Recordando, rescatando e inventando
Sureya Alejandra Hernández del Villar*
“He hecho tal cosa”, me dice mi memoria. “Eso no he podido hacerlo yo”, me dice mi orgullo, y se mantiene inflexible. Al final es la memoria la que cede
Nietzsche
Una mañana, en la clase de historia de cuarto año de primaria –si mi memoria no me falla–, dimos vuelta a las páginas del libro de texto y perdida entre las notas alusivas a
Tiempo después –no recuerdo cuánto– a regañadientes, casi obligada, asistí a una misa que me hizo recordar aquel episodio infantil. Me encontraba estoicamente sentada en una incómoda banca de iglesia y con la mente transitando por otros parajes cuando de repente las palabras del sacerdote lograron captar mi atención. Con voz enérgica y en ocasiones quebrada recordaba las persecuciones, las injusticias del gobierno y el ejército federal, y por supuesto, a aquellos que “murieron por su religión”; sermón confuso, ambiguo, intenso… me pregunto si alguno de los feligreses razonó el mensaje, ¿qué imágenes se habrán creado en su cabeza?, ¿qué recuerdos habrán venido a su memoria?
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Bernard Lewis distingue entre tres tipos de historia: historia recordada, historia rescatada e historia inventada.[1] La primera se refiere a la memoria colectiva de una comunidad o nación; la segunda es aquella rescatada por la academia; y la última, aunque basada en las dos anteriores, persigue propósitos distintos: embellece, corrige, elimina y busca la legitimación a partir de la “modificación” del pasado. Las tres, en su particularidad, presentan discursos que se imbrican y configuran la memoria acerca de determinados eventos pretéritos.
¿Qué se recuerda de
Muchos la conocen a partir de los relatos de los abuelos, la valiosa memoria popular de quienes la vivieron o escucharon hablar de ella, recuerdos que se transmiten por generaciones, narraciones épicas, casi míticas, profundamente enraizadas en algunas regiones del país. Se escucha decir: “mi abuelito decía que cuando los cristeros llegaron…”, “que ahí andaban de revoltosos…”, “que los revisaban para ver que no trajeran estampitas de santos…” y así por el estilo; memorias vagas quizá, deformadas tal vez, pero finalmente memorias.
Y entre las trasmisiones populares encontramos el Corrido, obra de trovadores regionales que recogen y preservan la memoria colectiva de una comunidad. Algunos trascienden fronteras espaciales y temporales, se extienden, se transforman y se cantan sin reparos por distintas generaciones. Muchos conocemos, por ejemplo, el corrido de Valentín de
En estas ocho décadas que han pasado se han forjado diversas visiones de
¿Qué se ha rescatado?
La “conjura del silencio”[3] ha pesado profundamente sobre la historia de
Ahora se cuenta con diversos trabajos sobre
¿Qué se ha inventado?
Las historias oficiales forjan memorias colectivas de las cuales se excluyen ciertos episodios o son convertidos en turbias leyendas negras, la memoria cede ante el orgullo de una nación que intenta diluir los momentos “vergonzosos” de la historia entre las “gestas heroicas” de los próceres de la patria.
Se buscó, en la medida de lo posible, borrar el recuerdo de
Por su parte, el Estado confinó esta historia concediéndole únicamente un espacio reducido dentro de los libros de texto gratuitos, en los cuales poco se menciona sobre el conflicto. Sin embargo, desde la coyuntura del 2000, la derecha ha revisado la historia oficial y en la pretensión de incorporar una visión más conservadora ha intentado agregar episodios y personajes antes relegados. Tal es el caso de
Pero si debemos hablar de verdaderas invenciones, no hay que olvidar el polémico vestido que meses atrás hizo que “nuestra belleza” fuera nombrada Miss Cristera, quien después de la controversia causada por los ahorcados plasmados en los pliegues de su falda y los escapularios que portaba como accesorios, tuvo que ceder ante las presiones de la “opinión pública”. A juzgar por esto el conflicto cristero ha dejado de ser un tabú, un tema intocable e incomprensible, tanto, que hasta Televisa se atrevió a ridiculizarlo con un atuendo que finalmente nada tenía que ver con
Una historia escrita por los vencedores y quienes ostentan el poder; diría
[1] Lewis, Bernard, La historia recordada, rescatada, inventada, México, FCE
[2] Aguirre Rojas, Carlos Antonio, Mitos y olvidos en la historia oficial de México, México, Ediciones Quinto Sol, 2003, p. 18.
[3] llamada de esta manera por Aurelio Acevedo (originario de Zacatecas), protagonista durante la lucha armada y fundador de El David, publicación que narraba la versión cristera sobre el conflicto religioso.
[4] Acevedo, Martínez Cristobal,
[5] González, Fernando, Matar y morir por Cristo Rey. Aspectos de
[6] Aguirre Rojas, Op. Cit., pp.12 y 66.
*Sureya Alejandra Hernández del Villar. Actualmente es becaría del área de Investigación y Difusión del Patrimonio Cultural del FECAZ, con el proyecto "
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