UN ENEMIGO EN CASA O EL ESPÍA QUE ENGAÑÉ

El cine de espías se ha desarrollado a través de ciertas vertientes contrastantes: por una parte, está la veta del espectáculo con James Bond y compañía con todo el glamour que lo rodea; por la otra, las propuestas orientadas hacia la comedia con ciertos toques de parodia; una más tendría que ver con la búsqueda de realismo, es decir, inmiscuirse en el oscuro mundo del espionaje cargado de dilemas morales, traiciones, patriotismo y renuncia: no es el espía codiciado por cuanta mujer se le aparezca, sino la vida sometida al aislamiento y anonimato.

Dentro de esta vertiente, suelen incluirse los films basados en hechos reales. Vimos recientemente El buen pastor (EU, 06), película de Robert De Niro en la que se recorría la historia de la CIA con algunas de sus laberínticas estructuras y agobiantes estrategias. Llega ahora Un enemigo en casa (Breach, EU, 07), en la que se recrea el caso de Robert P. Hanssen, quien delató a por lo menos 50 fuentes durante 22 años y entregó información confidencial a la Unión Soviética y a Rusia, según la historia oficial. Fue al fin capturado en el 2001, unos meses antes del atentado a las Torres Gemelas.

Católico de formas rígidas, astuto para distinguir la verdad de la mentira (casi siempre), estructurado hasta la médula, aficionado a la pornografía y cuidadosamente metódico, la historia de este agente de múltiples facetas ya había sido glosada en una serie televisiva y su caso incrementó de manera notable la paranoia reinante en los altos círculos del gobierno estadounidense, sobre todo al percatarse que el enemigo no siempre está allá fuera, sino que se encuentra enquistado en las propias estructuras del sistema que se supone defiende a la nación.

El director Billy Ray, quien ya había trabajado el tema de la impostura en El precio de la verdad (03), obra infravalorada en la que se recuperaba la historia de Stephen Glass, inventor de historias metido a periodista, opta por un tono de pertinente sobriedad y de enfática atención a los personajes, más que a la espectacularidad de los sucesos: ahí radica la fortaleza del film, soportada por una impecable interpretación de Chris Cooper, capaz de brindarle los matices contrastantes a esta compleja personalidad que iba del rezo devoto a la filmación de su propia intimidad con la esposa.

Se trata de una cinta que ahonda en las relaciones que establecen los personajes, cargadas de dobles mensajes, juegos verbales y actitudinales, y afectos y desencuentros. Ryan Philippe interpreta al joven aspirante a agente a quien se le encomienda atrapar a Hanssen haciéndose pasar por su asistente, mientras su vida marital se desmorona y sus lealtades se confunden; la siempre efectiva Laura Linney, por su parte, le da vida a la endurecida agente responsable de la cacería interna.

La construcción de diálogos y situaciones consiguen involucrar al espectador en las propias confusiones de los personajes y no obstante la falta de acción vertiginosa, se mantiene la tensión gracias a una edición que equilibra la profundidad con la fluidez narrativa. La fotografía mantiene ese toque de sobriedad que sostiene al film con esa nieve que no deja de caer y la puesta en escena recurre a la claridad con esos contraplanos que nos llevan de una realidad a otra o más bien, de una interpretación al desengaño subsecuente.

Al final queda la pregunta que atraviesa todo el film: ¿por qué? Quizá ya no importe, quizá el saberlo pueda explicarlo todo. Pero dadas las circunstancias, son justo esas motivaciones las que van entrando a un mar agitado, confuso e impredecible: lo que se pensaba en un momento dado, puede trastocarse al minuto siguiente de manera drástica, sólo para dejar el equilibrio existencial completamente diluido, con la urgente necesidad de volver a empezar y asumir que los supuestos con los que se operaba, resultaron totalmente falsos.

Nos leemos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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