antes que ella, pasé a la caja y tardé tanto que cuando le tocó llegar a ella a la ventanilla contigua le dijo el cajero que ya no había “línea”, y que “no podrían realizar su trámite”. Por supuesto se indignó y se puso a gritonear, llamó al gerente y les tiró al piso todos los folletos que tuvo a su alcance. Cuando se dio por vencida me alcanzó en la puerta —porque me detuve a admirar su escena— y me dijo “te odio”, como nadie jamás me lo había dicho.

Todo eso recordé mientras Caetano y sus músicos deleitaban la noche, y al terminar una canción Veloso explicaba que odeio você (“te odio”) es la forma más cercana para decir amo você (“te amo”); y así seguí todo el concierto, sin poder entender la complejidad músical de Caetano de cara a la simpleza emocional en mi encuentro de aquella tarde. Esa sí, para olvidar.


Carlos López de Alba (Guadalajara, 1978). Editor y narrador,

dirige la revista Reverso (revistareverso@gmail.com).



BOSTON More than a feeling

En 1976, la banda rock norteamericana Boston, lanza el sencillo titulado More than a feeling, “Más que un sentimiento”, del álbum titulado con el mismo nombre de la banda, convirtiéndose en el mayor éxito de esta.

More than a feeling, no solo es el mejor hit de Boston, sino que además es considerada como uno de los mejores sonidos de la década de los 70’s, y es un clásico que no puede faltar entre los históricos del rock.

En su momento, provocó un fenómeno, pues no dejaba de ser solicitada por sus fans en la radio.

More than a feeling fue escrita por el guitarrista del grupo Tom Scholtz, a quien le llevó nada más 7 años de inspiración para poder realizarla. Scholz, estuvo jugueteando con el tema en el estudio de grabación del sótano de su casa hasta que pudo encontrar exactamente el sonido y la letra que quería expresar.

More than a feeling ha conseguido vender 17 millones de copias. Contiene un riff de esos que marcan historia, incluso se dice que inspiró el de "Smells Like Teen Spirit" de Nirvana.

Otra de las razones del éxito de Boston fueron las cualidades vocales para transmitir ese "feeling" de su vocalista Brad Delp, quien lamentablente falleció el pasado mes de marzo a la edad de 55 años. La voz de Delp es un total acierto y se nota cierta innovación en el sonido del grupo a comparación de otras bandas de la época.

Esta canción ha sido valorada y reconocida por su éxito, se encuentra en la lista de las 500 canciones más grandes de la historia de la revista Rolling Stone, y ocupa la plaza número 76 de los 100 más grandes tracks de guitarra.

Del excepcional riff de guitarra, se dice que fue hecho como un sutil homenaje a la banda The Kingsmen.

En cuanto a la letra de la canción, esta expresa una especie de sueño despierto, en donde el protagonista cierra sus ojos, y mientras escucha una vieja canción, comienza a soñar hasta lograr ver a una chica llamada Marianne, quien despierta en él “mas que un sentimiento”

Por su impacto, la canción More than a feeling ha sido usada en cine y televisión, fue parte de la musicalización de la película Encuentros cercanos del tercer tipo, y de series como los sopranos y Beavis and Butthead. Además ha sido tocada a modo de cover por grupos como Nirvana y N’Sync.

More than a feeling, sin duda un clásico que no podía faltar un el recuento de las canciones más grandes del rock.

Aurelio Carrillo

“Es más que una canción de rock, es más que un sentimiento”.

carrillo_aurelio@hotmail.com


CAETANO VELOSO: DEL SUSURRO AL ESTRUENDO

Voz imprescindible de inabarcable sincretismo musical que igual viaja del pop avant garde a la tradición más localista y de la reinterpretación de clásicos roqueros a composiciones que exudan sabor carioca. Personaje central del movimiento musical y cultural conocido como Tropicalismo, iniciado hacia la segunda mitad de los sesenta y en el que se dieron la mano el rock, la psicodelia y diversos sonidos brasileños en especial de Bahía (canibalismo le llamaban), fue rechazado por la izquierda bienpensante -dado su gusto por el rock-, y por la dictadura militar que lo llevó al exilio en Londres, tras estar en prisión dos meses junto a Gilberto Gil.

Con un canto capaz de ponerte los pelos de punta (como al personaje de Hable con ella de Almodóvar), combinar explosiones sonoras cargadas de nervio o trasladarte por los más plácidos rincones del laberinto auditivo vía susurros hipnóticos, el admirador del cine italiano de la época propia del realismo y los años subsiguientes, gusta de tomar prestados poemas y desgranar los propios como si formaran parte de una misma naturaleza.

Su homónimo debut solista aparecería en 1968, tras haber firmado el clásico Tropicalia: Ou Panis Et Circensis (68), participar en la banda Os Mutantes y grabar Domingo (67) junto a Gal Costa. Con su famoso Prohibido Prohibir como estela, presentó otro par de discos homónimos en 1969 y 1971 para grabar, una vez que había regresado de su exilio cargado con influencias de movimientos artísticos de vanguardia, Transa y Araca Azul en 1972 con todo y la poesía concreta de Augusto de Campos, además de algunos trabajos en vivo.

Vendrían Qualquer cosa (75) y Joia (75), ambos cercanos a un tono dylaniano y éste último, uno de los favoritos del músico. Le seguiría Os Doces Barbaros (76), que mereció un documental titulado Los otros bárbaros (Waddington, 02) en el que se articulan los ensayos, las ruedas de prensa y los conciertos en Ibirapuera y Copacabana que brindaron Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y Maria Bethânia, conmemorando el disco Los dulces bárbaros de mediados de los setenta, cuando eran considerados por una parte de la crítica como provincianos invasores, de ahí el título que recuerda el viejo sofisma en el que el bárbaro siempre será el otro y el civilizado yo. A caballo entre el festejo y la nostalgia.

