Portada 115



BRIGHT EYES: LUMINOSIDAD CEGADORA

La figura del cantautor como versión contemporánea de los viejos trovadores, se ha fundido con el rock desde sus orígenes, sobre todo por la influencia del folk y del country, como vertientes blancas que bien se fundieron con las músicas negras (Blues, R&B, Soul) para dar origen a una nueva forma de expresión. Así, con Bob Dylan como el gran tlatoani seguido por muchos pilares más, este particular rol dentro de la cada vez más variada escena roquera, se ha ido manteniendo con todo y sus adecuaciones según el correr de los sonoros tiempos.

Anclado en el movimiento conocido como Americana y arropado por el difuso epíteto de indie, nos encontramos a Conor Oberst directamente de Nebraska y constituyéndose como una de las referencias recientes del rock norteamericano: quizá sea prematuro afirmarlo, pero la mira parece estar puesta en Bruce Springsteen, con quien ya compartió el escenario en la gira de conciencia electoral que no surtió el efecto esperado dada la reelección de Bush en 2004.

El prolífico joven empezó a hacer ruido desde los catorce años con su banda Commander Venus, con la que grabó un par de álbumes (Do You Feel At Home, 96; The Uneventful Vacation, 98) y empezó a expresar la rabia adolescente en un formato emocore aún rudimentario. De esta experiencia surgió la conformación del sello Saddle Creek y la integración del proyecto conocido como Bright Eyes, junto al ingeniero guitarrista Mike Moggis, cuyo primer fruto recibió el título de A Collection of Songs Written and Recorded 1995-1997, en el que la poética y la nerviosa vocal se desgranaban en 20 piezas de angustia y sarcasmo que atisbaban el horizonte de lo que estaba por venir.

Junto a colegas de Neutral Milk Hotel, Of Montreal y Lullaby For The Working Class, el todavía inquieto adolescente se aventuró a grabar Letting Off The Happiness (98), desnudo y a la vez maduro dentro de lo que cabe, siempre buscando develar el aburrimiento que todo lo ahoga. Con el nuevo proyecto llamado Park Ave. a manera de quinteto y en compañía de Clark Boechle de The Faint, Oberst presentó el álbum When Jamie Went To London… We Broke Up (99), más a manera de divertimento que rastreando alguna trascendencia. Este mismo año apareció el EP Every Day and Every Night.

Cuando la depresión adquiere algún rasgo de belleza: Fevers and Mirrors (00) representó el primer gran álbum de unos ojos que aún brillaban a pesar de estar llenos de lágrimas, o acaso por ello. Los sonidos acústicos y las cuidadas armonías invitaron a la tristeza pero con privilegiado boleto de entrada. Y de aquí al contrastante Lifted or The Story is in the Soil, Keep Your Ear To the Ground (02), ya con una incómoda fama encima que intentaba hacer de las suyas. Este mismo año, vieron la luz A Christmas Album y el roquero Read Music/Speak Spanish bajo el efímero proyecto paralelo Desaparecidos, de sello contestatario y rudeza necesaria.

La pausa de tres años sirvió para acomodar sensaciones e ideas; replantear caminos y posturas. Gracias a R.E.M. Oberst se incorporó a la gira Vote For Change, que buscaba impedir la reelección de Geroge Bush. “No pensé mucho en política hasta que invadió mi vida y me mantuvo insomne y me volvió ansioso y preocupado. Creo que fue alrededor de las elecciones del 2000 cundo empecé a ver los cambios que estaban teniendo lugar en el país y en las vidas de los ciudadanos a causa de lo que la administración estaba haciendo.” (En entrevista de Juan Manuel Freire, Rockdelux, marzo, 2005).

Los resultados de estas transformaciones internas se asentaron en la dicotomía acústico/eléctrico: en una oreja, la sutil y evocativa obra maestra I’m Wide Awake, It´s Morning (05), coronada por un folk postmilenario como bordado a mano, con la imprescindible presencia de Emmylou Harris; en la otra, la indietrónica de Digital Ash In a Digital Urn (05), como confeccionado a partir de fibras sintéticas, aún con cierta organicidad.

Cassadaga (07) está definido a partir del tránsito como método de reencuentro. Grabado en cinco ciudades y retomando en su título el nombre de una comunidad asentada en Florida que busca la energía en algún vértice del cosmos, el álbum se constituye por canciones que se escuchan más arropadas por una frondosa instrumentación y una notable sensibilidad melódica. Un disco que no hace sino confirmar lo que ya se intuía en su díptico de hace un par de años: estamos ante una sensibilidad inusual para la confección de piezas con una expresividad elocuente.

