Soldadera 132

Diciembre 15 de 2007
Ayer miré en el televisor David Copperfield. La serie la transmiten en uno de los canales donde poco atiendo su programación. Paula también la miró. En cada corte comercial ella aseguraba que el protagonista era el mismo de Harry Potter. Su aseveración la hacia con base a la intervención de actores que también participan en la saga inglesa. Por el interés que mostró, le dije que esa historia era de un escritor del que teníamos un libro, y se lo enseñé. Sobre eso no dijo nada, creo que entonces disimuló la atención. Cómo siempre, el objeto impreso la disuadió. Cuando terminó el episodio, no hizo más comentarios; se puso a jugar en su Tamagochi.
Hoy, mientras ella estaba en el Club de Ciencias de la UAZ, leí los periódicos de siempre y los locales que recogí en la recepción del hotel. Hojee y seleccioné las páginas con tranquilidad; no tuve distracciones. Es una “bendición” este restaurante. Recupero: En Babelia no apareció la columna de poesía. En Milenio (igual que en Reforma y La Jornada) hay varias columnas donde los autores escriben con base a su lectura de El País o el ABC, lo hacen sin dar indicios. Pero Laberinto sigue siendo una delicia, más por las columnas de poesía y la de Fernando Zamora. ABCD repite páginas y notas de números anteriores. La novedad es la reseña de Las benévolas.
Ya compré La diferencia. El libro arribó un mes posterior a las primeras publicidades y adelantos que aparecieron en El Universal y Proceso. En la tienda de Slim no se vende todavía. Ni que atenuar en los rezagos decimonónicos de Localia, en la cuestión de circulación de libros sigue anclada en el siglo XIX. En la librería salude al maestro Pino Méndez, él hojeaba un libro de David Ibarra. Quedamos en platicar “uno día de estos”.
Como a las tres pm no había decidido a que reunión asistir, tomamos un autobús a Tacoaleche. Ascendimos en el bulevar, frente al cinema. El camión y la música que puso el chofer, me recordaron las películas de Antonio Aguilar (¡cómo perviven las prácticas de disuasión que imperaron en el anterior régimen!). En el camino, justo en Odontología, frente al anuncio comercial que invita al tratamiento preventivo contra el cáncer, decidí que iríamos a la comida de Martínez Domínguez. La motivación se generó porque ahí estarían personas con las que Paula podría convivir. En la fiesta nos quedamos hasta las 7 pm. El regreso también fue en bus; y es una aventura la espera en la carretera: el paradero no tiene iluminación, por lo que se debe hacer stop a los autobuses que pasan.
Ricardo llamó para avisar que no irá a Tlaltenango. Usó el teléfono de su casa. El aviso me permite modificar el itinerario de la semana. Por lo pronto, el lunes me voy a Sombrerete. Me comentó que está leyendo Muerte en Venecia; ojala no miré la película antes de que concluya la lectura de la novela. Quedamos en mensajearnos.

II
Por los datos asentados en la nota del sábado 15, es notorio que no haz modificado tus hábitos: los viernes, más las noches de ese día, siguen destinados para mirar el televisor. En cada corte comercial ojeas las EPS rezagadas o evalúas las notas anexas a la agenda –las que redactas en Post-it © de color amarillo-. Sin embargo, en esta ocasión no sigues el guión para las labores acostumbradas. No lo haces porque en la agenda hay un pegote verde, en el que se puede leer: “Rehacer programa para 15-30. Urge” (lo colocaste desde noviembre). Además, te interesas en chequear la antología de Charles Dickens, donde procuras las marcas de apropiación impuestas al volumen.
[El libro lo compró en el verano de 2005. Aunque no lo utilizaría inmediatamente en el curso de las literaturas del siglo XIX, justificó la adquisición en el bajo coste del objeto –el precio estaba fijado por una de las promociones de rebajas, de las que frecuentemente tiene la atestada cafetería del bulevar. Después notó que los textos eran mejores traducciones, mejores con respecto a las ediciones de Porrúa. La producción del impreso fue hecha en España, en una de esas editoriales que por publicar autores decimonónicos y multicitados, proyecta más a una empresa de maquila de impresiones y encuadernados a granel. Esto lo atestigua la calidad de los folios, que son del denominado “papel revolución”.
El volumen contiene las novelas Almacén de antigüedades e Historia de dos ciudades, y la colección Canción de Navidad y otros cuentos (es un impreso de 700 páginas a media carta). Eduardo Parra (¿?) es el autor del prólogo, en su texto están los datos elementales que ubican el transcurrir de Dickens y lo que entonces ocurrió en la geografía europea. En Historia es donde hay más señales de que ejerció la lectura. Se nota en las cruces con tinta azul y en los subrayados con marcador del tradicional color amarillo. Lo de azul señala las descripciones de los espacios y lo de amarillo indica la atención que dio a los olores.]
Por cierto, aunque es la primera vez que escribes acerca del restaurante del Mesón, la asistencia de este sábado es la quinta ocasión continúa que acudes al lugar. Vas ahí porque puedes tomar café americano y leer sin restricción los diarios locales, pero más porque las atenciones del personal y la disposición de las mesas te recrean el manual de Carreño. El café que sirven ahí, es por extracción –como lo preparan en el resto de las cafeterías de Localia-. La mesa que ocupas es siempre la que está frente a la pintura que reproduce una portada de El País. Cuando llegas, los cubiertos todavía están colocados para el desayuno. En el transcurso de tu estancia (entre las 12 y 2 pm) los camareros se dedican a modificar la disposición y el diseño de los manteles, comprendes que sigue la atención para el almuerzo del día.

Marco Flores

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