BRIGHT EYES: LUMINOSIDAD CEGADORA

La figura del cantautor como versión contemporánea de los viejos trovadores, se ha fundido con el rock desde sus orígenes, sobre todo por la influencia del folk y del country, como vertientes blancas que bien se fundieron con las músicas negras (Blues, R&B, Soul) para dar origen a una nueva forma de expresión. Así, con Bob Dylan como el gran tlatoani seguido por muchos pilares más, este particular rol dentro de la cada vez más variada escena roquera, se ha ido manteniendo con todo y sus adecuaciones según el correr de los sonoros tiempos.

Anclado en el movimiento conocido como Americana y arropado por el difuso epíteto de indie, nos encontramos a Conor Oberst directamente de Nebraska y constituyéndose como una de las referencias recientes del rock norteamericano: quizá sea prematuro afirmarlo, pero la mira parece estar puesta en Bruce Springsteen, con quien ya compartió el escenario en la gira de conciencia electoral que no surtió el efecto esperado dada la reelección de Bush en 2004.

El prolífico joven empezó a hacer ruido desde los catorce años con su banda Commander Venus, con la que grabó un par de álbumes (Do You Feel At Home, 96; The Uneventful Vacation, 98) y empezó a expresar la rabia adolescente en un formato emocore aún rudimentario. De esta experiencia surgió la conformación del sello Saddle Creek y la integración del proyecto conocido como Bright Eyes, junto al ingeniero guitarrista Mike Moggis, cuyo primer fruto recibió el título de A Collection of Songs Written and Recorded 1995-1997, en el que la poética y la nerviosa vocal se desgranaban en 20 piezas de angustia y sarcasmo que atisbaban el horizonte de lo que estaba por venir.

Junto a colegas de Neutral Milk Hotel, Of Montreal y Lullaby For The Working Class, el todavía inquieto adolescente se aventuró a grabar Letting Off The Happiness (98), desnudo y a la vez maduro dentro de lo que cabe, siempre buscando develar el aburrimiento que todo lo ahoga. Con el nuevo proyecto llamado Park Ave. a manera de quinteto y en compañía de Clark Boechle de The Faint, Oberst presentó el álbum When Jamie Went To London… We Broke Up (99), más a manera de divertimento que rastreando alguna trascendencia. Este mismo año apareció el EP Every Day and Every Night.

Cuando la depresión adquiere algún rasgo de belleza: Fevers and Mirrors (00) representó el primer gran álbum de unos ojos que aún brillaban a pesar de estar llenos de lágrimas, o acaso por ello. Los sonidos acústicos y las cuidadas armonías invitaron a la tristeza pero con privilegiado boleto de entrada. Y de aquí al contrastante Lifted or The Story is in the Soil, Keep Your Ear To the Ground (02), ya con una incómoda fama encima que intentaba hacer de las suyas. Este mismo año, vieron la luz A Christmas Album y el roquero Read Music/Speak Spanish bajo el efímero proyecto paralelo Desaparecidos, de sello contestatario y rudeza necesaria.

La pausa de tres años sirvió para acomodar sensaciones e ideas; replantear caminos y posturas. Gracias a R.E.M. Oberst se incorporó a la gira Vote For Change, que buscaba impedir la reelección de Geroge Bush. “No pensé mucho en política hasta que invadió mi vida y me mantuvo insomne y me volvió ansioso y preocupado. Creo que fue alrededor de las elecciones del 2000 cundo empecé a ver los cambios que estaban teniendo lugar en el país y en las vidas de los ciudadanos a causa de lo que la administración estaba haciendo.” (En entrevista de Juan Manuel Freire, Rockdelux, marzo, 2005).

Los resultados de estas transformaciones internas se asentaron en la dicotomía acústico/eléctrico: en una oreja, la sutil y evocativa obra maestra I’m Wide Awake, It´s Morning (05), coronada por un folk postmilenario como bordado a mano, con la imprescindible presencia de Emmylou Harris; en la otra, la indietrónica de Digital Ash In a Digital Urn (05), como confeccionado a partir de fibras sintéticas, aún con cierta organicidad.

Cassadaga (07) está definido a partir del tránsito como método de reencuentro. Grabado en cinco ciudades y retomando en su título el nombre de una comunidad asentada en Florida que busca la energía en algún vértice del cosmos, el álbum se constituye por canciones que se escuchan más arropadas por una frondosa instrumentación y una notable sensibilidad melódica. Un disco que no hace sino confirmar lo que ya se intuía en su díptico de hace un par de años: estamos ante una sensibilidad inusual para la confección de piezas con una expresividad elocuente.

Bright Eyes se presentó en México el pasado miércoles justo para que nuestra mirada se llenara de una luz que va del romanticismo doloroso a la festividad sutil. Para cegarse ante tanto brillo.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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