Escaparate Gráfico 126

portada 125

La llaga en el dedo

LAS VETAS DEL TEATRO
Las sucesivas reelecciones de Porfirio Díaz en el México de los siglo XIX y XX, antes de su partida al exilio en el vapor alemás Ypiranga, provocaron, necesariamente, una sarta interminable de intrigas y ambiciones lavadas, obligadamente, en hechos de sangre. Aquella dilatada estancia en el poder, caracterizada por los estudiosos como dictadura, llevó a los aspirantes a sucederlo en la silla a luchas sordas y asonadas de toda clase, principalmente a su secretario José Ives Limantour, de origen francés, y al general Bernardo Reyes. Mientras llegaba el momento deseado por éstos, destacadamente por las ambiciones del militar regiomontano, Reyes extendía su labor conspirativa a través de logias masónicas en San Luis Potosí, Jalisco y Nuevo León, al tiempo que sus enemigos políticos le urdían manifestaciones para restarle poder, como la realizada en abril de 1903,a la que don Bernardo respondió con una masacre en pleno centro de la ciudad norteña. El libro De la dictadura a la anarquía, tomo I, de Ramón Prida, es un trabajo testimonial de un funcionario cercano al círculo de los colaboradores más destacados y de confianza del general Díaz; y quien con voz y ojos hasta cierto punto objetivos, traza el momento en que las acciones del ambicioso se vuelven contra sí mismo, como en el rito oriental del sapuku, en que el samurai se hunde la espada en el bajo vientre. A casi medio siglo de la primera edición, 1958, la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), salva del olvido y para las generaciones jóvenes de historiadores a un personaje eminentemente teatral, el general Reyes; criatura surgida de una obra desconocida de Jorge Ibargüengoitia, autor de El atentado; acaso objeto del interés de Rodolfo Usigli para una trilogía sobre nuestra historia, quizá rescatable por Juan Tovar, autor de El destierro y La madrugada. Según el escritor Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, en 1905 Bernardo Reyes ascendió a gran maestro de la logia de Nuevo León y, al mismo tiempo, a gran inspector soberano de logias del valle de México y delegado del rito escocés; y fue también liminar de la logia Hermanos Templarios. Con dato accesorio, fue padre de Alfonso Reyes, quien no cultivó amistad con Ramón López Velarde. Para los interesados probables, esta edición se consigue en la Librería La Azotea, localizada en la avenida San Marcos esquina con Lomas del Capulín, en esta ciudad de mezcal y plata.
Uriel Martínez

Stella

BEN KWELLER

Como un día de sol cuando hace frío, así suena Ben Kweller, con el piano a un lado, dejando caer sus dedos sobre teclas que son como galletas de chocolate rellenas de crema blanca. Ben Kweller con su cara de niño bueno y cabello rizado, voz neutra y la dulzura de las luces navideñas en la calle, presenta música para mojarnos de esa sensación de aislamiento habitacional que aparece con el ocaso.
In Other Words es, en especial, la canción que buscaba para ese momento en que el teléfono no suena y uno a veces quisiera estrangularlo, con su cordón tan enredado, y él siempre tan soberbio nos observa con su sonido vibrante y no hace mas que desesperarnos un sonido insensato de mariposas volando; luego de unas horas de locura, al igual que Kweller me pregunto ¿qué es hermoso? La respuesta suele ser molesta.
On My Way del albúm On My Way suena sarcásticamente deliciosa; sarcástica como la sal de los animales del bosque, deliciosa como la leche tibia antes de dormir y en la mezcla de estos dos conceptos uno se da cuenta que tal vez la interpretación de cada nota es sujetiva, es decir, el inglés varía.
Family Tree incluida en el disco Sha Sha tiene esos “mbop mbop” que tanto nos gustan en las melodías, un “mbop mbop” ritmo que combina con cualquier superficie de sol a medio día, con árboles que agitan su melena al contacto con el viento y parecen cantar también; el mundo es curioso.
Pudiera ser que todo el caos auditivo que arrastramos sea consecuencia de las fechas y las masivas compras de masivos hoyos negros en el pecho con masivas esperas, masivos desencuentros masivamente encontrados. Por otro lado, la expectativa siempre causa un piano estrepitoso en el alma con acordes agudos, casi chillones ¿cómo escapar a tan dulce tortura?
Ben Kweller, en este caso, como en cualquier otro pudo haber sido cualquiera, fue el encargado de acompañar dos que tres días invernales (o con ‘f’) y si lo recomiendo es porque lo ha hecho bastante bien. En la escala de emociones encontradas nos mantiene zigzagueando entre un ‘maldita sea’ y el ‘Ok, me vale’.
Ya una vez empapados de toda esa maraña verdosa (por la navidad), quisiera atreverme a decir que estamos a salvo ¿no es hermoso lo que digo? Lo es cuando descubrimos que en realidad es nada; un par de razones para tener frío no son suficientes para tumbar las estrellas del boulevard y entonces nuestra silueta comienza a bailar de puntitas al ritmo del Sundress de Ben Kweller.

Citlaly Aguilar Sánchez

Sonido y visión

BILLY JOEL: UN EXTRAÑO E INOCENTE PIANISTA

De pequeño pero respondón boxeador a crítico musical y de ahí al estrellato como compositor e intérprete, el hombre del piano ha transitado del bar en el que nadie le hacía caso, al estadio repleto de fans rendidos a sus pies. Durante los sesenta, formó parte de las bandas The Echoes –que cambiaba de nombre según la temporada- , The Hassles y después del dúo Attila, junto a Jon Small.
Con todo y sus altibajos, tanto musicales como personales, y la poca atención de la crítica en comparación con sus ventas, William Martin Joel (09/05/49) es una figura digna de atención desde que inició su carrera solista hasta su intermitencia de los últimos quince años, acompañada por la sólida batería de Liberty De Vitto cobijada por el bajo de Doug Stegmeyer; por el puntual sax de Richie Cannata y la melódica guitarra de Russell Javors. Todos articulados gracias a la colmilluda producción de Phil Ramone.
Cold Spring Harbor (72) que al momento de su salida al mercado padeció de un error en la velocidad de grabación, por increíble que parezca. Aún así, el sencillo She´s Got A Way empezaba a denotar el indudable talento compositivo del chaparrito de Long Island y su cercana sensibilidad para capturar el agridulce sabor de la vida. Un pop que bebía de The Beatles y de las músicas negras –un poco de síncopa jazzeada, otro tanto de rockabilly y algo de R&B por no dejar- que se desgranaba a partir del piano y de logradas armonías que llegaban directo y sin escalas al gran público.
Con Piano Man (73) el reconocimiento crecía: la autobiográfica canción titular se convirtió en clásico instantáneo, muy utilizada para el cierre de reuniones ya al filo de la madrugada; Captain Jack iniciaba una serie de canciones críticas contra la guerra de Vietnam y You´re My Home continuaba con la tendencia a la balada familiar. Con este trabajo, Joel se colocaba en las orejas de buena parte del público que gustaba de las obras de músicos similares que despuntaban con fuerza como Elton John.
Streelife Serenade (74) fue un disco confirmatorio que anunciaba la mejor etapa del músico: Turnstiles (76) denotaba una mayor complejidad y versatilidad interpretativa, tal como se expresaba en Prelude/Angry Young Man, en la espléndida New York State Of Mind, en el futurismo épico de Miami 2017 (Seen the Lights Go Out On Broadway) y en Say Goodbye To Hollywood. Un puñado de canciones que elevaban el estatus creativo del cantante y lo colocaban en la mira del música pop, justo cuando iniciaba la explosión punk.
El éxito comercial llegaría con The Stranger (77), el álbum más conocido en el que parecía colgar los guantes en definitiva (literalmente) y sacar a relucir un romanticismo (Just the Way You Are, She´s Always a Woman to Me) no exento de cierta rebeldía, como se podía escuchar en Movin’ Out (Anthony’s Song) y en Only the Good Die Young. A media luz, Vienna y Scenes in a Italian Restaurant desarrollaban historias de encuentros y pérdidas.
Con esta atmósfera seguiría 52 Street (78), obra más orientada al jazz en la que no obstante, las canciones más sonadas, Big Shot y My Life, se enclavaban en un rockpop guiado por el melódico piano siempre envuelto en rítmica segura. De la calle apenas iluminada, nos vamos al reencuentro con el rock´n’roll de Glass Houses (80) y la predominancia del piano eléctrico en logradas composiciones como All for Leyna y Sometimes a Fantasy. A fin de cuentas y como le queramos llamar, seguirá siendo rock and roll para mí. Esta etapa cerraría con el disco en vivo Songs in the Attic (81).
La guerra de Vietnam (Goodnight Saigon), el desempleo (Allentown) y el estrés de la vida contemporánea (Pressure) fueron temáticas recuperadas en The Nylon Curtain (82), al que le seguiría el optimismo vocal de An Innocent Man (84), expresado en Uptown Girl, dedicada a su nueva esposa, The Longest Time y Tell Her About It, además de la declarativa pieza titular. Tras una compilación con uno que otro corte inédito, apareció con nueva alineación The Bridge (86), que incluyó la presencia de Ray Charles y Cindy Lauper, así como A Matter of Trust, única canción que logró trascender.
Después de un fallido trabajo en vivo grabado en Leningrado, se configuró Storm Front (89) con la historiográfica We Didn´t Start the Fire y la emotiva The Downeaster Alexa, álbum con el que se presentó en México con un memorable concierto en la época donde empezaban a lanzarse diversos artistas a nuestro País. River of Dreams (93) representó el último disco pop y fue hasta la llegada del nuevo milenio que grabó otro álbum en vivo y Fantasies & Delusions (01), orientado a la música clásica.
El más reciente registro discográfico es 12 Gardens Live (06) y recién apareció la noticia de que compuso una canción con motivo de la guerra de Irak, interpretada por un joven veinteañero. Billy Joel regresó a nuestro País para regalarnos un concierto que justo inició con el maratón más famoso de la temporada: el Guadalupe-Reyes. Una oportunidad para disfrutar de la música de una de las presencias pop que nos ha acompañado en parte del soundtrack de nuestras vidas.