Con Muitos Carnavais (77) volvía a poner pie en los festivales de Río de Janeiro; Bicho (77) lanzaba el puente hacia África; Muito (73), significaría un acercamiento del músico a las manifestaciones brasileñas más allá de la región de Bahía y Cinema Transcendental (79) se sumaba a la transformación fílmica brasileña desde Rocha hasta las propuestas de aquel momento. Como artista total, ha escrito música para cine, dirigió una película (O Cinema Falado) y considera tener más talento para este asunto de las imágenes que para la música, aunque también se le da la escritura, claramente reflejada en sus letras, superiores en general que sus composiciones.

CONTINÚA LA BÚSQUEDA

Los años ochenta arrancaron con Brasil (81) grabado junto a sus compinches Gilberto/Gil y con su querida hermana Maria Bethânia; discurrieron el muy vendido Outras Palabras (81); Cores, Nomes (82); Uns (83); el político Velo (84) que no era ajeno al movimiento hipopero; Caetanear (85), Bethânia, Mano Caetano E Amigos (85), Caetano Veloso (86) con la versión de Billy Jean ejemplificando la idea de “tragar de todo y jamás dejar de ser brasileño” y otro disco homónimo en 1987, con salpicadas de la música del nordeste.

Y de ahí nos vamos al downtown neoyorquino con invitados de lujo en las guitarras –Arto Lindsay, Bill Frisell y Marc Ribot- para encontrarnos con el espléndido Estrangeiro (89), un disco “árido pero tierno, de herméticas instrumentaciones y cariñosas miniaturas… un equilibrio ejemplar entre la música popular brasileña y los sonidos urbanos, entre poesía autóctona y ese desengaño que contempló mejor que nadie su célebre frase: Me siento extranjero aquí y extraño en el extranjero (César Estabiel en Los mejores 200 discos del siglo XX, Rockdelux, octubre 2002).

Esta nueva aventura experimental supuso una apertura de miras (por si hiciera falta) que se vio reflejado en el sólido Circulado (91) y en la secuela de Tropicalia, firmada en 1993. Tras Fina Estampa (94) con la presencia de Agustín Lara, aparecieron los percusivos Livro (98), Prenda Minha (99) y Noites Do Norte (00), digna manifestación para el cambio de siglo, intercalados por obras en vivo, el homenaje a Fellini y a su músico de cabecera Nino Rota titulado Omaggio a Federico E Guilietta (99) y Orfeo (99) firmado junto a otros, al igual que Eu nao peco desculpa (02) grabado con Jorge Maitner.

A Foreign Sound (04) invita a departir a grandes estandars (Cole Porter, Duke Ellington, los Gershwing, Irving Berlin) con personajes tan parecidos y tan distintos como Bob Dylan, Arto Lindsay, Kurt Cobain, Paul Anka y Stevie Gonder, entre otros. Cual estupendo anfitrión, Veloso pone a conversar a todos en un diverso y exquisito intercambio de visiones musicales, tamizadas por el cantante. Ahora estamos de regreso a terrenos más roqueros con cê (06), álbum que pareciera regresar a juventudes agitadas, tal como ha sido el sello de la casa.

“Trabajo y vivo. Escucho y observo. Mi memoria y mi entusiasmo no están todavía demasiado disminuidos por la edad… cuando yo comencé a trabajar tenía como generación precedente a Joao Gilberto y Antonio Carlos Jobim, los más grandes creadores de la bossa nova, los inventores, y ellos tenían como generación precedente a otros músicos gigantes. Entonces no creo que sea problema este relevo generacional. Al contrario, toda esta gente adora a las personas mayores, las reconoce, así pasó con nosotros también” (en entrevista de Olivares y Partida para La Jornada, 22/08/07). Un artista tan grande y diverso como su país que esta semana nos hace los honores.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx


Húmeda punta de la lengua

José Ángel Higuera y El espejo roto del río

§El poeta digital

La imagen que tengo del poeta José Ángel Higuera es de un hombre que se cuenta los dedos de la mano. Ángel oye la poesía y sigue el ritmo con los dedos, contando, o mejor dicho, cantando las sílabas con los dedos de la mano. No se lo quiero decir, pero he sospechado que cuando uno habla con él está contando las sílabas de la conversación: buscando un octosílabo, un endecasílabo. Ángel cuenta y recuenta la poesía y la ha querido celebrar poetizando. Contando y recontando los fragmentos de su espejo roto del río.

Ángel señala con un dedo las palabras, las sílabas, las letras, los acentos; Ángel va por ahí, señalando las sílabas que parece palpar con la yema del dedo. Como buscando el número, pero también la textura, las bajadas y alturas de los versos, Ángel señala con los dedos, sin miedo a que se le llenen de verrugas.

En su poesía se nota. Ángel sabe que la poesía es una ciencia exacta, que necesita un número preciso de palabras, un tipo preciso de sonidos, un tipo preciso de sabores, una cantidad precisa de humedad para existir. Se moja la punta del dedo para saber en que dirección se lleva el viento las palabras, mete el dedo meñique en el caldo poético para comprobar la temperatura: mete la lengua para degustar el sabor.

§. La poesía se hace en la punta de la lengua

Todos sabemos que se piensa con el cerebro, que se ama con el estómago; todos sabemos que la poesía se lee con el oído, todos sabemos que se escribe con la lengua. Con la punta de la lengua. La lengua es el órgano más íntimo del deseo, el más introvertido de los hablantes. El espejo roto del río, un álbum descreído de amor y (¿pero?) voluptuoso; poemas húmedos de mar, de lluvia y de saliva, escritos con dedos y con lengua. El rumor del mar, el proceloso río. «Desnuda a la orilla del río creces como junco/ la brisa del verano rodea tu cuerpo con múltiples caricias/ levitando te preparas a penetrar al agua, a poseerla// dentro de ella te envuelve su lengua tibia».

Poesía del tacto y la saliva. Poesía que busca y encuentra en la punta de la lengua todas sus palabras. Las palabras son muchachas que huyen a la punta de la lengua, esa punta que debe contener listas y listas de preciosas palabras que se van de nosotros como huye la carne del encabritado deseo. Poemas donde el agua muestra sus eternas transmutaciones: mar y saliva, río y humedad; pero además la lluvia, como ese símbolo de la indiferencia melancólica. La lluvia que caerá, el río que seguirá su turbulento curso, más allá del humano deseo. Y es entonces que la poesía de Ángel reúne voluptuosidad y lucidez. La voluptuosa lucidez de la poesía, que revela el fracaso invencible del amor: el espejo roto sumergido en el fondo del deseo. Entonces el amor es el fracaso más profundo, el naufragio que escribe el epílogo del deseo, «allá un pez devora un trozo de espejo // un bocado corta mi garganta// es la hora.» Y en el naufragio, en la asfixia por agua, comienza la canción más larga, aquella que consiste en buscar la última palabra la que no se habrá de encontrar, perdida en la punta de la lengua.

*

Bienvenido sea El espejo roto del río, fruto de la aventura de Ediciones de botella, que ahora alcanza el número VII de su serie Pavesas; esfuerzo de jóvenes editores que han sabido combinar la publicación de autores reconocidos en el ámbito nacional (como Eusebio Ruvalcaba) con escritores que logran ver su primera edición bajo este sello. Que el naufragio sea largo, muchos los libros de botella.

Javier Acosta, septiembre de 2007.

José Ángel Higuera El espejo roto del río. Ediciones de Botella, Zacatecas, 2007, 20 pp.


Histerias 1.

François Furet, el hombre de las dos revoluciones.

That men make history but do not

know the history they were making

F. Furet / Interpreting the French Revolution

François Furet (1927-1997) fue un hombre que vivió entre dos revoluciones: la rusa de 1917 y la francesa de 1789. Aunque ninguna le fue contemporánea en un sentido estricto, llegó a conocerlas a profundidad; con la intimidad que concede solamente la mirada crítica. Definitivamente hay un “algo” que lo empujó a acercarse tan estrechamente a ellas; a “vivir” entre ellas: ¿Pasión? ¿Interés? ¿Curiosidad científica? ¿Suspicacia académica? Se trató simple y a la vez complejamente -soy un convencido de ello- de una necesidad por entender su propio tiempo, el mundo que le fue contemporáneo, a través de sí mismo: señalando lo que formaba parte del pasado y enfatizando lo que era parte del presente.

Furet escribió sus principales obras marcado por un ambiente intelectual que pregonaba la idea de una revolución permanente y latente. Inspirada por la Revolución Rusa, pero principalmente por los regimenes socialistas que se implantaron a lo largo del globo terráqueo durante la segunda mitad del siglo XX, la comunidad científica contemporánea a Furet, adscrita mayoritariamente al materialismo histórico, construyó una idea de “Revolución presente” a partir de dos revoluciones pasadas: la rusa de 1917 y la francesa de 1789. El vínculo, sin embargo, se tejió no desde las revoluciones pasadas hacia el hoy, sino desde el presente hacia ellas en el pretérito, en una relación efecto-causa que parecía insuperable. Furet optó, sin embargo, por el conocimiento del pasado por el pasado, para de esta manera, y sólo por ella, encontrar o negar los vínculos no sólo con el presente, su presente, sino entre las mismas revoluciones pretéritas. Si su afán con la Revolución francesa de 1789 fue saber qué fue la Revolución en sí misma, con la Revolución rusa de 1917 el énfasis fue en señalar que no fue la Revolución más allá de sí misma.

Los resultados del trabajo académico de Furet lo hicieron ser un disidente, pero un disidente casual. Escribió a contracorriente no por el gusto de ir en la contra, sino porque el análisis cercano de los acontecimientos estudiados por él así se lo fue exigiendo. De formación marxista, Furet fue precisamente uno de los mayores críticos del marxismo y particularmente del materialismo histórico, o, para ser más específicos, de un tipo de materialismo histórico al que Antonio Gramsci denominó “Metafísico”. Su animadversión al determinismo lo llevó a desarrollar una profunda crítica a la idea de la necesidad histórica. Los sucesos pasados, según Furet, sólo tienen sentido en su propio contexto. Las apropiaciones posteriores son simplemente ficción. En este sentido la casualidad juega un papel importante y el mundo de las posibilidades es una presencia sobresaliente en el devenir histórico. No hay destinos trazados, sino simplemente caminos que se van construyendo paso a paso. No hay procesos inevitables ni inminentes. Si Luis XVI no hubiera insistido en el impuesto del timbre, tal vez no hubiera habido Revolución francesa, ni reinado del Terror y quizás Napoleón hubiera terminado sus días como un simple oficial de segundo grado.

La posibilidad está ahí, latente. Furet crítica la historia conmemorativa porque es ésta la que trata de racionalizar los sucesos pasados para dotar de una lógica utilitaria a la historia y justificar al presente. Así a Hidalgo, como bien lo analizó Edmundo O’Gorman, se le inventa como padre de la patria, no porque lo haya sido, sino porque la patria de 1850 necesitaba un padre. Así los españoles nos colonizaron, los tlaxcaltecas nos traicionaron y don Porfirio y sus científicos nosazar tiene su dosis de protagonismo: ¿y si las tropas mexicanas hubieran enfrentado con otra estrategia, o más bien con una estrategia, a los invasores estadounidenses México sería el doble de lo que es hoy? Tal vez sí, tal vez no. torturaron. La historia como una línea coherente que justifica el presente. Furet propone una historia que sea abordada con libertad, sin buscar ligas forzosas y sin la subordinación de eventos. Una historia en la que el

Para Furet todo depende de la decisión humana, y para él esos hombres de decisión son aquellos que piensan, que opinan, que participan, que ejercen su individualidad en el sentido más estricto de la modernidad. Furet concibe que este hombre de decisión en su forma ideal no es de ningún modo el político, ni siquiera el obrero, el campesino o el abogado, es el intelectual. Pero un intelectual libre, jamás subordinado a los partidos políticos, ni siquiera, eso lo digo yo, a los grandes consorcios de información. Para Furet intelectual es el que piensa y ayuda a pensar, no aquel que señala con el índice sosteniendo las gafas lo que conviene pensar.

