12/07/08

Revolucionario.

No soy un deportista de esos que cada domingo bebe cerveza después de haber ganado o perdido un partido intrascendente. No soy ese fanático de fútbol que no se pierde ni un juego para tener tema de conversación el lunes por la mañana con los compañeros del trabajo. Eso sí, me levanto tarde o eso intento, a veces desayuno confleis con rodajas de plátano o si la cocinera anda de buenas, unas crepas de nutela con nuez.
No bebo agua al por mayor porque la resaca me lo exige, pero al igual que muchos, no sé que hacer para vencer el tedio del primer día de la semana, ni explicar por qué éstos son así, aburridos.
Cuando niño era diferente, las 7 de la mañana me odiaba por despertarla con el volumen del televisor para ver En familia con Chabelo, el domingo comenzaba y no había que ir a la escuela por segundo día consecutivo, aunque si tenía que hacer la tarea en las noches después de jugar con los Hotweels o los GIjoe que me compraban en el famoso tianguis dominical. El domingo era el día idóneo para ataviarme mi traje de Jorge Campos e irme a echar fut con mis amigos, vagar hasta que el cuerpo aguantara o hasta que el grito de mamá hiciera eco en los callejones del barrio.
La niñez terminó y la diversión menguó, con el tiempo, el domingo, los domingos, fueron testigos de mis distintas facetas. Cambié a Chabelo y los juguetes por un balón de básquetbol, las canchas fueron mi segunda casa y el Sprite (refresco oficial de la NBA en aquel entonces) mi elixir de la vida y mi cicuta a la vez. Luego vino la difusión musical voluntaria con especialización en rock metal, odiaba los domingos lluviosos y amaba los de quincena, me hice famoso localmente por mi gran colección de música que aturdía a los vecinos, comía mucho yogurt y las tardes estaban dedicadas para el séptimo arte, afición que me llevo después a convertirme en escritor dominical que dedica sus textos mediante criptografía para así expresar su cariño frágil.
Hoy, de unos meses hasta la fecha, cumplo otra faceta más los domingos. Me he convertido en asesino a sueldo. Camino por las calles de la ciudad en busca de la victima, aunque ese día hay menos. Porto en mis bolsillos, además de la rutina, las llaves de una oficina donde me escondo por horas, la abro después de la misión y repaso las victimas de la mañana: a un señor que leía el periódico tres disparos, funcionarios que desayunaban otros tres disparos, y un huichol vendedor de artesanías sólo uno bastó para robarle el alma. Al día siguiente los tres aparecen en el periódico y a mi me pagan el día.
Pernoctar después, cuando llega la hora y no aguanto más el tedio, tomo de la mano a mi amante más fiel y le pido que me cante al oído mientras camino con las manos en los bolsillos y le rezo a un ángel de hielo.
Los domingos terminan y mi última faceta llega, ya no soy el fan de Chabelo ni de Jorge Campos, no juego básquetbol ni vendo al por mayor, no detengo el tiempo a disparos ni camino solitario, ahora soy un revolucionario que termina los domingos con una buena soldadera entre sus brazos.

Alitos
…aunque tu no lo digas yo no me cansaré de decirlo…

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