REINVENCIÓN

No, la vida no es como en las películas, ese “Y vivieron felices para siempre” dura en lo que aparece “Fin”. Pero ellos no lo saben, al encontrarse han compartido historias de enmascarados, de danzas a la orilla del mar, de muchachas claras detenidas en un mostrador, de noches embebidas de ausencia, de cielos que se derraman en lluvia.

Él se cree descendiente lejanísimo del Pirata Calvo que desembarcó hace cientos de lunas en el Puerto de Veracruz, es así como explica el defecto congénito en la piel, un lunar en la palma izquierda que asemeja un mapa por descifrar, lo mismo que un cono de helado derritiéndose. Por eso se ha empeñado en viajar, no en barco pero sí en Ómnibus de México aprovechando el 50% de descuento para estudiantes.

Ella compra maletas compulsivamente a sabiendas de que el día que se vaya, incendiará todo tras de sí y no llevará más que una maleta de mano. Allá, a ocho horas de lejanía por tierra y 60 minutos por aire, Él se detiene en un aparador de Aurrera que expone maletas Volaré en oferta y piensa en Ella. Tiene ganas de correr hasta llegar a la torre de guacales, cajas de cartón, bolsas, mochilas y maletas, donde Ella estaría rasurándose la cabeza, al verlo le besaría los párpados pero no se comería sus ojos. Porque la primera vez que una mujer lo amó con palabras sirvió sus ojos en una cama de lechuga desinfectada y los bañó con aderezo italiano. Pero Ella no se los comería, gustaba de excitar a las palabras repasándolas con la lengua, envolviéndolas en una espesa capa de saliva y nada más. Tiene ganas de correr y se queda varado.

Otra maleta vacía es tragarse una burbuja que se atora en el cogote. Ella intenta distraerse de su última compra y piensa en Él. Se imagina que lo encontrará en un puente peatonal en pleno ocaso, no le dirá “Quédate” porque hace tiempo que se desdibujaron sus orillas y puertos, aunque sí le besará los párpados.

Pero la vida no es como en las películas, Él no correrá hasta alcanzar la torre de guacales, ni Ella quemará todo tras de sí, la vida se parece mas a un teléfono que suena y pronuncia un musitado “Te extraño”, que deviene en “Yo también”, que concluye en “Te mando un abrazo”, al que poco le importan las ocho horas de lejanía por tierra, los sesenta minutos por aire y la eternidad por mar.

Lucia B.

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