Bright Eyes se presentó en México el pasado miércoles justo para que nuestra mirada se llenara de una luz que va del romanticismo doloroso a la festividad sutil. Para cegarse ante tanto brillo.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx



En favor de la Lectura

“Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”.

JORGE LUIS BORGES.

Si en días pasados quien esto escribe no hallaba motivo alguno para tomar la pluma o pasar los dedos por un teclado, hoy, no resistiéndose al empuje de “la diosa franqueza”, se ve en la obligación de admitir la necesidad de leer: una necesidad apremiante, urgente, imperiosa.

Si el hecho de escribir se me figuraba condenado a caer, una vez tras otra, en los abismos del orgullo, la vanidad, la ambición y aun la necedad, afirmo, en cambio, que leer es otra cosa.

Todos los motivos que sustentan la lectura me parecen nobles, encomiables, deseables y necesarios. Leer es un ejercicio vital completo. Es el mecanismo, complejo y ambivalente, de hacer y deshacer; la facultad divina de crear y destruir por igual. Leemos y se nos concede la capacidad de hacer reversible el tiempo: lo adelantamos, lo estancamos, aceleramos su curso o lo destruimos, acabando con la coordenada que da soporte a la humanidad. Extrañamente, paradójicamente, nos sentimos vivos, más vivos que nunca, en un tiempo suspendido, inexistente, el tiempo de la lectura: “Lee para vivir”, aconsejaba Gustav Flaubert.

Y así, sin línea histórica que nos precise y contenga, conocemos, aprendemos de todo, de todos y, principalmente, de uno mismo. Descubrimos y exploramos mundos propios y ajenos; pero también creamos universos particulares en donde, evadiéndonos de la realidad inmediata, nos refugiamos para afirmarnos o, tal vez, para dejar de ser lo que somos: “Todo está en los libros”, preconizaba, hace años, un celebrado slogan de cierta campaña cultural.

Como resultado concreto de la experiencia de ser leído, el libro nos proporciona crecimiento personal, aviva la inteligencia, excita la imaginación, nos regala sueños sin límite, libera de pesos y cadenas, brinda amistades, amores y ternuras incondicionales a quien no los tiene, sustituye la fealdad por la belleza, nos hace reír, enjuga la lágrimas y, como el instrumento mágico al que aludiera Italo Calvino, destierra las sombras del desamor, de la desesperanza y de la soledad.

Pero, a pesar de que la lectura es capaz de dispensar estos y otros muchos pródigos y milagrosos dones, más de la mitad de habitantes del llamado “primer mundo”, en donde impera la ausencia oficial del analfabetismo, declara, abiertamente, no leer jamás

Claro, cómo leer en una sociedad que defiende lo instantáneo, lo “engullible”. El ejercicio de leer es de ritmo lento. Como apunta el teórico Harold Bloom, es lo más parecido a enamorase, y digo bien “enamorarse”, y no consumir al otro como si de un vino barato, finalmente de retrogusto amargo, se tratara o como un refresco de gasolinería, que casi siempre queda a medio beber en su envase, eso sí, de actualísima y colorida hojalata. Leer y enamorarse precisan tiempo, paciencia, curiosidad, interés. Disposiciones todas depredadas, o en vías de extinción en una sociedad atenazada por una desbordante prisa por llegar a ninguna parte.

Pareciera que ni el amor ni la lectura tuvieran ya cabida en este planeta. Al menos “el buen amor” y “la buena lectura”. Sobre este último rubro (el primero, mejor ni tocarlo) procedo a hacer una superficial encuesta y con asombro compruebo que una cantidad no desdeñable de jóvenes lectores, regalados, incluso, con el privilegio de pasearse por los claustros universitarios, destaca entre sus preferencias literarias los siguientes títulos: El principito ¡¡¡de Maquiavelo!!!, (¿recomendación de alguna errónea antología?), junto a El diario de Ana Frank (imagino que buscando el horno crematorio de turno), terminando por la última “novedad” (1962) Historia de cronopios y de famas (quizá para poder tildar de “cronopio”, “fama” o “esperanza” al novio, al maestro o a la compañera indigesta). No dan miedo, por supuesto, estos listados bibliográficos u otros semejantes, lo que asusta es la confusión de categorías en un lector que se deja llevar por la recomendación de los anaqueles promocionales de almacén, en donde autores y obras se mezclan en una orgía vulgar, tan anacrónica como incomprensible, en la que se sienta a Maquiavelo junto a Antoine de Saint-Exupéri frente a Julio Cortázar, que intenta hacerse oír, mejor dicho leer, entre los numerosos panfletos de superación personal.