Nos escuchamos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Mariposas al vuelo


Las nubes viajan rápido sobre esta ciudad,
los cerros, la gris proa de la mañana.

No tienen alas: sirven de eco para el ala.

En su vuelo hay locura sin límite de formas.
Nube y rizo de agua. Ave en mutación permanente,
afirmación juguetona del azul.

Envidiamos la finitud ambigua que posee la nube.
Su tocar al mundo en húmedo silencio.

La otra posibilidad la da un parpadeo: la nube es fija, nuestros pies son los que vuelan.
Las mariposas ejercen un imán sobre las flores,
la lluvia mama del suelo: anhelo de volver a lo nuboso.

Hay días que el cuerpo es un candado
y la mirada busca llaves en el cielo.



Daniel Bencomo

Cuenteros y otras ociosidades

Llueve otra vez


El auto se detuvo, Joaquín y Dalia bajaron, él encendió un cigarrillo, se recargó en el cofre y decidió esperar bajo la lluvia antes de subir al apartamento. Ella sí lo hizo. Joaquín observó el movimiento preciso de sus caderas y por primera vez no pudo sentir la reacción más frecuente a sus diecinueve años. Dio la última aspirada al cigarrillo y lo tiró. La cabeza se le revolvió un poco, el mundo, pensó, seguía como si nada en el apartamento vacío allá arriba, donde Dalia seguramente lo esperaría desnuda, dispuesta a todo.
Usó las escaleras para subir al departamento. Una vez ahí, tuvo que hacer un esfuerzo para tomar las cosas con naturalidad: el televisor encendido en medio de la sala, la mujer que lo recibió, vestida, sin ninguna sorpresa, y el gato abrazado a sus piernas.
La oscuridad casi completa lo dejó inmóvil. Por un instante escuchó el rumor de los autos en la calle y las uñas del animal tratando de aferrarse a la tela del pantalón, hasta que sus ojos se acostumbraron, tiró la caja de cigarrillos en la mesa de centro y se tumbó en el sofá; ella encendió la luz y por primera vez se observaron con atención.
Joaquín, consciente de la humedad en los zapatos empapados por la lluvia, se los quitó; cerró los ojos y regresó, descalzo, sobre los sucesos del día, uno a uno, para encontrar las pistas de su propia tragedia. No halló ninguna. Por un momento soñó con la posibilidad de una vida mejor: hacer el amor entre siete y ocho, con Dalia, leer el diario a las nueve de la mañana, bañarse, vestirse y esperar el desayuno en una mesa escrupulosamente servida.
Cuando abrió los ojos, Dalia estaba sentada a su lado, diciéndole que fueran al cuarto. La siguió, ella le hablaba del sol, del calor tan fuerte que había hecho ese día y de lo terrible que era sudar en la ciudad y con la ropa encima. Hicieron el amor con cierto desgano, al final ella lo abrazó y se durmió de inmediato. Él tuvo miedo, miró a la mujer recostada sobre su pecho y por primera vez pensó en la posibilidad del abandono; con cinco años más que él, Dalia era todo lo que podía desear: un cuerpo perfecto. Volvió a acariciar sus senos, el vello perfectamente delineado de su vientre y estuvo imaginando todas las posibilidades para amarse hasta que se quedó dormido.
Soñó mariposas. Él estaba en su casa, y justamente a las tres y media, cuando el calor era más intenso, Dalia irrumpía en la recámara tapizada de insectos y lo encontraba en una especie de éxtasis, entregado por completo al acoso de las mariposas que transitaban sobre su cuerpo desnudo. Escandalizada ella lo echaba del cuarto y él tenía que salir dando tumbos, como si estuviera ebrio, y bajar rodando los diecinueve peldaños que lo separaban de la planta baja. Despertaba en la calle, tumbado en la acera, observando de frente un enorme edificio de cristal en el cual se exhibían varios hombres y mujeres entregados en una cópula perfecta.

Cuando volvió en sí, llovía de nuevo. La mujer no estaba en el cuarto. Joaquín se levantó, fue hasta la ventana y trepado en una silla atisbó la calle. La pared contenía una humedad pegajosa que se filtró a través de la ropa y lo hizo sentirse como un anfibio. Sin mucho esfuerzo logró percibir el ronroneo suave del gato confundido con el rumor de los autos en la avenida próxima. Eran las ocho y media.
Había ruidos en el baño. No hizo caso, esperó media hora hasta que escuchó abrirse la puerta y Dalia entró semidesnuda en el cuarto.
–¿Qué día es? – le preguntó.
–Jueves –respondió ella y volvió a admirar la belleza casi femenina de los pies de Joaquín.
–Parece viernes y está lloviendo otra vez –dijo él. Así no puedo salir.
Ella lo miró un segundo sin entender y empezó a desnudarse. Joaquín cerró los ojos y volvió a sentir los labios de la mujer, succionando.
–Soñé mariposas –le dijo.
Ella se detuvo un momento en la tarea y lo miró sin sorpresa. Observó su rostro surcado por la preocupación e intentó algo que no supo si era un gesto de amor o una súplica para que se callara. Lo imaginó en la sala, sumergido en las páginas de un diario atrasado, preocupado por la economía del país o por alguna catástrofe ocurrida en cualquier ciudad remota.
–Yo no sueño jamás –contestó.
Él apenas reparó en su mirada lánguida, en la respuesta cortante y ya no pudo seguir, dentro de su cuerpo se sucedieron pequeñas explosiones, miró a la mujer, que había vuelto a concentrarse en el acto de hacerlo suyo, y no quiso reconocer que la amaba. La imaginó con otro hombre, en el edificio del sueño; se atormentó varios minutos pensando en ella y en otros hombres, y en la soledad menos amarga a su lado.
–Parece viernes –murmuró. Y tuvo la sensación de que en su cuerpo se estaba asentando un sedimento de desastre.

Hicieron el amor toda la mañana, ahí en el cuarto, en el baño y en la sala, mientras el televisor mostraba un avance del noticiero y en la radio una mujer proporcionaba informes sobre el tráfico; entonces entendían, cada uno a su manera, que la ciudad era una cosa aparte, que el séptimo piso en el que se encontraban podía quedarse suspendido en el aire y de cualquier manera al otro día podrían despertarse y hacer el amor y preparar de igual forma todos los rituales cotidianos y tomar sus traumas, y echárselos en cara y darse en la madre juntos o separados según fuera el caso, pero que importaba eso entonces, si eran las diez de la mañana y el cuarto estaba lleno de ruidos y ellos intentaban hacer un amor más complicado pero no les salía y valía más la pena concentrarse en eso.

Terminaron al atardecer. Por la ventana se colaba una llovizna tenue y un rayo de sol. Estaban sentados en el sofá de la sala con el televisor encendido, un poco hasta la madre el uno del otro pero sin atreverse a decirlo.
– ¿Tú crees que llueva mañana?– dijo Joaquín y se quedó con la vista fija, por un momento tuvo la impresión de que flotaba en el ámbito de la sala buscando la respuesta de Dalia, ella simplemente no respondió y no lo iba a hacer, se había dado cuenta de que llevaba veinte minutos pensando en lo mismo y esta precisión cronométrica la hizo levantarse, ir al cuarto y desde allá escuchar la voz de Joaquín, confundida con el ruido de la lluvia y los carros abajo.
–No va a escampar nunca.
Ya no le respondió, se tiró en la cama y respiró hondo, dispuesta a sumergirse por completo en la aventura de un sueño feliz. Todavía tuvo tiempo de imaginarlo en la sala, frente al televisor, agobiado por la tristeza de saber que lo interesante estaba pasando en un canal, al que inevitablemente llegaría demasiado tarde.

