Soldadera 136

Max y el Jazz

¿Qué nunca has escuchado a Nina Simone, Duke Ellington o Charlie Parker ? Me preguntaba mi amigo Max con ojos de asombro mientras se fumaba su sexto cigarro. Estábamos en uno de esos restaurantes italianos del centro, comiendo pizza, tomando naranjadas y la tarde apenas punteaba para ser maravillosa. La pregunta flotaba en esa atmósfera culinaria de especias y queso y la respuesta se escondía nerviosa tras un labial cremoso del color de las malvas en primavera… escuchábamos jazz.
Busca Feeling Good, esa canción es clásica me decía Max mientras me la tarareaba y yo descubría que Muse la había hecho un cover. Luego de unos días, al escuchar la versión de Nina Simone me enamoraría de su voz para siempre y he de decir que nadie puede morir sin haber escuchado antes la melodía titulada Strange Fruit.
A Duke Ellington lo habría de conocer un mes después de la partida de Max; lo encontré en ‘La Espuma de los Días’ de Boris Vian, siendo el encargado de musicalizar ese libro con una balada de nombre Chloé la cuál no he logrado conseguir por ninguna parte más que en universo que Vian sugiere, llena de nubes rosas y flores, nenúfares en los pulmones; es difícil imaginar una historia de amor sin un piano de fondo o sin un final fatal. Sin embargo no podemos dejar de escuchar Take the ‘A’ train y Rhapsody in blue, me parece que aún nadie las ha elegido como tema principal en su vida amorosa y son magnificas opciones.
Durante la estancia de Max en la casa amarilla, en uno de esos días que la gente quiere comer dulces y no hacer nada, hube de sacar a relucir mi repertorio de películas entre las que escogimos el ‘Naked Lunch’ de David Cronenberg (el libro de William S. Burroughs adaptado para el cine); fuimos trasportados a Interzone bajo un exótico sonido de saxofón y trompetas. Tienes que escuchar a Charlie Parker me dijo Max al final del filme. Anthropology y Summertime son mis favoritas de Parker.
No sé si haya quien pueda expresar lo que el jazz sugiere, lo delicioso que es escucharlo derretirse entre los dedos o hipnotizar nuestros cuerpos entrecortando alientos y producir esos movimientos desconocidos que sólo en la oscuridad ocurren en compañía. No sé si baste un buen amigo como Max para soplar la magia del jazz en unos días de invierno o luego de un tiempo nos descubramos bailando inconscientemente bajo una tarde de syrup, escuchando a Parker, Ellington y Nina Simone mientras alguien nos besa mucho.

Citlaly Aguilar Sánchez

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