Y esta lógica Furet la ejemplificó en su propia biografía. A mediados de la década de 1960, cuando todo intelectual de izquierda que se respetara tenía que tener una cercanía con los ideales socialistas, Furet renunció al Partido Comunista en Francia ante los abusos de los regímenes socialistas contra las libertades humanas. Ganó críticas y críticos, algunos tan coléricos como Joseph Fontana que descalificó todas las obras de Furet por el simple hecho de no demostrar o estudiar siquiera la “innegable” lucha de clases que le da sentido a la historia. Cargó con el calificativo de historiador conservador pese a ser un innovador, un verdadero revolucionario. Hoy en día sus obras son un referente obligado para entender a la revolución francesa, a la revolución rusa, pero en particular la lógica del totalitarismo y de los límites del comunismo. Destaco Pensar la revolución francesa; El pasado de una ilusión: ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX; Marx y la revolución francesa, y un libro que es de cabecera para todo aquel que quiera comprender la Modernidad, La revolución francesa, escrito en coautoría con Denis Richet.

A diez años de la muerte de François Furet la historiografía mundial comienza a sentir los alcances de su pensamiento. Sin embargo, atrás del historiador, y tal vez por encima de él, está el hombre que llevó a cabo una revolución para entender dos revoluciones. Y me pregunto –permítaseme el atrevimiento- ¿Hasta qué punto somos lo que escribimos o escribimos lo que somos?

Veremundo Carrillo-Reveles. Nació en 1984 en la ciudad de Zacatecas. Le gusta creer que en algún lugar de los jardines de El Colegio de México hay sitio para un balón de fútbol.

Escaparate Gráfico

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Chet Baker (1929-1988) Trompetista de Jazz

Entre músicos surgen individuos con cualidades excepcionales de cuando en cuando. A veces algún instrumentista se distingue por su virtuosismo para ejecutar, algún otro por su sonido y claridad de tono o como improvisador, acompañante, etc. Pero diferente es cuando las cualidades que distinguen a un músico son más difíciles de describir. Tal es el caso de Chet Baker, trompetista de Jazz.

Escuchar la música de Chet Baker es meterse a terrenos extraños donde no sabe uno que esperar. Aunque era capaz también de los desplantes de virtuosismo habituales entre sus contemporáneos, su forma de tocar y su sonido lo hicieron especialmente aficionado a las piezas lentas donde podía sacar a relucir su forma de improvisar cadenciosa, sencilla hasta el punto en que uno puede decir que la melodía va desnuda, a veces lánguida, en fin, completamente distintiva. A pesar de su aparente sencillez, nadie podía tocar la trompeta como Chet Baker. Factor importante en este estilo era que a Chet le gustaba tocar “de oído”, escuchando la guía en los cambios de acordes de la pieza y dejándose llevar. Lo que incluso provocó que hubiera quien dijera que no sabía música, que sólo sabía tocar de oído (comentario completamente fuera de lugar para alguien que compartió el escenario con Gerry Mulligan, entre otros figurones). Baker además hizo fama de cantante. Sus interpretaciones de jazzes románticos como “My Funny Valentine” ó “It´s always you” como aparecen en el disco “Chet Baker sings” Pacific 1954fueron las que lo mandaron a la fama e hicieron que se le conociera como el niño bonito del cool jazz de los 50´s. Tal vez a él no le haya gustado ser más conocido por esto que por su habilidad para el bebop en la trompeta y sus toquines con Mulligan o Russ Freeman.

Como otros tantos jazzistas la vida de Baker estuvo envuelta en escándalos y drogas. Para finales de los 50´s era adicto a la heroína y había sido arrestado varias veces. Para los 60´s dejó de tocar por cuestiones de salud personal (además de todas las consecuencias habituales de sus adicciones perdió los dientes). En los 70´s Baker empezó a tocar con dentaduras postizas y para el 74 grababa y daba conciertos regularmente. A pesar de los efectos del Alcohol, drogas, y los dientes falsos, el estilo de Baker evolucionó en esos años para dar lugar a algunos de los mejores momentos de su carrera.

Tristemente Chet Baker encontró su final en una de esas muertes extrañas y sin sentido el 13 de mayo de 1988 en Amsterdam, al caer desde la ventana del cuarto de hotel en que se hospedaba para golpear el suelo, tres pisos abajo.



Esculpir la palabra, el oficio de Flaubert

En el Romanticismo se revela lo ideal de las cosas: la vida, el amor, la muerte, el hombre. Se antepone el “deber” en detrimento del “ser”. Pensar desde el Romanticismo es renunciar a una realidad que hace del hombre mero instrumento de producción y transformación de la realidad[1]. El Romántico resulta ser un símbolo de la irracionalidad que se opone a la autodeterminación de la razón, por lo que su gesta contagiará gran parte del quehacer humano, especialmente la filosofía, la literatura y el arte, imprimiendo en la modernidad una síntesis de opuestos: mientras la era romántica expresa desencanto, oposición y displicencia, el pensarse moderno conservará el mismo recelo pero aunado a la acción; el primero se sitúa en la indiferencia, mientras el último lo matiza con resolución y propuestas o en el peor de los casos resignación y/o cinismo. Si el Romanticismo es insumisión y alejamiento, el pensamiento moderno remata con apetencia crítica y anhelo. La diferencia se deja entrever: por un lado la condición humana determina escepticismo y nihilismo, por el otro emerge la condición trágica según lo planteaba el mismo Nietszche[2]. La semilla romántica germinará entre dos siglos y será de capital importancia en la aparición de las vanguardias, hacia la segunda mitad del siglo XIX.

