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ROSTROS DE LA VIOLENCIA

La ausencia de una definición del concepto de "seguridad nacional" (SN) en el gobierno federal,ha propiciado una falla sistemática en los aparatos encargados de la impartición de la justicia, sostiene el investigador académico José Luis Piñeyro en su libro Seguridad nacional, ¿realidad o proyecto?
El volumen de ensayos periodísticos, editado por
la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, da cuenta de las varias aristas y rostros que encierra el término, desde seguridad económica, seguridad pública y seguridad política, hasta la última consecuencia de las actividades del narcotráfico nacional e internacional.
Para su autor, galardonado con el Premio Nacional de Periodismo 2004, el concepto de SN es más un proyecto por construir que una realidad a defender y preservar ante los riesgos y amenazas que día a día se ciernen sobre el territorio que pisamos.
Fenómenos sociales producto de políticas, en todos los órdenes, injustas, como la migración ilegal a los Estados Unidos -de
1995 a 2003 se registaron más de dos mil 900 migrantes muertos, más la repatriación de 800 cadáveres por año-, la progresión geométrica en el consumo de drogas -se estima que la edad en el inició es cada vez menor, es decir, niños entre los ocho y diez años-, los ajustes de cuentas entre bandas de narcos, los linchamientos producto del descontento y la frsutración, son "focos rojos", al parecer desatendidos por los aparatos de inteligencia del poder.
Y es que en el rubro SN, además de las fuerzas armadas y marina y los servicios de inteligencia y defensa del territorio, entran también en es categoría el desarrollo económico, le equidad social, el medio ambiente y la fortaleza del Estado.
Según Piñeyro, pionero en el estudio del tema del que aún subsisten grandes lagunas, la inseguridad que permea a la sociedad, se refleja en los secuestros, asaltos a transeúntes, robos a casas; y entre las amenazas a
la SN menciona: venta de armas, terrorismo internacional, dekincuencia organizada y corrupción, entre otros.
El libro Seguridad nacional, ¿realidad o proyecto, se encuentra al alcance del interesado en la librería
La Azotea, localizada en la avenida San Marcos esquina Lomas del Capulín de esta bizarra capital de la entidad, en horario de lunes a sábado de las diez a las 17 horas.

Uriel Martínez

Colaboración Especial

Free way hacia una nueva identidad del mexicano

/A propósito de las fiestas patrias. /


Léase mientras se escucha:

El anticuario/Real de catorce

¨Aun veo la sombra de mi arete

y ya ni siquiera hay luz¨

Alicia Cervantes


El mexicano, postrado ante su pasado, atónito con miras al futuro ha olvidado el presente, como una provocación infame hacia lo que desconoce y no desea descubrir, a menos que le venga del cielo en una tarde de sopor y descanso. Producto de una debilidad adquirida por comodidad, la búsqueda de una identidad nacional ha sido asimilado como el prototipo socio-histórico, tradicionalmente avalado y representado por los individuos que componemos este México. Hemos idealizado un sastre único que abarco la producción de millones de trajes para identificar al mexicano, para aislarnos de forma definitiva y sin confusiones, de todo aquello que atente a nuestra tan revolcada e intermitente identidad nacional.

Hemos comprado en la tienda de la esquina, un maniquí gigantesco, lo hemos alimentado de hambres y sueños, de fe y esperanza, de futuro, de nada. Lo hemos mantenido vivo por generaciones y cada vez que parece desvanecer, vivimos tiempos de lucha, brusca decadencia. Y nos viene de golpe un sentimiento de pertenencia acalorado, que creemos amenazado por tradiciones y culturas ¿acaso ajenas?, que se juegan los atavíos de nuestro maniquí en una partida de monopoly. Si, la imagen es burla, irreverencia. La unidad nacional desnuda y vulnerable a los ojos de un sorprendido Santa Claus, un aburrido Bruce Lee y un atlético Che Guevara. Padrinos arquetipos de un mundo que empieza a bostezar ante una cruz y busca, (y encuentra) nuevos símbolos para su natural devoción.

Al ver amenazada nuestra historia, y nuestro maniquí cultural al descubierto, somos otra vez guerreros, los aztecas vienen a reclamar sus tierras. Comprando víveres en Wal-Mart, enamorado mujeres con aroma a Versace, montando una imponente Hummer, con Janis Joplin como atmosfera sonora: …take another little piece of my heart… Al momento crucial de escudriñar nuestra identidad, olvidamos con demencia actoral, la totalidad contextual que nos compone, y buscamos el retorno al ¿origen? Del mexicano. Ahora nos agrada lo pueblerino, el olor a tierra, la mujer de fuego, y desgarramos nuestra garganta con el cielito lindo.

El arraigo nacionalista, ha gestado una idea para la protección del maniquí, una jaula enorme, un aislamiento voluntario, donde la condena es permanecer dentro, y observar desde los invisibles barrotes, lo que hemos decidido imposible , aquello que imaginamos limite.

Dentro de la jaula, podemos prescindir de todo, menos de nuestra Historia, comemos pasado, merendamos héroes en salsa verde, de postre se sirve a diario chuleta de estatua de bronce, cerramos los sentidos, y en el mejor de los casos recordamos, para hacer vínculos y conformar una Historia de integración nacional, donde creemos ser parte activa. En ese sitio florece la melancolía, esa compleja red de interacciones emocionales tan intensas, donde el mexicano encuentra un sitio en que tristeza y alegría se conjugan, bailando un vals, girando lento, en cuatro tiempos, inventando, siempre inventando, donde solo existen añoranzas cubiertas de pasos inocuos en la azotea de las horas.

Poseemos un componente que obstaculiza la entrada hacia una condición post-mexicana, hacia una nueva macrovision del ser, al parecer se trata de un egoísmo cultural que decidimos guardar celosamente como patrimonio virginal. Vivimos en una cultura global pero nos reservamos, tomamos nuestras precauciones y decidimos jugar la carta del comodín.

Aceptar que México es parte de un todo, nunca una parte aislada. Que sus particularidades tanto como sus semejanzas con otras culturas, conforman precisamente su identidad, contemplar que para una Tenochtitlán existió una Grecia clásica. Aztecas y vikingos bailando tango, bebiendo vodka, cansados al fin, durmiendo en un iglú.

Componemos, transformamos, somos seres activos en la conformación de una historia sin principio y sin final. Sabernos elementos actantes dentro de un contexto cambiante. Acaso esa es la clave para una aproximación hacia una nueva identidad nacional. Donde la melancolía del pasado le hace cosquillas al presente y nuestra jaula es un artículo de anticuario.



Roberto Galaviz Avila

(Toda la banda rocker, fuga a ver a Los tigres del norte)



Whoo! Alright Yeah…

Mirar al cielo, descaradamente estrellado, sin saber cuál Stella escoger ¿Cuál? Es la pregunta antibiótica ¿Cuál? Es una luz estroboscópica que no percibo mientras en el fondo un eco como de agua se acerca, lento y cada vez más fuerte, me toca, me viste de minifalda y blusa de rayas verticales como de arcoiris.

En un cuarto cuadrado, en cualquier matiz, con las luces de la ciudad como catalizador, brillo labial, cabello suelto, The Rapture, las manos arriba, los pies abajo y arriba, dos saltos, tres; la ventana seguro temblará burbujeante ante tal reacción química.

Cuatro chicos, una fiesta de cuadritos fosforescentes que encienden y apagan:

Oh, the sun drenched French girls won't relate

To a frozen glare from the Northern State

Dreamin' of fat happy babies /Kickin' ladies on the Metro now…

¿Cuál? Whoo! Alright yeah…uh huh un antídoto perfecto para los sábados de televisión desmesurada, los domingos de pantalla plana, los lunes de madrugada camión raya morada, los martes, los martes miércoles que parecen jueves queriendo ser viernes de ya se acabó la semana y ganas de bailar como hoy con The Rapture como el sábado.

And the mirrors won't sing back divine
Be it choppin your hair or choppin a line
But you laugh-crack-up they
Laugh-crack up and smile

Una canción, un beat beat arcoiris en el corazón, un ácido sabor de bolitas en la lengua que empieza por mover un dedo, el índice como diciendo que no; y luego se transforma en un ¡ah! Y siempre es bueno una mezcla improvista; sentarse en el piso con una almohada para no sentir el frío y cantar quedito “Oh mandy” con The Spinto Band, tan dulce canción y suave como algodón y tal vez también sea bueno un poco de moco de lágrima con “Wires” de Athlete o en días tan mezclados se apetece sentir como si fuéramos conocidos entre “Be like that” de End Of Fashion… ¡Ups! Aquí vamos de vuelta a la cúbica habitación

Whoo! Alright - let's fall apart
And the clock starts tickin now
Tick tick tick tick tick tick OW!

¿Escaloneo? ¿Serpenteo? Como una tira de papel cayendo desde arriba, como lluvia en una cascada o ¿acaso es sólo el poder que ejerce la música sobre el aparato motor de cada cuerpo? Vuelve la pregunta ¿Cuál? Un día en el mundo, la alegría de vivir en la que sin duda yo escucharía a The Rapture que estarán en DF el próximo 27 de octubre en el concierto Manifest International a lado de Interpol.

Citlaly Aguilar Sánchez



Phillip Glass

Creando el minimalismo musical desde las tuberías


Una de tantas cosas a admirar de los grandes compositores es la capacidad de crear en cualquier lugar y a cualquier tiempo, donde sea que se llegue a manifestar, la llamada inspiración o necesidad de crear. Si en la época decimonónica el compositor se ideaba como un personaje apacible que salia al campo por inspiración y podía escribir su música sentado apaciblemente en algún pasto, escuchando la música en su cabeza, el siglo XX ha enfrentado a los compositores de avanzada con el tener que idear su música teniendo que hacer cosas tales como manejar un taxi de la ciudad de Nueva York o navegar sus tuberías. Tal es el caso de Philip Glass y en menor medida de Steve Reich, creadores minimalistas americanos importantes de finales del siglo XX.

Philip Glass nació el 31 de enero de 1937 en Baltimore Eu, nieto de inmigrantes judios de Lituania. Fue un niño precoz y pasó gran parte de su infancia en el negocio de padre, una tienda de discos, donde empezó su colección haciéndose de los discos que no se vendían y gracias al desinterés de la gente por la modernidad de aquel entonces pudo conocer a compositores tales como Paul Hindemith, Dimitri Shostakovich, Sergei Prokofiev, Erik Satie y otros, junto con la tradición occidental más conocida. Empezó con la flauta en su ciudad natal para luego ir a la Julliard School of Music y después tener como maestros de composición a personajes como Darius Milhaud o Nadia Boulanger. Con quienes estudio de forma más tradicional para dedicarse después al minimalismo. Uno de los momentos más significativos en su carrera temprana fue cuando, durante el tiempo que estudiaba en París con Boulanger, conoció la corriente serialista de Pierre Boulez y decidió que el serialismo le parecía música mecánica y fría por lo que volcó su energía en lo que siempre ha sido una de las motivaciones más constantes de su carrera. Crear nueva música a la que el común de la gente pueda acercarse.

A su regreso Philip Glass fue una figura importante de la escena minimalista de Estados Unidos. Fundó un ensamble con otros músicos tales como Steve Reich, además de artistas visuales que compartían intereses parecidos. Muchas de las primeras presentaciones de música de Philip Glass tuvieron lugar en galerías de arte y no en salas de conciertos. En 1975 terminó la ópera“Einsten on the beach” de su primer trilogía después completada por “Satyagraha” (1980) y “Aknahaten” (1983-1984) que le valieron el reconocimiento merecido. También en esta época Glass trabajo primero como taxista, luego plomero y además tuvo una compañía de mudanzas junto con Steve Reich para poder mantenerse económicamente. Después contaría con buen humor la risa que le produjo cuando una señorita de buena sociedad que subió a su Taxi, al ver su carnet de identificación le dijo: “señor usted no me va a creer pero se llama igual que un gran compositor de ópera contemporánea”

La obra de Philip Glass se distingue por el uso de recursos melódicos y armónicos de gran sencillez y por el predominio del ritmo, como la de gran parte de la corriente minimalista, sin embargo el mismo Glass ha dicho que no le gusta ser tomado por un compositor minimalista sino como un empleador del leit motif hasta sus extremos. Esto es, el uso de un motivo que se desarrolla a lo largo de toda la obra. Philip Glass usa este recurso como el motor principal de sus composiciones haciendo que toda una pieza esté estructurada alrededor de motivos sencillos con variaciones ligeras y poco perceptibles, lo que le da gran parte de su sello característico y por otra parte hace que la escucha atenta sea la que más retribuye al oyente, además de hacer sufrir a los intérpretes de vez en cuando. Memorables son las anécdotas que pueden leerse en algunos de sus libros de su autoría en las que cuenta como un solo tema suyo podía dar lugar a sesiones con otros músicos que duraban toda la noche.