Jesús Navarrete Lezama

Escaparate Gráfico 125

portada 124

Sonido y visión

BEOWULF: DE HÉROES Y OTROS DEMONIOS


La primera cuestión que viene a la mente tras empezar a ver la nueva aventura cinetecnológica de Robert Zemeckis, tras Expreso Polar (03), es ¿para qué? Es decir, no queda del todo claro, al menos desde el punto de vista de la estética visual, el sentido de digitalizar actores con avanzados procedimientos para mirarlos como parte de un sofisticado videojuego rico en texturas y ambientaciones, con el consabido componente de acción.
Si los efectos visuales sirven, o al menos eso creíamos, para crear situaciones o escenarios de otra manera imposibles de llevar a la pantalla, entonces qué caso tiene modificarlo todo para generar un despliegue sintético ante nuestras pupilas. Una de las finalidades, supongo, tiene que ver con reformular la experiencia 3-D para hacernos sentir dentro de las correrías del héroe enfrentándose a sus propias decisiones, más que a los monstruos y su progenitora, toda una especialista en el arte de la seducción (Angelina Jolie), como lo podrá corroborar el señor Pitt.
Inspirada en un antiguo poema épico inglés ambientado en los años 500’s (previamente adaptado por el poeta Seamus Heaney), actualizado –casi reformulado- por los especialistas Roger Avary (viejo colega de Tarantino) y Neil Gaiman (guionista de La princesa Mononoke y autor de Stardust), Beowulf (EU, 07) se inserta en las vertientes del cine digital, junto a 300, por citar un caso reciente, y del de las aventuras épicas, puesto al día por la trilogía de El Señor de los Anillos y toda su estela de influencia.
Con algunas salpicadas gore, que incluyen desmembramientos y violencia gráfica, y desnudos convenientemente presentados, la puesta en escena termina por atraer gracias a la exhaustiva producción informática, más que por el desarrollo argumental. Impresiona, desde luego, la recreación de secuencias tanto en el aire como bajo el agua y en espacios abiertos y cerrados, puntualmente iluminados y capturados a través de elaborados procesos en las salas de cómputo.
Un monstruo mocoso de oídos sensibles y maternalmente sumiso conocido como Grendel (Crispin Glover), gusta de interrumpir salvajemente cualquier celebración en la comarca danesa, lidereada por un rey en decadencia (Anthony Hopkins) soportado a regañadientes por la estoica reina (Robin Wright Penn) y por su conspicuo consejero de cabecera (John Malkovich). La llegada del guerrero que da título al film (Ray Winstone), apoyado por su fiel escudero (Brendan Gleeson) supondrá una esperanza de liberación cuando se enfrente al gigante sin piel y a un dragón, fruto de la ambición desmedida de quien ostenta el poder.
Irreprochable resulta el diseño de arte y la versatilidad de la cámara, así como la creación de escenarios y el uso del color; no obstante, por más que uno busque detrás de todo este derroche tecnológico, es difícil encontrar emoción genuina, más allá de admirar la construcción de las batallas. El tono épico, que debiera entenderse más desde el corazón que desde los músculos, acaba por diluirse y la propuesta visual termina por distraernos de los propios personajes y su profundidad: el héroe, a pesar de su potencial, queda más como personaje de historieta.
Aunque pareciera que la película se basa en la testosterona, son los personajes femeninos los que acaba por resultar más atractivos, desde la diabólica madre hasta la prudente reina, pasando por la joven amante en turno (Alison Lohman).Y ahí está, en sus diversas facetas, la manifestación del poder con algunas de sus aristas: de la posición política, del sexo, de la fuerza bruta, de la oscuridad, de la paternidad…
Una cinta, en síntesis, que funciona más como ejercicio tecnológico que como obra fílmica; más en la construcción visual que en la narrativa y mucho más como proyecto que como realidad. Un intento con más carne que alma, con más bits que neuronas, con más píxeles que sentimientos.


Fernando Cuevas
Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Revistero

CUARTOSCURO 87

Siempre (me gusta decir siempre), después de cierto tiempo volvemos a Cuarto Oscuro ¿es porque en los lugares con poca luz se develan misterios escrupulosos o es sólo la posibilidad de escondernos por un rato? Lo que sea, aquí vamos otra vez a meternos entre sus páginas, toqueteando sus paredes sin buscar un interruptor, como en un túnel, con la cabeza agachada y a paso lento.
En esta edición número 87, el Cuarto Oscuro nos envuelve en un ambiente fúnebre al presentar fotografías post-mortem donde increíblemente observamos (como gatos negros sentados en la barda de una esquina a media noche) que con el tiempo nos vamos poniendo cada vez más tiesos y con cara de serios.
Sí, creo que después de todo y cierto tiempo volvemos a la intensa lucha contra el tiempo, una batalla campal contra los estragos que causan los minutos en nuestra imagen y claro, desenvainamos nuestra cuadrada espada de flashes, la única capaz de mantenernos a salvo, en un espacio indefinido, suspendidos por ahí en la nada del mundo, con una mirada congelada hacia el ojo de un cíclope.
¿Y quien no ha deseado aunque sea una vez en su maravillosa vida en estar en esas condiciones de oscuridad en compañía de uno que otro ser vivo? Tal vez sea una ironía que en esta ocasión nos acompañen los muertos con todo y sus coronas o guardados en su ataúd con los ojos cerrados, y por otro lado la catástrofe en Tabasco inundado, con cuerpos de rescate en chalecos fosforescentes.
Pues bien, ahora que descansamos un poco de la palabra ‘tiempo’ y su incesante abismo de reloj (pienso que a veces vivimos dentro de un reloj como en una especie de vitrina y del que nos asomamos de vez en cuando como de una ventana) veamos (es lo que nos queda por hacer) con el ojo linterna que tenemos para un Cuarto Oscuro, veamos entre los negativos el color ámbar del recuerdo, veamos.
Señor se vale ver, ver y sólo ver, incluso con los ojos cerrados, con los dedos o a través de un vidrio transparente, un lente óptico que transforma el recuerdo en ilusión o la ilusión en una página y la página en una foto que a su vez se vuelve memoria y ésta última es el testigo de todo pero ante nada del tiempo (maldito tiempo que siempre hace llegar tarde a las citas puntuales) otra vez éste término, tiempo, para terminar y siempre volver al Cuarto Oscuro.

Citlaly Aguilar Sánchez

De dos a tres caídas

El tiempo pasa y no se puede olvidar.
El cine de Antonio Aguilar

Crecí, junto con la mayoría de los de mi generación, viendo las películas mexicanas que programaban en los canales de televisión abierta. Veía desfilar por la pantalla a las grandes luminarias del cine nacional. Películas pertenecientes a la llamada época de oro, hasta esas que fueron víctimas de la crisis de la industria
Recuerdo muy bien una secuencia, -en una de esas películas que veía- que mostraba una figura masculina a contraluz caminando por una antigua calle zacatecana mientras su sombra se proyectaba en el adoquín y las espuelas de sus botas iban dejando eco. ¿Cómo olvidarla? Tiempo después identifiqué con más facilidad a ese misterioso hombre y supe quien era, su origen y el título de la película que me mantenía pegado a la televisión, La muerte de un gallero.
A mi edad – en ese entonces- me fue difícil asimilar la importancia que tenía que el protagonista de aquella cinta, de nombre Antonio y apellido Aguilar, hubiera nacido en el mismo Estado que yo, que fuera de aquí, como se dice.
Ahora, ya pasado algún tiempo, comprendo la importancia que esto tenía.
Hablar de cada una de las películas en las que participó este importante personaje zacatecano sería una tarea bastante ardua y a la vez extensa - aproximadamente 128 películas- pero no hablar de varias de ellas sería como negarle a la historia del cine mexicano una de sus dimensiones.
La llegada de don Antonio Aguilar a la industria cinematográfica data de los inicios de la década de los cincuentas, cuando el cine resentía la aparición de su mayor rival, la televisión, y debido a eso tenía que optar por la utilización de nuevas técnicas y nuevas temáticas. Las locaciones de provincia fueron abandonadas para filmar solamente en la capital, el cine retrataba una ciudad en constante crecimiento así como un ascenso social y una mentalidad de modernidad.
La primera aparición de Antonio Aguilar en la pantalla grande, fue a lado de Meche Barba en las cintas Yo fui una callejera y La mujer desnuda donde se interpreta a sí mismo como el exitoso cantante Tony Aguilar, ambas películas de 1951. Aunque su popularidad se debía a su voz que se transmitía por radio, ésta creció cuando aparece en 1952 al lado de Pedro Infante y Marga López en Ahora soy rico y Un rincón cerca del cielo.
Y así a lo largo de esa década aparece en gran cantidad de películas, con un prestigio en ascenso, los papeles otorgados al hijo pródigo de Zacatecas eran más relevantes. Tan solo en 1952 aparece en seis filmes más, todos con una temática diferente y al lado de grandes personas de la actuación.
Cómo no recordarlo como el marido alegre y moderno en Mi adorada Clementina, como el profesor de Historia en Reventa de esclavas, como el macho peleonero y cantarín Manuel Santoyo en la cinta Pueblo quieto.
Pronto Antonio Aguilar se convirtió en el amo del llamado “cine de caballitos” o del “western a la mexicana”, cintas donde además combinaba sus habilidades histriónicas con el sonido de su voz, como en el Rayo justiciero y el Gavilán vengador de 1954.
Pronto los productores lo reclamaban para convertirlo en estelar o actor especial de varias películas. El había sorteado ya los obstáculos que como novato se le presentaban y estaba preparado para mejores empresas. Y quedó demostrado en el drama revolucionario Tierra de hombres donde alternó con un elenco de primera, entre ellos Domingo Soler, Joaquín Cordero y Julio Aldama.
Esta es también la década que quizá marca la línea que seguiría Antonio Aguilar a lo largo de su carrera cinematográfica. Aparecen en 1957 cintas donde encarna al sinaloense Heraclio Bernal, mejor conocido como el Rayo de Sinaloa, un bandido justiciero que antecedió al estallido de la Revolución mexicana. Recordemos la trilogía Aquí está Heraclio Bernal, La venganza de Heraclio Bernal y La rebelión de la sierra todas dirigidas por Roberto Gavaldón en las cuales los corridos ven nacer su triunfo en la voz del Charro Zacatecano.
Los éxitos continuaban, siguió La cucaracha, tal vez la cinta mexicana con el elenco más envidiable donde Aguilar personifica al carrancista Capitán Ventura compartiendo créditos con María Félix, Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Emilio Fernández e Ignacio López Tarso, bajo la dirección de Ismael Rodríguez y la fotografía de Gabriel Figueroa.
Después una breve participación en la película más censurada en la historia del cine mexicano La sombra del caudillo, que estuvo guardada por treinta años, donde encarna al Coronel Jáuregui.
La nueva década, los sesentas, fue testigo de una de las mejores películas que protagonizó Antonio Aguilar, Los hermanos del Hierro, (1961) donde aparece como Reinaldo del Hierro y busca junto con su hermano vengar la muerte de su padre, en un drama con tintes sicológicos admirables, donde reina la violencia y deja entrever la habilidad del actor quien logra dar a su personaje diferentes matices.
En ese miso año, ya con un alto prestigio como actor, aparece en la pantalla grande al lado de uno de los personajes más importantes que ha dado el cine mundial, el histrión japonés Toshiro Mifune en una de las mejores películas del cine mexicano, Animas Trujano, donde Aguilar hace el papel del mayordomo Tadeo y derrota a golpes a Animas (Mifune) y que incluso le gana el cariño de la mujer en disputa protagonizada por Flor Silvestre.
Al terminar el año, aparece la saga de los Argumedo, con Ahí vienen los Argumedo y Vuelven los Argumedo.
Es en estos años, cuando el cine mexicano pierde fuerza nuevamente casi hasta languidecer, la comedia ranchera se encontraba un marasmo casi incurable y la nueva temática parecía ser de nuevo la Revolución, que se puede decir que había empezado desde el 58 con la trilogía que nos mostraba a Armendáriz como Pancho Villa y a María Félix como la heroína de la revolución.
Le tocaba también a nuestro personaje imbuirse de ese nuevo espíritu revolucionario que llegaba al cine nacional. Lo vemos así pues en Caballo Prieto Azabache (la tumba de Villa) donde actuó al lado de su esposa y le sirvió para demostrar su amor también por los caballos y los personajes revolucionarios como el Centauro del Norte. Realizó en ese mismo lapso más cintas caracterizado como los héroes populares de la revolución como; Juan Colorado, Lucio Vázquez, Gabino Barrera, Valentín de la sierra, el Ojo de vidrio entre otros integrantes de la memoria colectiva, representantes de la justicia popular y de la justicia humana. Héroes a los que se les acreditó todo tipo de hazañas y que con las interpretaciones de Aguilar sus mitos crecieron cada vez más. Igualmente en estas cintas se podía ver las habilidades ecuestres de Antonio Aguilar, así como los paisajes zacatecanos que fueron una constante locación en las películas que protagonizaba el charro de México.
En las postrimerías de esta década, Antonio Aguilar vuelve a compartir escena con otro de los grandes del cine, Johon Wayne en la cinta Los invencibles ambientada en los años después de la Guerra Civil de Estados Unidos.
Llegó 1970 y con él una de las películas más ambiciosas del cine mexicano, Emiliano Zapata. Un esfuerzo de Aguilar por hacer del “Atila del sur” el personaje principal de una película mexicana y romper con la imagen de Marlon Brando en el papel del revolucionario. Antes de esta cinta, el caudillo no había sido más que una simple referencia en varias cintas, igualmente en otras se dejaba entrever una ideología zapatista pero ningún cineasta se había atrevido a tratar tal tema.
Se utilizaron 12 millones y dos meses y medio de rodaje. Estaba a cargo de la dirección el principiante Felipe Cazals y contó también con un buen elenco, Jaime Fernández, Mario Almada y el también zacatecano y magnífico actor José Carlos Ruiz, entre otros. La cinta duró dos meses en su sala de estreno y se pudo observar aquí a un Antonio Aguilar con un maquillaje un poco exagerado, con tez morena, cabello lacio y con una seriedad a la que no nos tenía acostumbrado en sus otras películas.
Además debutaba como productor y argumentista con la colaboración de Mario Hernández, quien después sería su director de cabecera, y Ricardo Garibay en los diálogos.
El resultado no fue lo que se esperaba, la cinta salió bastante lastimada del tribunal de la censura por órdenes del gobierno, dejando una obra malograda con la cual Antonio Aguilar no quedó contento al igual que el director Cazals. Un filme al que se le criticó las fallas de rigor histórico y que quedó convertido en una historia oficialista priísta, porque el guión fue extremadamente cercenado quitándole lo que no convenía para el gobierno. Y eso que a la llegada de Echeverría a la presidencia se habló de una “política de apertura democrática” donde la revisión histórica en el cine era una herramienta política necesaria.
En el 72 las locaciones vuelven a ser en su hacienda de San José Tayahua, con dos cintas coescritas por él mismo La yegua colorada donde criticaba el caciquismo de los años 40 y Valente Quintero otro héroe popular revolucionario.
Otro de sus grandes éxitos fue en 1973 con la película Peregrina, un biopick del ilustre gobernador socialista yucateco Felipe Carrillo Puerto, ambientada en los años 20.
Volvía después a personificarse como el otro gran icono de la revolución mexicana, Pancho Villa en La muerte de Pancho Villa donde nuevamente se aprecian lugares zacatecanos como Vetagrande, Tacoaleche, Guadalupe y la capital. Es una trama basada en flasback que muestran las hazañas revolucionarias del Centauro del Norte, que aparece benévolo, llorón y pasivo en su casa de Canutillo y de Parral, hasta el día de su asesinato.
Como actor versátil, Aguilar interpretó a lo largo de los siguientes años películas con temas campiranos incluso trabajando al lado de su esposa y sus dos hijos como fue en Benjamín Argumedo (el rebelde), Volver, volver, volver, El rey y El moro de cumpas solo por mencionar algunas que fueron inspiradas en exitosas canciones.
Ya con más de un centenar de películas, siguió participando en distintas cintas donde mostraba sus dotes de cantante y actor, ya fueran comedias rancheras, revolucionarias y además trabajando en sus nuevas facetas, ya fuera como productor o argumentista.
La década de los ochenta veía como el cine mexicano se deterioraba cada vez más, pasando por las películas de cabaret y arrabal hasta los llamados narcofilms. Con una participación menor en estos años, Antonio Aguilar financió otro tipo de producciones de crítica social, sin embargo lo vemos trabajar en películas como Lamberto Quintero y El hijo de Lamberto Quintero donde alterna con su hijo Pepe Aguilar.
Sin embargo en 1988 regresa a otra película de corte histórica espectacular retomando al caudillo del sur Emiliano Zapata en Zapata en Chinameca también con un elenco estelar: José Carlos Ruiz, María Rojo, Blanca Guerra, Salvador Sánchez y Ernesto Gómez Cruz entre otros. Donde Antonio Aguilar volvía a encarnar en Emiliano. Tal vez su héroe revolucionario predilecto.
Zapata en Chinameca fue dirigida por Mario Hernández quien había participado en el guión de la de 1970. Y recreaba las escenas que fueron censuradas a la dirigida por Cazals. Ésta estaba inspirada en la novela “La muerte de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes. La cinta abordaba el tema de la muerte de los ideales de la Revolución y el triunfo de los traidores. Y giraba en torno a la historia de un general falaz y apóstata al ideal de “tierra y libertad”, que se convierte después en terrateniente dedicado a ocultar títulos de propiedad hasta convertirse en un ambicioso cacique.
La cinta presenta un doble discurso histórico, el explícito: aquel que nos habla de la Revolución y la vida de Zapata; y el implícito, aquel que trata acerca de la muerte de los ideales de la revolución, reflejando la mentalidad de la sociedad en que ha sido elaborada la cinta. Recordemos que es 1988 y el país sufre cambios trascendentales en cuestiones políticas. Zapata en Chinameca manifiesta, en palabras del propio actor y cantante, “la realidad de la política mexicana”.
Extrañamente poco se ha hablado de esta cinta, que ha quedado un tanto escondida bajo el cine de deterioro que se realizó a finales de esa década. Después de está vinieron sólo cuatro filmes más, para terminar en 1992 con La sangre de un valiente, última en su carrera cinematográfica.
Una ocasión mencionó “el cine no me importaba mucho, me interesaba más cantar”, imagínense ¿cómo hubiera sido si le hubiera importado?
Sus películas son importantes para la historia del cine mexicano porque fue uno de los actores que más personajes históricos y populares encarnizó en las pantallas del cine nacional. Interpretó a las dos principales figuras de la Revolución, ambos asesinados en una trampa, aunque se identificó más con Zapata.
Tal vez Antonio Aguilar nunca se imaginó interpretar al revolucionario sureño, que justamente murió sólo un mes antes de que el intérprete naciera, en el año 1919. Tal vez nunca pensó que él, al igual que el verdadero Emiliano sería un dolor de cabeza para el poder, uno por su guerra, otro por su cine. Aún así siguió en pie, soportando la censura y plasmando en la pantalla sus ideales de hombre justo, amable y sencillo.
Es, indudablemente un pilar grande de la industria cinematográfica mexicana, principalmente de ese que deja entrever el folclor y además gran difusor de su tierra natal, de su Estado.
Tuvo la fortuna de alternar con otras luminarias del cine, de filmar bajo el mando de grandes directores y ser captado por grandes fotógrafos, pero sin duda la fortuna más grande y más bella que tuvo, fue que toda su vida estuvo al lado de la que muchas veces fue su amor en la pantalla, haciendo de la vida cotidiana un romance cinematográfico inigualable.
Hoy la historia del cine mexicano le rinde tributo, hoy la historia adquiere voz y con las mismas palabras que el cantó le dice “el tiempo pasa y no te puedo olvidar”.

