Mariposas al vuelo

DESPERTAR.

Llega al bar con un llanto reciente, en el trayecto ha jurado arrancarse aquel amor de una buena vez. Sabe que en ese lugar se encontrará con él, no hace mas que mirar la entrada. El principio de la noche es aburrido pero una vez librado el protocolo, la cosa cambia. Se mojan los labios en cerveza, se consume el alma en una bocanada de tabaco, se canta a corazón abierto Un puño de tierra…Y justo cuando él llega pretende no mirarlo, se pierde entre las voces, hasta que la marea de rostros los coloca de espaldas.

ELLA: ¿Me quieres? Le dice al oído.

EL: Sí.

ELLA: Yo también te quiero, pero a veces no se que hacer.

EL: Tenemos que hablar.

ELLA: ¿Qué harás después?

EL: Esperarte.

Y la noche continúa, los recatados se confiesan, lloran, abrazan a la primera oportunidad, dan un salto histriónico y bailan cantando, los que son desenvueltos agotaron ya su conversación, no hacen más que observar y beber aburridos, no falta el soliloquio de arte o de fútbol, como tampoco una amante con deseos de que la fiesta acabe.

Esa noche hicieron el amor con la luz prendida y se contemplaron con el rabillo del ojo, por temor a enfrentar la mirada seca, que más allá de toda voluntad interroga. Después él le dijo que tenía hambre, le preparó un sándwich de queso, programó el despertador y durmieron con el hábito de soñar siempre juntos aunque no fuera así. Ella se sentía tan bien que no admitía más que prolongar la madrugada indefinidamente, era uno de esos instantes que todo le parecía posible, incluso el amor.

Durmieron con el hábito de soñar siempre juntos, hasta que él le pidió que prendiera el boiler. Se fue justo cuando la alarma sonó y nunca volvió a llamar.

Lucia Bastia

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