Soldadera 139, Domingo 20 de abril

¿Vamos al cine?

Una tarde apareció en la pantalla de mi celular un mensaje que me preguntaba: ¿vamos al cine? Su simplicidad me cautivó y lo guardé con la esperanza de que permaneciera hasta que la humanidad y sus tecnologías se extingan. Pero aunado a la rara admiración que sentí por esas breves letras en una pantalla verde, iba también la emoción que produce eso, “ir al cine”.
Si nos ponemos a revisar todos aquellas actividades que suelen incluirse en eso que suelen llamar “cultura del ocio”, el cine, a pesar de ser más veterano que la televisión, los videojuegos o el internet con todo y Messenger y myspace, sigue ocupando uno de los primeros lugares, y esto lo podemos constatar por ejemplo cada miércoles en la mayoría de las salas de cine de la república, la cantidad ingente de cinéfilos y ociosos que se reúne y se forma para ver la nueva creación hollywoodense que los mantendrá al borde del asiento mientras una palomita de maíz experimenta la saciedad de las mandíbulas. Menciono tal día porque se ha convertido en el tradicional, en el que con el precio de un boleto entran dos personas, o bien es más barato. Y se selecciona el miércoles porque a veces el obstáculo primordial para asistir a la sala, son los altos precios de la entrada y de las imprescindibles golosinas. Ya lo dice esa frasecita: la violencia en el cine empieza por el atraco en la taquilla. Es por eso que algunos esperamos hasta la quincena para realizar este ritual, porque ir los miércoles también tiene sus desventajas: no hay estacionamiento, las salas están repletas, y tienes que soportar los lamentos de una que otra adolescente porque Gael no se ve tan guapo como Che Guevara.
Sin embargo la fiesta comienza desde ¿vamos al cine? Estas tres palabras cambian un día o el resto de los mismos. Es la alternativa perfecta para desasirse de la rutina, del tedio del trabajo. Es el lugar idóneo para liberar la tensión y soñar con una realidad distinta asomándose a través de la ventana mágica que suele ser esta fábrica de sueños.
La emoción comienza con la búsqueda intensa de una buena película en cartelera, el leer las sinopsis y comentarla a la o a las personas con las que vas; buscar el horario perfecto para que no interfiera con las clases nocturnas de inglés, y finalmente formarse en taquilla para adquirir ese pasaje hacia la evasión.
Ir al cine implica trabajar en buen equipo, “tu compras los boletos y yo me formo para las palomitas”, te permite socializar, y platicar con las personas que se encuentran formadas adelante o atras de ti sin que los conozcas y a los que conoces antes que saludarse las primeras palabras son ¿a cuál vas entrar? Y se sentirá superior y más cinéfilo aquel que diga primero “ah ya la vi”, y con dotes del más alto crítico cinematográfico te dirán que es buena con un “ta chida”, que es regular con un “mmm” y que es mala con un “nel”. Sin embargo poco importará en el momento la evaluación de los que ya la vieron, se tiene el boleto en la mano y la boca hecha agua por las palomitas de caramelo.
Estar sumergido en la penumbra de una sala de cine resulta catártico, la película puede producir varias sensaciones y hacer explorar varios sentimientos a la vez. No se olvide cómo aquellos primeros espectadores se caían de las sillas o salían corriendo de la sala porque un tren los iba a arrollar. De repente se escuchan llantos y la iluminación que proyecta la pantalla permite ver con nitidez quién es aquel o aquella que tiene empapados los ojos. El enojo también aparece cuando la peli es muy buena o bastante mala. Cuando es buena, irrita que el personaje no haga lo que deseas, y cuando es mala, por eso, porque es mala, y maldices haber sangrado tu bolsillo y haber dejado de hacer otras cosas por ver algo inservible que pronto saldrá de la memoria y que a la vez pronto saldrá en el videoclub más cercano a la venta con un precio menor que el del boleto.
Aunque quizá no haya algo que moleste tanto como es la persona que se sienta a tu lado, o bien atrás, que se considera fan de la película, del director o de un histrión y que por milésima vez va a verla en compañía de la persona a la que quiere impresionar y se la platica, ¡ira fíjate ahí! O aquél que le gusta masticar con la boca abierta y al más alto decibel las palomitas o los nachos, o bien esos que no apagan el celular y dicen en voz baja “toy en el cine” pero aún así no dejan de hablar. Y es más el malestar si la película te interesa, si tienes meses esperándola y no quieres ni pestañear para no perder ningún detalle, ningún mensaje diegético o escuchar la banda sonora.
Aunque incomode, una función de cine no sabría a tal sin estas características, sin los que aplauden al final de una película, sin los que se ríen bastante feo, sin los que chiflan si la imagen muestra un desnudo, sin los que no ven la película por estar besando a la persona de al lado, sin la típica ida al baño cuando el film finalizó, sin todo ese olor a palomitas con mantequilla y la noche cubriendo la ciudad.
Como cinéfilo y cliente quincenal a las salas de los multis, disfruto eso, me emociona saber que voy ir al cine y enfrentarme a algo extraordinario. Hasta el momento he hablado de ese sentir cuando se esta acompañado, sin embargo hace algún tiempo recibí una regaño por nunca haber ido solo al ver una película. Desde pequeño le he temido a la soledad, ir al cine así se me figuraba que mi soledad se acentuaba, pero se experimenta una cosa diferente, pasas desapercibido, y sonríes ante la incredulidad de que las golosinas sean solo para ti. Afuera puede estar mundo explotando en confeti, una lluvia torrencial puede estar bañando el asfalto que pisas de regreso a casa, la potencia del aire podrá estar tumbando un espectacular que anuncia ropa interior, pero nada importará porque estas ahí, solo, disfrutando de las maravillas del mundo del celuloide, del séptimo arte, y entonces se piensa y se concuerda con aquello que dijo una vez Séverin Mars que decía “A qué arte le fue conferido soñar de una manera que resulta más poética mientras más realista”. Aunque cuando termina la función deseas compartir un comentario con alguien o al menos tener al lado a una persona que abrazar mientras te diga que el cine es su único vicio.
“El cine y la vida van de la mano” ¿Vamos al cine?


Ales

…mañana irá al cine…




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