Alejandro Ortega Neri
Más que a la soledad y a la penumbra, le temo a las ratas que rondan por ahí mientras te espero…

Lado B

Las guerras de los periodistas

Alguna vez escuché las historias terribles que contara algún periodista de guerra a otro de oficina. En ellas narraba las difíciles situaciones ocurridas en distintos escenarios y con distintos personajes.
Aunque ya lo dijo insistentemente Pérez-Reverte: siempre es la misma guerra, los mismos muertos, la misma sangre y el mismo olor.
Desde entonces se hacía sentir la inquietud de querer ser así. No la guerra al rojo vivo, ni las balas, ni la sangre, sino la impresión de haber pasado por ello sin rasguño aparente.
Porque evidentemente se pertenece a otro nivel cuando se participa –y sobrevive- en esas situaciones sin ser el que las propicia o las acepta.
Quien las vive desde adentro y a la vez tiene que mirarlas de lejos para hacer el recuento de los daños.
Todos los periodistas tienen alguna experiencia en territorio comanche. Ese que el periodista de guerra de más de 20 años describiera como el lugar donde no ves los fusiles, pero los fusiles sí te ven a ti.
Insisto, no habrá necesitad de sufrir las heridas carnales y salir vivo para contar la estancia en la guerra tal o cual, o bien, que otro lo cuente por ti cuando justo los fusiles decidieron que tú eras el blanco.
No seré tan osada para comparar una batalla de guerra real –de armas, sangre y muertos- con la que se vive diariamente correteando a funcionarios para cumplir con las notas del día.
No compararía las experiencias del corresponsal de guerra en
Chipre, Líbano, Eritrea, el Sahara, las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Mozambique, Angola, el Golfo Pérsico, Croacia, Bosnia y otros terribles instantes como esos, con la cobertura de eventos y entrevistas a personalidades políticas desde la comodidad de un sillón en las frías salas de las oficinas gubernamentales .
Sin embargo, minimizando la profunda conclusión de ese autor español, quien en varias de sus obras plasma su desesperanzada reflexión, ya que la guerra no es en tal o cual lugar, ni de estos contra aquellos. Sino ese mural donde convergen soldados troyanos con cualquier otro soldado del siglo XX, donde siempre hay por lo menos una mujer violada y algunas criaturas abandonadas que cargan en sus ojos una larga recriminación sin palabras al mundo de los adultos.
No, yo hablo de las peripecias -quizás infantiles- para cumplir con la orden en la víspera del periodo vacacional, donde las fuentes descansan de sus actividades ordinarias dejando a los reporteros sin información para la emisión del día.
Cuando los personajes que normalmente darían notas flojas se vuelven tu tabla de salvación y los noticieros trasmiten historias de los más vulnerables no precisamente por sensibilidad.
Esas son las “mañas” del oficio dirían los que saben.
Si en la guerra alguien quiere moverse y trabajar, no tiene más remedio que relacionarse con traficantes y gentuza.
Seguiré insistiendo en la lejanía de la comparación pero igual que allá, donde a través de distintos trueques el periodista accede a la ubicación perfecta para la mejor toma, aquí se necesitan las relaciones amistosas para obtener en pocos minutos la información que a los otros les tomaría todo el día en un prolongado evento.
Porque la rapidez juega un papel sumamente importante en este medio. Quien saque la información antes, marcará la pauta de la competencia. Pues aunque se haya estado en el mismo lugar y a la misma hora, siempre irá un paso adelante quien cruce primero la meta de la publicación.
Basta que alguien saque la nota antes para que todo un día de trabajo se convierta en información vieja.
Aquí –también- hay poco espacio para quienes se detienen en “nimiedades “ como tomarse las cosas muy a pecho, esa edad en que un periodista cree en buenos y malos . Habrá que aprender a navegar de una situación a otra y de un informante a otros sin encariñarse demasiado con las causas.
Un día darás noticia que le causará orgullo y otro le regalarás vergüenza y enojo.
Con todo, ya lo dijo el escritor español, el dilema del territorio comanche es que demasiado lejos no consigues la imagen y demasiado cerca no te queda salud para contarlo.
No agrego su conclusión porque los considere mártires de la objetividad y la información.
Algunos efectivamente perdieron y otros más perderán la vida en alguna guerra. Otros serán víctimas de ofensivas menos declaradas pero igual de contundentes. Mientras, nosotros seguiremos sufriendo por concluir la batalla de cada día lo más temprano posible.


Arazú Tinajero
Alguna vez quiso ser periodista y todavía tiene el sueño de serlo

Escaparate Gráfico 124

Portada 123

Sonido y visión

BJÖRK: DE LA DUENDECILLA ISLANDESA A LA HECHICERA EN LLAMAS


De las gélidas tierras de Islandia, una voz angustiosamente aniñada ha hecho eco en todos los rincones del mundo. Incorporando una perturbadora sensibilidad expresada en letras plagadas de emociones y una instrumentación en la que conviven sonidos de cuerdas con arpas y cajas de ritmos que saturan los amplificadores, Björk Gudmundsdóttir forma parte de la diversificada vanguardia que caracteriza al mundo del rock, ya no reducido al interior de las fronteras anglosajonas.
Su primer registro musical se grabó en un álbum homónimo aparecido en 1977, prácticamente desconocido por acá al igual que Gling-Gló (90), producido junto al trío Gudmundar Ingólfssonar. Dos años antes, se había integrado a una banda con nombre de utensilio de cafetería de antaño, The Sugarcubes, con quienes grabó el estupendo Life´s To Good (88), Here Today, Tomorrow Next Week (89) y Stick Around for Joy (92).
La chaparrita con rasgos orientales se aventuró ya como solista a firmar Debut (93), obra llena de ambientaciones house que contó con el invaluable apoyo en la producción de Nelle Hooper. Este trabajo, uno de los mejores de la década, le significó a Björk posicionarse en el universo como una extraña estrella a la que había que admirar, más que entender. Su inclinación hacia el jazz y la cultura de los clubes nocturnos dieron como resultado canciones como que nos impulsaban a la pista de baile, donde ya no sabíamos bien a bien qué hacer, por las intrincadas estructuras rítmicas y esa particular voz que, cuando menos, nos desconcertaba. Etéreas e intensas a la vez, sus composiciones nos colocaban en un cierto estado de indefensión.
Dos años más tarde, aparecería Post (95), trabajo de clara continuación con lo realizado anteriormente. Con la participación nuevamente de Nelle Hooper y la inclusión de gente como Talvin Singh y el oscuro triphopero Tricky, el álbum se enclavó en la escena tecno inglesa dándose tiempo para coquetear con el musical. Doce composiciones repletas de sonidos y letras evocativas que la confirmaban como una de las propuestas más novedosas de mediados de los noventa.
Para confirmar su gusto por la música que invade los clubes nocturnos, se grabó Telegram (1996), obra que jugó con las voces y mezclas de trabajos previamente editados. Homogenic (97) contó con el apoyo del famoso artista Howie B. y del carioca Eumir Deodato, jazzista convertido en DJ. Se mantienen las cuerdas y la construcción armónica soporta una tan convincente como sufrida vocal. Sonidos sucios y canciones grabadas, en apariencia, bajo el agua, denotan cierta búsqueda sin abandonar el estilo.
A punto de terminar el siglo, Lars Von Trier, le solicitó que compusiera la música para la película de su nuevo filme. El resultado fue Selmasongs (2000) y la incursión de la cantante como actriz en Dancer in the Dark, interpretando a una mujer de extrema ingenuidad, que le mereció la Palma de Oro en el Festival de Cannes: “Cuando empecé a actuar la pasé muy mal. Era como saltar de un acantilado sin saber si vas a sobrevivir...yo tardé dos años en convertirme en Selma y un año más en volver a ser yo misma... cuando escribía la música pensaba que eran las canciones de Selma... me pondría a cantar y a golpear este vaso y el de más allá, y empezaríamos a saltar arriba y abajo... yo le hubiera puesto sólo un octeto de cuerda como en Homogenic, pero a Selma le gustan las cosas más acarameladas. Se merecía la orquesta y la consiguió.” (En entrevista para Rockdelux).

Y LA VANGUARDIA CONTINÚA EN MEDIO DE ATARDECERES
Una vez despojada de Selma, la cantante regresó con Vespertine (2001), en el que se apreciaba una cierta introspección, alejada del calor de la pista de baile pero instalada en el fuego de la tensa calma. Una tarde de sol intermitente, observando un lago poblado de cisnes tranquilamente nerviosos y las canciones dejándose escuchar una y otra vez para redescubrirlas y reinventarlas así, en la soledad de los atardeceres.
Los caminos del pop alternativo salpicado de creatividad electrónica, parecían suficientemente recorridos. De ahí que apareciera Medúlla (04), intrincado recorrido por vocalizaciones de diversa expresividad que va del rito casi tribal a los coros monásticos, pasando por tonos suplicantes, silbidos y hasta trombones humanos. Entre la jungla de voces, se alzan los vericuetos sonoros de la artista, apoyados por pinceladas de beats que terminan por crear un hábitat plagado de estados de ánimo variopintos.
Este nuevo camino alejado del excéntrico estrellato pop, se robusteció con la música que Björk compuso para Drawning Restraint 9 (05), espectáculo multimedia perpetrado por Matthew Barney, y se confirmó con la aparición de Volta (07), álbum mundializado que nos lleva, cual viajeros experimentales y experimentados, por diversos ecosistemas sonoros de latitudes contrastantes: su tierra natal, Estados Unidos con la participación de Timbaland; Bélgica, Inglaterra y Malta; Jamaica y Malí; Túnez y las islas Canarias.
Inocencia primigenia y esperanza firme; declaraciones de independencia buscando la construcción de ciudadanía alrededor del mundo y hasta ecos tarkovskianos, resignificados a través de rítmicas electrónicas poderosas o instrumentos tradicionales de aquí y de allá: un álbum que nos lleva por un periplo incierto, organizado desde las entrañas y a partir de una completa libertad expresiva.
Björk se presentó este sábado en Zapotlanejo, Jalisco, en Barranca de Huetitán dentro de la zona El aguacate; su primera visita a nuestro País se enmarca en la celebración del Festival Sonifilia. Inmejorable oportunidad para ver a esta pequeña duendecilla, cisne melancólico, reina extraterrestre y hechicera de estambre, en un espacio tan abierto como sus expectativas artísticas.


