Soldadera 131

Cine y cristiada.


Celso -Oye Rutilio, ¿y de veras habrá infierno?
Rutilio -Pos a guerzas, si no dónde se mete el diablo hombre
Celso -Sí, verdad.
La Guerra Santa/ Dir. Carlos Enrique Taboada.

La censura no es sinónimo de silencio, pero sí de persecución. De hostigamiento. De terror. De esa creencia vana y superflua de que las voces se pueden callar para siempre. De que basta un simple “no” para que la historia se desvanezca. Cine y Cristiada. Sin duda una relación difícil. Complicada. Pero no imposible.
A principios de 1920 el gobierno mexicano, emanado de la revolución, creó un departamento de cesura. Los ideales revolucionarios de libertad e igualdad, se oficializaron en control y sometimiento. Si se prohibían escotes, pantorrillas, cabrones y majaderías, la mayor rebelión contra el régimen que gobernó durante setenta y un interminables años el país, no podía ser la excepción.
Sin embargo, las representaciones del conflicto en el celuloide existen. Y no se trata de simples propuestas que hayan apostado a la trasgresión como catapultas comerciales. Porque la censura, en términos príistas, ni siquiera contemplaba esa posibilidad, como ha ocurrido con los gobiernos panistas gracias a las audacias del “brillante” Serrano Limón.
Tampoco es el caso de que las películas cristeras sean el “vehículo de quejas de la derecha”, que fue como Carlos Monsiváis –en una desafortunada definición que sin duda hubiera celebrado con ironía Octavio Paz- calificó a la literatura que toca el conflicto. Se trata, simplemente, de obras artísticas –porque para el que no lo sepa el cine es arte- que representan una parte fundamental de la historia de México.
El lector –como ocurrió con el que se escribe- se sorprenderá al descubrir que los actores y directores que han participado en los filmes sobre la Cristiada no son anónimos, ni las producciones subterráneas. Al contrario, se trata de personajes muy reconocidos en el ámbito cinematográfico, que le han dado un tratamiento al tema desde todas las ideologías, porque la Cristiada, como todas las coyunturas importantes en la historia humana, nada tiene que ver con el anacrónico posicionamiento de izquierdas y derechas.
La producción de películas sobre la guerra cristera puede ser sistematizada cronológicamente de manera sencilla, dado que son muy marcados los periodos en que se filmaron las mismas. He organizado, partiendo de un esquema anterior tripartito de Eduardo de la Vega, las películas cristeras en 4 periodos que a continuación desarrollo.
1926-1929. El cine de la guerra.

Son las producciones contemporáneas a los años del conflicto armado, y consisten en documentales y noticieros. Se sabe que la censura para la exhibición pública de ciertas películas existió oficialmente durante la guerra. Un ejemplo muy claro es una circular de julio de 1926, que se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de Tlaltenango, en la que el gobierno del estado de Zacatecas solicita a los ayuntamientos prohibir la proyección de la cinta “El Cristianismo a través de los tiempos”, al considerarla subversiva.
Resulta interesante, también y siguiendo a Eduardo de la Vega, que entre los escasos materiales encontrados estén presentes tanto la versión cristera como la versión oficialista. Es el caso de Historia de la persecución religiosa en México (1929), que representa al lado cristero, y de El coloso de mármol (1928, dir. Manuel G. Ojeda), que presenta la visión callista. Sin embargo, los materiales son escasos.

1940-1950. El ruido del cine de oro.

Después del profundo silencio de la década de 1930, en la década de 1940 se comienza a tocar el tópico dentro de un movimiento de “cambios políticos favorables a los practicantes de alguna religión” -el presidente Ávila Camacho declaró en 1940 a la prensa: “soy creyente”. El efecto provocó que entre 1940 y 1945 se produjeran al menos media docena de cintas de tinte religioso. Sin embargo el tema cristero no apareció hasta poco después, aún cuando en 1940 fue realizado el largometraje El jefe máximo (1940, dir. Fernando Fuentes) que criticaba la figura de Plutarco Elías Calles, basándose en una pieza de Carlos Aniches que a su vez se inspiró en El Inspector de Gogol.
En 1941 fue filmada ¡Ay Jalisco no te rajes! (1941, dir. Joselito Rodríguez), película que lanzó a la fama a Jorge Negrete. El título fue tomado de una novela de temática cristera escrita por Aurelio Robles Castillo, sin embargo lo referente al conflicto cristero fue disfrazado por el fuerte y “pintoresco” regionalismo de Jalisco.
No fue sino hasta 1946 cuando apareció el primer largometraje que abordaba de manera directa la Cristiada: Los cristeros o Sucedió en Jalisco (1946, dir. Raúl de Anda), cinta protagonizada por dos estrellas importantes de la época de oro del cine mexicano, Sara García y Luis Aguilar.
Tres años después fue producido otro filme cristero: Lluvia roja (1949, dir. René Cardona) con Jorge Negrete y Elsa Aguirre en los roles principales. Es interesante destacar que ambos largometrajes están basados en novelas cristeras; Los cristeros o Sucedió en Jalisco en una novela de José Guadalupe de Anda, titulada Los cristeros, y Lluvia roja en una novela homónima de Jesús Goytortúa.
El hecho de que los papeles principales hayan sido interpretados por actores conocidos puede indicar que hubo una cierta preocupación de los directores por difundir los largometrajes. Así me lo hace creer, también, que tanto Goytortúa como de Anda gozaban de cierto prestigio como buenos literatos, lo que indudablemente le dio seriedad a las cintas. Significativo resulta, además, que en el mismo periodo en que aparecen las películas cristeras -de 1946 a 1950- se producen diez filmes de temática revolucionaria.

