Soldadera 129

EL SOSPECHOSO: TERRORISMO NO MATA TERRORISMO
Como asignatura pendiente, el terrorismo de grupos fundamentalistas se ha tratado de erradicar a partir de otro terrorismo, el de Estado, a todas luces ineficaz: el ojo por ojo provocará la ceguera del mundo, como bien lo dijo Gandhi. El pretexto puede ser la voluntad divina o la instauración de la democracia, la promesa de un paraíso más allá de este mundo o de una convivencia más o menos armónica. En el fondo, la profunda necesidad de poder ideológico y económico que subyugue al otro, que lo supedite a las propias reglas: el resultado es un estado de barbarie, una espiral de violencia sin fin en la que ya no se reconocen los principios.
Basada en el libro de Kelley Sane, autor del guión, y dirigida por el sudafricano recién desempacado en Hollywood Gavin Hood (Tsotsi, 05), El sospechoso (Rendition, EU, 07) busca ser una mirada poliédrica al complejo tema del terrorismo y de la seguridad nacional, en el que se ven involucradas personas comunes e inocentes que nada tienen que ver con los atentados de grupos extremistas y las consabidas respuestas de los gobiernos, siempre escondidas de la luz de los derechos humanos más elementales.
Con creativo empleo del flashback y una equilibrada edición, vemos cómo se entreveran dos historias que encuentran su punto de encuentro en una explosión en una plaza egipcia, que provoca la muerte de cerca de dos decenas de personas, incluyendo un agente norteamericano de la CIA, cuestión que despertará al monstruo clandestino de la corporación de (dizque) inteligencia, dedicada a capturar chivos expiatorios cuando los culpables no aparecen: es la estrategia de la rendición, tal como refiere el título original.
Un ingeniero químico y ciudadano estadounidense de origen egipcio (Omar Metwally, a quien vimos en Munich), cubre los requisitos para ser apresado y desaparecido. Su esposa (Reese Whiterspoon) iniciará la búsqueda con la ayuda de un amigo (Peter Sarsgaard) secretario de un poderoso senador (Alan Arkin), confrontándose con la implacable responsable de la detención (Meryl Streep, siniestra cual debe), quien manda las órdenes al otro lado del mundo, donde un analista (Jake Gyllenhaall, estupendo) entra en estado de crisis al ser testigo de los métodos para obtener información por parte del jefe policíaco local (Igal Naor), personaje bisagra cuya presencia permite entroncar con la otra historia, en la que su hija (Zineb Oukach) se relaciona con un extremista también en crisis moral (Moa Khouas).
Si bien la narrativa apunta a la esperanza de justicia a partir de la conciencia individual y podría caer en cierta perspectiva inocente, termina por pesar más la lógica de las estructuras de poder: el film consigue equilibrar los dramas individuales –hombres y mujeres de familia con hijos- con el thriller político que se alimenta del trabajo de directores como Costa Gavras, Ken Loach, Alan Pakula y Jim Sheridan, y de films recientes como Vuelo 93 (Greengrass, 06), Camino a Guantánamo (Winterbottom, 06) o El paraíso ahora (Hany Abu Assad, 05).
Esta condición individual de los diferentes personajes, enfatizada a lo largo de toda la historia, se expresa a partir de logrados encuadres en los que vemos a cada uno de ellos lidiando con su propia soledad y sus respectivas angustias. Papel preponderante juega la iluminación, cuidadamente posada en los rostros derrotados, mientras el entorno –el frío cuarto de hotel, la celda claustrofóbica, la propia casa asfixiante- se mantiene en penumbras, como si el dolor o la esperanza, según el caso, pudiera llenar de luz una atmósfera saturada de oscuridad y muerte.
La postura crítica y didáctica del film pretende lanzar sus dardos tanto contra la CIA, en este caso, como contra el grupo fundamentalista y, desde luego, la policía local. De acuerdo al film, las intenciones de justicia que parten de una iniciativa individual pueden o no cimbrar la racionalidad imperante, aunque no transformarla por completo. En Estados Unidos no se practica la tortura, dice una contundente Meryl Streep: para eso está Guantánamo o alguna prisión escondida en otro país, donde el trabajo sucio se hace sin mayores contratiempos, salvo alguno que otro video que le dé la vuelta al mundo. Pronto se olvida.

Fernando Cuevas

Nos leemos después.
Comentarios: cuecaz@prodigy.net.mx

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