Soldadera 128

DESAPARECIÓ UNA NOCHE: DILEMAS TRANSFORMADORES

El apego a la legalidad no siempre parece representar la mejor decisión frente al sentido común; sin embargo, si cada caso se mira desde la subjetividad de lo que sería mejor para la víctima –y cabría preguntarse según quién-, se corre el riesgo de convertir a la impartición de justicia en un insostenible entramado de particularismos. El dilema entre el respeto a la ley y la búsqueda de justicia por propia mano, se potencia cuando están involucrados niños, ya sea en caso de secuestro, negligencia o pederastia.
Basada en la novela de Dennis Lehane, quien en Río Místico ya abordaba estas temáticas –llevada a la pantalla por Clint Eastwood, y coescrita y dirigida con sorprendente nervio por el mejor conocido como actor Ben Affleck (coguionista de Mente indomable), Desapareció una noche (Gone Baby Gone, EU, 07) transita del thriller detectivesco al drama familiar y de ahí al retrato de un microcosmos en permanente estado putrefacto que sólo en la superficie parece funcionar, donde la legalidad se confunde con las buenas intenciones, más allá de los medios que se empleen.
El film se estructura en dos partes: en la primera, seguimos el caso de secuestro de una niña, hija de madre irresponsable y drogadicta (Amy Ryan), en el que se involucra el jefe de policía ya cerca del retiro compartiendo el dolor de perder a una hija (Morgan Freeman), un oficial perruno protector infantil (Ed Harris) y una joven pareja de detectives privados (Casey Affleck y Michelle Monahan), contratados por los tíos de la pequeña; en la segunda, otro caso de la desaparición de un niño, despierta los fantasmas del anterior secuestro y la verdad se va develando paulatinamente, emergiendo de las sombras que subyacen en las apariencias.
Con algunas incómodas secuencias shock y otras cargadas de dramatismo y tensión, la trama va serpenteando por rutas sorpresivas que implican a los personajes en cuanto a la responsabilidad que asumen por sus actos. Lo que sucede en la superficie parece distar mucho del entramado en el que se ha involucrado el detective privado, quien no duda de recurrir a los bajos fondos de la ciudad para buscar respuestas, aquellos a los que quizá él perteneció alguna vez.
Además de enfocarse al complejo tema del abuso infantil y del irresponsable papel que suelen jugar los medios de comunicación, la cinta nos coloca en la dificultad de la toma de decisiones y la necesaria capacidad para aprender a vivir con ellas, aún cuando toda la existencia se trastoque y se mantenga la duda sobre si se hizo lo correcto o no: el arrepentimiento acechará acaso para siempre, convirtiéndonos en fantasmas de nosotros mismos, deambulando sin rumbo y perdiendo toda certeza con la que podíamos contar, salvo el constante auto convencimiento de que se actuó de manera correcta.
Con narración en off por momentos innecesaria, elegantes desplazamientos de cámara contextuales, fotografía entrometida, música pertinente y flashbacks borrosos, como la propia historia, el film consigue retratar no sólo la descomposición de una comunidad bostoniana en apariencia tranquila, sino las motivaciones y creencias de los personajes en torno a la moral pública y las convicciones personales, atrapadas en permanentes encrucijadas que parecen excluir la ley de la justicia.
La edición con fundido a negro consigue expresar la escisión de los propios sucesos en este enjambre de versiones e historias, así como el contraste entre la verdad objetiva de la verdad pública, si es que existen ambas, a lo que contribuye un inteligente manejo del fuera de campo en el que sucede mucho más de lo que alcanzamos a ver en pantalla. Por supuesto, la ambigüedad moral plasmada tanto en los diálogos como en las acciones, permanece a lo largo del film y más allá del agridulce desenlace.
Fernando Cuevas
Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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