En la actualidad Philip Glass ha sido reconocido como una de las voces más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y músicos de todos generos han reconocido su influencia. Entre ellos músicos de Rock como Brian Eno, compositores para película como Danny Elfman, y algunos compositores serios. Ha colaborado con músicos tan dispares como el Kronos Kuartet, Ravi Shankar (a quien cita como una gran influencia), Aphex Twin entre muchos otros. Philip Glass ahora produce principalmente música para películas, además de hacerse cargo de su disquera POINT music y su estudio de grabación frecuentado por artistas del pop como Björk, David Bowie, Patti Smith y Lou Reed, entre muchos otros. Una de las cosas más interesantes de Glass está en haber influenciado como compositor serio el sonido de la música popular de estos tiempos.

Eduardo Ismael Dávalos

Amante de la música



SANGRE Y DRAMA

Tres cintas mexicanas se inmiscuyen en realidades personales que van desde los conflictos amorosos y la rutina aplastante, hasta la escisión de la propia existencia. En cartelera, en video y como parte del vigésimo séptimo Foro de la Cineteca, cine nacional que busca, con resultados más o menos afortunados, alternativas distintas al relumbrón o a la falsa profundidad. Veamos.

1. En La sangre iluminada, seguimos una sola existencia vivida por seis personas que son distintas pero la misma a la vez. Entre desvanecimientos y sangrados por la nariz, las facetas de la misma persona se entrelazan irremediablemente, siempre cargando con el pequeño portarretratos: un niño en Zacatecas; un joven esposo y padre de familia; un vendedor rural de medicinas; una joven en constante búsqueda; un oficinista solitario y un hombre que vaga por las calles.

Todos son la misma persona que va transfigurándose en sujetos distintos aunque con recuerdos y sangre compartida: a manera de espiral, vamos recorriendo las vivencias que marcan los trayectos vitales acompañados por la madre, la esposa, la pareja, el colega del trabajo y, como apertura y cierre, el amigo que escucha y bromea sobre la extraña paradoja de ser tú y al mismo tiempo alguien distinto: vivir en la otredad y en el desdoblamiento continuo, imprevisto.

Con múltiples recursos visuales, en particular los desenfocados, y cuidando los detalles para los saltos en el tiempo, el director Iván Ávila Dueñas (Adán y Eva todavía) consigue construir una fábula de profunda cercanía a pesar de la racionalidad propuesta, con base en situaciones y personajes entrañables, distintos pero profundamente hermanados por la iluminación compartida, más allá de las dicotomías urbano/rural, niño/adulto hombre/mujer.

Se trata de una de las películas del cine mexicano reciente que consigue recuperar tradiciones fílmicas locales y mirar al futuro, justo como la multiplicidad de personajes anclados a la misma existencia.

2. En Drama/mex, una serie de personajes coinciden en Acapulco para empezar o poner fin a sus vidas, al menos como las habían concebido hasta entonces. Una joven (Diana García) que celebra, tras ciertos reclamos, el regreso del exnovio, un patancillo que la hará dudar con respecto a la actual relación que sostiene con otro chavo; un hombre hastiado de la vida (Fernando Becerril) que viaja al Puerto para poner fin a sus días y se topa con otra joven, en el trance de iniciarse como acompañante playera de turistas.

Dirigida por Gerardo Naranjo (Malachance, 04), la cinta se articula a partir de este par de dramas a la mexicana que, aunque ajenos entre sí, se rozarán dos o tres veces como referentes del entorno próximo o con cierto sentido vinculador. Con presupuesto limitado y cámara nerviosa que parecería moverse de manera tan incierta como sus personajes, acompañamos, un poco a la distancia y sin involucrarnos demasiado, a estos seres extraviados acaso con posibilidad de reencontrarse justo cuando el sol anuncia su llegada.

3. En Sangre (México-Francia, 05), nos inmiscuimos en la aplastante rutina de una pareja que parece sólo romperla a partir del conflicto, con sangre de por medio, y de la consecuente reconciliación. Ella trabaja en un restaurante de comida rápida (Laura Saldaña) y él como contador (pero de personas) en una institución pública (Cirilo Recio): sus monótonos entornos laborales no difieren mucho de lo vivido en casa, donde se mezcla la mirada de la televisión con el sexo impersonal. La aparición de la hija de él (Claudia Orozco) moverá un poco el asfixiante equilibrio de la pareja, al fin soportado hasta en la basura.

Dirigida por Amat Escalante, la cinta viaja de un humor incómodo a un realismo cortante, tal como lo reflejan tanto los encuadres como la edición, buscando desestabilizar desde lo visual lo que parece imposible de moverse en los personajes, desarrollados a partir de escasos diálogos que ahondan en sus primarias motivaciones. Una película directa sobre cómo nos hemos acostumbrados a las condiciones de vida que se presentan, para bien o para mal.

Fernando Cuevas

Nos leemos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx



De Simulaciones y “Neosituaciones”

“En un lejano país, hace muchos, muchos años vivía un Emperador que no pensaba más que en estrenar trajes. No se preocupaba por sus obligaciones, ni por su reino, ni por sus súbditos y sólo se interesaba en vestir ropa nueva diariamente.

En cierta ocasión, llegaron a la capital dos pícaros que se hacían pasar por ser los mejores sastres del mundo. Su habilidad mayor consistía en tejer una tela, fina y magnífica, que tenía la particularidad de poder ser vista y admirada solamente por aquellas personas muy inteligentes, siendo invisible para quienes no lo fueran.

Enterado el Emperador, no dudó en encargar todo un nuevo vestuario confeccionado con esa tela mágica, pagando, de antemano, grandes sumas de dinero a los falsos sastres, quienes, instalándose en palacio, fingieron tejer y coser afanosamente día y noche.

Impaciente por comprobar los resultados, el Emperador envió a inspeccionar el trabajo primero, a un lacayo, luego, a su secretario particular y, por último, al Primer Ministro del gobierno. Ninguno de ellos vio nada en el telar pero, por miedo a declararse irremediablemente estúpidos y no aptos para el cargo que ocupaban, todos alabaron la calidad de las inexistentes prendas con expresiones como éstas: ¡Oh, son bellísimas! ¡Muy elegantes! ¡Vaya elaboración! ¡Qué maestría!

Finalmente, los bribones llevaron sus atuendos invisibles al Emperador. Éste, que tampoco veía ropa alguna, calló y aparentó vestirse contemplándose en el espejo, que le devolvía la imagen de un hombre, obviamente, desnudo.

