Soldadera 133

Telecontrol

En el siglo XXI, el historiador que estudie nuestro tiempo
se verá obligado a mirar millones de kilómetros de grabaciones televisivas.

Ryszard Kapuscinki

Los medios de comunicación están marcando la pauta de nuestros recuerdos.
La televisión, vanguardista por excelencia en esta competencia que significa manejar la opinión pública, bien puede bombardearnos con cientos de enfoques sobre algún hecho o personaje hasta que éstos se convierten en canciones o chistes.
Al mismo tiempo nos invade con imágenes tan disímiles que se superponen hasta borrarse una a otra y dejarnos en la amnesia.
El ciudadano ordinario, quien llega tarde a casa tras un largo día de trabajo, enciende el televisor e intenta ligar su existencia con personas y hechos de su ciudad, país y del inmenso planeta en el que vive. Sin embargo, su tarea se vuelve imposible y frustrante cuando las noticias son tantas y de realidades tan complejas.
Luego de una noche de telediario, durante la mañana siguiente intentando apropiarse de ese mar de información, se da cuenta que ya se generaron millones de metro cúbicos.
La humanidad está perdiendo la incipiente capacidad de atención y retención acerca de su entorno.
Cuando en el devenir histórico nos podíamos jactar de la accesibilidad del conocimiento, el ser humano inicia el proceso degenerativo por sobredosis.
La información emitida por el medio más influyente es tanta que nuestro cerebro tiene poco tiempo para desmenuzarla y hacerla suya.
Pasarán aquellos tiempos en que la gente común y corriente podía sentarse en plazas y jardines a comentar las novedades del pueblo hasta agotar las posibles explicaciones.
La generación de información está dejando en la retaguardia a su creador y razón de ser.
¿Qué pasará, no con los intelectuales y analistas, sino con el ciudadano “común y corriente”?
Se detectan dos posibles caminos. Por un lado, quizás algunos cuantos entenderán que la premura exige agilidad mental, y amplia disposición para la apropiación.
Por otro, -los más- al asimilar poco o nada del mundo informativo, desistirán de participar en la carrera para alcanzarlo.
Si bien serán pocos quienes aceleren el paso para abordar el tren periodístico, muchos más serán los que asumirán la imposibilidad de entender su entorno en tiempo real.

II.
Al momento que la humanidad se deja derrotar por la omnipresencia de los medios de comunicación, se programará para realizar una selección y clasificación “simplista” de los acontecimientos.
Cuando se hable de decenas de muertos y heridos por algún coche bomba, nuestro sistema inmunológico minimizará el impacto y concluirá que esas noticias ya no son novedad.
El grado de hambruna en el continente africano no moverá las fibras más sensibles porque es común ver a diario imágenes de niños esqueléticos con mirada perdida.
La desnudez es cosa de todos los días en una ciudad en la que la ceguera política y ciudadana requiere nuevos métodos de protesta.
En el terruño, los zacatecanos estamos tan ligados al fenómeno migratorio que los muertos sólo son vistos como números en las tablas estadísticas.
“El tema de la migración está muy trabajado”, se escucha en este estado.
Hemos hecho una apropiación equivocada de nuestro entorno al limitarnos a la selección realizada por los medios informativos.
Dejamos de ver la realidad –asumiendo las implicaciones de dicho término- con nuestros ojos y nos ceñimos a lo que se nos muestra a través de una pantalla.
Tarea difícil será la de colocarnos en la línea de salida e intentar mantener el ritmo en la generación de la información; importante será conectar nuestra existencia con los hechos y fenómenos de nuestro entorno, pero será vital para la creatividad, mirar la realidad con nuestros-propios ojos.
Con cariño y agradecimiento
a la compañera de guerra.
Arazú Tinajero

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