Si buscáramos un rompimiento de la modernidad con aquella visión idílica, la fisura recaería en la lucha del hombre con el desencanto, en el matiz y difuminación de la herida del mundo; en arte y literatura las vanguardias expresan esa re-forma del mundo, teniendo en el Realismo una antesala y en el Simbolismo la percusión que dejará de sonar con el agotamiento del Surrealismo [3]. Jaques Barzun integra las dos primeras corrientes dentro de sus cuatro fases históricas del Romanticismo. El autor propone un romanticismo “originario” entre los años 1780 y 1850, sucedido de otras tres etapas: el Realismo (1850-1883), Simbolismo (1875-1905) y Naturalismo (1875-1905)[4]. Si de la escuela realista poco quedó en las propuestas vanguardistas, es innegable que el simbolismo influye en los planteamientos del expresionismo y en la irracionalidad dadaísta hasta declinar con la dimensión onírica surreal, presuponiéndose una influencia romántica.

La idea de una moralidad estética

En Flaubert observamos algunos preceptos estéticos insinuados en el ideal romántico; privilegiar el deber antes que el ser, confirma la obsesión y desgaste del francés por lograr un Arte a través de ese perro oficio que es la escritura. De cualquier manera sólo hay que relacionarle indirectamente, pues su correspondencia radica en la seriedad de los preceptos, acaso mermados por el artificio y la descripción minuciosa que representan una forma de acción.

Flaubert descubre en la escritura una cosa seria —demasiado seria— que resulta de lo inconcluso, situando al escritor entre la perfección de la obra o el abandono. Flaubert nos enseña una idealidad muy propia, una especie de “moralidad estética” que busca su verdad en algo hasta cierto punto palpable: el texto. Hablaremos de una verdad en el momento que Flaubert encarna el empeño y la consecución de esa cosa buena que envuelve una cosa verdadera que no se logra si no es en el producto literario. El escritor francés se hará cargo de la responsabilidad que esto implica, ya que el escribir bien se demuestra con la “certeza” del texto que se afirma en un tercer involucrado: el lector. Al tiempo que Flaubert afirma una cosa verdadera como buena, previene también al lector para que juegue su propio papel y bajo su riesgo

“…Si el lector no saca de un libro la moralidad que en éste debe hallarse, el lector es un imbécil o el libro es falso…”[5]

Se plantea el problema de la verdad en la consigna y ni uno ni otro podrá deslindarse de su responsabilidad, fiel a toda moralidad la balanza señala un culpable inclinándose hacia alguno de los actores.

¿Técnica o estilo, artefacto o escritura?

La estética flaubertiana emerge en aparente contradicción, al confesar admiración por los grandes maestros de la literatura (Homero, Horacio, Dante, etc.) no duda en afirmar sus obras como nacidas de la inspiración poética, lo que otorga un carácter universal a las ideas expresadas. En su defecto, al depositar la idea primordial en la poesía, denosta el oficio del prosista concediéndole escasez de genio. En el enfrentamiento del absoluto poético versus la inestable prosa se valida un Arte, se abrevia un método en abono de aquella “moralidad estética”. La verdad de un método le lleva a sufrir juegos de opuestos, a la elección entre idea/forma, lirismo/imaginación, poesía/prosa, corazón/cabeza. El Arte flaubertiano apuesta por las analogías últimas: forma, imaginación, prosa, cabeza, etc. El predominio de la rigidez y la sistematización, el infalible orden de las palabras y acomodo de la frase, son una constante en el ejercicio de la escritura. El sistema brota de la perfección conciente, del infortunio estilístico que sacrifica palabras e ideas. En su método no se concibe el arte si no es gracias a la lucidez, la escritura se ampara en lo apolíneo y recluye el instinto a la idea primordial. La idea debe someterse al imperio del orden y anular su carácter caótico y primitivo. Domesticación en última instancia es la propuesta de Flaubert, dominación de la idea por un ejercicio que oprime y destruye.

El genio prosista se disciplina en el procesamiento de la idea y la reconstrucción de la forma; en el procesamiento no se deshace ni desprende lo humano sino sólo se perfecciona, revelándose en la reconstrucción el autodeterminismo del hombre moderno, he ahí el Arte de la prosa. No es casual el sistema de Flaubert, ya que simboliza el acontecer de la civilización occidental: por un lado encarna el inobjetable progreso del artificio y la técnica que se compara con uno de los mayores logros de la especie: el lenguaje escrito; por otra parte representa el valor del pensamiento y la digresión como indispensables en el saber técnico y científico, depositando en el lenguaje y uso de los signos una importancia capital para su desarrollo. El obsesivo flaubertiano mimetiza la convicción del dominio técnico sobre la naturaleza en simbiosis con el arrojo y genio estilístico. Debido a que la escritura adquiere un carácter metódico, Flaubert no se atreve hermanar el Arte con la prosa o lo hace bajo condición del doloroso tránsito hacia la perfección. No hay Arte si no se logra por el procedimiento que ordena la imposibilidad, de ahí que se atreva a proponer un axioma:

“Desde el punto de vista del Arte puro, no hay tema alguno, el estilo es por sí solo una manera absoluta de ver las cosas…”[6]

El Arte de la prosa no lo encontraremos en el lirismo de las musas sino en la producción y reproducción, en el construir y deconstruir que permite acceder a sólo una forma de creatividad; pero ni al producto de esa experiencia puede considerarse absoluto, porque en él se esconde la imperfección. Efectivamente, la imperfección de la forma es constante y engendra insatisfacción en Flaubert, asomándose aquí lo romántico de su espíritu en proximidad con el carácter fáustico del hombre moderno[7]. De igual modo que el conocimiento es reciclaje de posibilidades, así también es el anhelo prosista de Flaubert: traer la forma de la imagen y revertirla en perfección, en Arte. Si la grandeza de la era industrial recae en su maquinaria y las transformaciones inimaginables, la perfección flaubertiana se situará en el justo uso de las palabras y en el preciso acomodo de la frase: la forma en su perfectibilidad.

El empeño de Flaubert no desdeña el espíritu de las grandes obras y la majestuosidad de las estructuras modernistas, en él es permisible la vastedad y la magnificencia con todas sus implicaciones. El hombre moderno se desenvuelve en la producción, reproducción y transformación de las cosas, mientras Flaubert lo hace medrando laberintos de apreciación formal. Flaubert representará la síntesis de ambos, encarnará tanto a Fausto como Teseo; convicción y extravío en fraterna comunión. Si la Modernidad vive el esplendor de la ciencia y la técnica con la tecnología como su principal vástago, ese mismo esplendor contagiará la obra del francés. El escritor comparte por igual la contundencia del progreso como la fugacidad de la invención. Su obra está impregnada de la misma relatividad de la existencia —en el caso de Flaubert los signos y la escritura— combinada con una fe en lo absoluto —la obra como perfectibilidad. Al considerar que la ciencia moderna es demostración volátil de leyes, entenderemos también que las cosas son relativas y en dimensiones —espacio y tiempo— inaprensibles e inconstantes. No obstante los alcances de su razón, la tragedia del hombre moderno es advertir su fugacidad.

Escribir: un letargo expiatorio

Flaubert vive a pesar de su resistencia estética. Al no dominarse por las ilusiones, él mismo asume el papel de escritor con sus consecuencias y detrimentos. Si Flaubert suena contradictorio es porque padece el ideal de la perfección, siendo la escritura donde se muestra el camino y peligros de la redención; obsesionado en la perfectibilidad traza la vía que dilucide la forma, vislumbrándose ya el alcance absoluto. En su ejercicio no plantea “leyes naturales”, lo que propone son unas “normas estéticas” que den coherencia al papel en agonía con los trazos de la forma. Porque el exceso de sentido degenera en pedantería científica o filosófica. La apuesta de Flaubert es sólo aclarar la imagen sin perder el sentido, desaparecer la cruda intuición mediante la rigidez del texto. En sus Memorias de un loco Flaubert cuenta el discurso de su estética. El relato pretende ser una novela íntima caída en el escepticismo hasta los extremos de la desesperación; pero el alma del loco moverá la pluma aplastando la idea primordial hasta imponerse la lógica, la locura surge precisamente del dominio de los instintos por parte del sentido común, lo cotidiano, lo tolerable. Surgida en un periodo que el psicoanálisis emergía con soluciones concretas, en sus Memorias el loco niega la cura científico-introspectiva en favor de la conjura que representa la escritura experimental. La falta y la enfermedad no quedarán en el diván sino en el virtuosismo de las formas y el simbolismo del texto. En su laboriosidad, Flaubert —o el loco— no encontrará la cura sino únicamente el lenitivo para la imparable costumbre del mundo

“¿para qué me sirve un libro[…] que habla de un loco, es decir del mundo, este gran idiota que gira desde hace tantos siglos en el espacio sin dar un paso, y que aúlla, y que babea, y que se desgarra él mismo?…”[8]

Flaubert no desdeña el mundo, pero prefiere su arte-ficción que alcanza una mayor filantropía que los hechos mismos. En efecto, la plenitud no se afirma en la realidad objetiva sino en la hoja de papel evolucionando con el estilo. Para Flaubert, producto y ejercicio son inseparables y tanto uno como otro se regirán por el letargo, la inacción y la lentitud. Su arte retrae el dolor en virtud. La propuesta: un ejercicio ascético-racional, escribir [bien]: concentración que dé vigor al pensamiento y rigor a la palabra. Esta forma de cura implica un compromiso tan original como el del profeta o el iluminado: con la palabra divinizada se suprime o difumina la finitud humana y lograrlo corresponde con la desaparición del hombre como personaje central:

“…el autor no debe aparecer más en su obra que Dios en la naturaleza […] que no haya en mi libro un solo movimiento, ni un solo comentario del autor…”[9]

Agustín Castillo Márquez (Miembro del Taller de Ensayo y Critica Literaria del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde que coordina Sigifredo Esquivel Marín)


[1] Cfr. Wladislaw Tatarkiewitz propone algunos conceptos que definen al Romanticismo en cuanto corriente estética, criterios alejados de la propuesta de Flaubert: “Romanticismo es el arte que depende la imaginación, rechaza los límites que se le pongan al arte en lo referente a la selección del contenido o la forma. Actitud hostil hacia cualquier tipo de estandarización y simplificación, o la creencia en la imposibilidad, la futilidad, lo erróneo de las generalizaciones, de la universalización” (Cit. por Leopoldo La Rubia en Kafka: el maestro absoluto, Granada, Universidad De Granada, 2002, pp 311-313).

[2] Partiendo del supuesto que la existencia consiste en puras representaciones —en coincidencia con la Voluntad de Schopenhauer—, Federico Nietszche observará la vida como un sufrimiento inaudito aminorado por la ilusión de la cotidianidad; el trabajo, el amor, las cosas materiales, etc., proveerán significaciones de placer y equilibrio en el consuelo vital. A la vida se le ve como convulsión continua, desaciertos y futilidades engañados por la ilusión que brinda la actividad humana. Nietszche se referirá a los hombres como sufrientes representados. Cfr.Nietszche, Estética y teoría de las artes, Tecnós, España, 1999, p. 62.

