Sonido y visión

BJÖRK: DE LA DUENDECILLA ISLANDESA A LA HECHICERA EN LLAMAS


De las gélidas tierras de Islandia, una voz angustiosamente aniñada ha hecho eco en todos los rincones del mundo. Incorporando una perturbadora sensibilidad expresada en letras plagadas de emociones y una instrumentación en la que conviven sonidos de cuerdas con arpas y cajas de ritmos que saturan los amplificadores, Björk Gudmundsdóttir forma parte de la diversificada vanguardia que caracteriza al mundo del rock, ya no reducido al interior de las fronteras anglosajonas.
Su primer registro musical se grabó en un álbum homónimo aparecido en 1977, prácticamente desconocido por acá al igual que Gling-Gló (90), producido junto al trío Gudmundar Ingólfssonar. Dos años antes, se había integrado a una banda con nombre de utensilio de cafetería de antaño, The Sugarcubes, con quienes grabó el estupendo Life´s To Good (88), Here Today, Tomorrow Next Week (89) y Stick Around for Joy (92).
La chaparrita con rasgos orientales se aventuró ya como solista a firmar Debut (93), obra llena de ambientaciones house que contó con el invaluable apoyo en la producción de Nelle Hooper. Este trabajo, uno de los mejores de la década, le significó a Björk posicionarse en el universo como una extraña estrella a la que había que admirar, más que entender. Su inclinación hacia el jazz y la cultura de los clubes nocturnos dieron como resultado canciones como que nos impulsaban a la pista de baile, donde ya no sabíamos bien a bien qué hacer, por las intrincadas estructuras rítmicas y esa particular voz que, cuando menos, nos desconcertaba. Etéreas e intensas a la vez, sus composiciones nos colocaban en un cierto estado de indefensión.
Dos años más tarde, aparecería Post (95), trabajo de clara continuación con lo realizado anteriormente. Con la participación nuevamente de Nelle Hooper y la inclusión de gente como Talvin Singh y el oscuro triphopero Tricky, el álbum se enclavó en la escena tecno inglesa dándose tiempo para coquetear con el musical. Doce composiciones repletas de sonidos y letras evocativas que la confirmaban como una de las propuestas más novedosas de mediados de los noventa.
Para confirmar su gusto por la música que invade los clubes nocturnos, se grabó Telegram (1996), obra que jugó con las voces y mezclas de trabajos previamente editados. Homogenic (97) contó con el apoyo del famoso artista Howie B. y del carioca Eumir Deodato, jazzista convertido en DJ. Se mantienen las cuerdas y la construcción armónica soporta una tan convincente como sufrida vocal. Sonidos sucios y canciones grabadas, en apariencia, bajo el agua, denotan cierta búsqueda sin abandonar el estilo.
A punto de terminar el siglo, Lars Von Trier, le solicitó que compusiera la música para la película de su nuevo filme. El resultado fue Selmasongs (2000) y la incursión de la cantante como actriz en Dancer in the Dark, interpretando a una mujer de extrema ingenuidad, que le mereció la Palma de Oro en el Festival de Cannes: “Cuando empecé a actuar la pasé muy mal. Era como saltar de un acantilado sin saber si vas a sobrevivir...yo tardé dos años en convertirme en Selma y un año más en volver a ser yo misma... cuando escribía la música pensaba que eran las canciones de Selma... me pondría a cantar y a golpear este vaso y el de más allá, y empezaríamos a saltar arriba y abajo... yo le hubiera puesto sólo un octeto de cuerda como en Homogenic, pero a Selma le gustan las cosas más acarameladas. Se merecía la orquesta y la consiguió.” (En entrevista para Rockdelux).

Y LA VANGUARDIA CONTINÚA EN MEDIO DE ATARDECERES
Una vez despojada de Selma, la cantante regresó con Vespertine (2001), en el que se apreciaba una cierta introspección, alejada del calor de la pista de baile pero instalada en el fuego de la tensa calma. Una tarde de sol intermitente, observando un lago poblado de cisnes tranquilamente nerviosos y las canciones dejándose escuchar una y otra vez para redescubrirlas y reinventarlas así, en la soledad de los atardeceres.
Los caminos del pop alternativo salpicado de creatividad electrónica, parecían suficientemente recorridos. De ahí que apareciera Medúlla (04), intrincado recorrido por vocalizaciones de diversa expresividad que va del rito casi tribal a los coros monásticos, pasando por tonos suplicantes, silbidos y hasta trombones humanos. Entre la jungla de voces, se alzan los vericuetos sonoros de la artista, apoyados por pinceladas de beats que terminan por crear un hábitat plagado de estados de ánimo variopintos.
Este nuevo camino alejado del excéntrico estrellato pop, se robusteció con la música que Björk compuso para Drawning Restraint 9 (05), espectáculo multimedia perpetrado por Matthew Barney, y se confirmó con la aparición de Volta (07), álbum mundializado que nos lleva, cual viajeros experimentales y experimentados, por diversos ecosistemas sonoros de latitudes contrastantes: su tierra natal, Estados Unidos con la participación de Timbaland; Bélgica, Inglaterra y Malta; Jamaica y Malí; Túnez y las islas Canarias.
Inocencia primigenia y esperanza firme; declaraciones de independencia buscando la construcción de ciudadanía alrededor del mundo y hasta ecos tarkovskianos, resignificados a través de rítmicas electrónicas poderosas o instrumentos tradicionales de aquí y de allá: un álbum que nos lleva por un periplo incierto, organizado desde las entrañas y a partir de una completa libertad expresiva.
Björk se presentó este sábado en Zapotlanejo, Jalisco, en Barranca de Huetitán dentro de la zona El aguacate; su primera visita a nuestro País se enmarca en la celebración del Festival Sonifilia. Inmejorable oportunidad para ver a esta pequeña duendecilla, cisne melancólico, reina extraterrestre y hechicera de estambre, en un espacio tan abierto como sus expectativas artísticas.


Fernando Cuevas
Nos escuchamos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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