Un sector del grupo de los pochtecas, individuos especializados en el comercio, vendía e intercambiaba sus materiales y productos en el gran mercado de Tlatelolco. En aquel entonces el intercambio se hacía por trueque directo, ya fuera ofreciendo un producto por otro, cambiándolos por cacao, por oro en polvo -en canutos-, o por hachuelas de cobre y ciertos textiles, que funcionaban como una especie de moneda... Para mantener el control en el interior del mercado, los gobernantes del tianguis cuidaban que todos los puestos estuvieran perfectamente ordenados conforme a los productos que se intercambiaban. Por un lado estaban los vendedores de quienes ofrecían xoloizcuintles, o perros de los antiguos mexicanos, conejos, mapaches, armadillos, tejones y tortugas; mientras que otros vendían pájaros con plumajes de gran colorido; allí también podían obtenerse aves de rapiña, serpientes y carne de venado, siempre presente en los banquetes de la nobleza.
Esta modalidad del comercio de nuestros ancestros indígenas, no morirá, sino que se modificará y diversificará, a tal grado que ha sido inevitable que en los tianguis de los llamados mercados sobre ruedas, lleguen productos de contrabando, mercancía "pirata" y oferten incluso "gato por liebre" u objetos sustraidos de manera clandestina de espacios públicos. Así, durante la invasión a Irak y a plena luz del día, fueron saqueados museos, bibliotecas y no se diga colecciones privadas y comercios con ediciones incunables, ejemplares únicos procedentes acaso de la biblioteca de Alejandría - tan lejana en el tiempo pero tan cercana en la memoria- o, más cerca a nuestros ojos y destino, o de la llamada Tormenta del Desierto.
Cada pueblo tiene el destino que se merece, solía decir el más anciano de nuestro lugar de origen, cada ciudad posee los saqueadores que se procura y los libreros de antiguallas que procrea, los tianguis que prohija y los merolicos y mendigos que requiere. Así, el pasado mes de octubre celebramos
Hasta el año pasado, en las ferias anteriores vimos desfilar libros clonados cuyo éxito se finca en la serie llevada a la pantalla grande, "Harry Potter", en lecturas de moda de novelas de corte histórico, "El nombre de la rosa"; y vimos volúmenes sustraídos de bibliotecas públicas de Chiapas y Oaxaca, curiosamente de las entidades más pobres y atrasadas del país, con una población indígena que se sigue muriendo de las eufemísticamente llamadas "enfermedades de la pobreza"; este año también, sólo que en menor medida. Vimos también estantes desolados, disfrazados de mercancía fantasma pues estaban tapizados con carteles, burócratas ociosos y burócratas que hacían como que hacían, que es lo más difícil del mundo y al mismo tiempo lo más fácil.
Nos enteramos que por la noche se improvisó un ciclo de cine de arte, con un cierre de primer mundo pues se programó la proyección de "Fanny y Alexander", del director recién fallecido Ingmar Bergman, cuyo talento sólo desciende a este mundo cada cinco siglos, si bien nos va, también director de teatro y con actrices de cabecera de la talla de Liv Ullman y actores como Max von Sydow. Pero a
Así, sabemos que un día se celebrará el primer centenario de nuestra Feria de Libro de rancho con ediciones "piratas", Made in Taiwán, de Pedro Páramos,
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