[3] El Realismo proponía la descripción minuciosa de las cosas y la realidad, limitándose en el uso de imágenes y palabras si no es a las consideradas de uso universal. El movimiento de los simbolistas representó una negación al realismo, ya que sus alcances se situaban fuera de la cotidianidad y lo común al intentar salvar de la vulgaridad a la palabra, convirtiendo su arte en una forma de metafísica o extracción de la realidad.

[4] Citado por Ida Rodríguez y Rita Eder en Dadá: documentos, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 1977.

[5] Eusebio Ruvalcaba, El libro de la sabiduría de Gustave Flaubert, Planeta, México, 1996, p. 13.

[6] Ibid, p. 15.

[7] El símbolo de la ciencia recae en los descubrimientos y obras humanas, en la aplicación del conocimiento y el progreso. Goethe prefiguró estos alcances en su Fausto, lo que se observa en el pasaje donde el sabio-alquimista hace el último esfuerzo por alcanzar la salvación en el mundo: el Doctor Fausto siente en el dominio de la naturaleza —“deshaciendo” el mar y ganando “terreno”— una oportunidad para la redención, evento que se le niega cuando aparece lo humano como cualidad. Por participar en la desventura y muerte de Filemón y Baucis, haciendo mal uso de su “poder fáustico”, la salvación del mago llegará sólo por medios divinos y no por la autodeterminación de la conciencia. Más tarde la fábula de Goethe inspiraría una proeza concreta de la voluntad humana: con la intervención del hombre, el Mar del Norte europeo reduciría sus fronteras para dar terreno a los Países Bajos, mostrando así el empecinamiento humano en su obsesiva lucha por vencer la naturaleza.

[8] Cfr. Memorias de un loco en Cuentos negros y románticos, Buenos Aires, Valdemar, 1996.

[9] Eusebio Ruvalcaba, Op. Cit, p. 21.



LOS SIMPSON Y EL TODOPODEROSO: ¿COMEDIAS ECOLOGISTAS?

Un par de cintas centradas en la comedia cuyos desarrollos argumentales apuntan hacia temáticas ecologistas, coinciden en los últimos estertores del verano fílmico. Con buena dosis de humor para todas las edades, aunque habrá padres que consideren inapropiado que sus hijos vean a las criaturas amarillas más famosas del mundo, se destilan críticas directas hacia las formas de gobernar y las corruptelas inmersas en la toma de decisiones. Un par de familias envueltas en circunstancias extremas. Veamos.

LOS SIMPSON

La caricatura más importante de los últimos años da el esperado y arriesgado salto a la pantalla cinematográfica. Una familia y sus circunstancias se han convertido en un gran espejo no sólo de la sociedad estadounidense, sino de muchas otras que quizá cada vez se parezcan más entre sí. Además del reflejo general, está la identificación personal, con ese políticamente incorrecto Homero, cuyos rasgos de pronto se pueden parecer a alguna de nuestras facetas escondidas.

El arranque de los capítulos que no tiene nada que ver con su desarrollo; el retrato de todos los miembros de la comunidad cual arquetipos sociales; la inserción satírica de personajes conocidos capaces de burlarse de sí mismos y la crítica frontal tanto a una multiplicidad de prejuicios como a las estructuras de poder (medios de comunicación, empresarios, gobierno), han sido el sustento de esta serie que ha transitado, con sus caídas y levantadas, durante 18 temporadas, desde enero de 1990.

Con la participación de los guionistas originales (Matt Groening y James L. Brooks a la cabeza) y dirigida por David Silverman (El camino al Dorado, codirector de Monsters Inc.), Los Simpson: La película (EU, 07) opta por ser un recorrido panorámico, antes que clavarse con algunos personajes o situaciones, de lo que ha sido la serie animada, recurriendo a efectivos gags que consiguen mantener la risa durante prácticamente todo el tiempo.

Springfield se ha convertido en la tierra de los muertos vivientes, dado su alto índice de contaminación provocado, desde luego, por Homero y su cerdo-araña cual mascota predilecta, a pesar de que su hija Lisa se ha asumido como la Al Gore del poblado. Bart seguirá haciendo de las suyas, Maggie pronunciará su primera palabra y Marge tendrá que ser, nuevamente, el equilibrio de la familia. Alrededor de ellos, los personajes conocidos tendrán breves apariciones cual viñetas de sus propias trayectorias, bastante conocidas por la mayoría del público.

Incluso el presidente Schwarzenegger, que prefiere dirigir a leer y que otros decidan por él, tendrá su aparición justo en el conflicto ambiental que tiene a Springfield al borde de la destrucción masiva cual Escape de Nueva York, mientras los pobladores van de la iglesia al bar y viceversa, Green Day encuentra su Titanic. Con un domo gigante a manera de prisión, se analiza qué hacer para evitar una catástrofe ecológica, aunque en el fondo estén los negocios como piedra de toque para tomar la determinación.

Entre la parodia de temas que hoy se encuentran en la mesa de los grandes debates, se mantiene la presencia del espíritu familiar que, con todas su disfunciones, funciona para resarcir cualquier daño que se pudiera causar y seguir siendo tal para cual. Una película que cubre las altas expectativas generadas por todo un culto que se ha ido fraguando a lo largo de muchos años, aunque queda la duda de ver si se pudiera haber presentado más el personaje favorito de cada quien y no reducirlo a una mera viñeta.

EL REGRESO DEL TODOPODEROSO

Tras la original idea aunque pobre desarrollo que significó la primera parte, quedaba la duda si valdría la pena hacer una secuela: parece que los productores tenían razón. Esta continuación discontinua supera a su predecesora retomando un personaje secundario, el presentador de noticias vuelto ahora ridículo bailador-congresista, para colocarlo como protagónico y elegido con el fin de llevar a cabo una ardua tarea que le generará problemas familiares y profesionales (el comediante de moda Steve Carell, notable en Pequeña Miss Sunshine).

