Soldadera 131

Breve (más bien brevísima) crónica de la Cristiada en Zacatecas


“Para los pueblos la Iglesia es la madre y el Estado
el padre; pues bien, en 1926, los hijos vieron al padre borracho golpear a la madre: se indignaron”
Luis González


Fue en el año de 1926 cuando los templos cerraron sus puertas. ¿Por qué?, todos se preguntaban lo mismo sin encontrar una respuesta satisfactoria, enredos entre el presidente y los obispos que el pueblo no lograba comprender. Primero Calles promulgó su ley: “Ley que reforma el Código Penal para el Distrito y Territorios Federales sobre delitos del fuero común y para toda la República sobre delitos contra la federación”, que, entre otras cosas, prohibía el establecimiento de órdenes monásticas, censuraba cualquier pretensión política que la Iglesia pudiera tener y desterraba al clero del campo educativo; luego intentó realizar el sueño de ilustres liberales decimonónicos -de la talla de don Benito y Melchor Ocampo- y fundó la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, echando mano de obreros, sacerdotes traidores y la usurpación de templos católicos. Mientras tanto los obispos refunfuñaban y en la espera de una orden romana que les indicara con claridad el camino a seguir, recordaron que en tiempos de la colonia sus antecesores habían chantajeado a un virrey con la amenaza de suspender el culto. Entonces había sido sencillo, pero la situación no era la misma, el liberalismo, la Reforma, la masonería en el poder, el anticlericalismo constitucionalista…, muchas cosas habían pasado, las condiciones en definitiva habían cambiado, ahora se hacían estallar explosivos en el altar de la Virgen de Guadalupe, antes eso habría sido inconcebible. El petróleo era otro problema, el gobierno mexicano y el vecino del norte se disputaban su control y aquel acusaba a la Iglesia de apoyar a éste. Una maraña de decisiones políticas y hostilidades diplomáticas, luego enfrentamientos y persecución, sacerdotes detenidos, iglesias cerradas e inventariadas.
En un inicio la reacción tomó la vía pacífica: protestas, boicot económico… los militantes de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), las Damas Católicas y otras organizaciones se movilizaron. Surgió además la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) una asociación cívica que buscaba reivindicaciones para los católicos y que pretendió más tarde -sin mucho éxito debido a la distancia con los combatientes- ser la cabeza del movimiento. Estas organizaciones representaban al catolicismo urbano, pero en el campo la situación era un poco distinta.
Se respiraba una atmósfera de incertidumbre cuando las mujeres decidieron tomar la iniciativa, se apresuraron a montar guardia en las iglesias, auxiliaron a los curas y se convirtieron en enemigas acérrimas del callismo. Luego un levantamiento por allí y otro por allá, puñados de campesinos sin un plan preconcebido, casi por inercia, se sublevaron. Algunos ya habían andado en “la bola”, habían peleado con las fuerzas revolucionarias; muchos más eran solamente trabajadores de la tierra que en un abrir y cerrar de ojos cambiaron el arado por el fusil, dejaron la labor para convertirse en soldados de Cristo Rey. Hubo sacerdotes que los acompañaron, pocos como militares, varios como voluntarios que siguieron al lado de su rebaño a pesar de la persecución, aunque nunca tomaron las armas. Muchos huyeron, otros fueron “martirizados”, en Zacatecas algunos fueron escondidos y protegidos por cristeros y agraristas; pocos, muy pocos fueron cristeros.

1926

En Marzo, los sacerdotes Mateo Correa y Adolfo Arroyo son aprehendidos en Valparaíso por el gral. Eulogio Ortiz, para luego ser liberados por presiones del pueblo, pero con la orden de presentarse en Zacatecas. Ahí serían acusados de sedición, llevados presos y posteriormente liberados. La situación que se vivía se tornaba paulatinamente más tensa y el 22 de agosto se llevó a cabo un importante levantamiento en Valparaíso.[1] Días antes, Pedro Quintanar -veterano que había participado en guerras anteriores-, trató, en vano, rescatar al cura de Chalchihuites y a unos jóvenes de la ACJM de manos de los federales y después de su intento fallido se levantó en armas.

