Lado B

Las guerras de los periodistas

Alguna vez escuché las historias terribles que contara algún periodista de guerra a otro de oficina. En ellas narraba las difíciles situaciones ocurridas en distintos escenarios y con distintos personajes.
Aunque ya lo dijo insistentemente Pérez-Reverte: siempre es la misma guerra, los mismos muertos, la misma sangre y el mismo olor.
Desde entonces se hacía sentir la inquietud de querer ser así. No la guerra al rojo vivo, ni las balas, ni la sangre, sino la impresión de haber pasado por ello sin rasguño aparente.
Porque evidentemente se pertenece a otro nivel cuando se participa –y sobrevive- en esas situaciones sin ser el que las propicia o las acepta.
Quien las vive desde adentro y a la vez tiene que mirarlas de lejos para hacer el recuento de los daños.
Todos los periodistas tienen alguna experiencia en territorio comanche. Ese que el periodista de guerra de más de 20 años describiera como el lugar donde no ves los fusiles, pero los fusiles sí te ven a ti.
Insisto, no habrá necesitad de sufrir las heridas carnales y salir vivo para contar la estancia en la guerra tal o cual, o bien, que otro lo cuente por ti cuando justo los fusiles decidieron que tú eras el blanco.
No seré tan osada para comparar una batalla de guerra real –de armas, sangre y muertos- con la que se vive diariamente correteando a funcionarios para cumplir con las notas del día.
No compararía las experiencias del corresponsal de guerra en
Chipre, Líbano, Eritrea, el Sahara, las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Mozambique, Angola, el Golfo Pérsico, Croacia, Bosnia y otros terribles instantes como esos, con la cobertura de eventos y entrevistas a personalidades políticas desde la comodidad de un sillón en las frías salas de las oficinas gubernamentales .
Sin embargo, minimizando la profunda conclusión de ese autor español, quien en varias de sus obras plasma su desesperanzada reflexión, ya que la guerra no es en tal o cual lugar, ni de estos contra aquellos. Sino ese mural donde convergen soldados troyanos con cualquier otro soldado del siglo XX, donde siempre hay por lo menos una mujer violada y algunas criaturas abandonadas que cargan en sus ojos una larga recriminación sin palabras al mundo de los adultos.
No, yo hablo de las peripecias -quizás infantiles- para cumplir con la orden en la víspera del periodo vacacional, donde las fuentes descansan de sus actividades ordinarias dejando a los reporteros sin información para la emisión del día.
Cuando los personajes que normalmente darían notas flojas se vuelven tu tabla de salvación y los noticieros trasmiten historias de los más vulnerables no precisamente por sensibilidad.
Esas son las “mañas” del oficio dirían los que saben.
Si en la guerra alguien quiere moverse y trabajar, no tiene más remedio que relacionarse con traficantes y gentuza.
Seguiré insistiendo en la lejanía de la comparación pero igual que allá, donde a través de distintos trueques el periodista accede a la ubicación perfecta para la mejor toma, aquí se necesitan las relaciones amistosas para obtener en pocos minutos la información que a los otros les tomaría todo el día en un prolongado evento.
Porque la rapidez juega un papel sumamente importante en este medio. Quien saque la información antes, marcará la pauta de la competencia. Pues aunque se haya estado en el mismo lugar y a la misma hora, siempre irá un paso adelante quien cruce primero la meta de la publicación.
Basta que alguien saque la nota antes para que todo un día de trabajo se convierta en información vieja.
Aquí –también- hay poco espacio para quienes se detienen en “nimiedades “ como tomarse las cosas muy a pecho, esa edad en que un periodista cree en buenos y malos . Habrá que aprender a navegar de una situación a otra y de un informante a otros sin encariñarse demasiado con las causas.
Un día darás noticia que le causará orgullo y otro le regalarás vergüenza y enojo.
Con todo, ya lo dijo el escritor español, el dilema del territorio comanche es que demasiado lejos no consigues la imagen y demasiado cerca no te queda salud para contarlo.
No agrego su conclusión porque los considere mártires de la objetividad y la información.
Algunos efectivamente perdieron y otros más perderán la vida en alguna guerra. Otros serán víctimas de ofensivas menos declaradas pero igual de contundentes. Mientras, nosotros seguiremos sufriendo por concluir la batalla de cada día lo más temprano posible.


Arazú Tinajero
Alguna vez quiso ser periodista y todavía tiene el sueño de serlo

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