Y menos mal que estos “despistados” lectores no forman parte de la mitad que declara (¡con orgullo!) que no ha leído un libro en su vida. En este ámbito, queda muy atrás la reflexión kafkiana de hace ya más de un siglo: “jamás le haremos entender a un muchacho, que por la noche está metido en una historia cautivadora, que debe interrumpir su lectura y acostarse”. Lo que los adultos de ahora deben interrumpir es el irreverente chateo nocturno o la programación alienante de “la caja tonta” (entiéndase TV).

Pero no todo son “pesimismos”. Esta semana, en la ciudad, se propició la ocasión de conjurar esa fatalidad globalizante en la Feria del Libro y la Lectura, en donde pudo comprobarse que todavía hay públicos que se extasían frente a lo escrito, que encuentran placer en los textos, que a través de ellos dotan a su vida de una dimensión mayor, considerando, al igual que Carlos Fuentes, que los libros son algo más que un manantial de información, que son los garantes de un repertorio de posibilidades vitales. Para ellos, para los amantes de los libros, aquellos espíritus más apasionados, más libres vaya la cita de Dostoievski: “Los libros son mi aliento, mi vida, mi futuro”. Que por mucho tiempo siga siendo así.

M. J. Sánchez




Jasper Johns: Decir o Mostrar

Estamos lejos de la apariencia engañosa, del efecto. El pintor moderno hace tiempo que dejó de imitar la naturaleza, como lo señalaba el canon clásico, pero, lo que es peor, ya no produce “como si” lo que hiciera fuera una representación de lo real. El pintor no dice: “lo que usted ve es una bandera de los Estados Unidos de Norteamérica, es el símbolo de la nación más poderosa de la modernidad, del sistema que sus fundadores concibieron bajo los ideales de la democracia, la libertad de actuar, pensar y competir, en la búsqueda de la felicidad, pero también es el símbolo para muchos de los habitantes del planeta, del poder político y económico más omnímodo y destructivo de nuestro tiempo”. Eso no lo dice el pintor.

Jasper Johns no se propone decirnos nada con sus banderas estadounidenses. Ni siquiera podría decirse que son banderas de una nación cualquiera. Simplemente su Bandera (1954) es una bandera, un cuadro en el que se superponen estrellas plateadas y barras rojas, un objeto que no es ni siquiera semejante a una bandera de Estados Unidos, sino a lo sumo, similar.

En efecto, hay una gran diferencia entre lo similar y lo semejante en la concepción artística de este pintor contemporáneo – nacido en 1930 en Georgia (Estados Unidos) - , pues la semejanza representa, señala esto es esto, aquello o lo otro; la similitud, si se quiere, falsifica, diferencia – como lo dice la raíz de la palabra – simula, aparenta ser lo que no es. Las banderas de Jasper Johns, y ésta en particular, no pueden decir que son semejantes a las del Imperio americano o representaciones de la democracia occidental, sólo hace manifiesta, muestra, la simulación.

El cuadro es una pintura sobre una bandera, pero no designa la verdad de la bandera, su función icónica. Por el contrario, los materiales, el óleo, el color, el relieve que marca el paso de la espátula, la imperfección de las líneas hechas adrede imponen la presencia del cuadro. Sin embargo, no es una bandera, es un cuadro sobre una bandera, pero tampoco, pues aunque la pintura evoca una bandera, a pesar de ello niega que sea una bandera. El cuadro muestra que no es una bandera, sino una pintura sobre una bandera que simula ser una bandera.

La obra de Johns, admirador del surrealista Magritte, pero aún más de la ruta inaugurada por Ducham, la cual descubre en compañía de sus amigos, el también pintor Robert Rauschenberg y el músico John Cage, con quienes incursiona en los “readymades”, perciben que la esencia del arte contemporáneo no es la creación, sino el encuentro. Los objetos se encuentran, se yuxtaponen y se muestran como obras acabadas. El artista sólo es un hombre afortunado, sus preconcepciones casi siempre fallan, la obra tiene que surgir por sí misma de la cotidianidad, de los objetos que nos rodean, de lo inmediato. El objeto debe imponerse sobre las sugestiones iniciales del hacedor, quien al final se reduce a comprender, a resaltar la singularidad de ese objeto dentro de una multiplicidad de cosas que invaden nuestro ambiente y han terminado por hacérsenos indiferentes. El artista debe así dotar y destacar con un sentido de vida lo ordinario.

Bandera (1954) es la primera de una larga serie que dominará la primera época de Jasper Johns. Cumple con esta condición: la de presentarse como un epigrama, y como tal es sorprendente, provocador, gracioso, subversivo, elegante y al mismo tiempo profundamente serio. En ese sentido, el concepto de este cuadro consiste en recrear un objeto, para el caso una bandera, cuyos bordes coinciden con los del lienzo. Se rompe el espacio entre el objeto y el espectador. La similitud entre el cuadro y la bandera se repliega en el propio cuadro, ya no remite a otra cosa. El cuadro no interpela al espectador, diciéndole: “ésta es una bandera”, por el contrario, inaugura un juego de transferencias que corren, proliferan, se propagan, sin afirmar o representar nada.

