Soldadera 132

Las artistas de la seducción II

Translucidez a flor de piel, la belleza de las geishas no se reduce a su aspecto, ni siquiera reposa en su encanto y gracia corporal, la agudeza de su arte las ennoblece de forma orgánica: cuerpo y alma conforman una totalidad indisociable. Se trata de una nobleza cuyo señorío resguarda una aristocracia secreta. Preparación paciente, obstinada y meticulosa, desde la antigüedad, se estudiaba para ser geisha, ella no se limitaba a la complicada ceremonia del té, sabía historia, arte, matemáticas y cultura, además de canto, baile y guitarra japonesa. Experta en política y relaciones públicas, muchos negocios dependían de su diplomacia y capacidad para resolver situaciones difíciles. Artista del performance y de la sutileza, su arte era un devenir minoritario, subversivo, imperceptible, de ahí su apariencia de marioneta y delicado maniquí, de ahí también sus modales y habla íntima. Esfinge madurada por el buqué del tiempo, la geisha implosionaba afectos y pasiones. En su niñez, era asistente de las más experimentadas, y luego aprendiz de geisha (maiko) durante su entrenamiento. Aún hoy las geishas estudian instrumentos y canciones tradicionales, baile japonés clásico, ceremonia del té japonesa, arreglos florales, literatura y poesía. Con la ayuda de las dueñas de las casas de geishas, las aprendices llegan a dominar la compleja tradición del kimono. En el Japón moderno, las geishas y maiko son bastante inusuales. Todavía en el distrito Gion de Kioto, se observan algunas maiko por las calles yendo o regresando de una cita. Una economía en crisis, poco interés en las artes tradicionales, la influencia de modas culturales y el costo los servicios han contribuido a su declive. Las geishas son contratadas para asistir a fiestas y encuentros, en casas de té o restaurantes japoneses tradicionales. Su tiempo es medido según lo que se demora un palo de incienso en consumirse, y es llamado senkodai ("palo de incienso tarifario") o gyokudai ("joya tarifaria"). Otro término para trazar la tarifa es "ohana", o flores tarifarias. El cliente hace el convenio a través del sindicato de geishas (kenban), que mantiene el horario de cada geisha y hace sus citas de entretenimiento o entrenamiento.
Resulta inusual que la geisha tenga hijos, lo más común es que viva en soledad. Aunque sus compromisos incluyen el galanteo y sugerentes bromas sexuales, todo está rígidamente codificado a través de formas tradicionales, nunca incluyen actividad sexual, y una geisha no es pagada por sexo, aunque algunas pueden elegir tener una relación que incluya el sexo con algún cliente fuera de su rol como tal. Fue tradicional para las geishas tener un danna, o cliente habitual. Un hombre adinerado, algunas veces casado, que tenía recursos para financiar los costos del entrenamiento tradicional de la geisha y otros gastos considerables, una geisha y su danna podrían enamorarse, empero la relación siempre ha estado sujeta a la capacidad financiera del danna. Incluso entre los japoneses, los valores y códigos en las relaciones de la geisha y el danna son ambiguos y poco comprendidos. Hay una fuerte hipótesis –ampliamente justificada– sobre la venta de la virginidad de las geishas y de su cuerpo a un solo cliente –hasta que el danna se aburriera.
La apariencia de una geisha cambia a lo largo de su carrera, desde la femenina y maquillada maiko, hasta la apariencia madura de una geisha mayor y consolidada. Hoy en día, el tradicional maquillaje de la geisha aprendiz es uno de las características más reconocibles, aunque las geishas experimentadas generalmente usan el característico maquillaje de maiko, consistente en la cara totalmente blanca, durante presentaciones especiales. El maquillaje tradicional de las aprendices de geisha consta de una base blanca (originalmente de plomo), el uso de lápiz labial rojo y adornos rojos y negros alrededor de los ojos y cejas. La aplicación del maquillaje es difícil de perfeccionar y es un proceso bastante largo. El maquillaje es aplicado antes de vestirse para evitar ensuciar el kimono. El maquillaje blanco cubre la cara, cuello, pecho y manos, con dos o tres áreas sin pintar (formando una "W" o "V") cerca de la nuca, para acentuar esta zona erótica, y una zona descubierta de piel alrededor del pelo, que crea la ilusión de una máscara. Hoy en día se utilizan cosméticos modernos. Las cejas y el borde de los ojos son pintados de negro; las maiko además usan rojo alrededor de los ojos. Los labios son pintados con una brocha pequeña. Cuando una geisha ha trabajado durante tres años, cambia su maquillaje a un estilo más apagado. La razón es que se ha vuelto más madura, y el estilo simple la muestra en su belleza natural. Para ocasiones formales la geisha madura aún utiliza maquillaje blanco. Para las geishas sobre treinta años, el maquillaje blanco es utilizado solo en bailes especiales que lo requieren. En un detallado blog sobre geishas se puede leer que “Tanto geishas y maikos, debían estar siempre impecables en cuanto al maquillaje y el peinado, empleaban horas en ello, y parte de su aprendizaje se basaba en estos dos aspectos. Estos dos aspectos, son parte de la carta de presentación de ellas, y un error es punto de crítica y burla entre sus compañeras, y el hanamachi entero”.[1]
Las geishas siempre utilizan kimono, se trata de un trabajo artesanal y con hermosos detalles y acabados, hecho a la medida. Las aprendices llevan coloridos kimonos con extravagantes obi. Las mayores utilizan estilos y diseños más apagados. El color, diseño y estilo del kimono dependen de la estación y evento en el que las geishas están atendiendo. En invierno, las geishas pueden ser vistas llevando un "abrigo" adornado con seda pintada sobre su kimono. Los kimonos forrados son usados durante estaciones frías, y los normales durante el verano. Una geisha profesional cuenta con más de veinte kimonos. Los colores más usados por las geishas de edad más avanzada son el beige, el gris, y el azul oscuro. Y el cuello que llevan debajo del kimono es de color blanco, y la banda que lleva en la parte baja del kimono es de color rosado. El kimono no lleva ningún tipo de elemento decorativo en el dorso. La geisha utiliza sandalias de suela baja de madera y laca, llamadas Zori y llevan solo tabi (calcetines divididos en los dedos) en interiores. En climas inclementes las geishas utilizan zuecos de madera, llamados Geta. Peinados y vestimentas ha cambiado a través de la historia. Hoy el tradicional arte del peinado está en vías de extinción. El creciente interés en la apariencia exótica de las geishas ha creado varios fenómenos culturales en Japón y occidente, recientemente las líneas de maquillaje inspiradas en las geishas fueron llevadas a occidente luego de la popularidad alcanzada por la novela y película Memorias de una geisha. En 1999, Madonna apareció en el video musical de "Nothing Really Matters" con vestimenta inspirada en una geisha y maquillaje blanco.
Es correcto afirmar que el cuerpo de las geishas no les pertenecía, pues se trata de un cuerpo producido de forma social, resultado de una laboriosa y compleja gestación, un cuerpo tortuosamente codificado por estrictas reglas de cortesía y prácticas de convivencia. Pero eso es válido para todo cuerpo humano; mejor sería que nos dejáramos de escandalizar con nuestros principios políticamente correctos. En la visión del cuerpo como instrumento de placer, la geisha esconde un conjunto de formas que subvierten los códigos de la manera más discreta y efectiva. La inmovilidad de la máscara, guarda un cuerpo, que detrás de su disponibilidad, se reserva para sí dentro de una intimidad inaprensible. El lenguaje sutil de las geishas revela una poética intimista que se asume como arte total, pero sin las pretensiones del gran arte. Lo que para nosotros parece reducirse a un juego visual –sofisticado e inquietante–, muestra una experiencia intransitiva: la de ser geisha, devenir una obra de arte viviente.
Tanto para occidentales como orientales, hoy del pasado quedan algunas geishas de museo, que –claro está– aparecen en reality shows en televisión y organizan veladas para turistas adinerados. No sin razón, feministas y otras gentes sensatas, ponen el grito en el cielo y se indignan por el destino trágico de esas mujeres. Hay motivos suficientes para ello, el maquillaje con base de plomo les dejaba estragos irreversibles en la piel y la base del peinado producía calvicie y quemaba el pelo, se les marginaba de la vida social, y muy pocas lograban el matrimonio, siempre como segundas esposas.[2] Esto es cierto, pero el sentido de ser geisha era otro. Intimidad y alteridad fueron dos rasgos que expresaron su arte etéreo; algo que Occidente desconoce o bien, durante milenios, se ha encargado de sepultar.

Sigifredo Esquivel Marín

[1]Raquel Méndez, “Geishas: doncellas del placer”, en Cultura Japonesa, culturajaponesa.blogspot.com/2006/11/geishas-doncellas-del-placer.html, también se puede ver: www.immortalgeisha.com, www.phototravels.net, http://www.travel67.com/, www.evanpike.com
[2] Cfr. “Geishas; muñecas de porcelana”, http://www.amanza.com.ar/amanda/Notas/Geishas.htm

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