La llaga en el dedo

LAS VETAS DEL TEATRO
Las sucesivas reelecciones de Porfirio Díaz en el México de los siglo XIX y XX, antes de su partida al exilio en el vapor alemás Ypiranga, provocaron, necesariamente, una sarta interminable de intrigas y ambiciones lavadas, obligadamente, en hechos de sangre. Aquella dilatada estancia en el poder, caracterizada por los estudiosos como dictadura, llevó a los aspirantes a sucederlo en la silla a luchas sordas y asonadas de toda clase, principalmente a su secretario José Ives Limantour, de origen francés, y al general Bernardo Reyes. Mientras llegaba el momento deseado por éstos, destacadamente por las ambiciones del militar regiomontano, Reyes extendía su labor conspirativa a través de logias masónicas en San Luis Potosí, Jalisco y Nuevo León, al tiempo que sus enemigos políticos le urdían manifestaciones para restarle poder, como la realizada en abril de 1903,a la que don Bernardo respondió con una masacre en pleno centro de la ciudad norteña. El libro De la dictadura a la anarquía, tomo I, de Ramón Prida, es un trabajo testimonial de un funcionario cercano al círculo de los colaboradores más destacados y de confianza del general Díaz; y quien con voz y ojos hasta cierto punto objetivos, traza el momento en que las acciones del ambicioso se vuelven contra sí mismo, como en el rito oriental del sapuku, en que el samurai se hunde la espada en el bajo vientre. A casi medio siglo de la primera edición, 1958, la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), salva del olvido y para las generaciones jóvenes de historiadores a un personaje eminentemente teatral, el general Reyes; criatura surgida de una obra desconocida de Jorge Ibargüengoitia, autor de El atentado; acaso objeto del interés de Rodolfo Usigli para una trilogía sobre nuestra historia, quizá rescatable por Juan Tovar, autor de El destierro y La madrugada. Según el escritor Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, en 1905 Bernardo Reyes ascendió a gran maestro de la logia de Nuevo León y, al mismo tiempo, a gran inspector soberano de logias del valle de México y delegado del rito escocés; y fue también liminar de la logia Hermanos Templarios. Con dato accesorio, fue padre de Alfonso Reyes, quien no cultivó amistad con Ramón López Velarde. Para los interesados probables, esta edición se consigue en la Librería La Azotea, localizada en la avenida San Marcos esquina con Lomas del Capulín, en esta ciudad de mezcal y plata.
Uriel Martínez

1 comentario:

Un tipo que lo vio todo dijo...

Encantado de encontrar un blog intelectual


bienvenido a la granja del dios.