Dirigida por Tom Shaydac, El regreso del Todopoderoso (EU, 07) funciona como una comedia familiar con su dosis de humor y de un absurdo que de inmediato hacemos nuestro: construir un arca en pleno Washington para salvar a las especies animales de una inundación sumamente improbable dada la sequía que ahora se vive en varias zonas del Planeta. Dios (Morgan Freeman, divirtiéndose de lo lindo) le pide al político en ascenso semejante labor: no cabe duda, sus caminos son inescrutables y su voluntad no siempre coincide con la lógica humana.

Fuera de que nos quieran hacer creer a fuerza que la historia de Noé no es sobre la ira de Dios sino una historia de amor (cada quien sus interpretaciones), la cinta desgrana algunos diálogos inteligentes, situaciones de franco humor, aceptables efectos visuales con los animales, y dirige sus dardos contra los políticos (encabezados por John Goodman), más preocupados por sus intereses que por los de las personas que se supone representan: en efecto, no sólo en México se cuecen transas así.

Queda claro, eso sí, que los desastres en apariencia naturales, tendrían más que ver con el egoísmo y limitación de miras del ser humano, que con un exabrupto divino. Los locos que anuncian la enfermedad de nuestro mundo, dejarán de serlo cuando el mal se vuelva crónico y resulte demasiado tarde para encontrar una cura.

Fernando Cuevas

Nos leemos después.

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THE STILLS O LA HISTORIA DE LOS CORAZONES DESPLUMADOS

Parte de la historia del rock puede ser entendida a partir de ciclos que nos permiten trascender el mero concepto de moda. Habrá algunos más evidentes que otros y, desde luego, más fructíferos e interesantes. Así, el ciclo iniciado con el postpunk inglés (que a su vez es la continuación de otro ciclo) ha encontrado una fuerte presencia con la llegada del nuevo siglo y grupos trascendentales como Joy Division y Echo & The Bunnymen dejan sentir sus ecos sonoros en una importante cantidad de bandas que andan coqueteando con el mainstream, como Interpol por poner un caso de alta notoriedad.

Desde los doce años, Tim Fletcher (vocal/guitarra), David Hamelin (batería/teclados), Grez Paquet (guitarra líder) y Oliver Crowe (bajo), ya andaban rolando por las calles de Montreal. Estudiantes de arte y compañeros en diferentes bandas, deciden por fin formar The Stills, justo en el año 2000 y se trasladan a Nueva York, en donde consolidan su propuesta bebiendo del movimiento musical que ahí se fraguaba, con todo y las reminiscencias de cierto pop con salpicadas de oscuridad.

Con un puñado de canciones y moviéndose por el East Village, consiguen empezar a tocar con otras bandas de sueños similares y para el 2003 aparece el EP The Rememberese, que preparó la salida de su álbum debut, el sólido Logic Will Break Your Heart (03), ganando notoriedad no obstante la tupida compañía de nuevos grupos que se daban como en maceta durante los primeros años del siglo recién nacido. Conciertos con Interpol, precisamente, los colocaron en la mira y tímpano del público.

A pesar del cúmulo de influencias, a las que podríamos sumar a los multirreferenciales The Cure y The Smiths, Let´s Roll ejemplifica, en un medio tiempo, el estilo: voz arrastrándose entre guitarras que acompañan y desbordan por partes iguales, base rítmica sin demasiados artilugios. Lola Stars And Stripes nos pone frente a un rock limpio, de secuencias consistentes y armado con una lógica que en efecto puede ser rompecorazones, como en la elocuente Allison Krausse.

Un debut al que había que seguirle la pista y que se convertiría en uno de los descubrimientos más valiosos de aquel año, con canciones como Ready For It, la sigilosa Animals And Insects y Still In Love Song, abrevando con clase de sus propias influencias y trasportándonos, en pleno siglo XXI, a algún club londinense de finales de los ochenta con miras futuristas, tal como lo plantea su cierre: Yesterday Never Tomorrow. O quizá sí: el mañana seguro lo encontramos en el ayer.

Para septiembre del 2005, Greg Paquet deja la banda y el baterista Hamelin toma la guitarra en sus manos, Liam O’Neil (invitado en el disco anterior) se hace cargo de los teclados, Olivier Corbeil del bajo y Gus Van Go le entra a la otra guitarra, transformando al cuarteto en quinteto, mismo que presenta Without Feathers (06), el segundo largo de la banda en el que se aprecia un cambio de estilo, por momentos poco afortunado, donde se advierte un eco al rock setentero más que al sonido new wave que permeaba en su anterior trabajo.

En efecto, In The Beginning muestra que el toque dark ha cedido terreno a una tenue luminosidad campirana, sin llegar a los terrenos del country pero sí del rock’n’roll postsesentas; el Hammond B3 confirma este giro en The Mountain y She´s Walking Out, de lírica sencilla pero evocativa. Helicopters suelta unas rítmicas aspas en forma de guitarra acústica que viaja a la electricidad pronto detenida por la calma de In The End, sostenida por un minimal piano que va del gozo al dolor, reforzada por la intimista Outro, apenas dejando como huella una cama llena de sueños rotos.

Oh Shoplifter capta a la banda sin previa cocción, casi como si estuvieran ensayando con aplausos finales incluidos, mientras que Halo The Harpoons apuesta por la simplicidad no obstante que prefiere jugar con fuego, vía piano travieso que anuncia el tono festivo de It Takes Time, de celebratorio arranque y convencional desarrollo; los metales se mantienen en Destroyer, donde sólo la muerte unirá ante la imposibilidad del compromiso en vida. El álbum cierra con Baby Blues, más en el tenor del álbum anterior con vocal compañía femenina, y con The House We Lived In, de romanticismo hogareño que anuncia un inesperado happy end sostenido por un tranquilizador órgano cual olor a casa.

The Stills se presentó este viernes pasado en México y el sábado en Guadalajara. Una buena oportunidad para ver a los de Montreal con toda la atmósfera neoyorquina de ayer y hoy.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

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