Por miedo a perder su corona, continuó en la simulación y se aprestó a desfilar frente a su pueblo, para que todos “pudiesen admirar” su “nuevo traje”. Labradores, artesanos, banqueros, maestros… hombres y mujeres pudieron ver la desnudez de su Emperador, pero, queriendo hacer gala de su “inteligencia”, ninguno osó denunciarla.

Por último, un niño que asistía al solemne desfile se atrevió a gritar públicamente la verdad: ¡Pero si no lleva nada! Al grito siguieron las carcajadas generales… Mientras tanto, los falsos sastres, cargados de riquezas, escapaban del reino rumbo a otro “objetivo”.

Hace casi doscientos años Hans Christian Andersen (Odense 1805-Copenhague 1875) criticaba la vanidad y el orgullo intelectual con este espléndido relato, en perfecto equilibrio entre la realidad y la fantasía, el drama y la comedia, la ingenuidad y la perspicacia; entrando con él por la puerta franca del mundo infantil para llegar a las intrincadas mazmorras de la mente adulta.

Este cuento es un buen ejercicio de meditación, que ubica y reubica nuestras aspiraciones y enseña que no se es menos valioso por no estar allí, en primera plana, en la cresta de la ola, en la vanguardia, sino por reconocer las limitaciones propias y ajenas, celebrando lo verdaderamente loable y sabiendo rechazar lo falso, por muchas recomendaciones, controles de calidad y avales institucionales que lleve. En contra de lo que pareciera, no es esta un reflexión contracultural, sino la apuesta decidida por etiquetar sólo de “cultural” a aquellos productos que sirven para que una sociedad sea más auténtica, más sabia, pero sobre todo más humana, incluso corriendo el riesgo de quedarnos solos con el archivo vacío.

Desde hace dos semanas, en el desasosiego encontrado de salvarme en la escritura, sigo buscando, con el candil de Diógenes y el espíritu de Lot, en la bíblica y a la vez proustiana Sodoma, algún “justo” que rescatar… Y desciendo, sin compañía, a los círculos infernales del Internet para intentar hallar, morbosamente, lo confieso, argumentos en pro de escribir entre los que se exhiben en ese paradigma de estolidez que son los “blogs” (tristemente aplaudidos por los jóvenes y aún por los no tan jóvenes que, no saciados con la vivencia de su propia juventud, juegan, para seguir con Proust, à la recherche du temps perdu” o, siendo exactos, “a la sombra de las muchachas en flor”). En ese territorio satánico, leo “razones” del siguiente tenor “académico”: “es chido tener un blog” (¿¿¿chido???); “puedes llegar a ser famoso” (¡la fama, máxima aspiración personal!); “para mostrar a todos las fotos de tu cuerpaso” (con falta de ortografía incluida, por lo demás… sin comentarios); “es un lugar ideal para tu ego” (perdón, pero no entiendo aquí la reducida semántica de esa ciclópea palabra latina), “tu amigo/a tiene uno y tú no quieres ser menos” (¡bueno!, por fin algo maquiavélicamente justificable), “Para decirle ¡hola! al mundo”. ¡Ah!, este es, sin duda, el mejor de los motivos. De eso se trataba: de comunicarse, pero a lo grande, a lo divino, en la paronomasia del “urbi et orbi” (sic). No puede decirse que ésta no sea una actitud abierta, generosa, de asombrosa οἰκουμένη: desparramarnos en todos, fusionarnos con la humanidad, en la red. El “blog” es un nuevo “cuerpo místico” en el que, integrados, nos salvaremos. Por el contrario, el que no tenga uno se condenará eternamente. Paradojas neomodernas. Un estilo de redención acorde con los tiempos. Otra teología, más grande que las pretéritas, no tan “chidas”.

Pero en este ejercicio de masoquismo aún aprendo (piénsese, por un segundo, en el genial grabado de Francisco de Goya), aprendo, sí, dos nuevas y, al parecer, “imprescindibles” palabras: “blogging” y “blogsfera”. Confieso que no las conocía. Y me pregunto cómo he podido vivir tantos años fuera de ellas, cómo he subsistido en un planeta llamado tierra y no en una “blogsfera”.

Y así, me sumerjo, esta tarde, en la duda de elegir entre ensalzar las nuevas vestiduras de todos los emperadores del mundo (internautas incluidos), resignándome, en secreto, a la ceguera de mi estulticia que me impide apreciar “lo elogiado por todos”, o manifestar abiertamente: < ¡Pero si no lleva nada!>>, aunque mi voz no se escuche en el populoso cortejo de la vía pública, sino que clame, como puede esperarse, en el más deshabitado de los desiertos.


M. J. Sánchez

*NOTA: Esta columna toma en préstamo su título de la estrategia empleada por los más exitosos empresarios y economistas de este planeta, que enseñan cómo, a veces, se consiguen mejor los objetivos de forma indirecta. Tal vez desertando del oficio… Tal vez así…

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ADRIAN BELEW

EL ANIMAL DE LA GUITARRA


No es frecuente encontrarse con músicos capaces de desarrollar una prolongada carrera solista y al mismo tiempo departir con grandes figuras de la escena: suele suceder que o más bien se dedican a sesionar u optan por su propia producción. Pero en el caso de Robert Steven Belew (Covington, 1949) sus dos trayectorias no sólo han recorrido caminos paralelos, sino que se han alimentado a partir de la búsqueda permanente de terrenos sonoros, que van de la experimentación al progresivo y de ahí el rock duro y al new wave, pasando por tintes de funk y pop: estilos emanados de una absoluta compenetración con la guitarra y sus posibilidades, a pesar de que su primer instrumento fue la batería.

Dice el cliché que una cosa lleva a la otra. A partir de 1975, ya conocido como Adrian, se sumó a la banda Sweetheart, misma que fue vista por Frank Zappa, quien invitó a nuestro personaje a que tocara con ellos en su tour de 1978, el cual fue registrado por David Bowie, quien hizo lo propio con el guitarrista que acabó apareciendo en el álbum en vivo Stage (78) y en Lodger (79). De ahí, otro llamado ahora para apoyar a los Talking Heads en su gira con motivo de Remain In Light (80) y para participar en el proyecto paralelo conocido como Tom Tom Club.

De tanta invitación, a la que habría que sumar la de King Crimson para formar parte del en ese momento cuarteto (junto a Fripp, Bruford y Levin) que grabó Discipline (81), Beat (82) y Three Of A Perfect Pair (84), el ecléctico guitarrista de gusto por el reino animal, consideró que era momento de empezar a construir una historia en solitario: Lone Rhino (82), Twang Bar King (83) y Desire Caught By the Tail (86) transitan de ciertos apuntes afrobeat y estructuras pop a tesituras experimentales, incluyendo palíndromos musicales y sonidos animales, con ecos de la propuesta de los gigantes con los que había colaborado hasta entonces.

Colaboraciones con Laurie Anderson (Mister Heartbreak, 84; Home or the Brave, 86) y Paul Simon (Graceland, 86), así como la conformación del grupo The Bears (álbumes: The Bears, 87; Rise and Shine, 88), antecedieron la aparición de Mr. Music Head (89), álbum autorreferencial de ambiente familiar, con la participación de su hija y antigua colaboradora Audie, en el corte Oh Daddy. A principios de los noventa recibió una nueva invitación para participar con Bowie en su megatour Sound and Vision, al tiempo que grababa Young Lions (90) e Inner Revolution (92).

Continuando con esta idea de trabajar en dos pistas de manera simultánea –acaso una tercera si le sumamos su labor como productor o una cuarta si consideramos sus composiciones para otros- colaboró en el clásico The Downward Spiral (94) y en The Fragile (96) de Nine Inch Nails, mientras se aventaba a tocar todos los instrumentos para Here (94) y Op Zop Too Wah (96); por no dejar, volvió a formar parte de King Crimson en THRAK (95), año en el que también apareció The Guitar as Orchestra: Experimental Guitar Series, Vol. 1, como para confirmar su condición de incansable expedicionario sonoro.

Para cerrar el milenio y darle la bienvenida al nuevo, produjo Belew Prints: The Acoustic Belew Prints, Vol. 2 (98) y la obra en vivo Coming Attractions (00) de su autoría; continuó con King Crimson en los álbumes ConstruKction of Light (00) y The Power to Believe (03), y regresó con los osos para grabar Car Cautght Fire (03). Así, de la música concreta a la progresión para dar el salto mortal al rock esencial, este prolífico guitarrista despedía y saludaba el cambio de siglo en plena forma, con los dedos afilados y las ideas brotando por todas partes.

Ahora nos sorprende con una trilogía conformada por Side One (04), Side Two (05) y Side Three (06), en la que aprovecha para incluir como diseño de arte sus propias pinturas. La primera y la tercera parte se articulan a partir de un power trío, integrado por su guitarra, el bajo contundente de Les Claypool (Primus) y la musculosa batería de Danny Carey (Tool), con resultados sanamente perturbadores, a los que colaboran los viejos compinches Robert Fripp y Mel Collins. El álbum de en medio navega más por la electrónica experimental y está interpretado básicamente por Belew con una pequeña ayuda de sus amigos y parentela.

Este fin de semana tenemos la oportunidad para acompañar a una de las trayectorias más eclécticas, prolíficas, calladas y consistentes de la escena. El animal de la guitarra nos hace los honores y nos invita a su (des)concierto.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx



Cartografías imaginarias

(Zacatecas de la ciudad real a la ciudad imaginaria y viceversa)

(Primera entrega de tres partes)


I

La ciudad no existe. Sólo existen las ciudades imaginarias, imaginadas, vividas, padecidas, soñadas, amadas, odiadas, pero siempre surcadas por los pasos de algún transeúnte. Mi ciudad no es tu ciudad sino por efecto de aglomeración o ventas de pretemporada; el consumismo quizá sea uno de nuestros últimos gestos rituales. La ciudad del taxista no es la misma que la del barrendero o el repartidor de leche, aunque los tres diariamente crucen las mismas calles.

¡Ah! ¡La ciudad, la calle!: un bosque de signos y artificios que incitan al extravío. ¡Ah! ¡La ciudad, la calle!: el embrujo y la seducción de la vida moderna. De Charles Baudelaire a Walter Benjamín la ciudad moderna es fuente y enigma de asombro y raptos. La ciudad materializa la idea de la modernidad; la ciudad moderna –quizá ninguna pero la ciudad moderna menos– no es sólo un espacio físico sino una cartografía simbólica de la imaginación, esto es: un mapa onírico. Si bien la ciudad no es reciente –hay vestigios de ciudades 3000 años antes de Cristo–, la idea de ciudad como experiencia cardinal del hombre cotidiano sí lo es.

Las ciudades modernas pueden comprenderse a partir de tres grandes campos clasificatorios: las megalópolis paraíso del placer, las megalópolis infierno de la marginación y exhuberancia monstruosa y las ciudades pueblo de la provincia. Hoy, en los confines de la modernidad, las clasificaciones se derrumban, lo rural se urbaniza y las urbes se fragmentan, diseminan, se expanden a través de una lógica delirante. No sólo una ciudad puede transformarse en su opuesto, sino que hace de la esquizofrenia su principio de realidad, a saber: la disociación y coexistencia de opuestos es una realidad al alcance de todos: desde el vendedor de periódicos hasta el burócrata y la teibolera –tres oficios emblemáticamente citadinos. La ciudad es el origen y el fin de la modernidad. Su sueño y su pesadilla más recalcitrante; de ninguna manera es casual que las vanguardias artísticas más visionarias hayan pensado la ciudad como el auténtico espacio de creación y experimentación.

Y sin embargo, por paradójico que sea o parezca, la ciudad es lo único real. La imaginación, la vida y la muerte, el sueño y la vigilia, todo, absolutamente todo se desvanece ante la certidumbre irrefutable de que la ciudad estaba antes de mí y estará después. Con mi muerte no termina la ciudad, tampoco mi nacimiento la inicia. Empero la ciudad es hoy el mayor signo de finitud: un hoyo negro que todo lo traga, lo devora, lo escupe, lo recicla y así hasta que la muerte nos separe. Todo lo confirma y lo refuta, incluyendo, claro está, estas palabras.


Sigifredo Esquivel Marín




La menos popular de la escuela.

I.

Basta preguntarle a cualquier estudiante acerca de sus materias escolares para que sin gran esfuerzo exprese sus impresiones sobre la clase de historia. Se cuentan con los dedos de una sola mano aquellos que la consideran interesante. La mayoría coincide en que es aburrida, que no sirve para mucho y casi todos se preguntan cuál es el objetivo de que esa asignatura aparezca en el programa escolar.

Hace ya algún tiempo en un encuentro con un grupo de preparatorianos, cuestionándoles sobre su acercamiento con la historia –y sin pretender que esto sea generalizado- se hicieron notar dos extremos: por un lado, una porción consideraba que sus clases eran interesantes, mientras que la otra, aburridas. De igual forma catalogaron a sus profesores: bien preparados y buenos para enseñar y, al mismo tiempo, poseedores de buenos conocimientos pero malos para transmitirlos. Sus respuestas al cuestionamiento acerca de la didáctica de los docentes hicieron suponer que ésta fuera la responsable de la situación radical. Los alumnos llegaban a su clase a tomar el dictado del profesor, pasaban el tiempo en lecturas, resúmenes y memorización de fechas.

