Soldadera 136, domingo 9 de marzo 2008

Atardecer

Antes de que oscurezca
mis manos tejerán flores
para el deseo prohibido
en las horas ámbar

Bajo los pétalos de muselina
encendida nacerá
el festín del tacto,
los dedos beberán
el rocío en la entrepierna
y reposarán en las caderas
de la jauja y el dispendio

En el pecho anidarán
los besos alados
que envidiarán las flores
golosas del ocaso

En los muslos danzarán
las manos tejedoras.
La caricia húmeda hendirá
secretos oscuros

El baile de las lenguas
desbocará a los protagonistas
de la historia,
ella alcanzará la cima,
él aguardara su venida,
juntos beberán la ambrosía
del día que termina.


Anasella Acosta

Soldadera 136

Artes Extremos y otros excelsos I


Hay las bellas artes, y también hay unas no tan bellas artes que sin embargo requieren mucha creatividad e ingenio. Frente a las Bellas Artes como la poesía, la música, la arquitectura o la pintura, siempre ha habido una serie de artes menores, que estarían ligadas directamente a la impresión de los sentidos erróneamente considerados menores como el gusto, el olfato y el tacto, como por ejemplo la perfumería y la gastronomía. En tanto forma de expresión, el arte transmite ideas, sentimientos, afectos, percepciones y sensaciones. Antaño el arte se solía asociar a la belleza. Pero desde el surgimiento de la modernidad, el arte ha emprendido una exploración sin retorno hacia lo desconocido: se abisma en lo sublime, feo, siniestro, anómalo, grotesco, desagradable, antiestético. Aunque quizá desde siempre ha estado en el corazón de la creación humana esa alteridad que persigue la belleza como sombra oculta.
Ahora que el concepto de arte se ha ampliado hasta difuminar sus límites, lo no artístico es una de las principales fuentes del arte. Las obras de arte son provocaciones con las cuales polemizamos, nos inquietamos, nos exasperamos más que explicárnoslas.
Antes se buscaba la verdad detrás de las apariencias, ahora, en la obra y experiencia artísticas, ya no hay más contenido de verdad ni juego de esencia, puede haber finalidad o intención, pero eso ya no cuenta en absoluto. La experiencia, la recepción y relectura de la obra, sustituye a la obra. El arte ha dejado de traducir una realidad metasensible, ahora si hay una espiritualidad es la de la experiencia cotidiana.
Y sin embargo, ya estamos muy lejos de la modernidad estética de las vanguardias, hoy el arte no más un juego, una provocación subversiva. La transgresión cotiza en la bolsa de valores. La sociología de la vida cotidiana nos ha mostrado que el placer estético se relaciona cada vez menos con la intensidad y la diversidad de sensaciones naturales que con las intensificaciones y aprendizajes culturales hegemónicos. Desde el mercado, la política y la cultura, el gusto ha sido deconstruido como categoría estética neutral. Y en este contexto, la genialidad de la mercancía ha despertado la lámpara maravillosa del genio de la simulación. Repetición demencial de formas y gestos, el arte contemporáneo se recicla, se regodea en sus propios residuos. Exhibe la banalidad absoluta de una obscenidad cotidiana. La pornografía es nuestro consumo diario, o en palabras de Jean Baudrillard: “La imagen ya no puede imaginar lo real, puesto que ella es lo real; ya no puede trascenderlo, transfigurarlo ni soñarlo, puesto que ella es su realidad virtual. En la realidad virtual, es como si las cosas se hubieran tragado su espejo. Al haberse tragado su espejo, se han vuelto transparentes a sí mismas. (Esto se debe a que) los simulacros dejan de ser simulacros y pasan a tener una evidencia material; son fetiches completamente despersonalizados, desimbolizados y, sin embargo, de intensidad máxima, investidos directamente como médium. Es aquí donde nuestros objetos más superficiales y esteriotipados recuperan tal vez un poder exorcizante similar al de las máscaras sacrificiales” .
Siguiendo a Baudrillard, podemos decir que el arte contemporáneo se retrotrae sobre sí mismo: Cita, simulación, reapropiación, el arte actual se dedica a reapropiarse de manera lúdica, kitsch, de todas las formas y obras del pasado, cercano, lejano y hasta contemporáneo. A semejanza de la historia, el arte fabrica sus propios cestos de basura y busca redimirse en sus deshechos. El arte actual explora de forma radical la insignificancia de todas las cosas y experiencias. Los autores hoy contribuyen con sus imágenes a la insignificancia del mundo, incrementando su ilusión hiperreal. La gestión y la inmortalización de los desechos incorporan la simulación como realidad primera. Ahora, “el arte en su conjunto no es más que el metalenguaje de la banalidad” .
Superficialidad y banalidad estética, el arte huye a toda prisa de lo artístico. Si todo puede ser arte, nada singular lo es. El mercado del arte y la economía de consumo estético crean una experiencia transitoria de lo no artístico, de lo no estético. Se juega con los umbrales, pero ya no se tiene el gesto de transgresión de las vanguardias sino su repetición cansina o, en el mejor de los casos cínica.
La crisis del arte tiene efectos positivos, pues nos ha mostrado la impostura de hacer del arte un sucedáneo de la religión en un mundo secularizado. Por ejemplo el arte corporal ya no está en el arte o en la estética sino en la cultura posthumana de cuerpos artificiales. De las caderas y pechos, pasando por la clonación, al cambio de sexo, la tecnocultura del cuerpo es la verdadera vanguardia del arte corporal. En todo caso, el arte no escapa al cansancio generalizado de Occidente, a su repetición tragicómica. La autorreferencialidad del mundo contemporáneo hace que el arte devenga otra cosa que disuelve su diferencia en un espejo de identidades indiferenciadas e indiferentes. ¿No sería en este gesto de devenir lo otro, donde el arte ha encontrado una deriva imperceptiblemente creadora, anónima, y sin embargo: anómala?

Sigifredo Esquivel Marín

Soldadera 136

Max y el Jazz

¿Qué nunca has escuchado a Nina Simone, Duke Ellington o Charlie Parker ? Me preguntaba mi amigo Max con ojos de asombro mientras se fumaba su sexto cigarro. Estábamos en uno de esos restaurantes italianos del centro, comiendo pizza, tomando naranjadas y la tarde apenas punteaba para ser maravillosa. La pregunta flotaba en esa atmósfera culinaria de especias y queso y la respuesta se escondía nerviosa tras un labial cremoso del color de las malvas en primavera… escuchábamos jazz.
Busca Feeling Good, esa canción es clásica me decía Max mientras me la tarareaba y yo descubría que Muse la había hecho un cover. Luego de unos días, al escuchar la versión de Nina Simone me enamoraría de su voz para siempre y he de decir que nadie puede morir sin haber escuchado antes la melodía titulada Strange Fruit.
A Duke Ellington lo habría de conocer un mes después de la partida de Max; lo encontré en ‘La Espuma de los Días’ de Boris Vian, siendo el encargado de musicalizar ese libro con una balada de nombre Chloé la cuál no he logrado conseguir por ninguna parte más que en universo que Vian sugiere, llena de nubes rosas y flores, nenúfares en los pulmones; es difícil imaginar una historia de amor sin un piano de fondo o sin un final fatal. Sin embargo no podemos dejar de escuchar Take the ‘A’ train y Rhapsody in blue, me parece que aún nadie las ha elegido como tema principal en su vida amorosa y son magnificas opciones.
Durante la estancia de Max en la casa amarilla, en uno de esos días que la gente quiere comer dulces y no hacer nada, hube de sacar a relucir mi repertorio de películas entre las que escogimos el ‘Naked Lunch’ de David Cronenberg (el libro de William S. Burroughs adaptado para el cine); fuimos trasportados a Interzone bajo un exótico sonido de saxofón y trompetas. Tienes que escuchar a Charlie Parker me dijo Max al final del filme. Anthropology y Summertime son mis favoritas de Parker.
No sé si haya quien pueda expresar lo que el jazz sugiere, lo delicioso que es escucharlo derretirse entre los dedos o hipnotizar nuestros cuerpos entrecortando alientos y producir esos movimientos desconocidos que sólo en la oscuridad ocurren en compañía. No sé si baste un buen amigo como Max para soplar la magia del jazz en unos días de invierno o luego de un tiempo nos descubramos bailando inconscientemente bajo una tarde de syrup, escuchando a Parker, Ellington y Nina Simone mientras alguien nos besa mucho.

Citlaly Aguilar Sánchez

Soldadera 136

Febrero 10-08

Hoy, merced al despertador, me levanté temprano. No le quite la alarma de las 7 AM. Ayer leí algo del Diario londinense, lo hice mientras miraba una película de Julia Roberts. El interés por John Boswell lo mantengo, porque siendo contemporáneo a los primigenios masones ingleses, me atrae la idea de que él haya convivido con algún francmasón; todo por la coincidencia del tiempo/espacio. Aunque ahora miré el libro para localizar el pasaje que intuyo es la base de la historia de la mente (en singular) de un individuo. Es curioso, y hasta puede ser forzado, pero el pasaje sobre el que asumo el indicio de que el Diario es también una autoficción moderna, es del día 11 de febrero (1763): “En este día no sucedió nada que merezca la pena anotarse en mi diario. Pasó imperceptiblemente, como la vida entera de más de una existencia humana”.
Anoche salí de minimarcha. Gary cumplió años, lo celebró en el Coronel. Ahí saludé a Roxana Herrera y volví, como cada vez que le veo, a tomarme un par de imágenes con ella. Llegué con Ricardo –antes bebimos cerveza en un par de lugares clásicos de Localia-. Pese al ruido del lugar, platique con una alumna de Letras –que apenas conocí-. Ella me preguntó de si yo era el profesor de historia, el que estudia a los escritores zacatecanos del siglo XIX. Y por enésima ocasión respondí que no. Que no soy ese. El es Marco Antonio Flores. Pero le dije lo que sé de él –lo hice para continuar con su compañía-. Le comenté que él es un vejete pedante e intratable. Para enfatizar le pregunté si le conocía un amigo de antes, pues sólo le sabía de reuniones con profesores que fueron estudiantes y alumnos recientes; todos ellos con aspiraciones a ser escritores profesionales. Son, porque los he visto, lectores de autores europeos y con los vínculos tradicionales con el sector cultural del gobierno, hecho que los coloca como los actores permanentes de la cultura impresa en Localia. Le seguí con los detalles de su estancia en el CIESAS Guadalajara, para estudiar antropología social, y lo que es angustiante para mí: que asistiré a su taller de historia de los impresos y sus lecturas en el México decimonónico. Le insistí: lo conozco y no soy él.