Fernando Cuevas
Nos escuchamos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Stella

LAS RAYAS BLANCAS



Cuando algo sale medianamente mal pero amerita unas cuantas lagrimitas en la manga de la blusa, pocas cosas pueden funcionar para contenerlo: unos kleenex, un lápiz labial, la ventana abierta… mmm… tal vez unos chocolates viendo películas en la cama y ¿eso es todo? ¡Genial! Tan fácil como eso para sentirse de nuevo en casa, con los audífonos encendidos, el regreso a la vida común puede ser más divertido con rayas blancas en los oídos.
Get Behind Me Satan es un disco básicamente redondo con un lindo agujero circular en el centro de donde se rumora emanan notas musicales estruendosas capaces de sacudir cualquier corazón desbaratado. La batería es como un reloj despertador de campanilla que se estrella contra la pared y en realidad no nos despierta porque no hemos dormido, es como medio día.
The White Stripes o Jack White con Meg White o el dueto locochón o yo quiero tener un hermano así para formar una banda así pero con colores diferentes bla bla bla es igual, es igual su sonido desde siempre inconfundible, irreverente como cerveza y leche en un mismo vaso de agua.
Qué color tan extraño para salir de un momento no tan bueno- no tan malo. El blanco, la suma de los matices luminosos, con aspecto de nada al lado del rojo lo es todo. Blanco y rojo, como espuma y sangre o leche con sangre o nubes ensangrentadas o pan con catsup con sangre o la calma y la violencia mezcladas en un licuado sangriento; es decir, Jack, por una parte es el lado agresivo de las rayas y Meg la dulzura aparente.
Hagamos un entretenido paseo por las rayas blancas a través de sus canciones, deteniéndonos con especial atención en Blue Orchad (nótese que el azul es como de pájaro pero en una flor), My Doorbell que dura cuatro minutos once segundos, The Denial Twist cuyo video fue dirigido por Michel Gondry y Red Rain (lluvia roja quizá de sangre) que es una melodía de viaje por su cadencioso olor a árboles de carretera mojados.
Para los amantes de quitarse el dolor a la fuerza y sin dramas, The White Stripes es la opción, es energía sangrienta que levanta de cualquier tristeza barata (para las tristezas caras aún estoy buscando disco, aunque tal vez The Strokes ayuden un poco) y nos hace regresar a donde pertenecemos: una habitación cuadrada donde seguro encontramos kleenex, lápiz labial, ventanas abiertas… mmm… al final todo se repite.

Citlaly Aguilar Sánchez

Artes extremos y otros excesos


Los melómanos I


Los melómanos son como niños en la obscuridad, presas del miedo se tranquiliza canturreando. Habitan la burbuja de dicha canción. Y esa cancioncilla esboza un centro estable en el seno del caos, y el caos puede ser todo, desde su vida hasta su mujer, hijos y trabajo. A través de la música, saltan del caos a un principio de orden sin abandonar del todo el universo caótico, jamás dejan de correr el riesgo de desquiciarse o evadir el mundo. La sonoridad musical es su hilo de Ariadna, su canto de Orfeo. Para ellos, la música (la buena música sería un pleonasmo en realidad) encarna el acto más íntimo de estar en casa, sin embargo la casa no preexiste, sino que el sonido se tiene que transformar en arte y el arte tiene que organizar un espacio y trazar un hogar. Un melómano pregunta a otro: no tenemos maderas ni tabiques, tampoco somos carpinteros ni albañiles. Y el otro responde: tenemos un sonsonete y un clavecín bien temperado de alubias. No hay música preestablecida. Saben que en la música, Ítaca sólo existe como el caminar hacia Ítaca.
Su primer mandamiento es detestar el ruido ante todas las cosas y amar la música como a Dios mismo; corrijo: la música es su divinidad en pleno acto de presencia.
Creen que la música alberga fuerzas cósmicas. Escuchan cómo en ella se insertan o brotan líneas con bucles, velocidades, movimientos, gestos y sonoridades diferentes. Los melómanos saben que somos los demás, los otros, quienes nos hacemos la ilusión de que el flautista de Hamelin engaño a los niños. Pero ¿acaso no fueron los niños, con su perversa y secreta inocencia a prueba de toda sospecha, quienes sedujeron mortalmente al flautista?
Más que amor, la música es su obsesión trágica por hacer del acto de escuchar una forma de arte. Su hipersensibilidad raya en la locura, son capaces de atisbar el menor error, la más mínima errata interpretativa. En lugar de asistir a conciertos, son buitres que asisten a un banquete. Por lo mismo la mayoría de veces no disfrutan lo obvio, lo elemental, lo que todos escuchamos. Su placer, si es que realmente se pudiera hablar de ello, no consiste en escuchar música, sino en oír a través de la música lo inaudible.
Viven atormentados por la música mediocre, ruido o pseudomúsica que escuchan los demás. Algunas noches han soñado con el nirvana, el cual tiene, por supuesto, una forma musical; es –literalmente– un concierto de ángeles. Sin ser una cofradía (por lo general son personas solitarias), donde quiera que se vean se reconocen de inmediato, sin importar su idioma, religión o lengua, porque a fin de cuentas su creencia es una sola: la música como leguaje celeste. Cuando Cioran sugiere que la música, y no la filosofía, deja entrever lo absoluto; no habla el filósofo sino el melómano irredento.
Para ellos, la música hace que el infierno de la vida sea más llevadero, y también que los pocos instantes significativos, que hay en está vida, se entrelacen con el paraíso y puedan ser rememorados desde su huella vital; en la música algo del alma viviente de las cosas se pone en libre relación con nosotros.
Los melómanos son una constelación de sectas que en cualquier hora y lugar del mundo pueden establecer largas charlas e intercambios de tesoros inestimables y luego perderse otra vez en el anonimato y soledad esenciales. Han hecho de la música el único acicate para seguir viviendo. Y tienen como lema el imperativo nietzscheano: sin música la vida sería un error.

Sigifredo Esquivel Marín

Mariposas al vuelo



Poema a una mujer que corre sobre la lluvia
Roberto Galaviz Avila
(Si dios viene, yo me largo)
*
Saludos a mi carnal Miguel,
¿cuál es el truco del gol?

Léase mientras se escucha: Vaquero galáctico/Porter

Te descubrí cuando llovía,
nadie más pudo darse cuenta
te involucrabas en un axioma de poesía adulterada,
y la lenta caída de las gotas sobre tus manos
anulaban cualquier posibilidad de encuentro,
no había cosa más evidente
en galaxias a la redonda,
yo lo vi.
nadie más pudo darse cuenta

/

Imagino que esas gotas
desde siempre fueron parte tuya,
tal vez en una de tus muchas infancias,
de algún improbable otoño
trazaste esta lluvia,
sin saber que a la distancia
era yo quien inventaba
la palabras que olvide cuando te vi

/

Te sonrojaba absurdamente
el recuerdo de ti misma
devolviéndote al centro del caos
sí, eso que tú llamas despedida
y yo me obstino
en nombrar encuentro,
pero no discuto,
no difiero
de ningún orden
no mientras tú lo insinúes,
con tus pasos, entre las pequeñas olas
que sofocan cualquier entropía que nos busque


/

A los ojos de las inevitables nubes
pareces lenta,
yo creo que debiera interrumpirte
con un pretexto simple,
la advertencia de un amor imposible
,
las consecuencias de existir y
darme cuenta que el destino
te ha elegido antes que nadie
,
el destino acarició tus bordes cuando eran
solo una idea, un boceto de alguna playa
desorbitada e inédita

/

Quién sabe hasta dónde me lleguen tus pasos
mañana
,
mañana
que todo esto no sea más que el filamento
de un recuerdo,
empañado por el vapor
de los puertos

/

Una mujer corre sobre la lluvia
me apresuro
a
callar:
detente.


Colaboración



Smallville
La Superdemanda del Padre

La nueva temporada de Smallvilleha comenzado, pero mas que dejarnos llevar por los ojos de Tom Welling o por la histriónica-melosa actuación de Kristin Kreug, la historia de este superhéroe da para analizar mas que un simplón romance entre sus protagonistas.
Bien, pues la historia todos la sabemos, el pequeño Kal-El es enviado por sus padres desde el planeta Krypton a la tierra, de tal modo que este niño llamado mundanamente Clark es adoptado por la familia Kent, sin embargo para este niño su historia se comienza a dividir, es decir, tiene un padre “celestial” Jor-El del que poco sabrá a lo largo de su vida y por otro lado unos padres terrenales, quienes lo van educando de manera que le recomiendan esconder sus poderes ante los demás, de esta forma Clark va descubriendo que él no es normal, que no es humano que fue mandado de otro planeta con una lluvia de meteoritos que azotó a Smallville, de tal modo que esta situación le ubica a Clark en una historia donde él es culpable de los males del pueblo, y la única manera que se plantea para sacarse dicha culpa, será salvando a todos. Es evidente que el muchacho Kent sufrirá con su imposible encomienda, ya que a pesar de su gran esfuerzo, siempre tendrá alguna falla, situación que a su vez lo hará sentir mas culpable. Por otro lado, aunque su padre terrenal Jonathan le intenta quitar culpa, no puede aliviarlo del todo, pues sabe que hay un padre mayor a quien debe satisfacer, pero ¿cómo saber sus deseos, si ni lo conoce? El padre de Kal-El, Jor-El, se “presenta” esporádicamente, incluso alguna vez a través del cuerpo de Jonathan, tenemos pues aquí dos padres, (como si no fuera suficiente uno) ambos se sacrificarán y lucharán por su ideal, por su superhombre, por su hijo.
Esto aunque parezca una mera ficción kryptoniana, no lo es, pues todo sujeto terrenal tiene que vérselas con la resolución de este tipo de padres, uno que es el que generalmente vimos físicamente que es el representante de la ley que obedecemos, y uno mas que es el que no se puede ver, uno que se trasmite de generación en generación, un Jor-El que dictó las leyes al representante del padre terrenal, un padre que no está físicamente pero que sin embargo gracias a él llegamos a ser lo que somos. De tal modo que la resolución del padre terrenal, Jonathan, y el “celestial” Jor-El, no es un asunto que competa solamente a la historia de un superhombre, sino que el sujeto se las tiene que ver con la resolución de estos dos padres, con aquel representante que le impuso las leyes en casa, y con uno que no está presente pero que ha sido quien ha puesto, en quien sabe que momento, la primera piedra de la estructura de nuestro ser.
La problemática de Superman no es muy diferente a la de cualquier sujeto, cumplir la demanda impuesta por la ley del Padre, al tiempo en que debate con el deseo propio; cada quien, dada su historia personal, debe encontrar la manera en que la superdemanda del Ideal se convierta al final de cuentas en un deseo subjetivado, es decir hacer propio el deseo que el representante de la autoridad incrusta en el sujeto. Clark no ha encontrado tal resolución a lo largo de seis temporadas, cuando parece cumplir su deseo (léase Lana) debe retroceder para cumplir la misteriosa demanda que Jor-El le consigna a través de Jonathan; ya veremos en esta séptima temporada de que forma atraviesa la zona fantasma en la que El Padre lo ha cautivado.

