Soldadera 126

Las hummer no me gustan


Hoy hay fiesta con motivo de terminar los créditos de la licenciatura, eso no significa ser licenciado, sólo que no tendremos que ver más a algunos profesores.
Bueno, la fiesta iniciará en unas dos o tres horas y nadie me ha marcado, a lo mejor todo mundo se prepara para ir abrigado o bien vestido; el caso es que en vez de deprimirme o hablar a ver quién me acepta en su carro, me he puesto a pensar que debería de cambiar de profesión: me imagino que puedo dejar de ser estudiante de tiempo completo para convertirme en un narco grandote, no en la jerarquía, sino en el tamaño:

186 centímetros de furia contrabandista
+
87 Kilogramos de odio
+
23 años de represión y moral
+
2 televisoras que todo el día hablan de los zetas

La suma de lo anterior, es sin duda un temible narco, en este caso yo. Un yo con una filosa daga en una funda de piel piteada a mano con mis iniciales y mi animal favorito (lo tendría que pensar: tal vez un alacrán). Bien fajada, una 45 negra grandota con cachas brillosas y siempre cargada: la recámara lista para disparar. Una tejana de ocho mil equis comprada en Chicago, botas de piel de víbora con la cabeza del animal en la punta, un abrigo enorme para cubrir mis casi 2 metros de humanidad, medallas adquiridas en tifannys con motivos religiosos, y ostentosas cadenas de oro y brillantes que mi madre envidiaría.

A cada lado tendré un amigo verdadero: el primero rechoncho con camisa a cuadros a la derecha, y otro de mi pelo siempre vistiendo chamarra de piel color camello.
Hasta el momento mi idea es estupenda, sólo falta pararme en cualquier esquina y agarrar a putazos al primer tipo que se burle de mi vestimenta: dos cachazos en el hocico, unas patadas en la espalda, tres escupitajos y una miada calientita acompañada de un acento norteño, que harían dudar a cualquiera de la calidad moral de su madre.
Entonces con las botas llenas de sangre, me subo a mi lobo, o cheyenne (no me gustan las Hummer) y me voy a un baile a espantar a cantantes gordos. Ahí dentro, bailo con mis dos pies izquierdos sin vergüenza con todas las asistentes: gordas, flacas, las que sean. Compro un refri de corona y lo dejo pagado para todos mis conocidos. Ya en la calle usaría un celular para amenazar al cantante, me reiría con fuerza, los dientes blancos, camisas versace que Donatella escogió para mí.
Hablaría por nextel con mi jefe al que le diría patrón para todo -sí patrón como usted mande- y al colgar les diría a los verdaderos amigos: a ese pendejo me lo voy a tronar, me cai de madres que al rato le tumbo el negocio. Ellos celebrarían con más miedo que humor.
Todo será perfecto, pero un día, harto de tantas fiestas, sexo, golpes, alcohol. Con la nariz frita por la cocaína, las venas negras por el caballo, la cheyenne chocada, pleno de amigos, todos falsos, sólo los dos de siempre, pensaría en cambiar de profesión y a lo mejor dedicarme a estudiar.
Pero hoy a la fiesta aunque llegue en taxi, llevaré mi abrigo
¿O te molesta hijo de puta?..
Miguel Ángel Aguilar Dorado

No hay comentarios: