Soldadera 130

VIDEOPCIONES: EL IMPERIO DE DAVID LYNCH

Un remake de una película maldita que pasa del set de filmación a otra realidad; actrices y actores que desempeñan confusamente un papel dentro de la cinta y otro en su propia vida; personajes que aparecen en mundos conectados por puertas laberínticas, espacios contrastantes conducentes a estados mentales impredecibles; desdoblamientos temporales en forma de telaraña y escenarios múltiples que conforman el mundo como puesta en escena permanente; diálogos que juegan con el absurdo y yuxtaposiciones narrativas indescifrables.
La nueva obra maestra de David Lynch, El Imperio (Inland Empire, EU-Francia-Polonia, 06), lleva al extremo las propuestas desarrolladas en Lost Highway y Mullholand Drive, en las que si la lógica se fracturaba, acá se rompe por completo. Tres horas de secuencias desbocadas cuya interrelación desafía la racionalidad narrativa originando un experimento tan absorbente como incomprensible. Más nos vale, como espectadores, dejar por un momento nuestra acostumbrada linealidad y dejarnos llevar por el torrente caprichoso de una película-río sin cauce previsto.
Desde la perspectiva argumental, tenemos a una actriz (Laura Dern), convocada por un director (Jeremy Irons) y su extraño asistente (Harry Dean Stanton) para rodar una versión de una película polaca con antecedentes siniestros, junto a un actor con fama de galán (Justin Theroux); entre ambos, pareciera establecerse una relación más allá del film, lo que provoca los celos del marido. A partir de este esquema narrativo, la realidad fílmica y la realidad tangible se empiezan a entreverar, entre acordes de Beck, Krzystof Penderecki y Dave Brubeck, y breves apariciones de William H. Macy, Nastassja Kinsky, Julia Ormond, Laura Harring y la voz de Naomi Watts.
Alrededor de esta trama nos vamos topando con una vecina pitonisa (Grace Zabriskie), un tipo al que llaman fantasma y gusta de la hipnosis, un grupo de polacos, un sitcom de una familia de personas con cabeza de conejo, una mujer que anuncia un asesinato con desarmador en mano –esposa del actor al parecer- y un grupo de jóvenes que igual pueden ser prostitutas o modelos que acompañan secuencialmente a la actriz principal, envuelta en una maraña de confusión absoluta, declarando su propia vida y viviendo realidades paralelas aunque con los mismos personajes, en las que incluso se ve a sí misma en situaciones desconcertantes.
Por si no fuera suficiente, una joven llora frente al televisor y un niño aparece, un grupo de cirqueros y otro de vagabundos que diserta al filo de la banqueta (“Está bien, te estás muriendo, es todo”); una calle sirve de escenario para ir y venir en el tiempo: puede ser el paseo de las estrellas. La narración regresa a algún punto que habíamos olvidado pero desde otra perspectiva y las interconexiones se suceden de manera sorpresiva, ya sea por teléfono o por el tránsito de una habitación a otra: la descontextualización atraviesa todo el relato.
Con cámara digital y empleo frecuente del close-up, la propuesta visual es tan diversa como los objetos y sujetos filmados. Cochambrosa iluminación teatral y combinación permanente de tonalidades en la que siempre una predomina, como diferenciando estados de ánimo o locaciones, se entrelazan con secuencias borrosas en blanco y negro o con imágenes-flash que contribuyen a la intención de alterar tiempos y realidades, al punto de ya no saber qué fue antes y qué después, qué es parte de la película dentro de la película o de la realidad de los personajes fuera de ella.
Se desliza una crítica al showbiz y a la idea de considerar al mundo como escenario donde lo que importa es el espectáculo: la trasgresión de lo privado vuelto telenovela de la realidad para verse en vivo y a todo color, mientras la vida transcurre en atmósferas sórdidas. Las coreografías de baile invaden los cuartos de la casas y la cámara se entromete aún en los momentos más angustiantes de la vida, quizá cuando vayas a morir. Lecturas múltiples, interpretaciones libres y expresiones inasibles. Una película tan incomprensible como cautivante.

Fernando Cuevas
Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

No hay comentarios: