Soldadera 127

[Noviembre 25]
El miércoles quince de agosto quedo definido, que por los antecedentes administrativos y académicos de su expediente, fuera de la Unidad Académica de Filosofía a la Unidad de Historia. A partir de entonces estará dedicado a un par de cursos en la licenciatura en historia y el resto de las horas laborales serán para la investigación, pero sobre todo, para la redacción de su tesis. Así está desde entonces. Como docente impartió los cursos de “Turismo histórico y museografía” y el de “Introducción a las Letras”. Aunque aclimatado en el curso de literatura, prefirió darle más tiempo a la preparación de las clases. Incluso agregó textos que leyó conforme avanzó el curso. Los objetivos que planteó a los asistentes fueron tres: que los alumnos distinguieran a la literatura como un campo específico (aunque no aislado) en el ámbito de las humanidades y en las manifestaciones artísticas; que situaran los elementos que caracterizan –y definen- a un texto literario; y que observen a la literatura como un objeto de estudio histórico, ubicando las formas en que fue publicada, los sujetos que participan en el contexto de la literatura (escritor, amanuense, autor, editor, impresor, lector); y, lo que más le gusta estudiar: los impresos literarios, sus lectores y sus lecturas.
Por cierto, en el círculo de esas circunstancias recuperó del ordenador algunas notas que redactó en el verano de 2005. Las imprimió en la máquina de su cubículo. Lo hizo junto con los programas escolares y los guiones de las primeras sesiones. Las hojas las pegó en la libreta Rhein©, la que compró para anotar las lecturas escolares y para avanzar un perfil de los estudiantes que en adelante atendería. [Hasta hoy es incomprensible porqué anexó el texto en la libreta escolar. Porque además no ha dado indicios acerca del hecho en las notas que ha escrito en la Jordi Labanda© y en la Urman© -aquí escribe los “hallazgos” de su tesis-.]
“Agosto 11 (05). Me levanté temprano. Desayuné ligero: papaya, jugo de naranja y agua. Ropa ligth, aunque el día esté nublado: pantalón de mezclilla, camisa Cortefiel©. Zapatos los de día, de gamuza. Salí para arreglar pendientes escolares. Resuelto todo, voy a la librería. Al fin encuentro Nada (Laforet), El Gran Gatsby (Fitzgerald) y Pálidas banderas. Los compré a crédito. Luego fui a la cafetería del bulevar, para ojear los libros. Pero no lo oculto, también fui a ese lugar para reencontrar su rostro y demostrarle que sí me atrae. Hoy es jueves y porta su uniforme veraniego: pantalón caqui, camisa azul de manga corta (le sienta bien, como siempre). En todo momento le veo su frente amplia, el pelo recortado y la sonrisa entregada. Verle me vulnera y me arroja a no pensar sino en cómo hacerle para que venga a mí...
Agosto 22 (05). Ayer le encontré en la calle. Nos saludamos. Fuma. Pero fuma como quien sale de una resaca o con la manía que dejó James Dean en su fotografía de París… Hoy en Sombrerete leí las marcas de un libro escolar que sustituyó a Ripalda: El espíritu de la Biblia: el episodio de José, el trabajo, el Bautista... En el camino leí Nada… Hace rato apague el televisor, miré la serie de West Wing… ya tomé un par Nicodym…
Agosto 26 (05). Las reuniones de estos días me han obligado a ir a la cafetería del bulevar. Y está. Es su temporada de turno vespertino. Hoy tomé sólo café. Fue en la segunda taza y en el tercer saludo de la noche cuando entró para cenar. [Cenó sus sesenta pesos autorizados: sopa, naranjada y flautas.] Se sentó en el gabinete contiguo. Las ocupaciones de la mesara le impidieron llevarle cubiertos, y cuando descubro el detalle, porque se levantó por ellos, le muestro los míos. Le significo que a mí sí me sirven.
A pesar de la presunción no dejó de sonreír y de vez en vez le correspondo. Al terminar de cenar pasó para despedirse. Entonces quise que quienes saben de la historia vieran que no miento, que estuvo frente a mí… Luego terminamos nosotros. Estuvimos en la tienda; ahí compré un libro que le correspondió cobrar. Y lo hizo para ver la lectura, para ver con qué pagaba. Porque le arrebató la registradora a la cajera…
Septiembre 12 (05). Lunes. Voy. No está.
Jueves. Voy. Sí está. Entrada sin saludo, pero con contacto visual. Pasa, ve y no regresa.
Viernes. Como ahí. Gasto lo innecesario, porque sólo miro al salir. Atiende en la sección de discos.
Sábado. Contacto visual; me saluda con sonrisa incluida. Descubro que es su mirada, la previa al clic, lo que genera estas líneas. Viste lo de siempre: caqui y camisa azul manga corta. Las marcas no las ubico, la tela pertenece a la evidente masificación de cortes en serie.
Domingo. El no ir, aunado al trabajo acumulado, me hace perder, en los instantes en que lo requiero, el contorno de su rostro. Aunque tengo presente su corte de pelo, el café inocente de sus ojos, los labios párvulos —en Luz Cazals se oye mejor—.”
En la página que sigue a estas notas, agregó un recorte de Babelia. [Es de la columna Antología de Babelia. Y cómo es su pésima costumbre, no incluyó al autor, que en esta ocasión es de José Manuel Caballero Bonald. El poema es “Introspección”, pertenece al libro Manual de infractores, que publicó Seix Barral.]
Una luz vespertina de prostíbulo,
de resto de alcohol, de inconsolable
cantina ferroviaria, irrumpe
y persevera en esos intramuros
fugaces de la desmemoria.

Se oye el paso decrépito del tiempo
entre las inconstantes dádivas
de la felicidad,
mientras fluyen
los cuerpos juveniles y el olvido
otra vez se delata y lame
con su liviana lengua
un penúltimo rastro de deseo.

Rostro ficticio de vacías
cuencas, madre
de los espejos, ¿en qué me he equivocado?
Emigra la verdad como las aves.

Marco Flores

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