Soldadera 126

Recomendaciones para alquilar
una habitación.
( y no sentirse solo a las tres de la madrugada)


A la siempre hermosa memoria de mi Tío Juan,
a Don Manuel
por los buenos momentos,
a Don Juan, por las sonrisas silenciosas.

Mejor léase mientras se escucha:
Todas las hojas son del viento/Luís Alberto Spinneta


Escribo en las inmediaciones de una melodía de Bach, en los linderos de algún lugar que me desconoce. Escribo a fuerza de salvarme mordiendo el anzuelo, dejándome visitar por las cenizas de la gente que ya no está y extraño. Escribo estas delgadísimas líneas para que no se me borre la cicatriz que tendré en la frente cuando muera, para eso escribo, para que ese día, (o peor aún, para que esa noche) me observes con la certeza absurda de la muerte y al dejar una lagrima tuya en hermosa quietud sobre mi cadáver se te ocurran las palabras más vivas que tal vez nunca te escuche y me las regales cuando todos al fin se hayan ido.
Ahora mismo se me ocurre escribir, lo hago y te conmino con fina excusa a que me escuches.., ahora que creemos poder hacerlo.
Y es que de repente nos viene a los ojos, la conjetura del tiempo, la arrogancia diplomática de las primeras arrugas del alma. Se nos viene encima el sopor de la venganza arrogante, pero torpe. Nos llama la tristeza con sensual decadencia, y escribimos.
Deberíamos para curarnos de fatalidad cerrar los ojos unas seis veces al día.Comernos un trocito de alma, (no importa si es nuestra o no), siempre habrá algún acomedido que nos invite un festín a su cuenta.Deberíamos también, desaparecer los domingos, como hoy, para equilibrar la fuerza de los mares y restarle impulso a las soledades que nos escurren de los bolsillos.
El litio de la soledad que nos heredó la inevitable muerte del principito tendría que hablarnos de nuestro imperceptible transito por la senda de la nostalgia, que se nos representa en las canciones más tristes, cualquiera de ellas, puedes pensar incluso en el viento de Otoño o en Eleanor Rigby.
Deberíamos sostener la breve mirada de una mujer en la calle más próxima al imposible de un encuentro; discúlpeseme que sea tan insistente siempre en esto, pero la idea de cualquier encuentro es irremediablemente improbable, Novalis lo sabía y tal vez Jesucristo. Al final, no le hemos aprendido al tiempo más que la agonía, los inmóviles segundos y aquellos otros que entendemos nos acechan, hasta que una noticia nos resquebraja la vida en cuestión de segundos. De verdad les cuento, a ustedes que me han visto deshabitar lento lo existido, que a estas horas en que ustedes piensan que aquí hay algo escrito, les miento y sin embargo ustedes dejaran de creerme hasta que seamos una misma nota en un cuaderno pautado de alguna marcha fúnebre inaudible. Lo que recordamos vivido ya estaba muerto apenas ayer, a esta misma hora.Pd/Ya no recuerdo siquiera si soy yo quien habita estas letras.Mejor no te confíes.


Roberto Galaviz Ávila

/All the lonely people, where do they all

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