CINE Y MUERTE

El misterioso tránsito al más allá, con toda su fascinación, esperanza y horror que pueda caber, ha sido una y otra vez recuperado por el cine desde diversas estructuras genéricas: del horror al humor, del thriller psicológico a la comedia social y de la metafísica al romanticismo trascendente o de plano lleno de sacarina. Aprovechamos la celebración del día de muertos para recordar algunas de las cintas que han rondado este misterio para siempre inexpugnable.

LAS OBRAS MAESTRAS Y LAS CLÁSICAS

Para reflexionar sobre la muerte y sus circunstancias, qué mejor que los grandes maestros: Wiene le entraba de lleno al expresionismo mortuorio con El gabinete del Doctor Caligari (19); Kurosawa lo hizo con Vivir (52), en la que se alternaban las percepciones en un funeral con las vivencias del susodicho; Bergman propuso en El séptimo sello (57), una vital partida de ajedrez entre un caballero en estado de cuestionamiento profundo y la muerte, iconográficamente representada por un hombre blanquísimo ataviado con una sotana de monje, en una de las estampas clásicas del cine mundial.

Hitchcok, entre muchas visitas a la muerte, jugó con los regresos a manera de espejo en Vértigo/De entre los muertos (58); Tarkovski mostró su preocupación de la muerte espiritual, la peor de todas, en El sacrificio (86) y de la posibilidad del reencuentro más allá de las estrellas en Solaris (72). Con base en el relato de Thomas Mann, Luchino Visconti rodó Muerte en Venecia (71), sobre la finalización de una vida entre reflexiones sobre la belleza.

Seres que desafían la dicotomía vivo/muerto que se han vuelto referencia para el cine de terror: Nosferatu, el vampiro (Murnau, 22) y la interminable lista de películas relacionadas con estas criaturas al fin llenas de dolor por la pérdida, viviendo en la penumbra, como El fantasma de la ópera (Julian, 25), entonando canciones mientras la mujer amada se pasea por el inalcanzable escenario. Desde luego, Frankenstein (31) y La novia de Frankenstein (35), dirigidas por James Whale, generando el milagro de la vida a partir de retazos de muerte, aún con necesidad de amar.

Por su parte, ahí están La momia (Freund, 32) en busca del amor extraviado frente a los laberintos del poder con todo y las recientes versiones más orientadas a la parafernalia de los grandes estudios, y los zombies como muertos en vida sin mayor sentido que su instinto carnívoro, recuperados por el patriarca George A. Romero (La noche de los muertos vivientes, 68) y por una importante lista de seguidores que aún hoy siguen mandando al estrellato a estas criaturas de hambre insaciable.

FANTASMAS Y DEMÁS

Espeluznantes o simpáticos, estos espíritus que no terminan por irse a descansar, han estado presentes a lo largo de la historia del cine, desde El fantasma va al Oeste (Clair, 35), hasta las recientes entregas del cine de terror oriental (El aro, La maldición, Los poseídos), llenas de pálidos niños con cabellos interminables que insisten en reclamar venganza, cariño o lo que les hiciera falta para terminar de despedirse de este mundo. Por ahí transita Suspiria (77), obra de culto de Dario Argento, sólo para iniciados.

Adaptaciones de clásicos como La carreta fantasma (Sjöström, 21), basada en un relato de Selma Lagerlöf; El fantasma de Canterville (Dassin, 44), de la novela por entregas de Oscar Wide; El fantasma y la señora Muir (Mankiewicz, 47); Suspense (Clayton, 61), basada en Otra vuelta de tuerca de Henry James; Los muertos (Huston, 87) recuperando el relato corto de James Joyce y Los fantasmas contraatacan (Donner, 88), basada en Christmas Carol de Dickens.

Toda clase de espíritus han sido presentados en mansiones que alguna vez les pertenecieron o donde sufrieron algún percance como en Al final de la escalera (Medak, 79), aunque también pueden ser como Abbott y Costello en El fantasma huye (Barton, 46), en absoluto tono de comedia. Deben evitar ser víctimas de Los cazafantasmas (Reitman, 84), o se les permite armar todo un desastre como en Beetlejuice (Burton, 88) y hasta se quedan como eternos enamorados como en la exitosa y descaradamente cursi Ghost: la sombra del amor (Zucker, 90). Y cómo no, con El sexto sentido (Shyamalan, 99) vimos gente muerta sin que nadie, ni Bruce Willis lo supiera y en Los otros (Amenábar, 01) quedó clara su maldición de vivir al margen de la corporeidad.

MUERTOS PROTAGÓNICOS

En El ocaso de una vida (50) del maestro Billy Wilder, William Holden nos cuenta su vida, mientras flota muerto en la alberca, al igual que En Belleza Americana (Mendes, 99), Kevin Spacey nos platica, desde su segura muerte, las peripecias de su familia de suburbio, y en La muerte le sienta bien (Zemeckis, 92), nos carcajeamos de los desfiguros de Meryl Streep por parecer una persona viva. En Muerto al llegar (Jankel y Morton, 88) fuimos testigos de la indagación extenuante de un hombre por saber quién lo había matado, aunque no estaba muerto del todo y en Muerte a la medianoche (01) del recién fallecido Robert Altman, se armaba todo un análisis de la sociedad inglesa de los treintas a partir de un asesinato.

En el otro extremo, por ahí se colaba entre sueño y sueño el famoso Freddy en Pesadilla en la calle del infierno (Craven, 84) y en Halloween (Carpenter, 78) se hacía un macabro honor a la fecha según la usanza del país del norte, mientras que con El cadáver de la novia (Burton, 05) se unían en matrimonio los dos mundos. La muerte del señor Lazarescu (Puiu, 05), por su parte, recupera en tono de comedia negra lo difícil que se ha vuelto, en esta época, morir sin contratiempos.

Léase como sólo un esbozo de todas las películas que han abordado la muerte desde diversas perspectivas, como corresponde a uno de los fenómenos que más inquietan a nuestra especie.

Fernando Cuevas

Nos leemos después.

Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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