II
[Quizá, por que tienes que viajar ese día, no escribes en la libreta que entre ese profesor y tú, no existe la posibilidad para emprender la estrategia del Triple autorretrato (1960) de Norman Rockwell: ver, mirar, dibujar, uno al otro, mientras un tercero –que es alguno de ustedes- inscribe los diálogos en un texto.]
Entendido que el traslado a La Trasquila se hace en más de tres horas, metió a la mochila dos revistas EPS. Las revisó con detenimiento en el autobús que lo llevó a Fresnillo. Conforme leía, al impreso le asentó marcas para indicar los pasajes que atrajeron su atención.
Afuera de la estación de autobuses de Fresnillo abordó la camioneta que lo llevaría al pueblo. El vehículo era una vetusta “troca” de los ochenta, de las de tres toneladas. En ese transporte no leyó, pero se previno para mirar. El camino subía y bajaba. Al ser La Trasquila un pueblo existente, al ir se baja. En el transcurrir por el camino, miró que el escenario no tenía cambios sustanciales. Se mantenía conforme a la descripción que le hizo Albert Gilliam –el correo ocasional entre José María Bocanegra, Fernando Ramírez y Antonio Castrillón-: “observé que mi día de viaje previo me había llevado a un país templado, pues muchas de las casas del lugar tenían verjas de grandes órganos. Esta es una especie del nopal que no sólo es bella de admirar sino que constituye una rareza del mundo vegetal. Es de un color verde oscuro perfecto y se alza del suelo como una sólida columna, de tamaño uniforme, alcanzando con frecuencia una altura de veinte pies. Regularmente se bifurca, de la base a la cima, con la exactitud de la línea, la regla y el compás del artista. El maguey también florecía aquí…”
Llegó a La Trasquila a las doce del día. Sin desperdiciar tiempo, caminó directo a la casa familiar. A esa hora el visitante era el último individuo que esperaban en la reunión –que por ser de índole privada, no aludiré los temas que allí trataron-. Lo que si puedo decir es que el visitante no atendió con cuidado las conversaciones, sino que se entretuvo mirando el viejo edificio. Observó que no había más muros caídos; que los derruidos seguían abajo y eran los mismos de cuando dejó el lugar.
A las 7 PM concluyó la reunión. Pero previo a salir del edificio –en cuyo frontispicio tiene inscrito el año de 1810-, fue a uno de los cuartos que se mantenía “en pie”. Acudió para procurar los libros en los que aprendió a leer y escribir. Y sí, ahí estaban las cajas de cartón con los libros de texto gratuito para el quinto año de primaria.

Marco Flores

Soldadera 136

RETORNOS Y VENGANZAS: DE LA BARBERÍA AL ORFANATO


Un par de films que plantean sendos regresos de los personajes protagónicos a lugares que los marcaron de por vida, aún cuando ellos no lo supieran. Dos formas de mirar el terror: con salpicadas de musical y con eje argumental dramático. Veamos.

SWEENEY TODD: EL MUSICAL SE TIÑE DE SANGRE
La venganza no redime, subyuga. Por eso el barbero londinense Benjamin Barker mantiene todo el tiempo, desde su regreso del injusto exilio al que fue remitido, el gesto adusto, descompuesto y desencajado, aún cuando canta. El espíritu vengativo se ha apoderado de su alma y los ojos lo reflejan: la mirada no está puesta en algún lugar, sino en el vacío de quien lo ha perdido todo, incluso el gusto por el dulce revanchismo de ver a su victimario convertido en presa de sus dotes afeitadoras. Ya es demasiado tarde para sentir algún tipo de satisfacción.
Basada en la comedia musical de Sondheim/Wheeler de finales de los setenta (que retoma el cuento publicado en 1846), con guión de John Logan (El aviador, 04) y dirigida por, quién más, Tim Burton, Sweeney Todd: el barbero demoniaco de la calle Fleet (EU, 07) es una estilizada cinta gore con salpicadas de musical –y no al revés- en la que seguimos la desventura de un apacible barbero londinense (Johnny Deep, quién más) despojado de su esposa e hija por el maloso juez Turpin (Alan Rickman), y enviado lejos de ellas durante quince años.
A su regreso, ya con mechón cano y ojos circundados por ojeras permanentes, sólo mantendrá el interés vital a partir de buscar venganza y agarrar parejo a cuanto cliente se aparezca, siempre con la complicidad de una pastelera enamorada (Helena Bonham-Carter), dedicada a transformar la materia prima que produce su amado, y ahuyentando a una locuaz pordiosera ambulante, mientras que un joven marino (Jaime Campbell Bower) se esfuerza por salvar a la hija del barbero (Jayne Wisener) de las garras del envejecido juez, acaso también vacío a pesar del poder que aún ostenta.
En la línea de La leyenda del jinete sin cabeza (99) y El cadáver de la novia (06), aunque dando un giro aún de mayor violencia en comparación con la primera, y tiñendo de grises el ambiente, acaso en la contraparte de El joven manos de tijera (90), Burton se mueve como El gran pez (04) en un Londres hiperrealista y monocromático que sólo se permite cierto colorido con el rojo de la sangre y en las ensoñaciones familiares de la repostera con niño incluido, ubicadas en un mundo feliz y lleno de luz, a excepción de, otra vez, el gesto de su pareja, siempre sombrío.
A pesar de que la narrativa no fluye de igual manera a lo largo del relato, la combinación de las canciones –ese recorrido ofreciendo una afeitada ante personas inmutables- con las secuencias de los asesinatos –esas caídas de los cuerpos inermes- le dan un justo tono macabro con todo y el canibalismo involuntario, que contrasta con la idea de musical que predominó en los años treinta, de la celebración ya conocida, a la intensidad de Cabaret (72) de Bob Fosse y al drama explícito como en Bailando en la oscuridad (00) de Von Trier, pasando por el género criminal visto en Chicago (02).
Las contadas coreografías ceden protagonismo al imponente diseño artístico, a la fotografía como en tinieblas y, por supuesto, a la sangre derramada a borbotones: de la teatralidad de la fuente original, nos trasladamos a una propuesta puramente cinematográfica en la que bien se aprovechan los diversos recursos visuales tan a la mano como la navaja de afeitar del barbero poseso, ya con una sed de venganza imposible de saciar, por más gargantas que corte, incluyendo la del amenazante competidor (Sacha Baron Cohen).
Se agradece que un director tan consolidado como Tim Burton siga aceptando riesgos: con un pie en terreno conocido (el lado oscuro del mundo) y el otro en campo por descubrir (el musical con todo y sus lógicas), ha logrado seguir avanzando con una obra que al mismo tiempo puede cautivar o causar repulsión; emocionar en su dramatismo u obligarnos a voltear la mirada; involucrarnos con sus personajes des-almados o mantenernos ajenos a ellos. Ahora sabemos que esto del canto y la venganza, se lleva en la sangre.

EL ORFANATO O CÓMO REVIVIR LOS JUEGOS DE LA INFANCIA
Con una secuencia introductoria en la que unos niños juegan de manera despreocupada en un jardín, mientras se revuelven en el aire pequeñas partículas y que pudiera recordar a la libertaria y poética Cero en conducta (33) del breve maestro Jean Vigo, El orfanato (España-México, 07) recupera este espacio institucional infantil de abandonos y encuentros donde pueden convivir diversas realidades, de acuerdo a los mundos imaginados por los niños o por las realidades contrastantes que ahí se desarrollan.
Una de las niñas es adoptada mientras que el resto permanecerá ahí acaso más allá de la propia existencia corpórea. Años después, en una decisión del guión discutible, la niña vuelta madre y esposa (Belén Rueda) decide trasladarse ahí mismo para convertir el viejo orfanato en una especie de centro de atención para niños con algún problema de discapacidad (habilidades diferentes reza el falso eufemismo). Su esposo es médico y su hijo padece una enfermedad severa, además de tender a conseguirse amigos imaginarios.
Como sucedía en El resplandor (Kubrick, 80) el trío familiar se asienta en un sitio poblado de historias y secretos que se irán develando con parsimonia y consistencia, uno de los aciertos del guión, potenciados por la aparición de una extraña anciana que no dice ser quien es pero que estará involucrada con parte de los sucesos que aún se mantienen entre las paredes: cuestión de creer para ver más allá del tapiz, como bien se plasma en la presentación de los créditos iniciales.
Auspiciada por Guillermo del Toro regresando a El espinazo del diablo (01) y dirigida con firmeza pausada por J. A. Bayona, la cinta se centra en la culpa materna dentro de un contexto sobrenatural y en cómo la condena a repetir pasados se presenta en los momentos menos pensados. Un cuidadoso manejo de la cámara, salvo en ciertas secuencias que se opta por la cámara en mano, permite que los desplazamientos nos introduzcan por los diferentes recovecos de la vieja casona, casi siempre evitando el sustito facilón y desarrollando paulatinamente la tensión vivida por la madre, más allá de la desperdiciada presencia del personaje del padre.
Como en el juego de la búsqueda de tesoros, estamos ante una historia que se va concatenando a partir de pequeños hallazgos y claves encubiertas, jugando con variedad de tonalidades y con el contraste entre la oscuridad, por momentos total, y la luz, cual elemento que termina por esconder más de lo que deja ver. Las imágenes se integran en exteriores e interiores para no perder el contexto y no dejar de incidir en lo que sucede, o más bien sucedió, en el orfanato.
Tanto los encuadres abiertos como los que nos muestran el rostro de la madre, enfatizan los diferentes planos de una historia cimentada en el pasado y cuyos efectos se van develando siempre en referencia con aquél. La banda sonora, tanto la música como los efectos de sonido, juegan un papel esencial en la puesta en escena: el terror entra por los oídos para instalarse en el imaginario, a pesar de la tranquilidad aparente de la pareja tocando el piano. Bayona, un buen alumno de la tradición del género, entiende que el miedo pasa más por lo que se escucha que por lo que se ve y aunque de pronto recurra a ciertos clichés (la incredulidad de los padres, la necedad de las autoridades, la presencia rechazada de expertos en materia paranormal), consigue crear una obra por momentos inquietante, sobre todo por la dimensión dramática del relato, quizá más que por la del horror.
Queda la búsqueda incansable de una madre, lidiando con las culpas y el abandono del resto, para encontrar al hijo perdido, así sea necesario romper con los propios esquemas y creencias. Cierto, es una labor que se hace en solitario y recurriendo a los episodios más dolorosos que se puedan haber experimentado. El faro podrá volver a iluminar, el espantapájaros se podrá erguir una vez más y el mar crecerá irremediablemente: habrá que recordar los juegos de la infancia para dar cuenta de los detalles que nos lleven al redescubrimiento personal y, de paso, a la liberación eterna.

Fernando Cuevas
Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Soldadera 135, domingo 30 de marzo 2008

Poema para un hombre, que es mi abuelo y ya no podré
abrazar.


Mejor léase mientras se escucha: Cruz de olvido/Los Dandy´s

¨…Cuando niños hacemos prometer a nuestro
padre, que nunca morirá…¨
Tío Raúl

A: Miguel Galaviz Fernández, Mi ¨ Jefe¨
I

Hoy,
hemos visto el único Apocalipsis posible,
hemos echado al fuego
nuestras propias cenizas,
para que se confundan
con la terrible música de tu ausencia,
la imposible noticia de tu muerte,
Jefe

II

Ayer,
pude sostener todavía una hermosa plática
con usted.
ya estaba muerto,
pero pude leer en sus labios
todas las voces que ya no podrán ser.
,
sin embargo,
no puedo creer siquiera en mis palabras,
no estoy en absoluto seguro
que me pertenezcan,
no estoy seguro de nada
(tal vez no quiero estarlo)

III

Hace unas horas
mi padre, despertó llorando
pero debiera usted verlo Jefe,
su tristeza es tan hermosa,
que me arranca lágrimas invisibles,
es mi padre,
es su hijo,
usted me entiende.

IV

Mienten los que dicen que la muerte
es silenciosa,
mienten los que afirman
que acaba con todo,
mienten,
es
un estruendo insoportable
en la levedad de nuestras almas.
,
soy el más grande y torpe
de los mentirosos
cuando pienso que está usted muerto Jefe;
mentimos todos.


V

Lo extraño, Jefe
¿Cómo podría no hacerlo?
Si hemos hecho tantas cosas juntos
plantamos un árbol,
viajamos,
lo vi pescar,
me vio pelear,
cantamos,
nos abrazamos,
lloramos,
me llamó la atención,
hicimos tantas cosas,
aprendí tanto…
,
que le ofrendo a usted en
este desafortunado intento de poema,
el fragmento que elija
usted
de mi corazón,
tómelo, por favor
no es de nadie más
sino suyo
,
creo
que
ya no lo necesito.