Antonio Chávez Toro
Licenciado en Estudios Psicoanalíticos
chaveztoro77@yahoo.com.mx

Escaparate Gráfico 123

Portada 121

Mariposas al vuelo

DESPERTAR.

Llega al bar con un llanto reciente, en el trayecto ha jurado arrancarse aquel amor de una buena vez. Sabe que en ese lugar se encontrará con él, no hace mas que mirar la entrada. El principio de la noche es aburrido pero una vez librado el protocolo, la cosa cambia. Se mojan los labios en cerveza, se consume el alma en una bocanada de tabaco, se canta a corazón abierto Un puño de tierra…Y justo cuando él llega pretende no mirarlo, se pierde entre las voces, hasta que la marea de rostros los coloca de espaldas.

ELLA: ¿Me quieres? Le dice al oído.

EL: Sí.

ELLA: Yo también te quiero, pero a veces no se que hacer.

EL: Tenemos que hablar.

ELLA: ¿Qué harás después?

EL: Esperarte.

Y la noche continúa, los recatados se confiesan, lloran, abrazan a la primera oportunidad, dan un salto histriónico y bailan cantando, los que son desenvueltos agotaron ya su conversación, no hacen más que observar y beber aburridos, no falta el soliloquio de arte o de fútbol, como tampoco una amante con deseos de que la fiesta acabe.

Esa noche hicieron el amor con la luz prendida y se contemplaron con el rabillo del ojo, por temor a enfrentar la mirada seca, que más allá de toda voluntad interroga. Después él le dijo que tenía hambre, le preparó un sándwich de queso, programó el despertador y durmieron con el hábito de soñar siempre juntos aunque no fuera así. Ella se sentía tan bien que no admitía más que prolongar la madrugada indefinidamente, era uno de esos instantes que todo le parecía posible, incluso el amor.

Durmieron con el hábito de soñar siempre juntos, hasta que él le pidió que prendiera el boiler. Se fue justo cuando la alarma sonó y nunca volvió a llamar.

Lucia Bastia

Bitácora de un lector

[Jueves, julio 19 de 2007]

A pesar de que es la cuarta semana de estar en la ciudad, el cambio de horario y el ambiente veraniego le han impedido tener una estancia plena. El martes, por ejemplo, salió temprano del archivo. Abandonó el lugar antes de la hora que programó como el tiempo de trabajo posible [entre nueve am y siete pm]. En la libreta Jordi Labanda© escribió, como justificación del acto, que salió de allí porque necesitaba relajarse, y enfatizó con los siguientes enunciados: “¡Qué importa que me atrase en las lecturas –o en la información que debo reunir-¡, ¡necesitó descansar!”

Ese día también modificó su itinerario. Al llegar a la puerta principal de la Universidad Pontificia, no siguió en dirección al edificio Monterrey –para ir al departamento-. Lo que sí hizo, conscientemente, fue caminar rumbo a la Plaza Mayor. No anotó en la libreta, pero les contó a sus coinquilinos que ese día le apeteció ir por una cerveza de barril. Y casi llegó a la plaza; pues los anuncios de una librería lo detuvieron. No dudó para entrar al lugar, finalmente deseaba ‘hacer tiempo libre’. Sobre este hecho escribió en la libreta: “Revisé los anaqueles de narrativa –me detuve más en los libros de Alfaguara© [los libros están colocados por sello editorial]. No encontré novedades. Lo que está ahí también lo puedo encontrar en la Gandhi[1] y en Localia.”

Después de hojear un libro de Tobías Wolfe, revisó con más detenimiento la antología de Carmen Laforet. Si bien el precio [16 e. Algo así como doscientos cincuenta pesos] lo disuadió para adquirirlo, nada impidió que se sentara para leer el impreso. Para hacerlo con comodidad, ocupó un banco –de los que usan en las librerías para alcanzar los libros de los estantes altos-. Nadie le llamó la atención, así que leyó completos un par de relatos. El texto que más lo detuvo fue el de Fuga i

Yo soy la luna vieja de un pueblo de Castilla. Yo soy esa a quien ladran los perros, yo soy la que enciendo los corazones en las noches claras de julio...

No acostumbro a escribir las historias que provoco, pero ésta me ha hecho mucha gracia, y por eso te la cuento a ti, criatura, para que la escribas.

Una noche de lo más hondo de la primavera tuve un coloquio con una mujer, casi tan vieja como yo, que se pasaba la vida soñando...

-Mujer -le dije en un soplo caliente- ¿por qué has dejado pasar así tu vida?

-¿Quién me habla así? -me dijo.

-Yo, tu luna. ¿Creerás que no te he visto así, en esa ventana noches y noches? ¿Crees que no sé tu historia, mujer? Te conozco desde que empezaste a abrir los ojos de par en par a la vida y desde que la vida te fue ahogando todas las ilusiones. Te conozco, de llorar loca de rabia esta vida miserable que has vivido sólo para tus vecinas, te conozco de leer a escondidas los versos de tu padre, que se moría de hastío aquí... Te conozco, mujer, mejor que nadie, y sé que aquí no vives, te conozco porque una noche, hace muchos años quisiste, aquí a mi luz seguir a un hombre y nunca te llegaste a atrever […]

Al departamento [que en esa ciudad llaman piso], arribó antes que el reloj marcara las 10 pm. Esa noche no vio tv, pero se entretuvo en la computadora leyendo los emilios que le enviaron sus amigos desde Localia.

[Sábado, julio 21 de 2007]

Consciente de que la estancia de investigación concluirá pronto, destinas los siguientes dos fines de semana para concluir la lectura de los recortes de periódicos y revistas que reuniste desde tu arribo a la ciudad. El ritual de la lectura que harás esos días, es similar a los precedentes. Te levantas entre las 8 y 9 am. Limpias tu habitación y luego te aseas. Antes de las 10 am vas al puesto de periódicos, el que está frente a tu edificio. Los sábados compras el abc y El País. Los domingos incluyes El Mundo, las promociones de los diarios y alguna revista. El gasto no pasará de 12 e.

Previo a instalarte en la mesa de la estancia principal, prepararás Nescafé© y un par de bocadillos. En la mesa organizas los impresos. El orden es conforme querrás hacer la lectura. Primero El Mundo, abc y El País. Irás de la portada a la sección de cultura, no leerás la información económica ni la deportiva –salvo que una fotografía, de alguna de corrida de toros, atrape tu mirada-. Al concluir cada diario separas los textos de opinión, las columnas y las notas que persigues [la consolidación mediática de Sarkozy, Brown y del clan de Génova. No ignora la cobertura sobre las colecciones artísticas de don Plácido Arango, la exposición de Patinir y el debate político acerca de la asignatura escolar Educación para la ciudadanía].

Luego lees los suplementos Abcd y Babelia. Comienzas por la poesía y los textos literarios, sigues –ahí sí con detenimiento intensivo- con las reseñas bibliográficas y las entrevistas. Después, si queda tiempo matutino, revisas las páginas de arte y de teatro. Al concluir la lectura, efectúas el recorte de textos. Esa labor no siempre la haces con cuidado de sastre; pero sí, inmediatamente, pegas las notas impresas en la libreta que compraste especialmente para ello. Así serán los siguientes fines de semana.

Marco Flores.



[1] Para situar la historia de la recepción mundial y el comercio de esta librería capitalina, se recomienda hojear Mauricio Achar. Un librero de nuestro tiempo, Inés Rancé coord. México: Ed. Océano, 2005.

Mariposas al vuelo

Sabiéndote apenas nada

(Había algo dentro de un sobre amarillo, sobre una cama azul,

alguna vez que llovía)

Léase mientras se escucha: Mujer en la caja/Enjambre

Debería molestarme no conocer de ti

mas que tus mejores gestos

por la mañana

tu nombre sabido a tientas

por otros más,

leído por error en cualquiera

de tus

desdibujadas cicatrices,

pasos e historias conjugadas

que hipoxicamente

desconozco

/

debería preocuparme

la cruel promesa

de saberte apenas nada

/

deberían dolerme también

tus horas muertas

tus lágrimas recicladas

y

el perfume

que ya no usas

/

quizá debería beber

tu aliento

en reposo

y

detenerme a hablar con tu espalda

(quizá debería esperar a que esperes los mismo)

/

¿te agrada la posibilidad de dejar todo como esta?

¿conocerte por el sonido de las palabras

que no has dicho?

¿angustiarme por la terquedad de la noche que no

estuviste?

¿Crees necesario olvidar todo lo que no ha pasado?

/

antes que comience la lluvia de los días

cuéntame..,

debería dolerme saberlo

Roberto Galaviz Avila.