1967-1968. Silencio forzado.
Después de la “apertura de medio siglo”, la censura, lo “políticamente correcto”, y la ausencia de una historiografía al respecto, inhibieron la producción de filmes sobre la Cristiada hasta la década de 1960, cuando el tema es vuelto a tocar, aunque de modo disfrazado. Lo impresionante es que dos filmes fueron rodados justo en momentos en la revolución como herencia era puesta en revisión, y en que personajes temibles, como Díaz Ordaz y Echeverría, gobernaban el país.
En 1967 fue producida Los recuerdos del porvenir (1968, dir. Arturo Ripstein) protagonizada por los reconocidos actores Renato Salvatori y Daniela Rosen, basada en una novela de Elena Garro, ambientada en el conflicto cristero. La censura obligó a los productores a cambiar el escenario a los años revolucionarios, y a modificar considerablemente la versión original.
Sin embargo, la cinta fue exhibida en festivales internacionales y realizó una gira por Estados Unidos. Artísticamente el filme recibió todo tipo de críticas; desde las terriblemente destructivas hasta las de personajes como Emilio García Riera, que consideraba la cinta como el inicio de la prometedora carrera de director-autor de Ripstein. Otros críticos, como Jorge Ayala Blanco, lamentaron que la cinta hubiera omitido el tema cristero.
Un año antes, en 1968, Antonio Aguilar rodó Valentín de la Sierra (1967, dir. René Cardona). Y la censura volvió a hacer de las suyas, por lo que la película, basada en un celebre corrido cristero, fue ambientada en el tiempo de la lucha revolucionaria.
Es interesante destacar que, como lo ha señalado Jean Meyer, hay dos versiones del corrido de Valentín de la Sierra. Una compuesta por los propios cristeros, en la que Valentín es un cobarde que traiciona al ejército cristero, y otra, compuesta por soldados federales, en la que Valentín es un fiero guerrillero cristero que se enfrenta con valor a las tropas del gobierno. Aguilar escogió para su filmación, paradójicamente porque tuvo que modificarla, la versión de los soldados federales.