Roberto Galaviz Avila
/A toda mi familia, gracias/

Soldadera 135

TEDIUM VITAE

¿Por qué escribir sobre revistas y no sobre zapatos? En realidad no lo sé y aún hoy me parece muy buena pregunta… ¿Por qué? Me lo preguntan a veces en la calle, y la cuestión es resuelta con un ‘porque’. Pero al hacer una comparación entre revistas y zapatos me he quedado casi sin habla; son dos conceptos tan difíciles como encantadores de relatar.
Quisiera dar una justificación, una buena. Es de noche, no hay café en el frasco ni cucharas limpias y todo sigue pasando de moda al lado de los pantalones acampanados. Esta columna se llama ‘Revistero’ por ser un deposito en el que una gran variedad de publicaciones hacen presencia cada quince días y ahora es el tiempo de Tedium Vitae la revista de libros de Guadalajara, es decir, reseñas, notas, casos por demás tentadores en cuanto a lecturas y autores, novedades y claro, debo hacer mención del hecho inexorable de que esta revista tiene una presentación un tanto parecida a la de un periódico por lo tanto es genial ver en muchas esquinas caricaturas de papel con ese humor característico.
Hablemos de revistas con títulos en latín y formatos alargados de letras amarillas y rojas que contrastan al diseño azul monet de la portada; les diré que combinan con todo: desde el día más chillón hasta el que brilla con lluvia en las banquetas. Tedium Vitae y sus libros en el interior van acompañados de una charla sobre poemas, acerca de Borges o de la Biblia.
Hoy sin café, desgastada como sabanas de nylon que se compraron en 1990, como pantalones de campana sin zapatos de plataforma, escribo sobre Tedium Vitae, hablo de revistas porque me gustan, porque las hojas no pueden ser eternamente blancas y hay aún mucha tinta para dibujarles agujetas.
No tengo respuestas acerca de la línea maniquea entre las revistas y los zapatos, no tengo más que frascos vacíos y agua caliente en la taza que me observa escribir esto: no tengo razones. Sólo sé que mientras los zapatos me dejan plantada a través de la moda, el revistero se sigue llenando de publicaciones.

Citlaly Aguilar Sánchez

Soldadera 135

SOY LEYENDA: CONVIVIR CON LA SOLEDAD O EL FIN DE LA ESPECIE

En aras de buscar un filón con mayor potencial comercial o hacer la historia más accesible y de acuerdo a las expectativas que un sector del público genera, las adaptaciones fílmicas de cuentos o novelas pueden dejar de lado elementos sustanciales o, incluso, olvidarse del espíritu del texto literario. Aunque se trata de dos lenguajes distintos, sabemos que un buen guión adaptado es aquél que justamente consigue reconstruir, a partir de otros códigos, la esencia de una historia.
Un ejemplo que tenemos a la mano es Soy leyenda (EU, 07), filme dirigido por Francis Lawrence (Constantine), que funciona mejor desde lo visual que desde lo argumental. Hemos visto en repetidas ocasiones que el cine de ciencia ficción conjuntado con el de horror es un terreno resbaloso: así, pareciera que el film está más cerca de obras como Exterminio o El regreso de los muertos vivientes, que de su contraparte literaria en la que abundan subtextos relacionados con la condición humana.
La tercera adaptación del clásico de 1954 de Richard Matheson, autor de El hombre menguante, después de El último hombre en la Tierra, (64) y El hombre omega, (71) plantea un promisorio arranque y un adecuado desarrollo, pero falla en la resolución a partir de la aparición de la mujer y el niño, sobre todo si comparamos la perspectiva pesimista e inquietante de la novela con el simplón desenlace del film, cayendo en convencionalismos muy propios de las películas de los grandes estudios.
Mientras que en la novela el personaje de Ruth es fundamental y poliédrico, en la película carece por completo de matices, restando por completo todo el potencial reflexivo en torno a las especies y al nuevo orden -que aparecen en el libro- y a la relación que establecen ambos, mucho más intensa que lo que alcanzamos a visualizar en la cinta. “Neville miró los nuevos habitantes de la Tierra. No era como ellos. Semejante a los vampiros, era un anatema y un terror oscuro que debían destruir. Y de pronto, nació la nueva idea, divirtiéndolo, a pesar de todo” (p. 180)
En efecto, la complejidad y profundidad del texto original se pierde en esta versión que busca responder a una visión innecesariamente triunfalista, acaso contextualizada y provocada por el 11 de septiembre y con una mirada heroica de carácter celebratorio. Se entiende que se limiten las disertaciones científicas, aunque se extrañan ciertas explicaciones que vinculen la secuencia de la entrevista inicial a la doctora que ha encontrado una cura contra el cáncer (Emma Thompson), con la posterior presencia del virus transformador.
Al estilo de la Amenaza de Andrómeda, la humanidad ha quedado devastada: en Nueva York hay un sobreviviente (Will Smith, en su mejor interpretación sosteniendo toda la película), cual versión de un Robinson Crusoe en la isla de hierro y asfalto. Sólo es acompañado por su perra negada a comerse sus vegetales y pasa el tiempo esperando algún contacto humano, persiguiendo venados, experimentando con ratas, acumulando víveres, hablando con maniquíes, cuidándose de una especie de zombies-vampiros y lidiando con los recuerdos de su familia. Bob Marley, por su parte, suena cadencioso e iluminador.
Gracias a la eficaz puesta en escena, el manejo versátil de la cámara, la puntual inserción musical y la construcción de escenarios (ese Nueva York inundado por la ausencia), pronto nos vemos inmiscuidos en la peculiar circunstancia del protagónico, por momentos rayando en la demencia pero aún manteniendo la esperanza sobre un futuro que le permita a la especie empezar de nuevo: cada amanecer invita a conservar las expectativas de vida que siempre se verán acechadas con la llegada de la oscuridad.
Con todo, los momentos de dramatismo, humor y tensión se entreveran con equilibrio y mantienen durante un buen tiempo el interés y hasta la empatía del espectador, acaso imaginándonos como seres solitarios, luchando contra nuestra propia naturaleza gregaria en un entorno ruinoso construido por nuestros ancestros: ahí queda la discusión sobre los inescrutables designios divinos y las mutaciones no sólo corpóreas, sino sociales y afectivas.

Fernando Cuevas
Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Soldadera 135, domingo 24 de febrero 2008

[Febrero 9 de 2008]

Inicias la lectura de los periódicos muy tarde. Lo haces después de las cuatro pm, cuando en Europa, e incluso en México, las redacciones de los diarios tienen formadas las secciones blandas de los impresos; que son las que aparecen en los días por venir. Ante ti están las hojas escritas de dos o tres días atrás. Lees acompañado del televisor, donde transmiten Notting Hill.
[Quizás la historia romántica inglesa no le interesa lo suficiente. Lo que marca al lector, para tenerla en el ambiente, es la coincidencia de tener la película que miró el día compró el diario de James Boswell. El libro, desde que lo leyó, se configuró en uno de los referentes para situar las formas de reunión de los ingleses dieciochescos –los contemporáneos a las primigenias logias-. Por eso colocó el volumen en la bibliografía que utiliza para redactar la tesis.
Justo cuando es reproducida la cena de los hermanos, y pese a ser la secuencia que más le atrae, fue al librero para sacar el Diario londinense. Lo primero que ojeo fueron los pasajes subrayados con color sepia: “De vez en cuando le había mencionado mi diario. Esa noche le leí un poco. Sin duda, está escrito de un modo muy descuidado, cosa que mencionó sin reparos, y dijo que yo podía adquirir el hábito de escribir de esa manera, de modo que sólo me serviría para aprender un estilo desaliñado. Me aconsejó que me esforzara más con el diario, y que le diera utilidad haciendo de él un buen método para practicar la escritura, para hilvanar frases y ejercitarme en distintas clases de expresión. Está muy en lo cierto. En el futuro me mostraré más atento, y antes haré poco y pulido, que mucho descuidadamente…”
La acción fue interrumpida cuando llegó un mensaje al teléfono –una invitación para acudir a un cumpleaños-. Respondió con el “Sip”.]
Por cierto, en la mesa no pones nada para beber, pues antes de llegar al departamento acudiste a la atestada (hoy no tanto –por la hora-) cafetería del bulevar. Pides, como es tu costumbre, previa al almuerzo, agua con gas. Ella pidió crepas. ¡Ordena eso, pese a la hora! En el transcurrir platicaron del Emilio y de las posibilidades de viajar por estos días (hablaron del mes de abril). Nada concretaron. Al salir entraron a la tienda de bisuterías –la que está en el pasillo del estacionamiento-. Lo hicieron para preguntar por el edredón con imágenes religiosas.
La lectura que ejerces en los periódicos es inicialmente decimonónica: ubicas la sentencia/título, y si es de tu interés, prosigues con el cuerpo de la nota. En ¡hey! revisas la cartelera del 22 y Tvunam, luego la nota sobre François-Henri Pinault (el dueño de las librerías fenac). Tras leer, lo del esposo de Salmita, pasas dos páginas. Vas al resumen –muy malo, por cierto- que hizo la redacción del suplemento sobre el reportaje, que apareció en US Weelky, acerca del vestuario de Hillary Clinton.
[En el transcurrir de la lectura señaló, con una flecha, el párrafo cotextual que no destacaron en los disparos del suplemento de Milenio: “Hace apenas unas semanas, Hillary Clinton despertó la ira de la prestigiosa editora de la revista Vogue, Anna Wintour, al renunciar a aparecer en la portada de la edición estadounidense por miedo a la imagen que pudiera proyectar durante la campaña electoral”. No es necesario aclarar que al lector le atrae más la ex primera dama que Obama.]
A las 6:47 pm llega otro mensaje: “Stoy cd. tienes plan???”. Respondes con otro evidentemente: “Sip”. Extraes la frase de la plantilla. Al enviar el mensaje, reparas en la posibilidad de que el receptor piense que tienes otras labores. De inmediato le envías otro mensaje, para que sepa que estás en Localia y que pueden organizar algo. Prosigues con la lectura. En Milenio lees, con relativa detención, las columnas sabatinas: Carlos Puig, Rosario Robles… El hojeo y la lectura que siguen a los otros diarios es ágil. Ubicas el texto que aborda el tallaje de la ropa y la necesidad de tener nuevas medidas, pues “las actuales son de 1972. Los consumidores piden una norma legal, y no una autoregulación”.
[El lector recuerda entonces el artículo que aparece en el número de febrero de Este País, el de la percepción del cuerpo en la era del neoliberalismo. Duda en anotarlo en la lista de compra electrónica de estos días o en la que elaboras para adquirir otros impresos -el problema para esta acción es que todavía no la colocan para su venta en las cafeterías de Slim y en la del bulevar. Permanece todavía la del artículo de Edgar Morin.]
Pese a ser sábado, a las 7:45 pm dejas los periódicos. Pues una llamada por el teléfono fijo es la que interrumpe la lectura. La persona que habla en el otro extremo del circuito, avisa que llegará en un par de minutos. Cierras los impresos. Lo haces sin retirar las hojas que señalaste para recortar. Mientras llega la visita, enciendes el ordenador para ojear el artículo que redactaste acerca de las elecciones en la Universidad. Lo consideras pasable; es, finalmente, un texto efímero más.
Marco Flores



Soldadera 134, domingo 17 de febrero 2008

PETER BJORN AND JOHN: EL SOL SALE PARA TODOS

El sol también se aparece, aunque sea de vez en vez, en Suecia. Lo supimos cuando hace ya algunos años, un grupo con nombre palíndromo que sólo empleaba las dos primeras letras del alfabeto nos llenó los oídos con un delicioso pop que bien nos podía hacer saltar a la pista de baile. En efecto, ABBA inició una tendencia musical más desenfadada en aquel país cuyas manifestaciones culturales más bien tendían al drama intenso.
Así es como, junto con un rock pesado de alcances terroríficos, en Suecia sobrevive un pop luminoso, inteligente y de una frescura capaz de alumbrar las prolongadas oscuridades y derretir los fríos invernales. Quien levanta la mano es el trío cuyo nombre carece de una coma, Peter Bjorn and John, cuya principal virtud se encuentra en la habilidad melódica siempre pegajosa pero nunca fastidiosa, muy recomendable para cambiar el rostro angustiado por otro más bien sonriente y despreocupado.
El trío se formó en Estocolmo hacia 1999 con Peter Morén en la vocal, armónica y guitarra; Björn Yttling en el bajo, teclados y voz, y John Eriksson en las percusiones, batería y también vocales. Con cierto barroquismo a la Beach Boys y un pop sesentero actualizado con elementos de la new wave ochentera, empezaron a aparecer en algunas recopilaciones que los dieron a conocer en su tierra y alrededores, subiéndose a la ola del indierock, que tanta atención empezó a merecerle a las voraces compañías, hoy viviendo una crisis evidente.
Algunos sencillos pavimentaron el camino para la aparición de su homónimo álbum debut en el 2002, una obra discreta que los empezaba a colocar en la escena del pop europeo. Le siguieron los EP´s 100 M Of Hurdles y Beats, Traps and Backgrounds, como antecedentes de Falling Out (04) su segundo largo que denotaba mayor creatividad y una idea lo suficientemente clara de cuál era su lugar en el mundo del pop. Con esta obra se dieron a conocer al otro lado del Atlántico y se integraron a la irrupción de grupos de aquellos lares como The Concretes, de tendencia casi pastoral, The Shout Out Louds y The Legends.

MÚSICA DE LA COTIDIANIDAD
Este recorrido ascendente continuó con el espléndido Writer´s Block (07), considerado uno de los mejores discos del año pasado en el que la facilidad melódica, al tiempo compleja, se desgrana en estructuras armónicas e instrumentales vigorosas, llenas de matices y detalles que se van descubriendo conforme se pone mayor atención en la escucha de cada uno de los temas.
Después de una breve introducción de la canción titular, Objects of My Affection irrumpe con un arranque de guitarra electroacústica y una marcha de batería, que nos despierta de inmediato y nos coloca en el estado mental de reconocernos más vivos. Un chiflidito como que no quiere la cosa antecede el diálogo de Young Folks, canción que se te pega en la cabeza sin siquiera avisarte, con todo y la participación de Victoria Bergsman, voz amiga de los mencionados The Concretes.
De ahí nos vamos de turistas: Amsterdam nos invade con ese medio tiempo entrecortado y Paris 2004 nos conduce irremediablemente a uno de esos momentos románticos que de tan comunes, se quedan en la memoria: el anillo del compromiso quedará pintado por mucho tiempo y se recordará cada vez que tomamos un croissant por la mañana aún en la tibieza de la cama.
En Start to Melt consolidamos el romance con una instrumentación machacona y convincente, mientras la vocal de John se asume como portadora de cierta tranquilidad, aunque en Up Against The Wall volvemos a estar en una situación poco controlada, que contrasta con la desnudez y simplificación de recursos que de pronto se nutren por la incorporación de efectos sonoros. Una guitarra gorda se desgrana en Let´s Call It Off, donde queda claro que conviene dejar algunas cosas sin explorar, tal como lo plantean los autores a tres voces.
Con el shh shh shh y un inquieto bajo, The Chills se articula como a la distancia, en donde caben los juegos vocales y cierta evocación, dejando que el optimismo lírico vuelva con Roll the Credits, renuente a explotar vía la guitarra que funge a manera de contención, incluyendo las campanas tubulares. El álbum cierra con el folk de Poor Cow a manera de pausada reflexión sobre el fin de la historia personal, cuando ya nada importa y mucho menos lo que se quería vender como tal.
El trío sueco se presentó el sábado 26 de enero en el Lunario del Auditorio Nacional en la Ciudad de México: buena alternativa para ver a un grupo en su momento y descubrir que, más allá de las lejanías, somos mucho más parecidos que lo que suponemos, sobre todo si pensamos que el sol sale para todos.

Fernando Cuevas
Nos escuchamos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Soldadera 134

No te confundas,
no se trata de amor.


Mejor léase mientras se escucha: Bonita/ Tin-Tan


No te confundas,
no se trata de amor
(al menos, no de amor eterno)
no me interesan
en absoluto tus últimos años

tampoco estoy seguro
de estar dispuesto al ruido
de tus últimos días;

/al musical dolor de tu agonía/
,
no quiero asistir.

prefiero hacer de tu imagen
un estruendo.,
un soplo de coincidencias.,,
que
me aterren.,,,
que me desvíen
de lo inconvenientemente
necesario
de lo aparente y lo terrible

me interesa de ti
sin embargo,
el momento justo
de tu partida;

tengo tantas ganas de decirte
adiós.,
que precipita mi deseo
de arruinarme
en estas líneas

(no me arrepiento que lo sepas)

me encanta imaginar
que te alejas
y observarte,
como quien se obstina
en dedicarle epígrafes
a la absoluta nada.

Roberto Galaviz Avila

Soldadera 134

MIS OJOS desahijan partes
de tu cuerpo para guardarlas en mi tobillo izquierdo.

Una tras otra, salen a borbotones mezclándose con
la miseria de miseria de mis manos despeltradas;
con mi boca,
vacía de tu lengua
llena de tu sombra ausente.

Creo que guardarlos en el tobillo me ayudaría
a olvidar
más
fácil
que
tu
mano ya
no está en mi pecho.


Quizá, con un poco de suerte,
pueda tirar a la basura
mis ganas de
tu boca,
envueltas en mi calcetín roto
de tanto caminar entre tu aliento.




Andrés Briseño Hernández.

Soldadera 134

[Diciembre 16 de 2007]

Ese día se levantó temprano: a las 6 am. El programa de las labores por venir, lo instaba para tal acción. Lo primero que hizo fue preparar la mochila Gitano© y la que lleva cotidianamente a Sombrerete (una Reiss© gastadísima que compró en las tiendas de segunda). En ambas bolsas colocó un par de EPS y diversos objetos que debía entregar. Luego desayunó. De la casa salió a las 8:15, procuraba, con esa premura, tomar el autobús de las 9am para Tlaltenango. De coincidencia, estaba un taxi de los de Localia en la esquina de la calle donde vive. Este hecho le permitió estar en la estación de autobuses a las 8:30 y comprar sin prisa los periódicos locales.
Los diarios los ojeó ya instalado en el autobús. Cerró la lectura en Malpaso, para dormir un rato. Pero los saltos que daba el camión, por los inútiles topes de las calles de Jerez, lo despertaron. Entonces volvió a leer. Antes de arribar a Tepetongo y de vez en vez de chequear la película que proyectaban los monitores, inició la lectura de La diferencia. A este libro le destinó como separador la invitación que le enviaron Violeta Tavizón y Eduardo Aguilar para la inauguración de la exposición invernal del Museo del ex convento de Guadalupe [es la extraordinaria muestra fotográfica “Guadalupe en mi cuerpo como en mi alma”].
La lectura la ejerció sin atender el orden del impreso. Incluso comenzó la revisión en el índice onomástico. El objetivo era localizar a los más citados y a los nativos de Localia [Este acto da cuenta de que acepta la idea de que los sujetos son los motores de la historia (Cfr. Krauze, Carlyle, Emerson, Mosca). En este tenor, a los sujetos los textualiza, y a los libros de este género los sitúa como relatos autofictivos, donde los individuos funcionan en las secuencias como actantes o antagonistas; procurando conocerles el rol que desempeñaron: ¿Quiénes son los cortesanos y los asistentes de reparto?, y ¿quiénes son los actantes? -que en esta ocasión los autores les llaman “el generador del mensaje y los mensajeros”-.]
Al concluir el índice onomástico, pasó a las páginas donde los localios son citados. Como no marcó las primigenias líneas que leyó, proyectó la imagen de que los datos le fueron intrascendentes. Sin embargo, la impresión desaparece al escuchar las referencias que hace acerca de los localios y el libro; lo ha hecho en los corrillos donde participa (más la tertulia de san Comelitón, que en 2008 cambió su denominación por la de Los Pro gubernamentales). Pero donde da más indicios de que sí efectúo apropiación y negociación con el contenido, es por la recuperación de otros textos –tanto en fotocopias como en formato de libro- que abordan el estudio de las redes sociales. Los ensayos que revisó son: Análisis de redes sociales. Orígenes, teorías y aplicaciones (Requena Santos), “Propuesta de análisis y fuentes para el estudio de las redes sociales de poder” (Vázquez de Ferrer, et al.) y Configuraciones y redes de poder (Bertrand).
La búsqueda de los textos y su posterior lectura (a La diferencia), ocurrió tras leer el concepto networking [“Sobre el tema de Marta en el juego político, la versión de un acceso inconveniente, injusto, casi de ladito y por circunstancias ajenas a la política de palacio, aunada a su interés y su confeso gusto por la construcción de redes de relaciones (‘networking’, como Mastercard©, no tiene precio ni traducción), suena cierta, y trágica”, p. 376].
Esa localización, la del citado término, influyó para que el lector piense que el autor del capítulo “Bajo protesta…”, es Jorge G. Castañeda. Pues el excanciller también utilizó el término en el libro Sorpresas te da la vida. México 1994. Ahí lo cita en el capítulo donde analiza al Grupo san Ángel [“En una primera instancia, el Grupo San Ángel reflejó un esfuerzo de lo que los americanos llaman net-working o construcción de redes, de Demetrio Sodi y el autor de estas líneas (se refiere a sí mismo Castañeda). Pero constituyó también una especie de ‘parador’ español, donde cada quien llega con lo que trae. Sodi, Fuentes, González Pedrero y otros tenían sus ideas de hacia dónde debía ir el Grupo y para qué podía servir. Yo también, pero ninguna de esas visiones se materializó del todo, aunque, en efecto, unas cobraron mayor vigencia que otras. Era lo propio de un agrupamiento verdaderamente plural, rasgo que constituyó desde un principio la virtud esencial del Grupo”, pp. 78-79].
La lectura que realizó durante su viaje a Tlaltenango, aunque la hizo sobre los fragmentos que le interesaban, por el hecho narrado y por el personaje aludido, la selección estuvo fijada en la limitante del tiempo. El traslado a la antigua ciudad de Sánchez Román se hace en tres horas, por lo que en ese transcurrir debía ojear y situar los puntos de interés. Pero además las condiciones físicas del transporte no daban las condiciones óptimas al lector. El espacio le impedía tener un vaso con café, los marcadores para subrayar o un área para relajar el cuerpo. Fue entre el lunes y martes de la semana que cerró la lectura del libro. Del impreso leyó íntegros sólo cuatro capítulos: el uno, el cinco, el siete y el ocho.
Por cierto, aunque raya en un recuerdo obligado, el viaje le hizo recuperar fragmentos de En el solar en el diario: “Después de siete años volví a recorrer las leguas y leguas de alcaparras, hasta alcanzar el puente pegado a mi lugar, el puente sin arcos, el dramático puente sin concluir a cuya vista se detienen los carruajes […] He hecho un descubrimiento: ya no sé comer. De convite en convite, mimado por la urbanidad legendaria de aquí, he comprendido mi decadencia”. Respecto a las revistas EPS que llevó, las obsequió a sus anfitriones. Estos, le han comentado al lector, que después de leer el semanario español, lo pasan a la sala de espera del consultorio médico que atienden. Y ahí, los impresos tienen diferentes usos: desde material gráfico para atenuar la espera, hasta objeto que piden prestado los asistentes –pese a la cortesía, el impreso no tiene retorno-. Le comentaron que los asistentes esporádicos son quienes más se llevan las revistas y que los permanentes procuran el suplemento que hojearon en la consulta anterior. El lector aprecia estas referencias porque aprende cómo perviven las formas de circulación de los impresos en el interior de macro Localia y cómo son valorados.
Marco Flores

