Historias, personajes y dificultades de un corazón de mierda

1 : de historias y dificultades

Hay historias que nacen a partir de un hecho cotidiano. Hay historias que nacen a partir de la experiencia propia. Pero también hay otras que nacen de la rabia, y son ésas, precisamente, las que suelen tener la carga emotiva más cabrona y las que son capaces de dejar al desnudo hasta los rasgos más ínfimos de la condición humana.

Sin embargo, y aun cuando cuestiones como el amor o el odio, en tanto que actos concientes, son inherentes a todos nosotros, la verdad es que resulta por demás difícil hacer una radiografía de tales comportamientos en una historia sin caer, irremediablemente en una fórmula fácil o en un símil al más puro estilo de Yolanda Vargas Dulché o Corín Tellado.

Lo cierto es que en un panorama literario nacional que se debate en captar adeptos al realismo sucio o al (acertadamente llamado por Julián Herbert) nazismo mágico, cada vez resulta más difícil hacerse llegar de obras que logren ir más allá de ambas etiquetas; salvo marcadas excepciones, la gran mayoría apuesta por las aventuras intelectuales narradas o por la excreción indiscriminada de palabras.

Y si lo anterior representa una gran dificultad, no menos difícil es encontrar, en esas excepciones, ejemplos donde la forma no sacrifique al fondo y viceversa. Por eso me atrevo a decir que, en tal contexto, una novela como Corazón de mierda, de Gonzalo Lizardo (Fresnillo, Zacatecas, 1965) es una intromisión afortunada. Digo intromisión porque un tipo como El Candingas viene a dejar en claro que si de algo adolece la literatura mexicana contemporánea es de personajes creíbles, entre muchas otras cosas.

2 : se vislumbra un horizonte negro

Corazón de mierda es también una novela negra. Una obra en la que se logra conjugar, con la destreza de un relojero, la exploración del lenguaje popular del México de los 50 con las tribulaciones de un joven de clase baja decidido a enfrentar el mundo teniendo como única arma su particular manera de ver la vida. Si algo despierta el Candingas en el lector, además de empatía, es ese irremediable sentimiento de que el amor y el odio, como dicen en el pueblo, son cuernos del mismo toro; de que cuando creemos estar jodidos hay algo que nos hace saber que lo peor aún está por venir, y que no queda otro remedio que pintar de negro el humor para que las cosas sean menos lacerantes.

Sorprendiendo a quienes hemos venido siguiendo la obra de Gonzalo, esta novela nos muestra que si algo no debe hacer un autor es adoptar fórmulas o dar por hecho que su apuesta literaria va por una senda unidireccional. Para el lector menos avezado podría tratarse de una historia que sacrifica todo merced a una anécdota simple que se resume en el subtítulo de la novela.

Sin embargo, al adentrarse en la lectura nos damos cuenta de que Corazón de mierda una invitación a una sátira brutal, divertida y descarnada de las relaciones humanas. La amistad, el amor, el odio, la tristeza y la soledad alcanzan un nivel de sordidez inusitado conforme uno «escucha» el relato del Candingas, y es que mediante diálogo que se entabla entre el narrador y lector ambos quedan situados en un mismo nivel donde no sólo revive sino que cobra fuerza la antigua tradición de contar relatos boca a boca.

En esencia se trata de la historia de la vida de un famoso criminal del México de mediados del siglo XX, Ricardo Olmedo Ríos, narrada por uno de los miembros más jóvenes de su banda, a 40 años de distancia. Lo interesante es ver que Corazón de mierda no se reduce a la paráfrasis de la nota roja. No, si algo tuvo claro el autor al escribir el libro era que se trataba de hacer un artificio o como dijera el propio Candingas acerca de su afición por los trebejos: «Esos fueron mis juguetes: puros fierros viejos. Me maravillaba que esos pedacitos de metal, al engranarse entre sí se volvieran artefactos útiles, precisos, casi mágicos».

No está en duda la filiación de Gonzalo por la novela negra: en la novela hay atisbos que recuerdan a Jim Thompson, a Raymond Chandler, a Dashiell Hammet. En mi caso, Corazón de mierda me obligó a releer 1280 almas, El largo adiós y Cosecha Roja, sólo para caer en la cuenta (otra vez) de que las historias que dejan al descubierto nuestras pasiones y arrebatos se perfilan más allá de un horizonte negro.

Estos autores dejaron como testimonio obras en las que inteligencia y malicia operan al mismo tiempo para dar forma a historias cuyos personajes (putas, borrachos, policías corruptos, idiotas) no buscan simpatía sino conmocionar al lector. Para ello, Gonzalo se vale en su caso, de un lenguaje donde cada frase está calculada, pese al velo del lenguaje popular que presente, de tal suerte que logra construir imágenes brutales y, al mismo tiempo, bellas que pone en boca del pérfido Candingas cuando habla, por ejemplo, de la «tristeza, esa mala mujer que nos salpica de cebolla los ojos y que nos hace añorar lo que nunca tuvimos».

3: todos somos personajes

Corazón de mierda es también una desfile de personajes de la más variada manufactura. Aquí la misoginia tiene pase de entrada, algo que quizá podría despertar prurito en mujeres de filiación feminista y, sin embargo, es necesario observar a detalle para ver que tales descripciones, tales cuadros de humillación, no son otra cosa que una forma de celebrar la naturaleza cínica y diabólicamente bella de la figura femenina.

Pilar, la no - novia del Candingas, es la personificación de la mujer fatal, la de aquellas divas de la época dorada del cine mexicano que siguen riendo aún cuando van a morir como muestra de una voluntad inquebrantable, que encuentra su reflejo masculino en un montón de jóvenes desadaptados que encuentran el significado de su existencia a partir de las películas de Buñuel, Marlon Brando y James Dean.

Todos somos personajes, todos algún día, quizás encontraremos otro personaje que platique nuestra vida a partir de su propia desgracia. Ojalá, pero mientras eso pasa, consigamos una mujer difícil para triunfar, leamos una novela negra o dilapidemos nuestro tiempo arreglando los trebejos de nuestro destino, de nuestro corazón de mierda. Como dijo el Candingas: ¡Salud por eso!

Juan Gerardo Aguilar

zacatecas, zac : septiembre de 2007

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