1973 -1979. La Cristiada ve la luz.
1973. La editorial Siglo XXI publica un pequeño libro rojo con un título demasiado sonoro: La Cristiada. El autor: Jean Meyer. La aparición del título no pudo haber encontrado una época mejor para ver la luz. Desde mediados de la década de 1960 México vivía una profunda crísis en todos los sentidos. No se trata sólo de los episodios sangrientos de 1968 y de 1971, o de la llamada Guerra Sucia emprendida por el Estado contra los contestatarios, sino que el mismo nacionalismo cultural languidece. Por un lado el mito de la revolución, engranaje máximo del sistema priísta, comienza a colapsar rotundamente. Por el otro, económicamente el modelo de sustitución de importanciones llega a su fin, y sólo el petroleo sostiene al país de milagro.
En las cúpulas intelectuales hay un rompimiento con la generación anterior que se manifiesta en el arte, y en esa necesidad por estar en el mundo - tal y como lo intentaron los modernistas medio siglo atrás. El régimen encuentra serios opositores en las figuras de Carlos Fuentes o Daniel Cosío Villegas, por citar sólo un par, que se enfrentan al gobierno del “Emperador Sexenal”.
Durante los años que van de 1970 a 1977, de acuerdo a García Riera, se vive la mejor época del cine mexicano. Una camada de nuevos directores -entre los que se encuentra Carlos Enrique Taboada- aparece en escena y realizan grandes producciones, así mismo los viejos directores realizan grandes largometrajes. Es la época de Canoa, El apando y Las Poquianchis de Felipe Cazals; de El castillo de la pureza de Arturo Ripstein y de Los albañiles de Jorge Fons. Además hay un reencuentro entre la literatura y el cine, y grandes escritores colaboran como guionistas, entre ellos José Agustín, José Emilio Pacheco y Vicente Leñero. Sin embargo, son los últimos grandes exponentes, antes del “desastre” de 1977, en que Margarita López Portillo, hermana del presidente José López Portillo,.asume la dirección de Radio, Cine y Televisión.
En todo este contexto, la guerra cristera, que había sido un tema tabú en la historia mexicana, se convierte en la bandera de todo tipo de reivindicaciones. Lo mismo voltéan hacia ella los guerrilleros antiyanquis, que la ven como una lucha campesina, que los políticos conservadores, que la ven como un ejemplo de resistencia.
El cine no se queda atrás. Hay cintas como Los días del amor de Alberto Isaac y La seducción de Arturo Ripstein que tocaron el conflicto cristero marginalmente, sin embargo, hay dos películas que destacan por su tratamiento directo del tema: De todos modos Juan te llamas. La historia de una gran traición (1974, dir. Marcela Fernández Violante ) y La Guerra Santa (1977, dir. Carlos Enrique Taboada).
De todos modos Juan te llamas. La historia de una gran traición es una cinta producida por Dirección de Difusión Cultural de la UNAM, protagonizada por Jorge Russek y Juan Ferrara. La cinta tuvo poco éxito comercial, pero recibió en 1976 dos Arieles, uno por Mejor Actuación Femenina, para Rocío Brambilla, y otro por Mejor Actuación Masculina, para Jorge Russek. La pelicula fue exhibida en Estados Unidos y Europa con el mombre de “The General´s Daugther”
De todos modos Juan te llamas basó su guión en gran parte de los estudios de Meyer, y en su spot de difusión realizaba las siguientes preguntas: “¿qué fue la lucha cristera? ¿por qué se ha ocultado esta historia? ¿Quiénes fueron los principales traidores?”. En la cinta, la Cristiada aparece como un conflicto en el que se pelea por la libertad religiosa, independiente del clero, y contra un estado autoritario que suprimía a sus ciudadanos la libertad de elegir y practicar sus creencias. Recibió críticas positivas, y algunas negativas. Curiosamente estas últimas se centraron más en la posición respecto a la guerra, que en cuestiones cinematográficas.
La Guerra Santa, por su parte, es sin duda la “película” por antonomasia de la Cristiada, tanto por la calidad del guión y de la dirección -ambas responsabilidad de Carlos Enrique Taboada, director entre otros clásicos del terror mexicano de Hasta el viento tiene miedo y El libro de piedra-, como por el profesionalismo del reparto, encabezado por Jorge Luke, uno de los galanes de la época, y José Carlos Ruiz, reconocido como uno de los mejores actores mexicanos, principalmente por sus papeles en El apando (1975), Los albañiles (1976) y Goitia. Un dios para sí mismo (1988).
En el discurso cinematográfico de Taboada, que evidentemente es consecuencia del libro de Meyer, los cristeros aparecen como vícitimas de un conflicto entre la Iglesia y el Estado, en el que son traicionados por ambos. Taboada, sin embargo, se opone completamente a Meyer, y señala que los cristeros fueron simples titéres del clero.
La Guerra Santa estuvo nominada a dos Arieles, a “Mejor Edición”, de Carlos Savage, y a “Mejor Guión Cinematográfico”, del propio Carlos Enrique Taboada. Ganó solamente la de “Mejor Edición”.

Lo que queda.
Después de las películas de la década de 1970 la producción del cine sobre la Cristiada cesó por completo. Sin embargo no fue un caso único, sino que todo el cine mexicano entró en una profunda crisis de la que todavía no sale. Aún así, los filmes que hemos mencionado constatan que el verdadero tabú del cine mexicano no está en los “temas espinozos” que tocan hoy en día los flamantes directores nacionales, como la anorexia o la cocaína, sino en la propia historia mexicana.
En la década de 1990 fueron producidos por la editorial Clío una serie de documentales sobre la Cristiada, conducidos por el propio Jean Meyer aprovechando la coyuntura de la reanudación de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el gobierno mexicano; sin embargo las producciones debieron ser enlatadas varios años debido a la censura de Televisa, empresa encargada de la difusión de los mismos.
Veremundo Carrillo-Reveles

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