Colaboración especial

Antonio Aguilar también cantó rock

Un par de viejos agradecidos nos despedían a las puertas de su casa, nosotros les correspondíamos a su gesto estrechando su mano y deseándoles lo mejor, en una de esas tardes que es poco probable que se puedan olvidar.

El recuerdo aun perdura pese a los años que han pasado desde aquella ocasión, misma que tuve la oportunidad de vivir gracias al trabajo que realizaba como periodista cultural para un reconocido diario zacatecano, tierra que hoy llora la pérdida de ese viejo que se despidió de nosotros en la puerta de su casa, “El Charro de México”, Antonio Aguilar.

Aquella tarde un grupo de jóvenes viajó hasta “El Soyate” para realizarle un homenaje en vida a uno de los charros más importantes del país, un homenaje que en un principio no parecía propio para el último gran charro de México, ya que este sería realizado por un conjunto de bandas de rock que meses antes habían grabado un disco el cual se tituló “Tributo a Antonio Aguilar”.

Al llegar al rancho, el actual y entonces director del Instituto Zacatecano de Cultura, David Eduardo Rivera Salinas, bajó emocionado de su camioneta y se dirigió al interior de la casa del rancho. Las distintas agrupaciones estaban realizando una prueba de sonido mientras empleados de la familia Aguilar nos ofrecían un trago de tequila o cerveza, según optáramos como elixir necesario para apagar el calor que ese día se sentía.

Yo llevaba una serie de hojas impresas unas horas antes en la redacción del periódico en la cuales de alguna o de otra manera, trataba de tener resumida la trayectoria de ese personaje que mi abuelo escuchaba con agrado y que mi padre ponía en la camioneta cuando se dirigía a alguna comunidad a trabajar.

Los nervios de los que ahí estábamos presentes eran bastante notorios, durante la prueba de sonido se enfrentaron algunas complicaciones y los cigarrillos eran la cura perfecta para calmar el vaivén de ese cosquilleo que se sentía en el interior.

Algunos de los ahí reunidos nos sentimos avergonzados de haber dejado pasar la oportunidad y no haber llevado algún disco del “Charro de México” para que lo autografiara.

En ese momento, la idea de un tributo por grupos de rock zacatecano a Don Antonio Aguilar resultaba interesante, se presentía como un producto que lograría reconocer la influencia del paisano en su gente y sobre todo en las generaciones que lo venímos escuchando por nuestros abuelos y padres.

No habían pasado ni treinta minutos de que habíamos arribado a “El Soyate” cuando apareció Flor Silvestre, la cual, saludo a cada uno de los que estábamos en el patio de su casa, agradeciéndonos el habernos dado el tiempo de viajar hasta allá, algo que sin duda para nosotros era un lujo que pocas veces se puede presumir.

Felicitó a los grupos que habían participado en la grabación del disco, mientras los flash de los fotógrafos trataban de tener la imagen que enmarcara el momento, yo, anotaba todo en la pequeña libreta que llevaba conmigo. Mientras esto ocurría apareció Don Antonio Aguilar, algo maltrecho pues acababa de salir de una operación, algo que no le impidió recibirnos y disfrutar de este tributo, mas que roquero, generacional.

Recuerdo que mi buen amigo David Durón, líder de una de las bandas participantes del tributo traía una cámara de vídeo, no recuerdo exactamente de quien era, pero me hacía desesperadamente señas para que la tomara y lo filmara mientras saludaba a Don Antonio Aguilar. David fue uno de los que inicio este proyecto, un día me lo tope en las calles de Zacatecas, yo tenía unos meses de iniciar mi carrera como periodista cultural y como buen roquero que me considero empecé a escribir de las bandas locales en las páginas del rotativo donde laboraba. Cuando David me anunció el proyecto de alguna manera discutimos de los posibles alcances que este disco podría lograr y del oportunismo de algunos seudo roqueros que verían en el “Tributo a Antonio Aguilar” una plataforma para darse a conocer, pero al final caímos en cuenta de que la idea parecía muy buena y era sin duda un regalo que se le tenía que hacer a un personaje que hizo mucho no sólo por su comunidad, sino por su estado.