Soldadera 134, domingo 17 de febrero 2008

CAT POWER

Siempre quise tener un pretexto para hablar de gatos y sus rayas verticales, las rayas de sus ojos, gatos rayados de negro con nueve vidas, felinos maullidos de tejado que anuncian la melancolía de la noche a lado de trompetas de elefante africano perdido en Norteamérica.
Cat Power es una expresión maravillosa para escuchar en automóvil mientras el sol cae y se levanta del otro lado del mundo, es un gesto gatuno de bigotes con leche ronroneado en una alfombra verde que combina con papel tapiz amarillo de rombos, es todo lo que preferimos callar porque Chan Marshal lo puede decir más bonito, con su voz tan quieta.
Come with me my love to the sea, the sea of love. I want to tell you how much i love you dice un hermoso fragmento de ‘Sea of Love’, canción que enmarca la posibilidad de un amor tan mágico como el mar y aunque suena a cliché, cobra nueva vida entre una guitarra llorona y el ritmo de oleaje que la voz de Marshal ofrece.
Es difícil hablar y simplemente hablar de lo maravilloso de la música, y tratar de emitir todo lo que produce al ser escuchada. Nuestro cuerpo es como un laboratorio sensorial capaz de crear y transportar cualquier emoción a cualquier dirección y me da la impresión de que los músicos hacen experimentos, pero es difícil de explicar. Por eso tal vez baste con sentirlo y oír a través del silencio el paso lento de instrumentos, de gatos, de elefantes…
Quizás usted ya escuchó y sintió a Cat Power, por lo tanto ya experimentó un dejo de desesperanza con ‘Hate’, o vino a su mente la canción ‘Fool’ mientras esperaba a alguien cerca de la parada de un autobús, ya debió haberse motivado a dejar todo atrás y empacar maletas para una nueva vida con esa melodía que dice ‘Free’.
Ahora con mis pretextos para hablar de gatos y de sus rayas siento que el llanto de uno que se recrea en mi interior, a media noche perdido en la ciudad lamiéndose las patas, pescando ratones, tosiendo bolas de pelo, un gato estirado hacia el espacio sideral con ojos de luna en eclipse, siento el poder del gato.

Citlaly Aguilar Sánchez

Nunca jamás una simple ella.

Soldadera 133

Una fotografía es una isla
en las Antillas del tiempo


Según el modelo estructuralista, una imagen es en primer término una representación, pero de manera aun más esencial, aunque por regla general oculta, es un argumento sensible. El oxímoron es desde luego deliberado. Es obvio que una sensación necesita algo diferente de un argumento. Necesita, si algo, otra sensación. No para confirmarla, ni para reforzarla, sino para troquelar sus bordes. La sensación es sensación sólo si choca con otra sensación. Si hay argumento es porque la sensación de la que arranca se ha hundido en el pasado, sobrevive como recuerdo que en cada actualización pierde o gana o equivoca su sentido. El argumento sensible no es explicativo, ni justificatorio: solamente decreta el paso de todo presente. Es por ello que su <> no es nunca otra cosa que la muerte. La muerte no como imagen, se entiende, ni como lugar de erupción del sentido, sino justamente como deadbeat, como el troquel o la rítmica que otorga bordes y resplandores a la vida.
Ahora bien, ¿qué sensación provoca una imagen fotográfica? Se diría que depende de aquello que muestra, o de cómo se dispone técnicamente para mostrarlo. El argumento sensible de la fotografía dice o delinea las cosas tal cual son. Pretensión que se cumple a condición de decidir que la imagen fotográfica mantiene un nexo especial de fidelidad con la verdad. Una fotografía, se cree, no miente, no puede mentir. Y bien, esta pretensión es completamente ilusoria. Una fotografía es, dicho con rigor, una alucinación. Comenzando porque no existe en verdad nada que tenga la fuerza de mantener la absoluta fijeza y terminando por el hecho de que en la inmovilidad absoluta ninguna imagen sería factible. La <> no lleva del pasado al presente y hacia el futuro, la línea del tiempo es el abismo invisible, infotografiable, en el que el tiempo es engullido. La imagen está recortada del tiempo, que sólo por ilusión es coercible o por coerción imaginable.
Digámoslo con la mayor claridad: la imagen no encuentra el poder de detener el tiempo, pero en su fracaso muestra un flanco temporal que la mirada común no podía sospechar.
Elíjase de la presente serie una imagen fotográfica y tratemos de representarnos su truco. La imagen no es la cosa, pero que no lo sea pasa a segundo término. No desaparece, sólo se coloca por debajo de su imagen. La imagen desdobla el tiempo como en esa fotografía de dos niños que soplan enormes tubas comenzando a darse mutuamente la espalda. Cada figura representa un instante. Un momento más y el instrumento ocupa la totalidad de su mente. Como la cámara, que da la espalda a la realidad concentrada en la imagen que ha producido artificialmente. La parvada de estorninos asustados, el descanso de la ballerina, el risueño asombro detrás de un habano, los añejos y curvados pasos del campo, los pistilos helicoidales, los vehículos estacionados en un rincón del siglo XX, el dandelion en reposo inminente… El truco consiste, según lo ha insinuado entre otras la crítica semiológica, en separar la percepción de la atención. El instante que no retorna es captado ello no obstante de un modo que ningún ojo percibe. Es <>, pero lo real no coincide jamás con lo verdadero. En la imagen fotográfica penetramos en un mundo que no existe más, y en tal sentido es imperceptible, pero notamos también que ha pasado íntegramente al plano imaginario. Ya no pensamos si <> tuvo lugar.
El truco es tomar la huella por la cosa, y tomarla en un giro que suprime toda inquietud y, en el límite, toda nostalgia.
Los buenos fotógrafos son aquellos que intentan comprender este misterio, el misterio de la reversión y del doblaje, sin confundirse ellos mismos. Podrían autoconcebirse como espías de lo real, pero no hay Central de Inteligencia que monopolice sus informes. La imagen desenmascara a la imagen comprobando que ella es siempre máscara. El instante, al igual que lo real, es privado. No es casual que los pueblos primitivos de todos los tiempos y lugares desconfíen tan inconsolablemente de su imagen en emulsión de plata. Es literalmente cierto que una imagen les (nos) roba el alma. Lo es si concedemos que <> es exactamente esa parte de las cosas animadas e inanimadas que consiste en huir de la imagen en el instante exacto en que es capturada y reproducida por el lente.
Una fotografía es una isla en las Antillas del tiempo. Rafael Magallanes Quintanar despliega en esta muestra intitulada El orden y el caos una voluntad de verdad que no sufre por su irremediable descascaramiento. La foto <>, como dejó escrito en un día ya casi lejano Roland Barthes. La imagen detiene el tiempo sin detenerlo, lo hiere sin matarlo, lo enrosca como un caracol en la palma de la mano, y en ello es extraordinariamente parecida a las sucesivas capas de calicanto, pintura, musgo, orín, moho y humedad que recubren los muros de alguna antigua edificación en sí misma suspendida en el mar de los sargazos del tiempo humano. La fotografía, retrate o no semejantes figuras y atmósferas, posee ese carácter lloroso y cálido y de extraño colorido de un islote antillano para el cual, por celebrar un célebre asalto, y por anunciar y asegurar una revolución incesante, <>.
Que así sea —aun si sabemos que no lo ha sido y menos todavía que lo será algún día.


Sergio Espinosa Proa
Zacatecas, febrero de 2008

Soldadera 133

Telecontrol

En el siglo XXI, el historiador que estudie nuestro tiempo
se verá obligado a mirar millones de kilómetros de grabaciones televisivas.

Ryszard Kapuscinki

Los medios de comunicación están marcando la pauta de nuestros recuerdos.
La televisión, vanguardista por excelencia en esta competencia que significa manejar la opinión pública, bien puede bombardearnos con cientos de enfoques sobre algún hecho o personaje hasta que éstos se convierten en canciones o chistes.
Al mismo tiempo nos invade con imágenes tan disímiles que se superponen hasta borrarse una a otra y dejarnos en la amnesia.
El ciudadano ordinario, quien llega tarde a casa tras un largo día de trabajo, enciende el televisor e intenta ligar su existencia con personas y hechos de su ciudad, país y del inmenso planeta en el que vive. Sin embargo, su tarea se vuelve imposible y frustrante cuando las noticias son tantas y de realidades tan complejas.
Luego de una noche de telediario, durante la mañana siguiente intentando apropiarse de ese mar de información, se da cuenta que ya se generaron millones de metro cúbicos.
La humanidad está perdiendo la incipiente capacidad de atención y retención acerca de su entorno.
Cuando en el devenir histórico nos podíamos jactar de la accesibilidad del conocimiento, el ser humano inicia el proceso degenerativo por sobredosis.
La información emitida por el medio más influyente es tanta que nuestro cerebro tiene poco tiempo para desmenuzarla y hacerla suya.
Pasarán aquellos tiempos en que la gente común y corriente podía sentarse en plazas y jardines a comentar las novedades del pueblo hasta agotar las posibles explicaciones.
La generación de información está dejando en la retaguardia a su creador y razón de ser.
¿Qué pasará, no con los intelectuales y analistas, sino con el ciudadano “común y corriente”?
Se detectan dos posibles caminos. Por un lado, quizás algunos cuantos entenderán que la premura exige agilidad mental, y amplia disposición para la apropiación.
Por otro, -los más- al asimilar poco o nada del mundo informativo, desistirán de participar en la carrera para alcanzarlo.
Si bien serán pocos quienes aceleren el paso para abordar el tren periodístico, muchos más serán los que asumirán la imposibilidad de entender su entorno en tiempo real.

II.
Al momento que la humanidad se deja derrotar por la omnipresencia de los medios de comunicación, se programará para realizar una selección y clasificación “simplista” de los acontecimientos.
Cuando se hable de decenas de muertos y heridos por algún coche bomba, nuestro sistema inmunológico minimizará el impacto y concluirá que esas noticias ya no son novedad.
El grado de hambruna en el continente africano no moverá las fibras más sensibles porque es común ver a diario imágenes de niños esqueléticos con mirada perdida.
La desnudez es cosa de todos los días en una ciudad en la que la ceguera política y ciudadana requiere nuevos métodos de protesta.
En el terruño, los zacatecanos estamos tan ligados al fenómeno migratorio que los muertos sólo son vistos como números en las tablas estadísticas.
“El tema de la migración está muy trabajado”, se escucha en este estado.
Hemos hecho una apropiación equivocada de nuestro entorno al limitarnos a la selección realizada por los medios informativos.
Dejamos de ver la realidad –asumiendo las implicaciones de dicho término- con nuestros ojos y nos ceñimos a lo que se nos muestra a través de una pantalla.
Tarea difícil será la de colocarnos en la línea de salida e intentar mantener el ritmo en la generación de la información; importante será conectar nuestra existencia con los hechos y fenómenos de nuestro entorno, pero será vital para la creatividad, mirar la realidad con nuestros-propios ojos.
Con cariño y agradecimiento
a la compañera de guerra.
Arazú Tinajero

Soldadera 133

PREMIERE!