Pérdida grande para la propaganda política, si pensaba aprovecharse de la serie de banderas de Johns, mucha mayor pérdida para los valores estéticos tradicionales y convencionales que ven como se anuncia la crisis de la representación. Lo que en Duchamp era la declaración de un anti-arte, el estadounidense lo ha retomado positivamente, un arte sin pretensiones, sin referencias, sin ideología, sin soportes, expresivo, poético, agudo, epigramático.

Así, pues, Johns extrema lo que se va a convertir en una costumbre de los tiempos que corren: aprovechar lo que se tiene a la mano. En un medio sin tradición artística como era el norteamericano de mediados del siglo XX, un individuo no tiene más remedio que acudir a aquello que le rodea: tarjetas (figura 5, 1957), alfabetos (1956), números (0 a través de 9,1959), mapas de Estados Unidos (1961), dianas (1955-1974) o tarros de cerveza (Bronce pintado, 1960). La pobreza cultural se compensa con pragmatismo e ingenio: lo importante no es pensar, sino saber mirar alrededor.

Germán Arce-Ceballos

Zacatecas, Octubre 2007





LOS ESPERPENTOS DE CIRO
Uriel Martínez
La Revista Moderna, bajo el patrocinio del mecenas, Jesús Luján, aglutinó a un puñado de talentos entre los que destacó Julio Ruelas quien, con sus ilustraciones a la aguafuerte, supo imprimirle un sello que reflejó un espíritu y un spleen no sólo al grupo sino a aquella época, el crepúsculo del porfiriato.
Las memorias de Ciro B. Ceballos, Panorama mexicano 1890-1910, publicadas póstumamente en el diario Excelsior en la década de los años treinta, son un fresco de los grandes contrastes de una ópoca marcada por un sistema político en que los periodistas eran perseguidos, despojados y encarcelados -otros comprados con una curul-, por ejercer una vocación de crítica y denuncia.
Con un estilo que evidencia una formación literaria y cultural que abrevó en los clásicos del barroco español, como Francisco de Quevedo, en la observación de la obra de Francisco de Goya y en el estilo del creador del "esperpento", Ramón María del Valle-Inclán, el autor del cuento "Un adulterio", con trazo riguroso y despiadado esboza sus retratos sarcásticos.
"Pirrimplín era un enano bohemio, que habría resultado un magnífico modelo para Diego Velázquez o Francisco de Goya, por su ´perfección´teratológica, por su monstruosidad reveladora de la hermosura de lo espantoso, que hacía de él una perfecta diatriba de la naturaleza, en un momento en el fastidio por el crear."
En sus casi 450 páginas, con un prólogo y edición crítica de Luz América Viveros Anaya, vemos desplegarse la vida cotidiana en la ciudad de los palacios, como la llamó el varón Von Humboldt, ya en días de fiesta cívica, ya en horas de celebración pagana o religiosa; ya en los teatros, ya en los bares, las carpas y casas de mala nota.
Hace aproximadamente un siglo, en 1900, en el ombligo del país, Ciro B. Ceballos, aún podía describir la aparición del tranvía eléctrico, la farola de aceite, el observatorio meteorológico, el uso de los gases halógeno y eléctrico, los focos de luz y los temascales; y aun sorprenderse de las propiedades curativas del pulque, que remediaba la sífilis y prevenía la lepra; donde, como hoy en algunas provincias, todo queda "a tiro de gargajo."
Para aquellos interesados en la transición de un siglo a otro, en el porfiriato, en los orígenes del periodismo combativo, el espiritismo y la masonería, en el teatro de género chico, carpa, de revista y en sus "estrellas" como María Conesa, Mimí Derba y Esperanza Iris, en el grupo de los "Científicos" y la figura del Dictador, esta edición de
la Coordinación de Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2006, se encuentra en la Librería La Azotea, localizada en la avenida san Marcos y Lomas del Capulín. Ciudad.



Escrito en el aire

Tú sabías que la vida no está hecha para compartirse

y de cualquier modo, te instalaste redonda en mi carne.

Amaneciste vulgar y pura, como hembra de los parques,

entre la ceniza de mi diapasón férrico y aéreo.

La noche es larga, y fría como la noche sólo sabe,

dijiste. Yo sonreí, porque como excusa no valía

lo que tu vuelo contra el mío.

Tampoco quise saber si las mentiras se dicen solo una vez

o saben mejor a la quinta repetición.

