Histerias 1.

François Furet, el hombre de las dos revoluciones.

That men make history but do not

know the history they were making

F. Furet / Interpreting the French Revolution

François Furet (1927-1997) fue un hombre que vivió entre dos revoluciones: la rusa de 1917 y la francesa de 1789. Aunque ninguna le fue contemporánea en un sentido estricto, llegó a conocerlas a profundidad; con la intimidad que concede solamente la mirada crítica. Definitivamente hay un “algo” que lo empujó a acercarse tan estrechamente a ellas; a “vivir” entre ellas: ¿Pasión? ¿Interés? ¿Curiosidad científica? ¿Suspicacia académica? Se trató simple y a la vez complejamente -soy un convencido de ello- de una necesidad por entender su propio tiempo, el mundo que le fue contemporáneo, a través de sí mismo: señalando lo que formaba parte del pasado y enfatizando lo que era parte del presente.

Furet escribió sus principales obras marcado por un ambiente intelectual que pregonaba la idea de una revolución permanente y latente. Inspirada por la Revolución Rusa, pero principalmente por los regimenes socialistas que se implantaron a lo largo del globo terráqueo durante la segunda mitad del siglo XX, la comunidad científica contemporánea a Furet, adscrita mayoritariamente al materialismo histórico, construyó una idea de “Revolución presente” a partir de dos revoluciones pasadas: la rusa de 1917 y la francesa de 1789. El vínculo, sin embargo, se tejió no desde las revoluciones pasadas hacia el hoy, sino desde el presente hacia ellas en el pretérito, en una relación efecto-causa que parecía insuperable. Furet optó, sin embargo, por el conocimiento del pasado por el pasado, para de esta manera, y sólo por ella, encontrar o negar los vínculos no sólo con el presente, su presente, sino entre las mismas revoluciones pretéritas. Si su afán con la Revolución francesa de 1789 fue saber qué fue la Revolución en sí misma, con la Revolución rusa de 1917 el énfasis fue en señalar que no fue la Revolución más allá de sí misma.

Los resultados del trabajo académico de Furet lo hicieron ser un disidente, pero un disidente casual. Escribió a contracorriente no por el gusto de ir en la contra, sino porque el análisis cercano de los acontecimientos estudiados por él así se lo fue exigiendo. De formación marxista, Furet fue precisamente uno de los mayores críticos del marxismo y particularmente del materialismo histórico, o, para ser más específicos, de un tipo de materialismo histórico al que Antonio Gramsci denominó “Metafísico”. Su animadversión al determinismo lo llevó a desarrollar una profunda crítica a la idea de la necesidad histórica. Los sucesos pasados, según Furet, sólo tienen sentido en su propio contexto. Las apropiaciones posteriores son simplemente ficción. En este sentido la casualidad juega un papel importante y el mundo de las posibilidades es una presencia sobresaliente en el devenir histórico. No hay destinos trazados, sino simplemente caminos que se van construyendo paso a paso. No hay procesos inevitables ni inminentes. Si Luis XVI no hubiera insistido en el impuesto del timbre, tal vez no hubiera habido Revolución francesa, ni reinado del Terror y quizás Napoleón hubiera terminado sus días como un simple oficial de segundo grado.

La posibilidad está ahí, latente. Furet crítica la historia conmemorativa porque es ésta la que trata de racionalizar los sucesos pasados para dotar de una lógica utilitaria a la historia y justificar al presente. Así a Hidalgo, como bien lo analizó Edmundo O’Gorman, se le inventa como padre de la patria, no porque lo haya sido, sino porque la patria de 1850 necesitaba un padre. Así los españoles nos colonizaron, los tlaxcaltecas nos traicionaron y don Porfirio y sus científicos nosazar tiene su dosis de protagonismo: ¿y si las tropas mexicanas hubieran enfrentado con otra estrategia, o más bien con una estrategia, a los invasores estadounidenses México sería el doble de lo que es hoy? Tal vez sí, tal vez no. torturaron. La historia como una línea coherente que justifica el presente. Furet propone una historia que sea abordada con libertad, sin buscar ligas forzosas y sin la subordinación de eventos. Una historia en la que el

Para Furet todo depende de la decisión humana, y para él esos hombres de decisión son aquellos que piensan, que opinan, que participan, que ejercen su individualidad en el sentido más estricto de la modernidad. Furet concibe que este hombre de decisión en su forma ideal no es de ningún modo el político, ni siquiera el obrero, el campesino o el abogado, es el intelectual. Pero un intelectual libre, jamás subordinado a los partidos políticos, ni siquiera, eso lo digo yo, a los grandes consorcios de información. Para Furet intelectual es el que piensa y ayuda a pensar, no aquel que señala con el índice sosteniendo las gafas lo que conviene pensar.

Y esta lógica Furet la ejemplificó en su propia biografía. A mediados de la década de 1960, cuando todo intelectual de izquierda que se respetara tenía que tener una cercanía con los ideales socialistas, Furet renunció al Partido Comunista en Francia ante los abusos de los regímenes socialistas contra las libertades humanas. Ganó críticas y críticos, algunos tan coléricos como Joseph Fontana que descalificó todas las obras de Furet por el simple hecho de no demostrar o estudiar siquiera la “innegable” lucha de clases que le da sentido a la historia. Cargó con el calificativo de historiador conservador pese a ser un innovador, un verdadero revolucionario. Hoy en día sus obras son un referente obligado para entender a la revolución francesa, a la revolución rusa, pero en particular la lógica del totalitarismo y de los límites del comunismo. Destaco Pensar la revolución francesa; El pasado de una ilusión: ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX; Marx y la revolución francesa, y un libro que es de cabecera para todo aquel que quiera comprender la Modernidad, La revolución francesa, escrito en coautoría con Denis Richet.

A diez años de la muerte de François Furet la historiografía mundial comienza a sentir los alcances de su pensamiento. Sin embargo, atrás del historiador, y tal vez por encima de él, está el hombre que llevó a cabo una revolución para entender dos revoluciones. Y me pregunto –permítaseme el atrevimiento- ¿Hasta qué punto somos lo que escribimos o escribimos lo que somos?

Veremundo Carrillo-Reveles. Nació en 1984 en la ciudad de Zacatecas. Le gusta creer que en algún lugar de los jardines de El Colegio de México hay sitio para un balón de fútbol.

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