Un día como hoy, en que el espejo dibuja siluetas sacadas de una película de Burton: pálidas, con ojeras y cabello despeinado; he de hablar de la revista Première que en esta edición trata de una película del director antes mencionado y sus característicos personajes que no pueden ser mejor interpretados que por Deep (y digo que no pueden pero en realidad no lo sé porque nunca se ha presentado la oportunidad pero tampoco es algo que nos preocupe a sus fans).
Me uno a los infortunados que esperan ‘Sweeney Todd’ en el único cine de la ciudad, me uno a los que compraron Première para leer las entrevistas con Johnny Deep y Tim Burton y ver las fotografías detrás de cámaras de la cinta. Me uno a los que opinan que Burton parece un personaje de sus películas.
La revista ofrece además una amplia revisión de los filmes en boga, y por ser un especial de entrevistas, tenemos a Tom Hanks hablando de su actuación en ‘Juego de Poder’, al lado de Julia Roberts quien también expone su experiencia, seguida de Keira Knightley y lo que dice sobre la película de época ‘Expiación, Deseo y Pecado’.
Ya por las últimas páginas se encuentra un motivo para recordar a Joel y Clementine, personajes creados por Charlie Kaufman en la cinta ‘Eterno Resplandor para una Mente sin Recuerdos’, pues aparece el guión completo de la escena en la playa, la primera vez que se vieron…
Aún quedan muchas cosas por esperar, películas, Burton, ‘Párpados Azules’, marzo, primavera, nuevas temporadas, ‘The bubble’, días de pescado, ‘Lost’, vacaciones… Me uno a los que se desesperan, me uno a los que un día como hoy se preguntan ¿Qué onda con este mundo? Me uno a los que hace malabares con el tiempo para tratar de que sea más corto leyendo revistas, a los que a veces son recordados con personajes salidos de películas de Burton.


Citlaly Aguilar Sánchez


Soldadera 133

Nana de Txebo
A propósito de Siete palabras para que sueñes papá,
de Rodrigo Gómez. Editorial El Encialodonte,
Zacatecas, 2008.


1. Frente a nuestros padres seguimos siendo niños. La infancia es el ómphalos― el centro originario, el ombligo― de la existencia. El ombligo, la infancia, es un paraíso terrible que todos hemos perdido, y que más hemos perdido cuánto más olvidamos. Hemos olvidado que fuimos alguna vez niños, no sus recuerdos, sino su forma de ser, su forma de estar ante un mundo de suyo absurdo, ininterpretable, pero además, como única fortuna, un mundo jugable. En la niñez están, como recuerdo inicial, los padres como totalidad del mundo. La infancia como paraíso terrible que nos acompaña a todas partes.

2. Ejemplo. Recordé el otro día como salía sangre de la nariz de D., mi hermano pequeño. Cómo salía su sangre y no paraba. Tendría él unos tres años y padecía frecuentes hemorragias. Recuerdo la sangre cayendo y la desesperación de mis padres ―incluyo en ellos a mi tía D.―, omnipotentes en todo lo demás, pero desvalidos ante la sangre oscura, nocturna, de mi hermano. Recuerdo las imágenes, pero no siempre recuerdo aquello que sentía, la manera en que interpretaba, dentro de mi pasmo ―ese pasmo que es la verdadera, genuina filosofía, el casi no pensar que sólo pertenece al hombre en su estado naciente. Al ignorar las terribles posibilidades de la enfermedad y la muerte, veía a mi hermano como una especie de ángel victorioso, con su poder de sangrar ilimitadamente. Un ángel ante el cual mis padres se arrodillaban y rezaban, como queriendo calmarlo, detener su poder.


3. El valor de los Siete poemas para que sueñes papá, consiste en algo que va más allá de los siete poemas, se trata de su poder para ayudarnos a desolvidar. Cierta vocación misericordiosa. La misericordia como solidaridad humana del canto. Cantar para aliviar las penas de los niños, de los padres, de los hombres; y aún más, de las cosas: cantar para aliviar las penas de las nubes y las montañas, la pena de la lluvia y los rumiantes; cantar para que todo vuelva otra vez a soñar: todo lo que anda en vela, en pena, todas las dolorosas ánimas del mundo. La primera misión del canto es poner a dormir a los niños: «Dormir, dormir,/ que cantan los gallos de San Agustín,/ el niño llorando y el moco colgando». La primera misión del cantante es ayudar a dormir, o mejor dicho, hacer soñar a los hombres, a los niños, a las fieras, a los padres.

4. La misericordia de los Siete poemas, se encuentra dirigida ―felizmente― por la infancia. Esta, la infancia, es la edad del no saber hablar. Digamos que es entonces la más inocente de las misericordias ― quisiera entender aquí inocencia como la actitud menos interesada, menos apabullada por el mundo de la necesidad y sus padecimientos. La misericordia del padre con el hijo es la misma que la del hijo con el padre. Ayudar a dormir, ayudar a vivir. La poesía ayuda a soportar la pesada vigilia del dolor y la muerte y la transmuta en sueño vital. Recuerdo la primera revelación que tuve de la muerte, un hecho que me parecía a todas luces absurdo, no mi propia muerte que entonces encontraba imposible, sino el temor de que mis padres pudieran, ellos sí, morir. «¿También tú te vas a morir?», le pregunté aterrado a mi padre, pero no puedo recordar su terrible o hermosa respuesta.

5. La misericordia de los Siete poemas de Rodrigo, consiste en un desciframiento del amor filial, más abismal de lo que quisiéramos indagar. Son unas cuantas imágenes que alcanzan sus mejores momento cuando se revela la figura contradictoria del padre, que aparece como un titán, un guardián de los niños, pero al mismo tiempo como un coloso herido, agónico, con esa carga de misterio que tiene, que tuvo alguna vez para todos nosotros, el extrañísimo planeta de los padres. «Te dije que mi padre y un día despertó y jamás volvió a dormir?» es el verso de cierre y también el comienzo de la elegía de un padre que vive y muere perpetuamente, con todas sus cosas girando alrededor, imantándolo todo, los zapatos, los pañuelos, los discos, sus canas, sus poemas, introduciéndonos en ese infinito insomnio de la muerte.

6. Debe buscar aún, el autor, otros fondos, otras órbitas. Todavía más en ese otro retrato, ese grabado que no es el de la portada exterior, sino en la interior, ese desequilibrio interno de todas las cosas, incluso del padre, incluso del hijo, incluso de la vida, incluso de la muerte, que nos permite aún vivir soñando y que está ya iniciado en los primeros Siete poemas. Debe buscar, pero se ve que está decidido a encontrar, porque ha destapado ese tremendo torbellino de la infancia, esa facultad para cantar canciones que nos hagan soñar.


7. Hace unos días, desde la lucidez de sus tres años, Tx. me aclaró: «¿Sabes qué, papá? Nadie se muere en este mundo. Antes toda la gente era muy vieja, por eso se moría. Pero ahora todos somos jóvenes ―y por eso la gente no se debe que morir». Me arrodillé ante él, me abrazó, me durmió, me hizo soñar, y hasta la fecha.

Javier Acosta, febrero de 2008.

Soldadera 133, domingo 10 de febrero 2008

Cantarte comandante

“…papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita,
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo
y cómo desde aquel día todo parece más feo…”
Ismael Serrano

Desde hace algún tiempo quería escribir este texto, sin embargo estaba en el congelador y se negaba a salir. Pues por fin en las postrimerías del año pasado en un momento de ocio y fervor revolucionario –musicalmente hablando- decidió salir, tal vez se piense que en estos días se encuentra un poco desfasado el tema, pero el personaje del que hablo nunca lo estará.
Recordarán que un aciago 9 de octubre, pero de 1967, murió a manos de los Rangers bolivianos el guerrillero y revolucionario por antonomasia Ernesto Guevara de la Serna, el Che. Año con año se conmemora su muerte de una manera muy especial en distintas partes del mundo, y no solamente este día, sino se podría decir que todo el año debido a la cantidad de souvenirs en los que se ha convertido la famosísima imagen de su rostro, fotografía tomada por Korda: tazas, playeras, llaveros, separadores de libros, postales, plumas, etcétera.
Sin embargo ha habido cierto grupo que intentó, tiempo después de su muerte, recordarlo de una manera no tan lucrativa. En todos los lugares de la tierra la gente rinde tributo al héroe de maneras distintas, es eso a lo que un teórico de la historia llamó “la historia recordada” y entre estos talantes se encuentra el canto. Pues en cuba y distintos lugares de Sudamérica, varios cantautores compusieron canciones para recordar al “guerrillero heroico”.
La tarde del 65 en que Fidel Castro dio a conocer la carta de despedida del Che, para continuar su empresa revolucionaria en otras latitudes, esa carta que decía “Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío…tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas. Hasta la victoria siempre. ¡Patria o muerte!”
Esas últimas letras de Guevara hacia el pueblo cubano, causaron tanto impacto en un cantautor de nombre Carlos Puebla, mejor conocido como “el cantor de la revolución”, que esa misma noche compuso una canción que rebasaría fronteras y sería traducida a infinidad de idiomas: Hasta siempre, popularizada aquí en México por Oscar Chávez.
En esta letra Puebla recordaba las últimas noches de diciembre del 58 cuando el ejército comandado por el Che entró en Santa Clara “Tu mano gloriosa y fuerte/sobre la historia dispara/cuando todo Santa Clara se despierta para verte” y continúa “Tu amor revolucionario / te conduce a nueva empresa / donde esperan la firmeza de tu brazo libertario” refiriéndose a la partida del Che para combatir en África. El mismo Puebla compuso otra que se llama Lo eterno donde dice “hombres como tu no mueren/ ni en la historia ni en el tiempo/ cómo habrían de morirse los hombres que son eternos” y otra titulada Un nombre “cuando se hable del valor estoico/ de la vida cabal, profunda y clara/ sin mencionar al guerrillero heroico / estaremos diciendo Che Guevara”
Las dedicatorias al comandante continuaron después de acaecido su deceso en octubre del 67. En ese mismo año un joven soldado terminó su servicio militar y al día siguiente comenzó su carrera como cantante, algo conocido, Silvio Rodríguez. Junto con otros jóvenes cantantes, Pablo Milanés y Noel Nicola, los tres, estandarte del movimiento de la Nueva trova, tuvieron una convivencia en 1968 con la revolucionaría Haydeé Sanatamaría, misma que les inculcó un espíritu revolucionario y los incitó a componer canciones con dicha temática.
En el 68, con toda la vorágine que se vivía en diversas latitudes del planeta y con el rostro del Che –otra vez la foto de Korda- convertido ya en icono principal de la revolución, Silvio Rodríguez compone Fusil contra fusil y en el 72 aparece América, te hablo de Ernesto. En la primera, Silvio decía “Se perdió / el hombre de este siglo allí / Su nombre y apellido son: /Fusil contra fusil” y en la segunda Rodríguez sentencia “Aunque lo entierren hondo / aunque le cambien la cara /aunque hablen de esperanza y brille la mascarada / llegará su fantasma bien retratado en las balas” tal vez haciendo referencia a la tan conocida “la maldición del Che”.
Pablo Milanés escribió Si el poeta eres tú, donde simplemente dice “Qué tengo yo que hablarte comandante /Si el que asomó al futuro su perfil y lo estrechó con voces de fusil fuiste tú / guerrero para siempre / tiempo eterno”.
El también poeta de origen cubano Nicolás Guillén, escribió un poema que el grupo Almamater se encargó de musicalizar, éste se llamaba sencillamente Che Guevara donde Guillén hizo esta semblanza “Así Guevara / gaucho de voz dura / brindó a Fidel su sangre guerrillera / y su ancha mano fue más compañera / cuando fue nuestra noche más oscura” El trovador Amaury Pérez escribió Andes lo que andes, Tania Castellanos Por los andes del orbe, Gerardo Alfonso compuso Son los sueños todavía y el uruguayo Daniel Viglietti Canción al hombre nuevo y Canción al guerrillero heroico. En la primera, el charrúa pretende con ayuda del mundo o quizá dios hacer un hombre nuevo pero con los atributos del Che “Lo haremos tú y yo / nosotros lo haremos/ tomemos la arcilla para el hombre nuevo… /por brazo un fusil / por luz la mirada / y junto a la idea una bala asomada… y por corazón a ese hombre daremos / el del guerrillero que todo sabemos” y en la segunda Viglietti menciona que “cada guerrilla nueva lo hará sentirse vivir”. Censar Portillo de la luz de la luz creó una parecida a la del uruguayo, esta con el nombre de El hombre nuevo, donde quizá coincidiendo con otros menciona “su nombre nadie podrá enterrarlo / su voz por siempre será escuchada / repitiendo las palabras que la historia recogió”
No son las únicas canciones que se han escrito sobre el Che, sin embargo estas quizás sean las más celebres, fueron incluidas en un solo disco en 1997 grabado en la Habana, pare después presentarlo en vivo en un homenaje en un teatro de la ciudad.
Hay algo similar en cada una de ellas, y es que a parte de la remembranza histórica a la que hacen referencia, siempre ha de existir el panegírico, y se puede notar en todos esos atributos divinos que se le dan al guerrillero heroico tales como “con una mano larga para tocar las estrellas y una presión de dios en la huella”, “preparando el milagro de caminar sobre el agua… vino a rajar la noche un emisario del alba” “y con voz tan perfecta que no necesita oído” “y el que ha tumbado estrellas en mil noches de lluvias coloridas eres tú”, “tu presencia firme y clara como estrella refulgente” “cuando se hable de la luz creadora, cuya fuerza inmortal la noche aclara hasta tomarla en nueva aurora, estaremos diciendo Che Guevara”, “Fue una estrella que te puso aquí y te hizo de este pueblo”. En todas, o casi todas, aparecerá siempre el Che con un fulgor radiante como el de las estrellas.
¡Hasta siempre!