II.

La historia ha sido vista por algunos -generalmente los que no se dedicaron o dedican de forma profesional a este ejercicio- como mera narración de hechos pasados, recordados como anécdotas que sólo cumplen con la función de entretener y cuyo objetivo es no permitir que determinados acontecimientos sean olvidados, ya sea por maravillosos o nefastos. Muchos historiadores le han conferido a este ejercicio el mote de educadora o “maestra de la vida”, según la frase de Cicerón, entonces tomándola literalmente, el pasado aparecería como una guía para resolver determinadas situaciones del futuro. Sin embargo, esto resulta cuestionable debido a que los acontecimientos son irrepetibles, si bien puedan tener características en común. Por lo tanto, en este sentido la utilidad de la historia como guía no parece viable.

Algunos la han utilizado para justificar generalmente el disfrute del poder. Aun aquellos personajes privilegiados de pueblos que no desarrollaron formas de escritura se dedicaron a contar de generación en generación las hazañas de sus gobernantes, usanza que ha permanecido hasta nuestros días en la denominada historia oficial y cuya razón de ser es formarnos cierta identidad como pueblo o nación. Pero justamente en ello radica su deficiencia, porque no es un intento por aproximarse a un conocimiento e interpretación de lo que antes ocurrió, sino una elaboración deliberada que obedece a determinados intereses.

Otros han visto y ven la historia como un tribunal y a los historiadores como sus jueces; esperan que las generaciones venideras determinen si sus acciones fueron justas o no. En este sentido se haría historia para procesar y sería necesario que quienes la hacen tuvieran un código con base en el cual emitir veredicto.

Los más, pretenden averiguar el qué, cómo, dónde, por qué y para qué con el fin de dar explicación e interpretación a los acontecimientos pasados cuyas fibras se ligan al efímero presente.

Con todo, inquieta la idea de que este conocimiento elaborado con tanto énfasis pueda repercutir. Parece preocupante que los historiadores sólo escriban para otros historiadores ¿Cómo tener influencia directa en los ajenos al gremio? ¿Cómo interesar a los estudiantes en el conocimiento histórico? ¿Cómo convencerlos de que tiene utilidad?

III.

No sé si sea un fenómeno global lo que en México se ha venido dando en los últimos años. Poco a poco se le ha venido restando espacio en la educación al conocimiento generado por la reflexión histórica. Se cree de forma general que éste es, además de aburrido, totalmente inútil para la vida diaria –como ya lo mencionamos anteriormente.

Si bien, los historiadores hacen su mayor esfuerzo para generar información que permita una mejor comprensión del devenir histórico, ésta, de forma sumamente tardía permea las capas hasta llegar a la población común. Muchas veces ni los mismos encargados de transferir o generar dichos conocimientos –docentes- están concientes de su forma de percibir la historia, con ello, la información que dan a sus alumnos es vaga. Entonces el proceso educativo que debería fungir como vehículo de alimentación entre unos y otros se ve truncado. Por ello no es de extrañar que sean ya generaciones enteras de mexicanos que al recibir una educación deficiente, conciban dicha disciplina totalmente improductiva, que sólo sirva para tener un vasto conocimiento de cultura general.

Así, poco a poco hemos venido sufriendo una creciente pérdida de interés, conciencia histórica e identidad. No encontramos el vínculo entre el pasado que ha producido lo que ahora vivimos, mucho menos somos concientes de que el presente es base para lo que el futuro será. Más allá, no nos concebimos parte fundamental y activa de nuestro entorno, sino que creamos una realidad en la que todo el medio está aislado de nosotros mismos. Nos hemos conformado con la idea de que ser y sentirnos mexicanos es participar en celebraciones de falso y fugaz nacionalismo.

IV.

Por ello, es absolutamente necesario un cambio en el concepto de la historia –y en la enseñanza de la misma- que nos permita reconocernos y sentirnos parte de un todo.

Está claro que el lenguaje desempeña un papel sumamente importante en la educación. Sin duda será difícil conseguir la atención de niños de nivel primaria para llevar a cabo una mesa redonda con temas relativos al conocimiento histórico, pues resulta obvio que para su momento lo importante es que recuerden quienes fueron los “malos” y quienes los “buenos”. Sin embargo, también es trascendente que los jóvenes no terminen sus estudios reglamentarios sin haber tenido la oportunidad de cuestionar y reflexionar sobre la información recibida.

Resulta revitalizante escuchar a las generaciones que vienen después de nosotros interesarse por su clase, considerar que su profesor es inteligente al no centrarse en dictados de cronologías –si bien son necesarias para ubicarnos en el tiempo y el espacio-, sino en permitirles la reflexión y discusión, mismas que producirán una concepción de la Historia –devenir- y de la historia –disciplina científica- no impuesta sino construida.

Arazú Tinajero Rodríguez

Egresada de la Licenciatura en Historia

en la Universidad Autónoma de Zacatecas


Literatura y cine: Chin chin el teporocho

I. La novela

Cuando recién comenzaba la década de los setentas, un joven nacido en el barrio bravo de Tepito en el DF, de nombre Armando Ramírez y con apenas diecinueve años de edad, publicó su primer novela titulada Chin chin el teporocho. La historia versaba sobre las desventuras de la vida en la ciudad más grande del mundo narradas por un teporocho, de cómo el lugar, el ambiente y las personas con quienes se juntaba le fueron carcomiendo las entrañas hasta caer en el vicio del alcohol como el medio más eficaz para olvidarse de las penas. Los personajes son Rogelio, apodado “chin chin”, Víctor su primo, Gilberto y Rubén sus amigos, Michele su novia, Agnes su cuñada y Sonia su prima.

La causa para que Rogelio se hiciera adicto a la teporocha (alcohol del 46º combinado con refresco de uva o tamarindo), fue la muerte de sus primos Víctor y Sonia. Él, en manos de un amigo traicionero, ella, en manos del ejército en el mitin del 2 de octubre del 68 en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco. Y también por la separación de su recién esposa Michele, ante el miedo de caer en la cárcel por asesinar al culpable de la muerte de su primo y por descubrir a su suegro en relaciones homosexuales.

