Soldadera 130

Las artistas de la seducción I


Occidente es siempre en relación a Oriente. Desde tiempos inmemoriales nos ha fascinado lo otro, lo extraño, lo extranjero. La alteridad es tan deseada como temida. Por lo menos desde Carlomagno y Marco Polo se tienen noticias del asombro y estupefacción que ha producido en el mundo occidental las llamadas culturas orientales. Cuando Occidente está cansado o aburrido de hablar de sí y de verse en el espejo de su narcisismo aplastante, voltea a Oriente. Filósofos, artistas, hombres de negocios y toda clase de zoología humana no han dejado de reinventar a Oriente como salvación o condena. En tal contexto, ¿qué podría ser particularmente otro que no sea la mujer oriental desde su mistificación como objeto enigmático y pleno de opacidad seductora?
Si la enciclopedia Encarta (en su versión 2006: tendría que actualizarme) nos dice que arte es “actividad que requiere un aprendizaje y puede limitarse a una simple habilidad técnica o ampliarse hasta el punto de englobar la expresión de una visión particular del mundo”. Y añade que “el término arte deriva del latín ars, que significa habilidad y refiere a la realización de acciones que requieren una especialización; ejemplos: el arte de la jardinería o el arte de jugar ajedrez, pues el arte procura a quienes lo practican y lo contemplan una experiencia que puede ser de orden estético, emocional, intelectual o bien combinar todas esas cualidades”, por tanto las geishas son artistas. No sólo porque practican literatura, música, danza, performance sino sobre todo porque hacen de su cuerpo un centro de creación y propagación estética. Su oficio o arte no es meramente decorativo, arte aplicada, de carácter utilitario, aunque durante mucho tiempo estuvieron degradadas a cortesanas. Empero, las Geishas, esas mujeres japonesas no sólo bailaban y cantaba profesionalmente, sino que su talento artístico implicaba una preparación desde la infancia y un cuidado que el arte occidental apenas intuye de forma oblicua cuando no lo rebaja a la categoría infame de artesanía –la distinción entre arte y artesanía da cuenta de una visión reduccionista de la creación, no es casual que ahora que el arte y la estética occidentales hayan entrado en crisis, también se cuestionen dichas oposiciones maniqueas.
La palabra Geisha proviene de los fonemas chinos “Gei”, que quiere decir arte, habilidad, y “Sha” que significa persona. Una Geisha no sólo es una persona con habilidad en distintas artes, sino es la personificación misma del arte. La Geisha aparece en la Era de Edo, fue conocida también como la Geisha machi (Geisha urbana). Su antecesora era la odoriko, que era bailarina. Empero sus raíces se remontan al teatro kabuki, de ahí la tradición de pintar su cara de blanco. En la Era Edo, los comerciantes buscaban formas de distracción, con lo cual las representaciones del kabuki fueron en crecimiento. En el año 1779, las Geishas fueron reconocidas como artistas, y se adoptó el sistema "Kenban" para supervisar a las geishas de la zona, y restringió su número por debajo de 100 artistas, protegiendo así a las geishas de que cayeran en la prostitución. El kenban, permanece aún hoy en día funcionando como una especie de sindicato de las geishas. Las geishas y maikos vivían en “hanamachis” (ciudad de flores), que eran las ciudades autorizadas a que fueran habitadas por las mismas. Las geishas de Kyoto aún hablan en dialecto "kiotense". En kiotense geisha es geiko. Muchas prostitutas trataban de imitar el estilo de las geishas, pero no tenían la formación artística de éstas. Se vestían en kimonos, con exceso de maquillaje y excesos de adornos en el peinado, por lo que se emitió un edicto del shogun Tokugawa para protección de la imagen de las geishas, que obligaba a las mismas a moderar su vestuario y maquillaje para poder diferenciarlas de las prostitutas. Las geishas y maikos que bailaban se denominaban Tachikata, y las que se dedicaban a tocar un instrumento, Jikata. El tiempo de la geisha y maiko con cada hombre, se media en varitas de incienso, cuando ésta se consumía había finalizado su tiempo. Las geishas y maikos, contaban con un pacto de silencio, por lo que cualquier hombre podía estar tranquilo con las conversaciones que se mantuvieran con o frente a ellas. La proliferación de pubs, discos, y antros ha hecho que naciera otro negocio: las damas de compañía; jóvenes japonesas que atienden a los clientes para que consuman más alcohol. El número de geishas y maikos ha disminuido. Aunque al ver a esas hermosas mujeres, cargadas de tantos detalles y simbología, nos quisiéramos transportar hasta aquella época dorada, lo cierto es que estamos muy lejos de entenderlas. Y si bien, se podría aventurar que detrás de su tristeza se escondía un mimo trágico y vulnerable, reflejando una imagen bucólica y apacible, en su faceta de teatro y simpatía, siempre hubo una fascinación que revelaba un mundo de mujeres dominado por mujeres.[1] Un imperio de los sentidos y sinsentidos se encarna en la geisha.
Sigifredo Esquivel Marín

[1] Raquel Méndez, “Geishas: doncellas del placer”, en Cultura Japonesa, culturajaponesa.blogspot.com/2006/11/geishas-doncellas-del-placer.html, también se puede ver: www.immortalgeisha.com, www.phototravels.net, http://www.travel67.com/, www.evanpike.com

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