02/05/08

Viernes, abril 12 de 2008
Ayer acompañé a Mariana [Terán Fuentes] a la Biblioteca central de la Universidad. Ahí estuvimos en la mañana. El Fondo Federalismo está completísimo, tiene de todo: teoría literaria, historiografía contemporánea y libros de autores de la primera mitad del siglo XIX –algunos ejemplares son de editoriales españolas y argentinas-. A los libros los están marcando con el sello de la Sociedad de Amigos del País [es un grabado que trajeron de la ciudad de México los primigenios políticos de Localia]. Formé una lista de títulos que leeré para los trabajos escolares.

Viernes, 25 de abril
Ésta fue una semana de atascos. Las clases de lunes y miércoles me han obligado a posponer la respuesta a los correos electrónicos. Incluso los que estoy obligado a responder por cuestiones laborales. El miércoles obsequiaron libros en la escuela. Casi todos los profesores de la maestría entregaron ejemplares de sus publicaciones. Este acto evidencia un reconocimiento realmente académico a Mariana -pero también los dieron para recordar el día del libro-. Me agencié obras de Terán, de Marcelino Cuesta, de René Amaro, de José Luis Acevedo y de José Enciso Contreras. Casi todos los he leído y citado en mis trabajos. Ya tiré las fotocopias de esos títulos y coloqué los volúmenes nuevos en el librero.
El jueves entregué los papales para la estancia veraniega de investigación en Monterrey. En la tarde asistí a la presentación de un libro de María del Refugio Magallanes. El impreso tiene una bella edición. El texto es el resultado de su tesis de la maestría en historia. En él analiza varios tópicos sobre las nociones del ocio y el trabajo en las clases populares en la segunda mitad del siglo XIX. Una de las comentaristas del libro fue Sonia Pérez Toledo.
Hoy redacté con Leticia Ramos un texto que hará de presentación del libro Mural del Palacio de Gobierno [es uno de los libros del profesor Roberto Ramos Dávila]. Según se anotó, esta publicación está destinada para lectores y adquirentes que pertenecen a un ambiente distinto de cuando apareció originalmente el documento (en la década de 1980). “Esta edición, se puntualiza, es para mostrar un texto que muestra el pretérito que nos es común”. El libro se presentará en mayo, en el Museo Francisco Goytia.


Abril 28
El viernes asistí a otra asesoría con el profesor Flores Zavala. Ahora me citó en El Paraíso. Llegó con su pareja. Él bebió Jack Daniel’s ©. Tomó dos vasos. Inicialmente ordenó Highland Park ©. Su acompañante y yo pedimos tinto mexicano; entre ambos bebimos cinco copas. El pagó la cuenta con tarjeta de crédito. Al principio me enseñó los libros que adquirió: La Siega [de Rafael Ceniceros Villarreal]. Ésta era, por cierto, la que motivó la reunión en ese pub –así lo llamó su pareja-. El otro ejemplar que traía era el novísimo libro del historiador Luis Rubio Hernansaez: Zacatecas bronco. El profesor me comentó que este texto hacia falta, pues presenta las mejores rutas para entrar y comprender el conflicto cristero en la región. De las cuestiones que más le atrajeron del texto está la interpretación “políticamente correcta” de los chuanes, la minuciosidad del aparato crítico y la recurrencia a múltiples archivos públicos y privados. Lo miré muy emocionado con este libro. Al final lamentó que no existiera una La Quinzaine Littéraire que difundiera las impresiones redactadas en Localia. Hasta exageró al decir que en la escuela no aparecían los lectores intensivos entre pares.
Luego me interrogó sobre los avances de mi investigación. Habló sin detenerse. Para no variar, miraba el itinerario de los comensales que arribaban al lugar. Sólo una vez interrumpió su perorata, lo hizo para ir al sanitario. Entonces conseguí decirle que estaba intentando reconstruir “el orden de los libros”, de los que Castrillón vendió al Congreso. Sonrío para detener mi exposición –fue cuando pidió una Evian ©. Negada la existencia, pidió agua con gas (continua pidiendo así el agua mineral)-. No volví hablar, me “propuso” que leyera con cuidado las reflexiones de Chartier sobre las prácticas de la lectura. Dijo que no me “clavara demasiado” en los libros, sino que los observara como un producto cultural –como un objeto-, y como textos contenidos. Pero al historizarlos que no perdiera de vista que los impresos tienen su propia trayectoria. Que “es necesario adentrarse en la reconstrucción de las prácticas de la lectura, las cuales tienen su propia historia… que al ejercer la lectura se está en un acto donde se cruzan el horizonte del lector y las posibilidades que otorga el objeto leído”.
A las diez salí de El Paraíso, acudí a las Quince para ir transitar con Ricardo por los lugares tradicionales de Localia.
Marco Flores

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