1927

En la región zacatecana de los cañones se dio una sublevación en masa, Jalpa, Nochistlan, Juchipila, Momax… se levantaron siguiendo a personajes como Teófilo Valdovinos y Chema Gutiérrez, jefes cristeros que junto con Pedro Sandoval y Felipe Sánchez controlaron la zona. Gorostieta, líder del movimiento, organizó la zona de los cañones, emprendió la lucha y derrotó a las fuerzas federales en esta región.[2] Lo que el año anterior era sólo un montón de levantamientos aislados, espontáneos y desarticulados, ahora se convertía en una insurrección cada vez mayormente estructurada: ya contaban con un dirigente que encabezara la rebelión a nivel nacional, cabecillas locales se pusieron al frente de partidas, regimientos y luego brigadas, entre las que destacó la “Brigada Quintanar”, que bajo la dirección de Pedro Quintanar actuaba en el suroccidente zacatecano y que estaba compuesta por cinco regimientos: “Guadalupe” de Justo Ávila, “Valparaíso” de Aurelio Acevedo, “Castañón” de Trinidad Castañón, “ Libres de Chalchihuites” y “Libres de Huejuquilla”.
Mientras tanto las mujeres militantes de las Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco se encargaron del aprovisionamiento de las huestes, con municiones escondidas entre sus ropas recorrían una y otra vez un largo camino que se tornaba tortuoso debido al peso de las armas y al peligro que corrían a cada paso.

1928

Matanza de civiles en Florencia, el Téul invadido por cristeros, Juchipila atacada y Moyahua y Monte Escobedo son presas del general Gorostieta.[3] Batallas, retiradas victorias, derrotas, bajas propias y del enemigo,”martirio”… y luego el fenómeno evolucionó nuevamente, había comenzado dos años atrás con una sublevación en defensa de la religión católica y ahora los soldados de Cristo Rey buscaban establecer un “Derecho Nuevo”. En mayo se llevó a cabo una Junta convocada por Aurelio Acevedo y que reunió en Mezquitic a cristeros de Valparaíso, Huejuquilla, Monte Escobedo y San Andrés del Teúl. Ahí se afirmó la originalidad del movimiento y se rechazó cualquier lazó con conflictos armados anteriores, se reconoció la Constitución de 1857 en detrimento de la 1917 y se buscaba el fortalecimiento de la familia como institución.[4] Más tarde los alzados celebraron el segundo aniversario del inicio de la insurrección, incursionaron en el cañón de Jerez y tuvieron contacto con la LNDLR.

1929

Nochistlán, Jalpa, Temastián, Momax y San Miguel Apozol se encontraban envueltos por la guerrilla cuando muere Gorostieta. El ejército cristero había estado acumulando victorias hasta entonces, se fortalecía cada vez más, tanto que la muerte de su líder no resultó catastrófica militarmente hablando. El P. Aristeo Pedroza se quedo al frente del movimiento y la lucha continuó, hasta que el Estado y la Iglesia Católica decidieron que ya era suficiente y sin pedir la opinión del ejército popular, “solucionaron” el problema y dejaron al cristero atónito, incrédulo ante lo que sucedía, esperando instrucciones hasta que llegó la orden del licenciamiento. Habían iniciado con las manos vacías y terminaban en una condición peor, rechazados, víctimas de la persecución, tres años de lucha en vano donde mucho perdieron y prácticamente nada ganaron. Los “arreglos” sólo fueron eso para el poder, Iglesia y Estado se dieron la mano e hicieron las paces, pero para el cristero nada arreglaron, en cambio, los soldados de Cristo Rey fueron condenados por ambos poderes y perseguidos y cazados poco a poco.

***

Muchos no estuvieron conformes con las resoluciones de la hegemonía y siguieron levantados durante la década de los 30’s: “La Segunda”, guerra de cristeros que no tuvo los alcances de la anterior pero que siguió representando resistencia y oposición al régimen establecido. La educación socialista fue motivo de protestas y los maestros rurales tuvieron que hacer frente a los cristeros y con frecuencia sucumbir ante ellos. Más tarde, con todas las rebeliones sofocadas, surge una tercera Cristiada, la de la memoria, muchos comparten sus recuerdos y aparecen publicaciones cristeras dedicadas a expresar la visión del vencido acerca de una historia proscrita y condenada a perderse en el olvido.

Sureya Hernández del Villar









[1] Cfr. Acevedo, Martínez Cristóbal, La Cristiada en Zacatecas. La dimensión cultural de la cristiada, “Narraciones cristeras de Zacatecas”, Material inédito, p. 8.
[2] Cfr. Meyer, Jean, La Cristiada. I La guerra de los cristeros, México, Siglo XXI, 21ª ed., 2004.
[3] Ibid., p.
[4] Cfr., La epopeya cristera y la iniciación de un derecho nuevo, México, 1938.

No hay comentarios: