Diario I

Terminé de leer Babelia. Luego sigo con el libro de Scherer García [], lo repaso para tener una idea de él; en algún momento procuraré hacer una reseña atenta del impreso… Sigo el ojeo en las notas que redacté, en la computadora, acerca de la pieza teatral que Iván Guardado dirigió y puso en escena en la llamada Antigua Casa de la Moneda:

¡Pinche Ramón!, gritó Dolores cuando supo que Ramón se fue. Que murió cuando ella lo esperaba, vestida de blanco. Grita ¡Pinche Ramón! y avienta un ramo de flores, también blancas. Y lamenta que en su pueblo las mujeres se estén quedando solas, porque los hombres se van o se matan entre ellos...

El lector-redactor trabaja en la mesa de la estancia principal. Toma Nescafé © frío (en ese ocasión serán cuatro tazas) y fuma cigarros Malboro azul ©. Al no conocerle, les propongo, para tener una primera aproximación de ese individuo, que consideremos la descripción sobre Jock Flock: “[Es un] hombre ordinario [...] su rostro libre de historia o dolor [parece ser, en verdad, alguien] regular, de quienes no han nacido ni crecido ni sufrido la vida de ninguna forma, pero que florecieron como Atenea completamente formada de la cabeza doliente de un Zeus indeciso [...] Es joven, pero adolescente ya no. Aunque es sábado, viste con la ropa que le sitúa entre los sujetos con uniforme de corte masivo [pantalón caqui y camisa azul de manga corta]”.

Como ya terminó de leer El País –y seleccionó las hojas que recortará-, sigue con la lectura de las copias del libro de Granja Castro. Continúa deslumbrado por el contenido y la forma en que la mujer trabajó la constitución de los conceptos que circularon a través de la prensa y los folletos del siglo antepasado. Se detiene en cada párrafo para subrayar con marcador rosa los conceptos que buscará en otros impresos, con naranja los autores que debió conocer desde la licenciatura. La tinta negra la usa para marcar y apropiarse del contenido. Lo hace con sus tradicionales signos: Ah!!!, Ojo... Bien... Ohoo... Clave... ideín...

El lector está en el primer piso de un edificio de cuatro niveles. Cinco si contamos el que está a la entrada, donde suelen estar los contadores de luz, agua y gas. La construcción tiene elevador, pero no la ha utilizado, en razón de estar a tres metros sobre el nivel de la calle. La habitación –misma que le asignaron para quedarse en su último periodo de investigación documental de este año-, es como toda estancia de departamento amueblado en renta. Así lo indica la calidad de los muebles. Los sillones son puntados amarillo-naranja, acordes al color beige de las paredes y la duela. Pasan por ser de utilería en un set donde se requiere representar que los tiempos mejores han pasado o que los gastos de la comuna van por otro lado, no para cubrir las comodidades de la casa.

Los cuadros que cuelgan de la pared, de la que todo habitante del piso debe ver de inmediato, por estar frente a la puerta del cuarto, son objetos representativos de lo que se adquiere en las ofertas de cualquier supermercado. Son artículos para adornar las paredes de los sanitarios o para los pasillos largos de casas que fueron modificadas. Otra posibilidad en el origen de los cuadros –eso nunca lo podrá saber- es que provienen de las proliferantes tiendas de “todo a un euro”. Son dos las imágenes –frente a ellas está un espejo, ¡sí, un espejo en el salón principal!-.

Los cuadros son una acuarela y un cromo. Ambas contienen mares apacibles –los veleros no dan seña de meneo, están aparcados en muelles y sobre aguas que les reflejan-. En su contenido no hay nubes y el océano, sin posible límite, da cuenta que la obra pertenece a la tradición veraniega del diez y nueve: protoimpresionista. Son postales para la emergente burguesía que cuenta con tiempo para el ocio y los espacios para emular a la vieja aristocracia de campo (el mar para ellos, lo bucólico para la nobleza).

El ruido que invade la habitación proviene de los pocos transeúntes y autos que pasan por la calle. Los sonidos entran por una ventana que mantiene abierta. Aunque el objetivo de la abertura es que entre el viento. Por cierto, ese día los termómetros del campus Unamuno [usal] marcaron el ambiente en 29ºc.

Cómo todo sábado, después de recortar los periódicos y de pegar algunos de sus pedazos en una libreta, ves la televisión. Estarás sentado toda la tarde, hasta que llegue una invitación para salir. Al lado del control remoto tendrás la guía Ono mr de los 70 canales de tv

Marco Flores

1 comentario:

Jose Mauel dijo...

Por coincidencia he caido en esta pagina y he leido una sintesis de algo que me pareiò muy interesante. Podrìas proporcionarme informacion sobre esta reseña que has hecho sobre textos de Ivàn Guardado Ovalle, sobre un texto que habla sobre migracion. Envio saludos.