La novela causó un gran impacto en la sociedad de la época, algunos críticos han mencionado que posiblemente Ramírez haya sido demasiado influenciado por la escritura de la onda de Parménides García Saldaña, José Agustín y Sainz, quienes en los sesentas escribieron literatura para jóvenes escrita por jóvenes. Sin embargo han mencionado igualmente que la novela Chin chin el teporocho es pionera en su estilo, en la que el autor creó un nuevo ámbito literario que incluyó el empleo de nuevos recursos lingüísticos. Y es que la novela está escrita de un modo desenfadado; en ocasiones no hay comas, no escribe con mayúsculas, el texto está completamente desalineado y el vocabulario que utiliza es un vocabulario popular, de los arrabales capitalinos. Es el lenguaje que se puede escuchar cotidianamente en los barrios de la ciudad de México, lleno de albures ininteligibles para el público ajeno a esos barrios marginales, palabras altisonantes y juegos de palabras que caracterizan al mexicano. Mencionaba Carlos Rojas, un biógrafo de Ramírez, que “esa forma de escribir, la confronta con los críticos literarios que buscan en las letras, la depuración de un lenguaje perfecto y preciso de acuerdo a los cánones tradicionales”.

Y es que como mencionó alguna vez Armando Ramírez en una entrevista, “hay que revalorizar el español que se habla en México”

II. La película

El gobierno Echeverrista, en el afán de crear una segunda “época de oro” del cine nacional quiso llamar la atención por su empeño en atraer a los intelectuales, mismos que en el sexenio anterior eran los más temibles enemigos. Las adaptaciones de novelas a películas se habían dado desde que apareció en el cine nacional el sonido, y luego fueron cayendo en el olvido, es por esta razón que el gobierno de Echeverria intentaba nuevamente transitar por este camino. Carlos Fuentes era quizá el intelectual más apegado al presidente, incluso afirmó una vez que “no apoyar a Echeverría sería un error histórico”, y fueron precisamente unos cuentos de Fuentes los que comenzaron a ser adaptados al cine. En 1971 se filma Muñeca reina y en el 72 Aquellos años un guión del propio Fuentes que intentaba ser una biografía de Juárez. Luego incursionó José Emilio Pacheco, quien hizo el guión de El castillo de la pureza de Arturo Ripstein. Jorge Fons había adaptado ya la novela de Vargas Llosa Los Cachorros y parecieron así más films que eran adaptaciones de novelas o bien guiones de importantes literatos de la época. Incluso se siguieron adaptando historias rulfianas.

En el octavo mes de 1976 se estrena la película Chin chin el teporocho, basada en la obra de Armando Ramírez que llevaba el mismo título y bajo la dirección del joven Gabriel Retes. El film, como suele suceder, no fue tan buena como la novela, incluso algunos críticos la han considerado de mala calidad. El reparto estaba plagado de jóvenes talentos, entre ellos Carlos Chávez como “chin chin”, Tina Romero como Michele y la joven talento preferida del cine echeverrista Diana Bracho como Sonia, quien ya había actuado en El castillo de la pureza y después aparecería en Las poquianchis. Incluso el propio Armando Ramírez, aparte de ser el autor de la novela y el guionista, personificó, aunque de manera muy breve, a un empleado de mostrador de la vinatería propiedad del homosexual suegro de Rogelio.

Como menciono, la cinta careció de calidad tanto estética como histriónica, si bien, se les daba oportunidad a los nuevos talentos, empezando por el director, hubiera sido pertinente de echar mano de esos actores de la vieja guardia que habían regresado para tratar de hacer una segunda “época de oro” del cine mexicano.

Como en casi todas las adaptaciones cinematográficas que se basan en una novela, se omitieron algunos detalles, unos de medular importancia, otros no, que quizá hubieran hecho de la trama y de la película algo mejor.

Quizá el dato más importante que se suprimió en el film, es lo relacionado al movimiento estudiantil del 68 y la manera en cómo muere la prima del personaje principal, es decir Sonia, personificada por Diana Bracho.

En la novela, Sonia muere debido a unos golpes en la cabeza propiciados por soldados del ejército después de que la masacre del 2 de octubre ya había terminado. El film omite este pormenor tal vez por dos razones: primera, porque Diana Bracho, como se comentó, era una actriz que estaba despuntando en el momento, era la actriz favorita del gobierno cineasta y darle ese final en la trama no era bueno, porque, y aquí es la segunda razón, se estaría tratando el tema del movimiento estudiantil en el cine, tópico que estaba terminantemente prohibido tratar, solamente lo había hecho hasta ese entonces el documental El grito. Igualmente, ya para finalizar la película, en la última secuencia cuando Rogelio descubre la homosexualidad de su suegro, Retes cambia la escena de la relación sexual y de desnudos, por una menos fuerte pero bastante enfermiza, un acto de pederastia, cuando el suegro protagonizado por Aarón Hernán, con los labios pintados y marihuana regada por doquier, le acaricia de manera afable el rostro a un niño. Y es cuando comienza el desenlace.

Algunas más de las novelas de Armando Ramírez han sido adaptadas al celuloide, entre estas se encuentran Ratero, Noche de Califas y Me llaman la chata Aguayo. Sin embargo ninguna ha sido tan buena como las novelas de este particular escritor, fiel cronista del barrio bravo de Tepito en la ciudad más grande del mundo.

Alejandro Ortega Neri

Desvelado…continúa preguntándose ¿hay independencia?

¿Por qué no vitorean el nombre de Agustín de Iturbide?

¿Quién prohibió la venta de espuma la noche del 15?



QUIET RIOT Cum on feel the noize

Cum on feel the Noize Una de las canciones más versionadas, un estribillo que aún hoy en día continúa atrayendo con fuerza a quienes la escuchan.

Cum on feel the Noize, canción de hard rock, creada en 1973 por la banda británica Slade y llevada a la cumbre del éxito por la agrupación Quiet Riot.

Cum on feel the Noize, lanzada en el álbum “Sladest”, fue escrita por el bajista de Slade Jim Lea, quien le dio a la melodía un protagonismo excepcional en los arreglos del bajo.

El éxito de este sencillo llegó a ser tal para Slade, que alcanzó el número uno de las listas de popularidad del Reino Unido, manteniéndose como número uno durante 4 semanas en la radio británica; En Estados Unidos alcanzó la plaza número 98 de las 100 mejores canciones de la lista de Billboard. Todo ello en el año de 1973.

10 años después, en 1983, la banda de heavy metal Quiet Riot, revivió la canción a modo de cover, pero con un estilo musical más vibrante, único y agresivo. Apareció en su álbum titulado “Metal Head” .