Toda esa discusión había quedado olvidada, ese día, meses después de aquel encuentro con David en la calle, nos volvíamos a ver en la casa de Don Antonio Aguilar.

No recuerdo con claridad en que orden fueron pasando los grupos, y tengo que desempolvar el disco para ver las canciones y así poder decir que Alcalina grabó “No Volveré”, Ron Color “¿Qué te ha dado esa mujer?”, Aspid “Tristes Recuerdos”, Goya “Canción Mixteca”, Microfunk “Un puño de tierra”, La Paz de Octavio “Una página más”, Kripton “Mi gusto es”, Planeta “¿No qué no?”, Floko Fly “Échenme a mi la culpa”, Juanones “Árboles de la Barranca”, y Novena Nube “Nadie es eterno”.

Como iban interpretándose las canciones, Antonio Aguilar y Flor Silvestre, sentados en un sillón frente al escenario y tomados de las manos, cantaban en voz baja cada una de las piezas, que al ser terminadas, hacían del “Charro de México” un hombre feliz que lloraba y aplaudía, mientras su querida novia, su amada Flor, lo consolaba y le decía “los hombres no lloran, aguántese”, sacándole una risa al Charro y a los que ahí estábamos presentes.

El director del Instituto Zacatecano de Cultura, Rivera Salinas, se mostraba emocionado, y constantemente se dirigía hacia nosotros los medios de comunicación haciendo la pregunta nerviosa “¿Cómo ven?”, sin que realmente lograra sacarnos gran emoción su pregunta, si no lo que ahí se estaba viviendo.

David se acercó y preguntó mi opinión, recuerdo bien que le dije que mantenía aun mis dudas sobre el proyecto del tributo, pero que me había encantado la respuesta de Don Antonio Aguilar.

Terminado el recital roquero, todos los presentes empezamos a cantar las famosas mañanitas, ya que al día siguiente Flor Silvestre cumplía años, lo que hizo que la eterna enamorada de Antonio Aguilar empezara a llorar mientras el charro, el paisano, la abrazaba y le daba un tierno beso.

Antonio Aguilar, “El Charro de México” hoy partió a dar un concierto eterno, estoy seguro que mi abuelo ya compró boleto para ir a verlo, pero también estoy seguro que la experiencia que muchos vivimos ese día no se nos olvida.

¿Qué fue del disco?... ahí quedo, los grupos, la mayoría ya ni existen, los integrantes del proyecto se dejaron de hablar, fueron otros los sueños, otros los caminos a seguir. El gobierno de Zacatecas apoyó hasta donde pudo, el “Tributo a Antonio Aguilar” queda como un recuerdo que sin duda valió la experiencia vivida en “El Soyate”, cuando Antonio Aguilar recibió un homenaje en vida por aquellos niños que después de admirarlo hicieron sus canciones versión rock, por aquellos periodistas que cantábamos las canciones en las piernas de papá, por un hombre que se despidió junto a su esposa agradecido por el regalo, como lo dijo a la entrada de su casa: “Gracias por la juventud que le inyectaron hoy a mi vida”.

Antonio Aguilar, “El Charro de México”, el último gran ídolo vernáculo de los zacatecanos está en este momento dando un concierto en el más allá, y puedo asegurar, que además de la tambora y el mariachi, en alguna de sus canciones pedirá lo acompañe una guitarra y un bajo eléctrico, la batería y el teclado, porque Antonio Aguilar desde ese día se puso a roquear.

Y… sí, si lo entrevisté, bueno, sólo una pregunta: ¿señor, usted no dejó que su hijo cantara rock, que dice ahora?... se río y me dijo, “el ser humano sabe equivocarse”, Rosy Robledo llegó con su cámara y me dijo, Rolando voltea, abracé a Antonio Aguilar y me tomó un foto, misma que hoy guardo con alegría, y es aquella, que junto al disco “Tributo a Antonio Aguilar”, el autógrafo de él y Flor Silvestre y la copia de la crónica que realicé ese día para el diario en que trabajaba, me hacen homenajearlo a ese “charro que en un día canto rock y hoy hace llorar a un pueblo entero llamado México”.

Rolando Cantú
20 de junio del 2007

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