Tan solo estaba, tan sólo esperaba que Dios volviera

su rostro de agua y me dijera, por fin, si la albura

de los días agotaba el paso telúrico de la sangre

en mis oídos, o si la esbelta aparición del unicornio

entre mis parietales significaba la resignación

a las píldoras de colores.

Tú sabías que nada lograba mi pesada voz

en auxilio de tus muslos, ahí donde la página es más suave,

pero decidida a todo, todo lo que la carne puede,

te instalaste a lo largo de mi sonrisa.

Y aquí estamos, cumpliendo la esperanza:

el peor de los males.

Mientras, el sol encuentra una mejor ocupación

que devorar el rocío que crece mineral

encima de los sauces.

Luis Alberto Arellano



Sin Título

Alejandro Jodorowsky en La Danza de la Realidad ha descrito a Stella: “En lugar de empolvarse la cara, se la ha pintado de violeta pálido usando una acuarela. Sus labios son azules, cubre los párpados una gran onda verde y las orejas, brillantes, lucen doradas.” A lo que se le añadiría la capacidad de volar con zapatos rojos.

I love you como lo ha cantado Paul Banks, como Paul Banks también elegí una Stella, como Jodorowsky, como todos los que lanzan miradas azarosas al cielo formando constelaciones que se pueden tomar del cinturón, atravesar cualquier infinito, y en la mano esa canción hermosa se va reproduciendo metafóricamente…

No tiene título pero lleva una intención que se mete en nuestra circulación sanguínea y envuelta en la magia del rojo cubre nuestra piel como una capa de brillante luz de neón; la luz de los catastróficos atardeceres de octubre o los semáforos ácidos que vuelan sobre las ciudades amalgamadas de ruidos. Ese rojo es una sensación segura.

Untitled 1 tiene por etiqueta y por misión la de transmitir ondas teletransportadoras cósmicas por medio de sensores rojos con alas de mariposa. Es el tema incidental del inicio de un gran amor, de la primera vista, una sonrisa de seda envuelta en el vacío de la incertidumbre, del adiós inminente y gasto de energía en horas de insomnio y pensamientos desesperados.

A Jodorwsky también se le olvidó decir que Stella es atrevida como los jugos de zanahoria y que se siente motivada mientras tiene en mente esa repetición de notas en el silencio; una canción intangible lanzada al espacio como patines sobre el hielo y nos pertenece en tanto la escuchemos.

Creo sinceramente en la posibilidad de que pocos son los que conocen el amor y de igual manera creo que cuando el amor aparece con sus chispazos onomatopéyicos forma la Untitled 1con la que se da un maravilloso coqueteo, un vuelo, en voz de Zoé sería “un vuelo en llamas” sobre el sol.

( ) es el título del disco de Sigur Rós en el que se incluye el elemento rojo en el que aún pueden entrar muchos más colores y sabores hasta olores; se dice que Untitled 1 puede nombrarse como Vaka y que la voz habla sílabas improvisadas que pueden adquirir el sentido que el oyente les dé, en éste caso es el tema principal que se escucha al fondo de una historia de amor entre una mujer exótica, espacial y un avión de vuelos nocturnos con destino a las estrellas.

Tal vez todos tenemos una Stella con su propia canción incluida y la llevamos incrustada en cada segundo de este planeta; Jodorowsky, Banks, yo y uno que otro iluso que aún cree en el amor como un acto de magia y rendición o la puerta a un mundo que en vez de pies tiene llantas y son rojas.

Citlaly Aguilar Sánchez



Edipo en nuestros días

Edipo ha dejado de ser Edipo: ya no es el de aquellos días que sufrió por haberse casado con su madre y haber matado a su padre.

Ahora Edi(po) es el que sale todos los viernes al antro y al día siguiente aparece su foto en “Gente Zac”. El que chatea con los cuates y tiene sexo virtual con un sinfín de mujeres gordas que ponen una bonita foto de revista en su perfil electrónico.

Aquella frustración de antaño ha quedado atrás. No fue necesario pagar a un psiquiatra. Sólo bastó prender el televisor a las cinco de la tarde y ver el catártico programa de “Laura en América” tan descabellado y trágico como el teatro clásico.




LA MASCARILLA

A doña Jacinta le han recomendado una mascarilla. Dicen que es tan buena que ya no va a necesitar otra. Ya se la aplicó. Las instrucciones decían que con una sola untadita iba a ser suficiente. Y así fue. Han pasado varios años desde aquel “hoy” y aún sigue con la fe de podérsela quitar para ver los resultados. ¡Vaya terquedad de ambas!


Dina Esquivel Marín*


* Dina Esquivel Marín es licenciada en literatura e integrante del Taller de Ensayo y Crítica Literaria del Instituto Zacatecano de Cultura.



