THE STILLS O LA HISTORIA DE LOS CORAZONES DESPLUMADOS

Parte de la historia del rock puede ser entendida a partir de ciclos que nos permiten trascender el mero concepto de moda. Habrá algunos más evidentes que otros y, desde luego, más fructíferos e interesantes. Así, el ciclo iniciado con el postpunk inglés (que a su vez es la continuación de otro ciclo) ha encontrado una fuerte presencia con la llegada del nuevo siglo y grupos trascendentales como Joy Division y Echo & The Bunnymen dejan sentir sus ecos sonoros en una importante cantidad de bandas que andan coqueteando con el mainstream, como Interpol por poner un caso de alta notoriedad.

Desde los doce años, Tim Fletcher (vocal/guitarra), David Hamelin (batería/teclados), Grez Paquet (guitarra líder) y Oliver Crowe (bajo), ya andaban rolando por las calles de Montreal. Estudiantes de arte y compañeros en diferentes bandas, deciden por fin formar The Stills, justo en el año 2000 y se trasladan a Nueva York, en donde consolidan su propuesta bebiendo del movimiento musical que ahí se fraguaba, con todo y las reminiscencias de cierto pop con salpicadas de oscuridad.

Con un puñado de canciones y moviéndose por el East Village, consiguen empezar a tocar con otras bandas de sueños similares y para el 2003 aparece el EP The Rememberese, que preparó la salida de su álbum debut, el sólido Logic Will Break Your Heart (03), ganando notoriedad no obstante la tupida compañía de nuevos grupos que se daban como en maceta durante los primeros años del siglo recién nacido. Conciertos con Interpol, precisamente, los colocaron en la mira y tímpano del público.

A pesar del cúmulo de influencias, a las que podríamos sumar a los multirreferenciales The Cure y The Smiths, Let´s Roll ejemplifica, en un medio tiempo, el estilo: voz arrastrándose entre guitarras que acompañan y desbordan por partes iguales, base rítmica sin demasiados artilugios. Lola Stars And Stripes nos pone frente a un rock limpio, de secuencias consistentes y armado con una lógica que en efecto puede ser rompecorazones, como en la elocuente Allison Krausse.

Un debut al que había que seguirle la pista y que se convertiría en uno de los descubrimientos más valiosos de aquel año, con canciones como Ready For It, la sigilosa Animals And Insects y Still In Love Song, abrevando con clase de sus propias influencias y trasportándonos, en pleno siglo XXI, a algún club londinense de finales de los ochenta con miras futuristas, tal como lo plantea su cierre: Yesterday Never Tomorrow. O quizá sí: el mañana seguro lo encontramos en el ayer.

Para septiembre del 2005, Greg Paquet deja la banda y el baterista Hamelin toma la guitarra en sus manos, Liam O’Neil (invitado en el disco anterior) se hace cargo de los teclados, Olivier Corbeil del bajo y Gus Van Go le entra a la otra guitarra, transformando al cuarteto en quinteto, mismo que presenta Without Feathers (06), el segundo largo de la banda en el que se aprecia un cambio de estilo, por momentos poco afortunado, donde se advierte un eco al rock setentero más que al sonido new wave que permeaba en su anterior trabajo.

En efecto, In The Beginning muestra que el toque dark ha cedido terreno a una tenue luminosidad campirana, sin llegar a los terrenos del country pero sí del rock’n’roll postsesentas; el Hammond B3 confirma este giro en The Mountain y She´s Walking Out, de lírica sencilla pero evocativa. Helicopters suelta unas rítmicas aspas en forma de guitarra acústica que viaja a la electricidad pronto detenida por la calma de In The End, sostenida por un minimal piano que va del gozo al dolor, reforzada por la intimista Outro, apenas dejando como huella una cama llena de sueños rotos.

Oh Shoplifter capta a la banda sin previa cocción, casi como si estuvieran ensayando con aplausos finales incluidos, mientras que Halo The Harpoons apuesta por la simplicidad no obstante que prefiere jugar con fuego, vía piano travieso que anuncia el tono festivo de It Takes Time, de celebratorio arranque y convencional desarrollo; los metales se mantienen en Destroyer, donde sólo la muerte unirá ante la imposibilidad del compromiso en vida. El álbum cierra con Baby Blues, más en el tenor del álbum anterior con vocal compañía femenina, y con The House We Lived In, de romanticismo hogareño que anuncia un inesperado happy end sostenido por un tranquilizador órgano cual olor a casa.

The Stills se presentó este viernes pasado en México y el sábado en Guadalajara. Una buena oportunidad para ver a los de Montreal con toda la atmósfera neoyorquina de ayer y hoy.

Fernando Cuevas

Nos escuchamos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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