ITINERARIO DE UNA DISIDENCIA


Hasta la década de los noventa del siglo pasado, la ciudad de México, la más grande del mundo, era considerada como puerto de abrigo para aquellos que huían de la atmósfera opresiva y asfixiante de una provincia conservadora y castrante en que al disidente de la norma sexual se le castigaba con modos distintos de discriminación, según su origen de clase y posición social.
Fue hasta fines de los años setenta, una década después de la matanza en
la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, luego de asimilado el hecho, cuando grupos de emancipación sexual salieron, organizados, a las calles a exigir un lugar y un respeto al "disidente" de la norma y las pautas de conducta; movimiento que incluía a uno y otro sexo.
Acaso al calor de la experiencia, directa o indirecta, de la derrota del imperio en los campos vietnamitas, quizá al espíritu creado en Woodstock primero y en Avándaro después, a la música de los Rolling Stones, Los Beatles, a las figuras solitarias de Hendrix y Janis Joplin, a su vocación de románticos suicidas, que grupos como el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), Oikabeth y Lambda, fueron ejemplo que luego seguirían otros en Guadalajara y Puebla.
Seis años después, en 1985, como una actividad paralela a
la Marcha del Orgullo Homosexual, inició la Semana Cultural Lésbica-Gay en un espacio universitario, el Museo del Chopo, en la capital del país, animada y convocada por José María Covarrubias (1947-2002), entre otros, quien convocó a pintores, escritores e intelectuales a reflexionar en torno a un modo distinto de ver y asumir la creación artística.
De ese mismo año data la película, Doña Herlinda y su hijo, de Jaime Humberto Hermosillo; y la obra de Arturo Ramírez Juárez, quien diseñó un cartel con la imagen clásica del San Sebastián martirizado; la obra del pintor Enrique Guzmán con elementos del kitch y de un aliento surrealista; la de Paul Antragne con la recreación de la figura milenaria de Heliogábalo; la de Fernando Andrade Cancino con elementos del pop art y la mercadotecnia; de esa década se desprende la novela Donde deben estar las catedrales (1984), de Severino Salazar, con un alto aliento poético.
Pero nada se da por generación espontánea pues detrás de la cinta de Hermosillo está el relato de Jorge López Páez en que se basó la cinta, como anteriormente se conocían las películas "La piel del zorro", "El asesinato de la hermana George", "El hombre del clavel verde" y en teatro "Los chicos de la banda" y otras cintas del propio Jaime Humberto, "El cumpleaños del perro" y otras de Francisco del Villar con libreto de Hugo Argüelles.
Que este preámbulo funcione como introducción al libro de Antonio Marquet, El crepúsculo de heterolandia (o Mester de jotería), en donde se reúnen ensayos, crónicas y notas informativas, amén de un mazo de fotografías, que dan cuenta de los avatares de la cultura Queer en artes pásticas con los pinceles de Daniel Lezama, Fernando Guevara y Nahum B. Zenil, entre otros; en el cine de Ang Lee y el teatro de Sabina Berman (esta vez vapuleada), Bouchard, Gustavo Vasconcelos, Jesusa Rodríguez y un etcétera interminable.
Volumen publicado por
la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Azcapotzalco, a disposición del interesado en hacer un seguimiento de la cultura cosmopolita del siglo 21 no sólo en el país sino en Europa y los vecinos del norte, que a estas alturas siguen hechizados con la obra de Frida Kalho y sus alrededores. El posible interesado, decíamos, puede acudir a la Librería La Azotea de esta ciudad de mezcal y plata. Salud.

Uriel Martínez

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