02/05/08

Agujeros en mi sol

A: Psyduck por la ceremonia del tiempo;
por los días y las noches.

Mejor léase mientras se escucha: A day in the life/ The Beatles



Nadie volvió a abrir la puerta después de aquel sol que quemaba hasta las entrañas, era como si el diablo hubiera fundado una sucursal del infierno en el vientre de algún despistado. Esos si eran soles.

Casi se respiraba como si el único aire potable, emanara desde el suelo hasta el sistema respiratorio del individuo en cuestión. Cualquiera que raspara con sus delicados pies, semejando abejas que rondan un hormiguero, y revisan por doquier un espacio para comulgar sus penas.

Así transcurrió parte del todo de la vida de Rufis.
El niño de piel roja, como helado de grosella, de piernas largas como rieles, y pies chicos como vochos.

Él.
El único que penetro aquel agujero, que en realidad no era ningún agujero, solo que las pocas abejas que habían acariciado la gloria de escudriñar con sus propios ojos aquel fenómeno, habían creado un mito pequeño. Una abeja no puede crear un mito muy grande. Sin embargo y muy a su modo, lo hicieron.
Esas abejas, siempre saliéndose con las suya.

No era ningún agujero, solo porque era oscuro y tenebroso como película del Santo.
Esas si eran películas, como aquellos soles se recuerdan únicos, nunca más algo así.

¿Quién dijo que los agujeros tienen que ser siempre hacia abajo?

Chendo Emorragia (el amigo imaginario de Rufis), estaba decidido a dar su vida para demostrar que el único agujero real que existe es lo que está sobre la tierra, o sea al revés. Ya que decía: un agujero es lo que sale de la tierra, lo que escapa de ella, como un ingenuo ladrón saliendo del supermercado a la vista de todos, con un par de zapatos blanquísimos y nuevos, tal vez una pelota de golf oculta en su paladar. Todo esto, reitero, a la vista de todos.

Y así fue, Chendo empeño su existencia para demostrarlo, después de que Rufis le escuchara decir esta hipótesis, lo asesinó. Como se asesina a un amigo imaginario: con el olvido.

Casi siempre y después de casi nunca, Rufis recordaba algo que lo hacía temblar. ¿Y si Chendo tenía razón?, ¿Y si un día me caigo, y no acabo de caer hasta que muera?

¿Y si la vida no es más que una caída lenta y la muerte un agujero todofago? Te regalo una pausa lector, toma aliento, recupera tu equilibrio, no te espantes no estoy leyendo tu mente. Aunque si sigues adelante, podría hacerlo.

Volvamos con Rufis, así decía:

¿Y si ya morí y el único agujero es la vida?
Entonces estoy atrapado.

¡Cadenero!, ¡Ey carcelero¡

Se escucha un silencio por millones de años.

Pinche dios.
¿Dónde estás cuando se te necesita?


Roberto Galaviz Ávila

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