ESPIRAL
Por los días que atraparon a algunas personas entre un olor a septiembre lluvioso o asiento de camión, anda rondando una canción, la misma que antes se escuchó y que es como un laberinto espiraloide descendente.
Entre una que otra mañana alguien fumó demasiado y su humo hacía niebla del rocío y empañaba los caminos a la escuela, fumaba mucho porque las noches eran de insomnio de las que no se despegaba un girasol circunflejo que pendía del jarrón transparente con agua, del agua olorosa de la lluvia septembrina.
Es terrible, cuando se empieza a pensar que “sin ti ya no hay más” porque ese “más” es donde cabe una cama, un helado, un nombre, un globo inflado, el paseo en coche antes de dormir, las ganas de aprender a nadar o soltarse en la bicicleta, es un “más” con forma del sombrero de un mago del que cada vez salen menos conejos blancos o palomas.
Y después de que se empieza a pensar eso es cuando termina: vienen las ganas de llorar en público, sale sangre de la nariz o se busca ayuda desesperadamente como un foco rojo que prende y apaga seguido de un ruido estresante de alarma a las 6 am.
Tal vez, sea sólo un estado conocido por alguno que otro perdido o una recomendación que alguien nos hace por vía e-mail, tal vez sí sea un acto voluntario ¿cómo saberlo?
Por estos días en que los pies están por lo general mojados y fríos, que el sueño es pesado y todo tiene su aire a feria, a ruido de agua que cae desde arriba, a soldaditos de espejos acuáticos, Porter se encarga de condenar a algunas personas otra vez, como siempre, aventándonos al hoyo submarino bipolar de
Citlaly Aguilar Sánchez
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