REINVENCIÓN

No, la vida no es como en las películas, ese “Y vivieron felices para siempre” dura en lo que aparece “Fin”. Pero ellos no lo saben, al encontrarse han compartido historias de enmascarados, de danzas a la orilla del mar, de muchachas claras detenidas en un mostrador, de noches embebidas de ausencia, de cielos que se derraman en lluvia.

Él se cree descendiente lejanísimo del Pirata Calvo que desembarcó hace cientos de lunas en el Puerto de Veracruz, es así como explica el defecto congénito en la piel, un lunar en la palma izquierda que asemeja un mapa por descifrar, lo mismo que un cono de helado derritiéndose. Por eso se ha empeñado en viajar, no en barco pero sí en Ómnibus de México aprovechando el 50% de descuento para estudiantes.

Ella compra maletas compulsivamente a sabiendas de que el día que se vaya, incendiará todo tras de sí y no llevará más que una maleta de mano. Allá, a ocho horas de lejanía por tierra y 60 minutos por aire, Él se detiene en un aparador de Aurrera que expone maletas Volaré en oferta y piensa en Ella. Tiene ganas de correr hasta llegar a la torre de guacales, cajas de cartón, bolsas, mochilas y maletas, donde Ella estaría rasurándose la cabeza, al verlo le besaría los párpados pero no se comería sus ojos. Porque la primera vez que una mujer lo amó con palabras sirvió sus ojos en una cama de lechuga desinfectada y los bañó con aderezo italiano. Pero Ella no se los comería, gustaba de excitar a las palabras repasándolas con la lengua, envolviéndolas en una espesa capa de saliva y nada más. Tiene ganas de correr y se queda varado.

Otra maleta vacía es tragarse una burbuja que se atora en el cogote. Ella intenta distraerse de su última compra y piensa en Él. Se imagina que lo encontrará en un puente peatonal en pleno ocaso, no le dirá “Quédate” porque hace tiempo que se desdibujaron sus orillas y puertos, aunque sí le besará los párpados.

Pero la vida no es como en las películas, Él no correrá hasta alcanzar la torre de guacales, ni Ella quemará todo tras de sí, la vida se parece mas a un teléfono que suena y pronuncia un musitado “Te extraño”, que deviene en “Yo también”, que concluye en “Te mando un abrazo”, al que poco le importan las ocho horas de lejanía por tierra, los sesenta minutos por aire y la eternidad por mar.

Lucia B.



UTE LEMPER: LA VIDA MÁS ALLÁ DEL CABARET

Originaria de Münster, Alemania, Ute Lemper ha labrado una versátil carrera artística que va de la participación en teatro hasta en cine, pasando por una sólida trayectoria como intérprete y compositora. A sus 44 años, la también escritora, se ha convertido en un referente imprescindible para mantener viva la tradición generada por el gran escritor Bertol Brecht y su contraparte musical Kurt Weill: la oscuridad del cabaret alemán en la época de la entreguerras ha encontrado un vehículo ideal en esta mujer, de dúctil voz y presencia clásica de diva, recordando a las artistas de los años treinta, cual ángel azul posmoderno en una República de Weimar extraviada.

Hay glamour en esa mirada colmada por cejas circulares, que parece ya haberlo visto todo y a la vez en constante estado de búsqueda; con vestimenta negra, desde abrigos interminables hasta piezas de cuero, hay una sincera presencia que no por teatral se aleja de la transparencia: una femme fatale en apariencia calculadora que termina por expresar esa contradictoria carga de afectos a través de su pose, su voz, su imagen y su pensamiento traducido en canciones siempre entonadas en su especificidad. Y cómo no, si desde los nueve años empezó a proyectarse en la música y los escenarios.

De un pasado nacional tormentoso en todos sentidos, Lemper ha reconstruido piezas clásicas para traerlas al día de hoy, con toda la carga de dramatismo y sensualidad que se encontraban en aquellas composiciones. De hecho, su primera etapa discográfica se centró en la vida del cabaret alemán y anexas: Singt Kurt Weill (86), Life is a Cabaret (87), Chante Kurt Weill (88) y Ute Lemper Sings Kurt Weill (88), son una brumosa muestra del talento interpretativo y aún escenográfico de la cantante, ejemplo claro de esa sofisticación que sólo pueden dar los bajos fondos, donde el arte florece entre tímidas luces que atraviesan el humo de la noche.