/esperando el impacto/

La llaga en el dedo

TIANGUIS DE AQUELLOS TIEMPOS, HOY


Un sector del grupo de los pochtecas, individuos especializados en el comercio, vendía e intercambiaba sus materiales y productos en el gran mercado de Tlatelolco. En aquel entonces el intercambio se hacía por trueque directo, ya fuera ofreciendo un producto por otro, cambiándolos por cacao, por oro en polvo -en canutos-, o por hachuelas de cobre y ciertos textiles, que funcionaban como una especie de moneda... Para mantener el control en el interior del mercado, los gobernantes del tianguis cuidaban que todos los puestos estuvieran perfectamente ordenados conforme a los productos que se intercambiaban. Por un lado estaban los vendedores de quienes ofrecían xoloizcuintles, o perros de los antiguos mexicanos, conejos, mapaches, armadillos, tejones y tortugas; mientras que otros vendían pájaros con plumajes de gran colorido; allí también podían obtenerse aves de rapiña, serpientes y carne de venado, siempre presente en los banquetes de la nobleza.
Esta modalidad del comercio de nuestros ancestros indígenas, no morirá, sino que se modificará y diversificará, a tal grado que ha sido inevitable que en los tianguis de los llamados mercados sobre ruedas, lleguen productos de contrabando, mercancía "pirata" y oferten incluso "gato por liebre" u objetos sustraidos de manera clandestina de espacios públicos. Así, durante la invasión a Irak y a plena luz del día, fueron saqueados museos, bibliotecas y no se diga colecciones privadas y comercios con ediciones incunables, ejemplares únicos procedentes acaso de la biblioteca de Alejandría - tan lejana en el tiempo pero tan cercana en la memoria- o, más cerca a nuestros ojos y destino, o de la llamada Tormenta del Desierto.
Cada pueblo tiene el destino que se merece, solía decir el más anciano de nuestro lugar de origen, cada ciudad posee los saqueadores que se procura y los libreros de antiguallas que procrea, los tianguis que prohija y los merolicos y mendigos que requiere. Así, el pasado mes de octubre celebramos la Octava Feria del Libro, prácticamente, con un solo expositor que acaparó la superficie de la Plaza de los Sacrificios y los allí presentes, también expositores, parecían satélites del Gran Promotor Permanente de la lectura y la literatura, a donde era traído y llevado en palanquín repartiendo bendiciones y descuentos del quince por ciento como una gracia concedida y concebida desde su trono. Con todo y beca otorgada por el tlatoani, diez mil pesos mensuales, equivalentes a menos de mil euros fortalecidos frente a la divisa verde y el "disparo" peligroso del precio del petróleo en vísperas del invierno.
Hasta el año pasado, en las ferias anteriores vimos desfilar libros clonados cuyo éxito se finca en la serie llevada a la pantalla grande, "Harry Potter", en lecturas de moda de novelas de corte histórico, "El nombre de la rosa"; y vimos volúmenes sustraídos de bibliotecas públicas de Chiapas y Oaxaca, curiosamente de las entidades más pobres y atrasadas del país, con una población indígena que se sigue muriendo de las eufemísticamente llamadas "enfermedades de la pobreza"; este año también, sólo que en menor medida. Vimos también estantes desolados, disfrazados de mercancía fantasma pues estaban tapizados con carteles, burócratas ociosos y burócratas que hacían como que hacían, que es lo más difícil del mundo y al mismo tiempo lo más fácil.
Nos enteramos que por la noche se improvisó un ciclo de cine de arte, con un cierre de primer mundo pues se programó la proyección de "Fanny y Alexander", del director recién fallecido Ingmar Bergman, cuyo talento sólo desciende a este mundo cada cinco siglos, si bien nos va, también director de teatro y con actrices de cabecera de la talla de Liv Ullman y actores como Max von Sydow. Pero a la Plaza de los Sacrificios sólo acuden campesinos que hace cien años esperan que les devuelvan lo que les arrebataron en EEUU, o despistados que buscan completar su pasaje para regresar a Comala o Macondo, a Santa María o a Placeres (en el estado de Chihuahua).
Así, sabemos que un día se celebrará el primer centenario de nuestra Feria de Libro de rancho con ediciones "piratas", Made in Taiwán, de Pedro Páramos, La Feria y Las hortensias, pero ya no estarán para atestiguarlo ni Juan Rulfo, ni Juan José Arreola ni Felisberto Hernández, pero seguirán las mismas autoridades concendiendo becas de diez mil pesos, cantidad inferior a cien euros, a promotores del libro y la lectura que andarán, andrajosos y todo, como La Llorona, gritando alos quince vientos "¡Ay, mi feria!", en todas las acepciones concebibles de la palabra sagrada.

Uriel Martínez

Sonido y visión


UTOPÍA Y NÉMESIS: BREVIARIO FÍLMICO

Si una utopía, más allá de su sentido etimológico (no-lugar), es lo que todavía no es, cabe preguntarse sobre el proceso, más que sobre el alcance del objetivo: ¿qué tiene que suceder, cuáles son las condiciones que debemos crear y de qué manera podemos transitar rumbo a ella? Y cuando se llega, la utopía ha muerto: por eso, estamos más en el terreno de la inspiración que de la concreción; más en el atisbo del horizonte que en la resolución cotidiana; más en la construcción colectiva que en el logro individual; más en la desmesura que en el cálculo racional.

La utopía es tan certera en el sueño como difusa en la realidad. Vale la pena cuestionar: ¿utopía para quién? ¿O podríamos hablar de antiutopías? A la religión primero, a la ciencia después y a la tecnología informática ahora, se les ha querido ver como las promesas para crear esa utopía de bienestar y felicidad para el género humano, resolviendo todos los problemas y dotando de sentido y significado a todos, jugando a desarrollar peligrosos estados de perfección que al final rara vez apuntan al Bien Común.

De Platón a Tomás Moro; de la Nueva Atlántida de Francis Bacon a La ciudad del sol de Tomasso Campanella; de la oscuridad de George Orwell al espíritu en la máquina koestleriano; de 1789 a 1848 y de 1968 al 2001, pasando por 1989, las utopías y sus contrapartes han recorrido el pensamiento de la cultura occidental. Como al cine nada le es ajeno, ha sido vehículo de expresión para retratar estos mundos imaginarios que, no obstante, nos interpelan en nuestro cotidiano. Sobre todo, son las antiutopías las que han poblado las pantallas con el peligroso sino del totalitarismo desbocado, a pesar de mantener el arquetipo del héroe como figura mítica.

En Intolerancia (Griffith, 16) se planteaba, desde la denuncia, la utopía de la convivencia armónica, que según ciertos cánones, sólo podía conseguirse a partir de la Revolución: los grandes cineastas soviéticos de los veintes lo plasmaron con la convicción de que sus películas estaban al servicio del movimiento de 1905, como el modélico caso de El acorazado Potemkin (Eisenstein, 25). Y en contexto más acotado pero igualmente transgresor, Cero en conducta (Vigo, 33) esparcía las plumas por los nuevos aires de libertad, para que años después se dificultara decirle Adiós a Lenin (Becker, 03), estar siempre regulando La vida de los otros (Henckel von Donnersmarck, 06) o asumir La caída (Hirschbiegel, 05) de la superioridad racial.

La utopía pacifista encontró en La gran ilusión (Renoir, 37) acaso su primera obra cumbre que ha servido de inspiración para incontables films de corte antibélico: guerras locales, regionales o mundiales –y hasta interplanetarias- de hoy, ayer y anteayer, siguen siendo motivo para mantener el mensaje de paz, no exento de maniqueísmo en muchas ocasiones y de perversas manipulaciones ideológicas que acaban resultando justo lo contrario: las contrautopías o el Apocalipsis ahora (Coppola, 79).

Mientras tanto, la utopía espacial, con todo y sus tintes metafísicos, viajaba a través de sus dos pilares: 2001: Odisea del espacio (Kubrick, 68) y Solaris (Tarkovski, 72). Las respuestas están más allá de la especie humana pero quizá en su propio origen, atrapadas en El planeta prohibido (Wilcox, 56); encerradas en El séptimo sello (Bergman, 57); difuminadas en Las alas del deseo (Wenders, 87); enraizadas en La fuente de la vida (Aronofsky, 06) o cercanas a cualquier Alerta solar (Boyle, 06).

Justo cuando pensábamos en la linealidad de la historia, en el progreso como lógica única, vendrían los desencantos. Para ejemplificarlo, qué mejor que recurrir a Denys Arcand para conversar sesudamente en La decadencia del imperio americano (86) y rememorar nostálgicamente en Las invasiones bárbaras (03). Antes, tanto beatniks y hippies (ejemplo reciente: El hombre oso, Herzog, 05) como el resto de los hijos de la contracultura (Zabriskie Point, Antonioni, 70) dibujaban en sus visiones ciertas posibilidades de un futuro divergente al impuesto por el status quo… ¿para convertirse en él o para continuar como Soñadores (Bertolucci, 03)?

La distopía experimental o, si la pensamos en términos fílmicos, se encuentra en Naranja mecánica (Kubrick, 71) retrato implacable de la hipocresía social que se desenvuelve por igual en Atrapado sin salida (Forman, 75) y en Brazil (Gilliam, 85), especie de síntesis en la que caben diversos totalitarismos, burocracias y modas de todos colores, a lo largo y ancho del siempre tramposo espectro político, funcionando de acuerdo a La historia oficial (Puenzo, 85) tendiente a eliminar los micro relatos.

Cerramos con la utopía creacionista: de Frankenstein a la Matrix (Wachowski Bros. 99), la creación se vuelve hacia el creador. El Gran Hermano como la antiutopía libertaria en aras del control, tipo Sentencia previa (Spielberg, 02) o Fahrenheit 451 (Truffaut, 66), al tiempo que la homogeneización y la ingeniería genética nos lleva a las últimas consecuencias como en Gattaca (Niccol, 97). Los absolutismos donde nunca vamos a caber todos, como resultado indeseable de la utopía.

¿Será que pronto viviremos en Días extraños (Bigelow, 95) y soñaremos con ovejas eléctricas, mientras recorremos circuitos de chips en busca de alguna aventura sensorial que nos recuerde la carnalidad de donde venimos? Un mundo feliz…

José Fernando Cuevas

Junio, 07