CAETANO VELOSO: DEL SUSURRO AL ESTRUENDO

Voz imprescindible de inabarcable sincretismo musical que igual viaja del pop avant garde a la tradición más localista y de la reinterpretación de clásicos roqueros a composiciones que exudan sabor carioca. Personaje central del movimiento musical y cultural conocido como Tropicalismo, iniciado hacia la segunda mitad de los sesenta y en el que se dieron la mano el rock, la psicodelia y diversos sonidos brasileños en especial de Bahía (canibalismo le llamaban), fue rechazado por la izquierda bienpensante -dado su gusto por el rock-, y por la dictadura militar que lo llevó al exilio en Londres, tras estar en prisión dos meses junto a Gilberto Gil.

Con un canto capaz de ponerte los pelos de punta (como al personaje de Hable con ella de Almodóvar), combinar explosiones sonoras cargadas de nervio o trasladarte por los más plácidos rincones del laberinto auditivo vía susurros hipnóticos, el admirador del cine italiano de la época propia del realismo y los años subsiguientes, gusta de tomar prestados poemas y desgranar los propios como si formaran parte de una misma naturaleza.

Su homónimo debut solista aparecería en 1968, tras haber firmado el clásico Tropicalia: Ou Panis Et Circensis (68), participar en la banda Os Mutantes y grabar Domingo (67) junto a Gal Costa. Con su famoso Prohibido Prohibir como estela, presentó otro par de discos homónimos en 1969 y 1971 para grabar, una vez que había regresado de su exilio cargado con influencias de movimientos artísticos de vanguardia, Transa y Araca Azul en 1972 con todo y la poesía concreta de Augusto de Campos, además de algunos trabajos en vivo.

Vendrían Qualquer cosa (75) y Joia (75), ambos cercanos a un tono dylaniano y éste último, uno de los favoritos del músico. Le seguiría Os Doces Barbaros (76), que mereció un documental titulado Los otros bárbaros (Waddington, 02) en el que se articulan los ensayos, las ruedas de prensa y los conciertos en Ibirapuera y Copacabana que brindaron Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y Maria Bethânia, conmemorando el disco Los dulces bárbaros de mediados de los setenta, cuando eran considerados por una parte de la crítica como provincianos invasores, de ahí el título que recuerda el viejo sofisma en el que el bárbaro siempre será el otro y el civilizado yo. A caballo entre el festejo y la nostalgia.

Con Muitos Carnavais (77) volvía a poner pie en los festivales de Río de Janeiro; Bicho (77) lanzaba el puente hacia África; Muito (73), significaría un acercamiento del músico a las manifestaciones brasileñas más allá de la región de Bahía y Cinema Transcendental (79) se sumaba a la transformación fílmica brasileña desde Rocha hasta las propuestas de aquel momento. Como artista total, ha escrito música para cine, dirigió una película (O Cinema Falado) y considera tener más talento para este asunto de las imágenes que para la música, aunque también se le da la escritura, claramente reflejada en sus letras, superiores en general que sus composiciones.

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Los años ochenta arrancaron con Brasil (81) grabado junto a sus compinches Gilberto/Gil y con su querida hermana Maria Bethânia; discurrieron el muy vendido Outras Palabras (81); Cores, Nomes (82); Uns (83); el político Velo (84) que no era ajeno al movimiento hipopero; Caetanear (85), Bethânia, Mano Caetano E Amigos (85), Caetano Veloso (86) con la versión de Billy Jean ejemplificando la idea de “tragar de todo y jamás dejar de ser brasileño” y otro disco homónimo en 1987, con salpicadas de la música del nordeste.

Y de ahí nos vamos al downtown neoyorquino con invitados de lujo en las guitarras –Arto Lindsay, Bill Frisell y Marc Ribot- para encontrarnos con el espléndido Estrangeiro (89), un disco “árido pero tierno, de herméticas instrumentaciones y cariñosas miniaturas… un equilibrio ejemplar entre la música popular brasileña y los sonidos urbanos, entre poesía autóctona y ese desengaño que contempló mejor que nadie su célebre frase: Me siento extranjero aquí y extraño en el extranjero (César Estabiel en Los mejores 200 discos del siglo XX, Rockdelux, octubre 2002).

Esta nueva aventura experimental supuso una apertura de miras (por si hiciera falta) que se vio reflejado en el sólido Circulado (91) y en la secuela de Tropicalia, firmada en 1993. Tras Fina Estampa (94) con la presencia de Agustín Lara, aparecieron los percusivos Livro (98), Prenda Minha (99) y Noites Do Norte (00), digna manifestación para el cambio de siglo, intercalados por obras en vivo, el homenaje a Fellini y a su músico de cabecera Nino Rota titulado Omaggio a Federico E Guilietta (99) y Orfeo (99) firmado junto a otros, al igual que Eu nao peco desculpa (02) grabado con Jorge Maitner.

A Foreign Sound (04) invita a departir a grandes estandars (Cole Porter, Duke Ellington, los Gershwing, Irving Berlin) con personajes tan parecidos y tan distintos como Bob Dylan, Arto Lindsay, Kurt Cobain, Paul Anka y Stevie Gonder, entre otros. Cual estupendo anfitrión, Veloso pone a conversar a todos en un diverso y exquisito intercambio de visiones musicales, tamizadas por el cantante. Ahora estamos de regreso a terrenos más roqueros con cê (06), álbum que pareciera regresar a juventudes agitadas, tal como ha sido el sello de la casa.

“Trabajo y vivo. Escucho y observo. Mi memoria y mi entusiasmo no están todavía demasiado disminuidos por la edad… cuando yo comencé a trabajar tenía como generación precedente a Joao Gilberto y Antonio Carlos Jobim, los más grandes creadores de la bossa nova, los inventores, y ellos tenían como generación precedente a otros músicos gigantes. Entonces no creo que sea problema este relevo generacional. Al contrario, toda esta gente adora a las personas mayores, las reconoce, así pasó con nosotros también” (en entrevista de Olivares y Partida para La Jornada, 22/08/07). Un artista tan grande y diverso como su país que esta semana nos hace los honores.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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