Con una tendencia más pop, grabó el trilingüe Crimes of the Heart (89), al que le seguirían The Threepenny Opera / Die Dreigroschenoper (90), The Seven Deadly Sins (90), ambos de la dupla Brecht-Weill; Songbook (91) con composiciones de Michael Nyman y textos de Shakespeare, Celan, Rimbaud y Mozart, así como Ihre Grossen Tourne-Erfolge (91) álbum doble grabado en vivo. Con Illusions (92), arreglado y conducido por Bruno Fontaine, se acercó a sus admiradas Edith Piaf y Marlene Dietrich, tal como lo hiciera a su compositor de cabecera con Ute Lemper Sings Kurt Weill Vol. 2 (93), como para no olvidar sus verdaderos orígenes y demostrar que mientras más sólidos son éstos, mejor se puede excursionar por senderos varios.

La década de los noventa se complementaría con Espace Indécent (93) de la mano de Art Mengo; el recopilatorio Portrait of Ute Lemper (95); City of Strangers (95), construido a partir de las composiciones de Jacques Prévert y Stephen Sondheim y con la conducción una vez más de Bruno Fontaine; un par de discos titulados Berlin Cabaret Songs (96), en alemán e inglés; Nuits Étranges (97) con piezas propias y All That Jazz. The Best of Ute Lemper (98), como una buena síntesis de los terrenos pisados hasta entonces.

Con Punishing Kiss (00) consiguió convocar a una envidiable reunión: piezas del australiano Nick Cave, del ubicuo maestro Elvis Costello, del excéntrico Scott Walker, del vagabundo Tom Waits, de The Divine Comedy cuyo vocalista le entra al quite, de Philip Glass y, desde luego, de Kurt Weill. En But One Day…(02), su siguiente trabajo, combina composiciones propias con algunas otras entre las que destacan las de Astor Piazzola; como invitada de lujo, aparece Laurie Anderson. Su más reciente obra, Blood and Feathers (05), fue grabada en vivo en el café Carlyle.

Ha participado en los soundtracks de Chicago (98), Prospero’s Books (91), Roger Waters The Wall. Live in Berlin (90), Starlight Express (88) y Cats (84). Como actriz en cine, ha trabajado bajo las órdenes de Peter Greenaway, Robert Altman, George Milton y Norman Jewison, entre otros, mientras que en teatro su trayectoria incluye Cats y Peter Pan. Incluso Maurice Béjart compuso el ballet La Morte Subite para ella, estrenado en 1990 y llegó a trabajar con Pina Bausch; por ahí circula su autobiografía y se pueden disfrutar de sus exposiciones pictóricas: artista total, en síntesis.

Ahora asentada en Nueva York, junto a sus dos hijos, Ute Lemper visita nuestro País para regalarnos un concierto en el que el boleto de entrada incluye un viaje por diversas estaciones de la música popular de distintas épocas: del cabaret al tango y de ahí al rock, de los complejos textos de Brecht a las propuestas más directas del All That Jazz.

Conciertos que prometen explorar la vivencia de una artista comprometida con su tiempo, pero también con la historia de su tierra, que es suya, sin perder la mirada a otras manifestaciones lejanas en geografía y próximas en intensidad.

Ute Lemper se presenta el miércoles 26 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, con el espectáculo Angels Over Berlin and Paris, con la clara referencia al clásico de Wim Wenders.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx



EL VUELO

Justo cuando se quiere recomenzar… llega Vuelo la revista a través de las nubes de un viaje. Y es como abrir la puerta de un coche que te lleva lejos donde el espejo retrovisor no nos alcanza ni las huellas tienen nombre, lo más cercano al medio día.

Aún en el lugar latente de los sueños, en el que se supone los deseos se completan es imposible escapar de la ansia fugitiva de escapar de la rutina, escapar es un letrero en la frente frente al espejo cuando nos peinamos para comenzar un día; cansados, los mismo siempre es lo mismo.

Por los caminos de Hemingway llegó a la conclusión de que esta revista está incitándome a huir, tal vez no a Cuba, sí fuera de éste espacio; caminar leyendo es una buena idea y saber a donde ir sin saber a donde llegar es la meta.

Para Xavier Velasco un viaje descomienza o reinicia desde un lugar tan exclusivo como el aeropuerto, desde donde las historias se atraviesan por ventanas entre anuncios en todos los idiomas y ese furor de turbinas que despegan su chicle de la faz de esta tierra tan pisoteada hacia ese cielo tan desierto.

Y queriendo escapar encuentro a Vicente, sí, ese nombre Vicente Leñero a bordo de un barco, meciéndose cuál recuerdo de tormenta bajo las sábanas sobre el mar, entre nauseas y el deseo de entrar a Nueva York; qué contrariedad, Vicente queriendo llegar y uno aquí con la ganas del verbo ir.

Vuelo es lo que nos falta, ese impulso de atrás para adelante que avienta hacia el vacío donde ya no importan nada; todo es todo. Esta revista me hace correr para alcanzar el camión de última hora, con unas páginas como equipaje, sin intenciones ni nombres pegados a los labios mal pronunciados ni otros que persiguen, ni horarios; simplemente un paracaídas en la maleta, sólo unos nuevos sueños.

