La danza que nunca sería inmortalizada

Por: Adso Eduardo Gutiérrez Espinoza

A Falina, una gran amiga

Romina jaló el gatillo del revólver. La bala, tras romper el viento con su velocidad, perforó la cabeza. Algunas gotas de sangre cayeron sobre el muro de atrás. El impacto empujó la cabeza y el cuerpo al suelo. Ella naufragó en un Nilo rojo y pegajoso cuyo cauce aumentaba velozmente.

Un dedo índice tembló y después fue imitado por los demás. Las manos cogieron los senos mientras que el cuerpo realizaba movimientos bruscos. El rostro se tornó morado y unos sonidos guturales eran expulsados. Hermoso Nilo rojo, como en tiempos de sequía, iba reduciéndose hasta quedar en un arroyo.

Romina se levantó, miró alrededor y vio que su danza de la caída jamás sería inmortalizada.

Adso Eduardo Gutiérrez Espinoza, Zacatecas, 1988 Actualmente estudia en la Facultad de letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Participa en el taller literario coordinado por Alejandro García.

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