Ese mismo año la canción se colocó en el puesto número 5 de la lista billboard, lo cual ayudó a popularizar la escena del metal en los 80’s.

Fue la primera canción de Heavy Metal en estar en el Top 5 de Billboard. Además fue el primer álbum de Heavy Metal en alcanzar el puesto #1.

Cum on Feel the Noize es el sonido que inmortalizó a Quiet Riot, atribuyéndose como ícono de la banda, incluso por encima de Slade.

En 1996, una vez más Cum on feel the Noize fue grabada, con su propio estilo y profesionalidad, por la agrupación Oasis, en su album Don't Look Back in Anger, y una vez más tuvo éxito, lo que nos hablá de la fuerza de esta melodía, que sigue gustando a pesar de ser un cover de 1973.

La letra de la canción, es una invitación a sentir el ruido, el escándalo, a volverse salvaje y sentir el rock sin saber el porqué.

Cum on feel the Noize, en la version de Quiet Riot, fue ranqueada en el lugar número 80 de las 100 más grandes canciones de los “one hits Wonders” es decir, artistas que se hicieron famosos solo por una canción.

Gracias ha esto, Cum on Feel the Noize se ganó su lugar entre las canciones más grandes de la historia del rock, así que si tienen oportunidad, les recomendamos escucharla y revivirla de nuevo.

Aurelio Carrillo

No olviden “sentir el ruido”…

carrillo_aurelio@hotmail.com

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Escribir, por qué… Escribir, para qué

Esta columna nace hoy sin intención alguna, sin pretender descubrir “mediterráneos” –tantas veces redescubiertos a lo largo de la Historia-, sin proponerse mitigar ausencias, llenar espacios, recordar presencias, afianzar posiciones… Creo que, contrariamente a todo lo anterior, se origina desde la dimisión, desde la renuncia, desde un preconcebido y precoz desistimiento.

Pero debo escribir (prometí hacerlo) y emprendo la tarea en negativo, ese territorio en el que me encuentro à mon aise, bajo la presión del horror vacui que tantos soportes en blanco y tantos silencios me ha obligado a rellenar y a romper en mi vida de manera apresurada, agitadamente.

Empezamos mal. Este pareciera ser un preludio de inconformidades, una obertura para los descontentos permanentes, permanentemente descontentos.

Hay tantas razones para no hacerlo, para no escribir, que me abruman. Y leo, con envidia (con sorprendimiento), a los defensores a ultranza de lo escrito, que proponen un sinfín de argumentos, tan elevados como pueriles. De todas las clases y para todos los gustos. Aquellos amanuenses de las palabras que buscan el texto perfecto –o, peor aún, que creen haberlo compuesto- paralizan, hasta la suspensión vital, mi habitual maltrecha estima propia. Existen muchos, demasiados.

Así, busco ratificaciones en el exterior. Busco complacencias y complicidades, hasta esconderme tras un príncipe de las letras contemporáneas y del anti-pensamiento como es Émil Cioran. “El sabio no produce… No ser sabio es la fuente de producir”, afirma lapidariamente, derribando de un plumazo a todos los ídolos contemporáneos de la autoría, arrasando, con este renglón justiciero, a cuantos criterios, requisitos, perfiles y curricula pueblan el imperativo mundo académico, arrancando, de un certero mandoble, superpuestas colgaduras, disfraces y atavíos prestados, desenmascarando a los falsos sastres del Emperador, poniendo en evidencia la desnudez de muchas inteligencias, de muchas almas, talando, sin compasión, el bosque de plumas que, en una paradoja antiecológica, amenaza ya con asfixiarnos.

“El sabio no produce… Si lo hace (continúa Cioran) peor para él”.

Por muchas terapias que pudiera hacer de “sentimientos valorativos” y cursos de “liderazgo socio-cultural” que siguiera (entiéndase, incluso de composición literaria), nada me convencería más que está simple certeza: “El Sabio no produce”, se atreve a defender Cioran en plena era post-industrial. Definitivamente, escribir no es lo mío.

¿Cómo escribir cuando se es inmune a toda la serie de categorías expuestas por el periodista y escritor de oficio Eric Arthur Blair, más conocido como George Orwell, que propugnan la defensa de la escritura? (el egoísmo agudo, la seducción estética, el impulso histórico, el fundamento político…).

Mostrarse como, parecer (sobre todo sin serlo), un avezado conocedor de aquello de lo que se escribe lejos de proporcionarme un porqué me horroriza hasta el extremo de sucumbir en una crisis de hiper-responsabilidad. El placer estético que pueden causar las palabras hábilmente combinadas (su sonoridad, su ritmo), la elección y posterior exhibición pública de un tema preferente, me resultan una experiencia tan privada como impúdica. Mi deseo histórico prefiero saciarlo en los más recónditos archivos y empolvadas bibliotecas que en las guardas y contenidos de finas ediciones, muchas de ellas flor de un día, a las que, en este mundo de supermercado, aguarda, tarde o temprano la hoguera inquisitorial del olvido. Conducir, convencer, ni por asomo va conmigo, como no iría ninguna clase de proselitismo, ninguna acción de masas.

Nada de esto me persuade. Tampoco la franca confesión de autorizada vanidad de todo un Premio Nobel de Literatura, como André Gide, cuando dice: “Escribo para que me lean”. ¿Contar con los otros? No. Menos aún.

Regreso a mi filósofo predilecto: ”Todo lo que he escrito son estados de ánimo o mentales, podríamos decir. En todo caso, lo he escrito para liberarme yo de algo. Por consiguiente, considero todo cuanto he escrito no como una teoría, sino como una auténtica cura para mi propio uso. La idea preconcebida de mis libros procede de que no puedo escribir sino en cierto estado. Escribo en lugar de golpearme…” (Cioran).

Pero hay algo incompleto en la cita. Al fragmento anterior le falta una minúscula, y no menos reveladora, addenda: “Escribo en lugar de golpearme –decía- Escribo (se entiende) en lugar de cortar cabezas”.

Nada que añadir. Únicamente, al final de este pequeño soliloquio, reconocer una insignificante falsedad inicial, es la siguiente: Sí tengo una intención para escribir, todo esto y lo que pudiera derivarse, sí un principio, pero nada que se perciba lineal, nada teleológico, sólo un “principio de oblicuidad”.

M. J. Sánchez.

*NOTA: Esta columna toma en préstamo su título de la estrategia empleada por los más exitosos empresarios y economistas de este planeta, que enseñan cómo, a veces, se consiguen mejor los objetivos de forma indirecta. Tal vez desertando del oficio… Tal vez así…