Citlaly Aguilar Sánchez

Mi nombre no te sigue como a mí el tuyo me hace llorar…



Diario I

Terminé de leer Babelia. Luego sigo con el libro de Scherer García [], lo repaso para tener una idea de él; en algún momento procuraré hacer una reseña atenta del impreso… Sigo el ojeo en las notas que redacté, en la computadora, acerca de la pieza teatral que Iván Guardado dirigió y puso en escena en la llamada Antigua Casa de la Moneda:

¡Pinche Ramón!, gritó Dolores cuando supo que Ramón se fue. Que murió cuando ella lo esperaba, vestida de blanco. Grita ¡Pinche Ramón! y avienta un ramo de flores, también blancas. Y lamenta que en su pueblo las mujeres se estén quedando solas, porque los hombres se van o se matan entre ellos...

El lector-redactor trabaja en la mesa de la estancia principal. Toma Nescafé © frío (en ese ocasión serán cuatro tazas) y fuma cigarros Malboro azul ©. Al no conocerle, les propongo, para tener una primera aproximación de ese individuo, que consideremos la descripción sobre Jock Flock: “[Es un] hombre ordinario [...] su rostro libre de historia o dolor [parece ser, en verdad, alguien] regular, de quienes no han nacido ni crecido ni sufrido la vida de ninguna forma, pero que florecieron como Atenea completamente formada de la cabeza doliente de un Zeus indeciso [...] Es joven, pero adolescente ya no. Aunque es sábado, viste con la ropa que le sitúa entre los sujetos con uniforme de corte masivo [pantalón caqui y camisa azul de manga corta]”.

Como ya terminó de leer El País –y seleccionó las hojas que recortará-, sigue con la lectura de las copias del libro de Granja Castro. Continúa deslumbrado por el contenido y la forma en que la mujer trabajó la constitución de los conceptos que circularon a través de la prensa y los folletos del siglo antepasado. Se detiene en cada párrafo para subrayar con marcador rosa los conceptos que buscará en otros impresos, con naranja los autores que debió conocer desde la licenciatura. La tinta negra la usa para marcar y apropiarse del contenido. Lo hace con sus tradicionales signos: Ah!!!, Ojo... Bien... Ohoo... Clave... ideín...

El lector está en el primer piso de un edificio de cuatro niveles. Cinco si contamos el que está a la entrada, donde suelen estar los contadores de luz, agua y gas. La construcción tiene elevador, pero no la ha utilizado, en razón de estar a tres metros sobre el nivel de la calle. La habitación –misma que le asignaron para quedarse en su último periodo de investigación documental de este año-, es como toda estancia de departamento amueblado en renta. Así lo indica la calidad de los muebles. Los sillones son puntados amarillo-naranja, acordes al color beige de las paredes y la duela. Pasan por ser de utilería en un set donde se requiere representar que los tiempos mejores han pasado o que los gastos de la comuna van por otro lado, no para cubrir las comodidades de la casa.

Los cuadros que cuelgan de la pared, de la que todo habitante del piso debe ver de inmediato, por estar frente a la puerta del cuarto, son objetos representativos de lo que se adquiere en las ofertas de cualquier supermercado. Son artículos para adornar las paredes de los sanitarios o para los pasillos largos de casas que fueron modificadas. Otra posibilidad en el origen de los cuadros –eso nunca lo podrá saber- es que provienen de las proliferantes tiendas de “todo a un euro”. Son dos las imágenes –frente a ellas está un espejo, ¡sí, un espejo en el salón principal!-.

Los cuadros son una acuarela y un cromo. Ambas contienen mares apacibles –los veleros no dan seña de meneo, están aparcados en muelles y sobre aguas que les reflejan-. En su contenido no hay nubes y el océano, sin posible límite, da cuenta que la obra pertenece a la tradición veraniega del diez y nueve: protoimpresionista. Son postales para la emergente burguesía que cuenta con tiempo para el ocio y los espacios para emular a la vieja aristocracia de campo (el mar para ellos, lo bucólico para la nobleza).

El ruido que invade la habitación proviene de los pocos transeúntes y autos que pasan por la calle. Los sonidos entran por una ventana que mantiene abierta. Aunque el objetivo de la abertura es que entre el viento. Por cierto, ese día los termómetros del campus Unamuno [usal] marcaron el ambiente en 29ºc.

Cómo todo sábado, después de recortar los periódicos y de pegar algunos de sus pedazos en una libreta, ves la televisión. Estarás sentado toda la tarde, hasta que llegue una invitación para salir. Al lado del control remoto tendrás la guía Ono mr de los 70 canales de tv

Marco Flores