Alejandro Neri

…show must go on…

Soldadera 132

EL CINE DE 1957

Demos una fugaz repasada de algunas de las películas memorables que cumplieron cincuenta años en este 2007 que recién terminó.

MAESTROS DE TODAS PARTES
Los dos grandes que se fueron este 2007 tuvieron presencia en 1957: una de las cumbres de Ingmar Bergman fue Fresas salvajes, reflexivo y simbólico viaje vital y mortuorio de un profesor de medicina en el que importaba más el trayecto que el destino, acaso como la propia existencia. Por su parte, Michelangelo Antonioni dirigió El grito, en la que diseccionaba con su peculiar mirada a las clases altas. El cine post Stalin encontró una fuerte muestra de renacimiento con Cuando miran las grullas, dirigida por Mikheil Kalatazov.
Fellini filmó Noches de Cabiria interpretada por Giulietta Messina como la ingenua prostituta en busca del amor y Kurosawa Trono de sangre, aportando su visión a Macbeth, clásico de Shakespeare. Desde la India llegaron un par de cintas memorables: Aparajito, la segunda entrega de la famosa trilogía de Satjyajit Ray, y Bharat Mata, obra de Mehboob Khan centrada en la batalla de una mujer atrapada entre la tradición y el cambio.

MUSICALES, COMEDIAS Y ROMANCES
En clave de musical, Una cara con ángel de Stanley Donen, ponía a Audrey Hepburn y Fred Astaire como improbable pareja romántica en un entorno colorido. Por este mismo circuito, el mundo conocía a un negro atrapado en un cuerpo de blanco que movía las caderas en público como no se había visto antes: Elvis Presley bailaba con su traje de presidiario El rock de la cárcel, de la mano de Richard Thorpe. Por su parte, George Cukor filmaba la joya Las Girls con música de Cole Porter.
Leo McCarey juntó a Cary Grant y Deborah Kerr en Tú y yo, y el prolífico Billy Wilder hizo lo propio con Gary Cooper y Audrey Hepburn en Ariane. Marlon Brando se enamoraba, en el contexto posterior de la Segunda Guerra Mundial, de una japonesa en Syonara, realizada por Joshua Logan. Caso similar le sucede a Clark Gable al caer rendido ante una esclava, interpretada por Ivonne De Carlo en Band of Angels de Raoul Walsh.
Una de las películas escandalosas de la época fue Y Dios creó a la mujer de Roger Vadim, en la que Brigitte Bardot le llenaba el ojo a intérpretes y espectadores por igual; Faulkner fue adaptado con profunda convicción por Douglas Sirk en Ángeles sin brillo y Otto Preminger le ponía melancolía a la pantalla con Bonjour Tristesse.

WESTERN Y THRILLER
Un par de francesas: Ascensor para el cadalso, debut de Louis Malle, combinaba el drama con el thriller policíaco, atravesado por la hoy consabida fórmula de esposa-amante-matan-marido, mientras que el eterno Claude Chabrol presentaba Mi bello Sergio; por su parte, Jacques Tourneur dirigió La noche del demonio en tono terrorífico. El maestro Hitchcock colocó a Henry Fonda como Falso culpable, en una de sus más grandes cintas, quizá no tan publicitada pero terriblemente efectiva.
El western estuvo bien representado por La verdadera historia de Jesse James de Nicholas Ray y El tren de las 3:10 de Delmer Daves, revisitadas por sendos remakes este año; Anthony Mann contribuyó con El hombre del Oeste, John Sturges con Duelo de titanes y Samuel Fuller con Cuarenta rifles. Recuperando la autobiografía del piloto de la marina Frank ‘Spig’ Wead, John Ford firmó Escrito bajo el sol con John Wayne y Maureen O’Hara.

JUICIOS, GUERRAS y CIENCIA FICCIÓN
Un clásico del cine de juicios es Doce hombres en pugna de Sydney Lumet, en la que Henry Fonda encabeza una reflexión contraria a lo que el resto de los jurados pensaba con respecto a un acusado; en este mismo ámbito y basada en la novela de Agatha Christie, Billy Wilder dirigió Testigo de cargo con una estupenda Marlene Dietrich. Otro par de clásicos, éstos del cine bélico: El puente sobre el río Kwai del realizador David Lean, obra redonda desde donde se le mire y la crítica Senderos de gloria, dirigida por Stanley Kubrick y ubicada en la Primera Guerra Mundial.
La ciencia ficción encontró en El increíble hombre menguante del realizador Jack Arnold, un poderoso ejemplo de cómo la alienación del ser humano empieza por casa: “Yo continuaba menguando, convirtiéndome… ¿en qué? ¿Lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Aún un ser humano? ¿O era yo el hombre del futuro?” (Cita de la película en Müller, Jürgen, Cine de los 50, Taschen, 2005).

Valga este recorrido para recordar o descubrir el cine que se miraba, disfrutaba o sufría, según el caso, hace cincuenta años.

Fernando Cuevas

Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

Soldadera 132

MI JAULA


De aire,
de responsabilidad.
El ansia me transforma en mujer lobo.
Arranco retazos de piel
de mis brazos, cara, pechos,
sustituyo mi cobriza piel por un oscuro pelaje
dientes caen y emergen colmillos
mis ojos se vuelven de un negro profundo
Con un grito que se atraganta,
que aturde con el eco,
el alma esta en implosión,
mi espíritu se comprime hasta desaparecer.
Escapo de esta jaula de aire.
De responsabilidad.

Olga Fabiola Romo Enciso
Integrante del Taller de Poesía de la UAZ

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COLD WAR KIDS

Si el velo transparente de celofán que envuelve la música ha sido pocas veces roto y muchas veces usado como adorno de regalos, si alguna vez ese misterio inefable habrá de ser tangible y no tan frágil, tal vez sea el día en que el universo deje de emitir sonidos y nos hundamos en el silencio más profundo, entonces nada será posible todo estará hecho.
Aún hay muchos misterios rondando por ahí, letras de canciones en lenguas extrajeras que apenas asoman singulares acentos y en general nos permiten recrear en la mente un sinnúmero de posibles traducciones que van de acuerdo al momento en que las escuchamos hasta lo que se sugiere con la entonación o el ritmo.
Cold War Kids es una banda procedente de Long Beach, California, y su música es singular desde el momento en que se escucha el golpeteo guapachoso en la batería, acompañado un bajo suave y ocasionales guitarras en contraste con voces melódicas y a veces algo ácidas.
Con un disco en su haber Robbers and Cowards, la propuesta de Cold War Kids es rara porque puedes hacer de sus letras un gran cóctel de paradigmas, es difícil atinar (si no tenemos un conocimiento del idioma inglés promedio) lo que se dice precisamente por el cómo se dice… por ejemplo en ‘Hang me up to dry’ te dejas bailar casi por medio de las caderas, casi con las muñecas marcando el paso y en ‘Robbers’ es como caer, llorar o guardar silencio de hospital.
‘Pregnant’ es una canción emotiva que por el titulo sugiere cierta calma, además que va acompañada de silbidos y frases en francés, una canción de compañía bajo las cobijas; quizá es lo más cercano a la descripción de esta banda estadounidense: de compañía, sus melodías van aquí y allá sonando y regándose sobre cualquier superficie de día.
El proximo 8 de marzo en la ciudad de México, Cold War Kids se presentarán en el MX Beat Sound Festival en punto de la 1:00 pm, la invitación es para todo aquel que guste de hacer viajes melómanos, de bailar y perderse en ciudades extrañas sólo para descubrir que el mundo no se puede mover sin sonidos transparentes de celofán.


Citlaly Aguilar Sánchez

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Diciembre 15 de 2007
Ayer miré en el televisor David Copperfield. La serie la transmiten en uno de los canales donde poco atiendo su programación. Paula también la miró. En cada corte comercial ella aseguraba que el protagonista era el mismo de Harry Potter. Su aseveración la hacia con base a la intervención de actores que también participan en la saga inglesa. Por el interés que mostró, le dije que esa historia era de un escritor del que teníamos un libro, y se lo enseñé. Sobre eso no dijo nada, creo que entonces disimuló la atención. Cómo siempre, el objeto impreso la disuadió. Cuando terminó el episodio, no hizo más comentarios; se puso a jugar en su Tamagochi.
Hoy, mientras ella estaba en el Club de Ciencias de la UAZ, leí los periódicos de siempre y los locales que recogí en la recepción del hotel. Hojee y seleccioné las páginas con tranquilidad; no tuve distracciones. Es una “bendición” este restaurante. Recupero: En Babelia no apareció la columna de poesía. En Milenio (igual que en Reforma y La Jornada) hay varias columnas donde los autores escriben con base a su lectura de El País o el ABC, lo hacen sin dar indicios. Pero Laberinto sigue siendo una delicia, más por las columnas de poesía y la de Fernando Zamora. ABCD repite páginas y notas de números anteriores. La novedad es la reseña de Las benévolas.
Ya compré La diferencia. El libro arribó un mes posterior a las primeras publicidades y adelantos que aparecieron en El Universal y Proceso. En la tienda de Slim no se vende todavía. Ni que atenuar en los rezagos decimonónicos de Localia, en la cuestión de circulación de libros sigue anclada en el siglo XIX. En la librería salude al maestro Pino Méndez, él hojeaba un libro de David Ibarra. Quedamos en platicar “uno día de estos”.
Como a las tres pm no había decidido a que reunión asistir, tomamos un autobús a Tacoaleche. Ascendimos en el bulevar, frente al cinema. El camión y la música que puso el chofer, me recordaron las películas de Antonio Aguilar (¡cómo perviven las prácticas de disuasión que imperaron en el anterior régimen!). En el camino, justo en Odontología, frente al anuncio comercial que invita al tratamiento preventivo contra el cáncer, decidí que iríamos a la comida de Martínez Domínguez. La motivación se generó porque ahí estarían personas con las que Paula podría convivir. En la fiesta nos quedamos hasta las 7 pm. El regreso también fue en bus; y es una aventura la espera en la carretera: el paradero no tiene iluminación, por lo que se debe hacer stop a los autobuses que pasan.
Ricardo llamó para avisar que no irá a Tlaltenango. Usó el teléfono de su casa. El aviso me permite modificar el itinerario de la semana. Por lo pronto, el lunes me voy a Sombrerete. Me comentó que está leyendo Muerte en Venecia; ojala no miré la película antes de que concluya la lectura de la novela. Quedamos en mensajearnos.

