11/06/08

De ficción a ficción
(o el día en que me enamoré de Kafka)


Un día cualquiera, sin diferenciarse en nada de los demás, hasta ese momento que sucedió un acontecimiento que cambió mi vida para siempre.
Sabía de él, de su existencia, pero no lo había leído, hasta esa ocasión en que su encuentro derivó en necesidad. En aquel entonces sólo tenía un libro suyo, el más conocido, La Metamorfosis, y ahora tengo todos; aunque la posesión no garantiza la lectura. Relataré los hechos.
Como de costumbre, no me levanto ni desayuno temprano, y así se me va todo el tiempo, le doy muchas vueltas a las cosas antes de hacerlas. Así iba el día, hasta que de pronto enciendo la tele… novelas, caricaturas, nada que me interese. Por último, cansada de no decidirme qué ver, me detuve en aquel canal; tenía en la mano el control. La película ya había empezado, pero le dejé por si ocurría algo: un crimen, un asalto, algo… No soy en realidad tan sádica, sólo que me llama un poco la atención todo aquello que me conmueve o trastorna.
Lo que más me estimuló fue el parlamento de un personaje cuando dijo en un tono oracular: “Kafka, es todo”. Supe que tenía que verla, trataba de un ícono de la literatura mundial, y sería un crimen ignorarla. En resumen, un hombre solitario con un empleo X y una vida tediosa, salvado únicamente por el hecho de escribir.
Aun así, ahora sé que Kafka no escribía siempre, pues a lo largo de su existencia lo acompañó un sentimiento de culpa, una culpa por todo, hasta por el hecho de existir –y para variar era judío. El 12 de enero de 1911 escribió en sus diarios: “Durante estos días he dejado de escribir muchas cosas sobre mí, en parte por holgazanería (ahora duermo tanto y tan profundamente durante el día, y durante el sueño mi peso es mayor), en parte también por miedo a traicionar la conciencia de mí mismo”.
Al terminar la película, sentí que tenía muchas cosas por hacer. Por la noche tomé un libro y empecé a leer… “Una mañana, al despertar Gregorio Samsa de un sueño inquieto, se halló en su cama, convertido en una monstruosa sabandija”. También yo, en la mañana, ya era otra… Cuando menos eso creo. Si no, ¿para qué leer?, si leer no hace que experimentemos sensaciones diferentes. Leer es viajar, de alguna manera, aunque –en lo personal– me gusta más viajar. Se acercan las vacaciones y ya se adónde quiero ir. Iré a Praga, a su casa-museo, pues un amigo me paga el boleto.
El interés que aquella película, la Biografía de Kafka, me despertó fue tan grande, que desde ese día Kafka se ha vuelto un autor de culto para mí. Cualquier libro que consigo, lo leo con un especial gusto: novelas (El castillo, América, El proceso), diarios, aforismos, cuentos, todo. Y todo se lo debo a ese filme, esa ficción que hizo interesarme por otra ficción; y es que Kafka, su vida y obra, me es muy cercano, y creo que hasta familiar. Las situaciones descritas por él no están lejos de nuestra realidad, ¿pues quién de ustedes no se ha sentido asfixiado y culpable por el único hecho de existir en este mundo? Un mundo que sin el arte, en todas sus expresiones, nos sería absolutamente insoportable.
Dina Carolina Esquivel Marín
(Integrante del Taller de Ensayo y Crítica Literaria del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde.)

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