II
Por los datos asentados en la nota del sábado 15, es notorio que no haz modificado tus hábitos: los viernes, más las noches de ese día, siguen destinados para mirar el televisor. En cada corte comercial ojeas las EPS rezagadas o evalúas las notas anexas a la agenda –las que redactas en Post-it © de color amarillo-. Sin embargo, en esta ocasión no sigues el guión para las labores acostumbradas. No lo haces porque en la agenda hay un pegote verde, en el que se puede leer: “Rehacer programa para 15-30. Urge” (lo colocaste desde noviembre). Además, te interesas en chequear la antología de Charles Dickens, donde procuras las marcas de apropiación impuestas al volumen.
[El libro lo compró en el verano de 2005. Aunque no lo utilizaría inmediatamente en el curso de las literaturas del siglo XIX, justificó la adquisición en el bajo coste del objeto –el precio estaba fijado por una de las promociones de rebajas, de las que frecuentemente tiene la atestada cafetería del bulevar. Después notó que los textos eran mejores traducciones, mejores con respecto a las ediciones de Porrúa. La producción del impreso fue hecha en España, en una de esas editoriales que por publicar autores decimonónicos y multicitados, proyecta más a una empresa de maquila de impresiones y encuadernados a granel. Esto lo atestigua la calidad de los folios, que son del denominado “papel revolución”.
El volumen contiene las novelas Almacén de antigüedades e Historia de dos ciudades, y la colección Canción de Navidad y otros cuentos (es un impreso de 700 páginas a media carta). Eduardo Parra (¿?) es el autor del prólogo, en su texto están los datos elementales que ubican el transcurrir de Dickens y lo que entonces ocurrió en la geografía europea. En Historia es donde hay más señales de que ejerció la lectura. Se nota en las cruces con tinta azul y en los subrayados con marcador del tradicional color amarillo. Lo de azul señala las descripciones de los espacios y lo de amarillo indica la atención que dio a los olores.]
Por cierto, aunque es la primera vez que escribes acerca del restaurante del Mesón, la asistencia de este sábado es la quinta ocasión continúa que acudes al lugar. Vas ahí porque puedes tomar café americano y leer sin restricción los diarios locales, pero más porque las atenciones del personal y la disposición de las mesas te recrean el manual de Carreño. El café que sirven ahí, es por extracción –como lo preparan en el resto de las cafeterías de Localia-. La mesa que ocupas es siempre la que está frente a la pintura que reproduce una portada de El País. Cuando llegas, los cubiertos todavía están colocados para el desayuno. En el transcurso de tu estancia (entre las 12 y 2 pm) los camareros se dedican a modificar la disposición y el diseño de los manteles, comprendes que sigue la atención para el almuerzo del día.

Marco Flores

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Las artistas de la seducción II

Translucidez a flor de piel, la belleza de las geishas no se reduce a su aspecto, ni siquiera reposa en su encanto y gracia corporal, la agudeza de su arte las ennoblece de forma orgánica: cuerpo y alma conforman una totalidad indisociable. Se trata de una nobleza cuyo señorío resguarda una aristocracia secreta. Preparación paciente, obstinada y meticulosa, desde la antigüedad, se estudiaba para ser geisha, ella no se limitaba a la complicada ceremonia del té, sabía historia, arte, matemáticas y cultura, además de canto, baile y guitarra japonesa. Experta en política y relaciones públicas, muchos negocios dependían de su diplomacia y capacidad para resolver situaciones difíciles. Artista del performance y de la sutileza, su arte era un devenir minoritario, subversivo, imperceptible, de ahí su apariencia de marioneta y delicado maniquí, de ahí también sus modales y habla íntima. Esfinge madurada por el buqué del tiempo, la geisha implosionaba afectos y pasiones. En su niñez, era asistente de las más experimentadas, y luego aprendiz de geisha (maiko) durante su entrenamiento. Aún hoy las geishas estudian instrumentos y canciones tradicionales, baile japonés clásico, ceremonia del té japonesa, arreglos florales, literatura y poesía. Con la ayuda de las dueñas de las casas de geishas, las aprendices llegan a dominar la compleja tradición del kimono. En el Japón moderno, las geishas y maiko son bastante inusuales. Todavía en el distrito Gion de Kioto, se observan algunas maiko por las calles yendo o regresando de una cita. Una economía en crisis, poco interés en las artes tradicionales, la influencia de modas culturales y el costo los servicios han contribuido a su declive. Las geishas son contratadas para asistir a fiestas y encuentros, en casas de té o restaurantes japoneses tradicionales. Su tiempo es medido según lo que se demora un palo de incienso en consumirse, y es llamado senkodai ("palo de incienso tarifario") o gyokudai ("joya tarifaria"). Otro término para trazar la tarifa es "ohana", o flores tarifarias. El cliente hace el convenio a través del sindicato de geishas (kenban), que mantiene el horario de cada geisha y hace sus citas de entretenimiento o entrenamiento.
Resulta inusual que la geisha tenga hijos, lo más común es que viva en soledad. Aunque sus compromisos incluyen el galanteo y sugerentes bromas sexuales, todo está rígidamente codificado a través de formas tradicionales, nunca incluyen actividad sexual, y una geisha no es pagada por sexo, aunque algunas pueden elegir tener una relación que incluya el sexo con algún cliente fuera de su rol como tal. Fue tradicional para las geishas tener un danna, o cliente habitual. Un hombre adinerado, algunas veces casado, que tenía recursos para financiar los costos del entrenamiento tradicional de la geisha y otros gastos considerables, una geisha y su danna podrían enamorarse, empero la relación siempre ha estado sujeta a la capacidad financiera del danna. Incluso entre los japoneses, los valores y códigos en las relaciones de la geisha y el danna son ambiguos y poco comprendidos. Hay una fuerte hipótesis –ampliamente justificada– sobre la venta de la virginidad de las geishas y de su cuerpo a un solo cliente –hasta que el danna se aburriera.
La apariencia de una geisha cambia a lo largo de su carrera, desde la femenina y maquillada maiko, hasta la apariencia madura de una geisha mayor y consolidada. Hoy en día, el tradicional maquillaje de la geisha aprendiz es uno de las características más reconocibles, aunque las geishas experimentadas generalmente usan el característico maquillaje de maiko, consistente en la cara totalmente blanca, durante presentaciones especiales. El maquillaje tradicional de las aprendices de geisha consta de una base blanca (originalmente de plomo), el uso de lápiz labial rojo y adornos rojos y negros alrededor de los ojos y cejas. La aplicación del maquillaje es difícil de perfeccionar y es un proceso bastante largo. El maquillaje es aplicado antes de vestirse para evitar ensuciar el kimono. El maquillaje blanco cubre la cara, cuello, pecho y manos, con dos o tres áreas sin pintar (formando una "W" o "V") cerca de la nuca, para acentuar esta zona erótica, y una zona descubierta de piel alrededor del pelo, que crea la ilusión de una máscara. Hoy en día se utilizan cosméticos modernos. Las cejas y el borde de los ojos son pintados de negro; las maiko además usan rojo alrededor de los ojos. Los labios son pintados con una brocha pequeña. Cuando una geisha ha trabajado durante tres años, cambia su maquillaje a un estilo más apagado. La razón es que se ha vuelto más madura, y el estilo simple la muestra en su belleza natural. Para ocasiones formales la geisha madura aún utiliza maquillaje blanco. Para las geishas sobre treinta años, el maquillaje blanco es utilizado solo en bailes especiales que lo requieren. En un detallado blog sobre geishas se puede leer que “Tanto geishas y maikos, debían estar siempre impecables en cuanto al maquillaje y el peinado, empleaban horas en ello, y parte de su aprendizaje se basaba en estos dos aspectos. Estos dos aspectos, son parte de la carta de presentación de ellas, y un error es punto de crítica y burla entre sus compañeras, y el hanamachi entero”.[1]
Las geishas siempre utilizan kimono, se trata de un trabajo artesanal y con hermosos detalles y acabados, hecho a la medida. Las aprendices llevan coloridos kimonos con extravagantes obi. Las mayores utilizan estilos y diseños más apagados. El color, diseño y estilo del kimono dependen de la estación y evento en el que las geishas están atendiendo. En invierno, las geishas pueden ser vistas llevando un "abrigo" adornado con seda pintada sobre su kimono. Los kimonos forrados son usados durante estaciones frías, y los normales durante el verano. Una geisha profesional cuenta con más de veinte kimonos. Los colores más usados por las geishas de edad más avanzada son el beige, el gris, y el azul oscuro. Y el cuello que llevan debajo del kimono es de color blanco, y la banda que lleva en la parte baja del kimono es de color rosado. El kimono no lleva ningún tipo de elemento decorativo en el dorso. La geisha utiliza sandalias de suela baja de madera y laca, llamadas Zori y llevan solo tabi (calcetines divididos en los dedos) en interiores. En climas inclementes las geishas utilizan zuecos de madera, llamados Geta. Peinados y vestimentas ha cambiado a través de la historia. Hoy el tradicional arte del peinado está en vías de extinción. El creciente interés en la apariencia exótica de las geishas ha creado varios fenómenos culturales en Japón y occidente, recientemente las líneas de maquillaje inspiradas en las geishas fueron llevadas a occidente luego de la popularidad alcanzada por la novela y película Memorias de una geisha. En 1999, Madonna apareció en el video musical de "Nothing Really Matters" con vestimenta inspirada en una geisha y maquillaje blanco.
Es correcto afirmar que el cuerpo de las geishas no les pertenecía, pues se trata de un cuerpo producido de forma social, resultado de una laboriosa y compleja gestación, un cuerpo tortuosamente codificado por estrictas reglas de cortesía y prácticas de convivencia. Pero eso es válido para todo cuerpo humano; mejor sería que nos dejáramos de escandalizar con nuestros principios políticamente correctos. En la visión del cuerpo como instrumento de placer, la geisha esconde un conjunto de formas que subvierten los códigos de la manera más discreta y efectiva. La inmovilidad de la máscara, guarda un cuerpo, que detrás de su disponibilidad, se reserva para sí dentro de una intimidad inaprensible. El lenguaje sutil de las geishas revela una poética intimista que se asume como arte total, pero sin las pretensiones del gran arte. Lo que para nosotros parece reducirse a un juego visual –sofisticado e inquietante–, muestra una experiencia intransitiva: la de ser geisha, devenir una obra de arte viviente.
Tanto para occidentales como orientales, hoy del pasado quedan algunas geishas de museo, que –claro está– aparecen en reality shows en televisión y organizan veladas para turistas adinerados. No sin razón, feministas y otras gentes sensatas, ponen el grito en el cielo y se indignan por el destino trágico de esas mujeres. Hay motivos suficientes para ello, el maquillaje con base de plomo les dejaba estragos irreversibles en la piel y la base del peinado producía calvicie y quemaba el pelo, se les marginaba de la vida social, y muy pocas lograban el matrimonio, siempre como segundas esposas.[2] Esto es cierto, pero el sentido de ser geisha era otro. Intimidad y alteridad fueron dos rasgos que expresaron su arte etéreo; algo que Occidente desconoce o bien, durante milenios, se ha encargado de sepultar.

Sigifredo Esquivel Marín

[1]Raquel Méndez, “Geishas: doncellas del placer”, en Cultura Japonesa, culturajaponesa.blogspot.com/2006/11/geishas-doncellas-del-placer.html, también se puede ver: www.immortalgeisha.com, www.phototravels.net, http://www.travel67.com/, www.evanpike.com
[2] Cfr. “Geishas; muñecas de porcelana”, http://www.amanza.com.ar/amanda/Notas/Geishas.htm